Capítulo 2: Nuestra Vida Antes De Odín

Mucho antes de que mis hermanos y yo fueramos separados, nos la pasábamos jugando por los bosques de Jotunheim con cualquier otro niño, a pesar de que la única que podía ser llamada como tal era Hela.

— ¡Jormugander! ¡Fenrir! ¡Rápido! — nos llamaba mientras corría delante de nosotros.

— ¡Más despacio, Hela! — le decía Jormugander, fingiendo que éramos más lentos que ella.

Obviamente yo era el más rápido por tener 4 patas. Luego Jormugander, que a pesar de no tener extremidades, era bastante grande. Y al final venía Hela, que era prácticamente del tamaño de un humano y tenía 2 piernas delgadas y frágiles.

La mayoría de nuestros días eran "normales" de alguna forma. Cuando no, nunca nos hacíamos problemas, ya que como en el todo mundo, para nosotros, no podíamos esperar ayuda de nadie.

— ¡Fenrir! — Hela volvió corriendo hacia nosotros.

Un par de humanos habían asustado a Hela; y cuando ella corrió hacia nosotros, los humanos la siguieron.

— ¡Oye preciosa! ¡Ven, no te haremos daño! — comencé a gruñir. Supuse que no habían visto la otra mitad de su rostro.

La cara de espanto y repudio me causó una furia mortal. Al final, un humano fue para Jormugander y el otro fue para mí.

Las noches que dormíamos fuera de casa eran bastante tranquilas. Mi hermano dormía enroscado a un árbol; y debajo de él, Hela y yo dormíamos juntos, le daba calor con mi pelaje aunque no lo necesitara.

De vez en cuando veíamos a nuestro padre, Loki. A pesar de ser muy diferentes a él, puedo decir que eran momentos agradables. Aunque no nos tratara igual que otros padres. Ir de caza y lanzar pelotas era la diversión que podíamos tener.

Nuestras vidas antes de Odín, eran tranquilas, no le temíamos a nada, ellos nos temían a nosotros por obvias razones. No eramos gigantes, no eramos dioses, no éramos humanos. Éramos monstruos.

Nuestras vidas antes de Odín, era algo a lo que todos conocen como "felicidad". Sentir el amor de una madre y amar a tus hermanos era lo único que seres como nosotros necesitábamos. Era lo único que teníamos.

Lo masticaré por cada día arrebatado...

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