━━━ El chico que no perdía
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕
—¡¿A qué te refieres con que no puedo ir contigo, Charlie?! —exclamó Percy, indignado, sosteniendo entre sus manos las asas de una gran maleta que llevaba sus libros favoritos.
Su hermano mayor lo miró con una ceja alzada, como si fuese obvio.
—Percy, este es tu primer año en Hogwarts —explicó, inclinándose un poco hacia él. Estaban a mitad de uno de los pasillos, y varios alumnos tenían que rodearlos para llegar a los compartimientos, Percy se quitaba cuando era necesario, pero eso no parecía importarle a Charlie, él no se apartaba nunca—. ¿Qué crees que pensarían los de primer año, quienes serán tus compañeros de ahora en más, si vas siguiendo a tu hermano mayor por todas partes?
Percy sinceramente no lo sabía, ni le interesaba.
—¡Pero tampoco puedo ir con Bill! —replicó, alterado—. Está ocupado, es prefecto este año.
—Bien, entonces tendrás que ir buscando a quienes serán tus amigos —sonrió Charlie.
Antes de que Percy pudiese volver a replicar, una bruja de la edad de su hermano, con un hermoso rostro en forma de corazón, salió de uno de los compartimientos cercanos, tropezando y casi cayendo al suelo, de no ser porque se sostuvo de un alumno de séptimo año que iba pasando y la observó con mala cara tras el accidente. Al estabilizarse, llamó a Charlie con un grito alegre, sacudiendo las manos. Su cabello era demasiado corto, de un intenso rosa neón, demasiado incluso para lo que solía gustarle a su hermanita Ginny, contrastaba con sus ojos castaños y su piel pálida. Tenía puesta ya su túnica de Hogwarts, negra con amarilla, y con el emblema de Hufflepuff, un tejón.
—¡Weasley! ¡¿Es uno de tus hermanitos?! —preguntó la chica, sonriendo.
Charlie se giró hacia ella, colocando las manos en los bolsillo de su chaqueta.
—¡Es el más listo de ellos, Tonks! —exclamó igual de alto—. Pero no se quiere ir de mi lado.
—¡Pues entonces déjalo estar con nosotros! —ofreció Tonks, mirando a Percy con gentileza, saludándolo con una mano delgada. Percy bajó su maleta un momento y también la saludó.
—Estás loca —rechistó Charlie, frunciendo el ceño—. Suficiente tenemos contigo, que no paras de romper lo primero que se te cruza en los pies. ¡Mucho menos podré con dos niños torpes!
—¡Oye, idiota, eso fue muy grosero! —chilló Tonks, cruzándose de brazos.
—No importa —interrumpió Percy, mirando a su hermano mayor con molestia—. Supongo que tendré que buscar un compartimiento para mí sólo, entonces.
Charlie abrió la boca para detenerlo, sintiéndose culpable ante la mirada desolada de Percy, pero su hermanito había avanzado demasiado rápido entre la multitud de alumnos que intentaban buscar su lugar en aquel largo tren en movimiento, para algunos totalmente desconocido y para otros ya muy familiar, que recorría parajes verdes y montañas solitarias.
Percy entendió que no podía interferir de una manera tan brusca en las vidas que sus hermanos mayores ya habían hecho. No hubiese sido correcto seguirlo con sus amigos, aunque aquella chica, Tonks, había sido amable con él. Le hubiese gustado convivir con ella.
Estuvo buscando durante quince minutos un compartimiento vacío, asomando la cabeza a vagones donde ya había grupos de personas que parecían conocerse, y otros que aunque apenas se conocían ya parecían haber hecho muy buena amistad en tan poco tiempo dentro del tren.
Finalmente, encontró un lugar vacío, casi donde terminaban todos los vagones.
Abrió la puerta de vidrio con mucha dificultad, metió su maleta de libros y cerró la puerta de nuevo, sentándose con un suspiro cansado. Sus ojos se dirigieron a la ventana, las manchas verdes del paisaje eran lo único que parecían percibir sus ojos, además del cielo claro y las nubes que se movían lentamente con el viento de septiembre, frío, pero no gélido del todo.
Con las manos temblorosas por haber cargado aquella cosa tan pesada durante todo su recorrido, abrió la maleta y sacó su túnica de Hogwarts, que todavía no tenía un color además del negro, ni un escudo. Se quitó el pesado suéter de Quidditch, dejándolo en el asiento izquierdo. Se levantó y comenzó a ponerse la túnica, con mucha dificultad, intentando averiguar si no se había equivocado de lado, y tratando de no cruzar ambas mangas entre sí.
Cuando terminó, acomodó la tela dejándola caer hasta sus rodilla. Para entonces ya había alguien en el marco de la puerta, que se había abierto muy silenciosamente, y le sonreía.
Percy observó al chico sin saber si gritar por la sorpresa, o quedarse paralizado mirándolo.
{...}
—¡Hola! ¿Han visto a un chico de mi altura, pelirrojo y pecoso, de ojos azules? Luce como bibliotecario, y habla como si acabara de tragarse un libro muy pesado. Se llama Percy.
Eso era lo que preguntaba Oliver, vagón por vagón, buscando a quien había decidido que sería su amigo durante toda su estancia en Hogwarts. Para Oliver nunca había sido difícil hacer amigos, de la misma manera que jamás se le había dificultado el deporte. Pero por algún motivo aquella búsqueda estaba resultando demasiado complicada. Hasta que lo encontró.
Estaba solo, en un compartimiento muy alejado del resto. Y parecía una de esas finas figuras de porcelana pintada, dentro de cajitas de vidrio, que su madre coleccionaba con amor.
Oliver observó al chico, Percy, con una sonrisa alegre cuando al fin lo vio. Lo había estado buscando por todo el Expreso de Hogwarts, y había sido muy difícil de encontrar, pero ahí estaba, mirándolo como si observara una aparición. Sin siquiera pedir permiso, Oliver entró al compartimiento, dejó su mochila roja en el suelo, junto a la maleta de su compañero, y se sentó en el asiento frente al del pelirrojo, quien todavía no se había recuperado de la sorpresa total de verlo tan de repente. Con las manos pecosas a la altura del pecho, entrecruzadas, Percy lo miró con los ojos entornados, molesto e intrigado, incluso algo desconfiado de él.
El joven Wood se llevó las manos al regazo, despreocupado.
—¡Hola de nuevo, chico al que no le gusta el Quidditch! —saludó animado.
Un escalofrío recorrió a Percy al escuchar su voz tan amena, y por fin reaccionó.
—¡¿Se puede saber qué haces en mi compartimiento?! —exclamó.
Como si no quisiera estar tan cerca de él, el pelirrojo retrocedió unos pasos, chocando las piernas contra el borde de su asiento, mirándolo realmente indignado por su presencia.
—Verás... —comenzó a hablar Oliver, inclinándose hacia él con una sonrisa—. Este no es tu compartimiento, sino de cualquiera que desee sentarse aquí. Además, he notado que no tienes ningún amigo, por eso decidí que yo lo seré. De nada —añadió altanero.
Percy no podía ponerse más rojo de lo que ya estaba. Bajó los brazos a ambos lados del cuerpo, con los puños apretados, y alzó el mentón con gravedad, indignado.
—¡Este compartimiento es mío según términos de propiedad, porque yo llegué primero! Y tú no puedes saber si tengo amigos o no, apenas me conoces —se defendió—. ¡Eres un raro!
Oliver se cruzó de brazos, ladeando la cabeza.
—¿Cómo podrías tener amigos con esa actitud?
—¡Mi actitud es perfecta! —gruñó Percy.
—Mira, pareces haber tomado como un reto personal el no ser mi amigo, por algún motivo —continuó Oliver, levantándose del asiento para quedar frente a él. Estaban casi a la misma altura, aunque Percy lo sobrepasaba un poco—. Ya te perdoné por lo que dijiste del Quidditch, y tomé yo mismo como un reto personal ser tu amigo. Es como una competencia de uno contra uno. —Se acercó y le acomodó la túnica, que había estado un poco chueca hacia la izquierda, sin dejar de mirarlo a los ojos y sonreír—. Y yo nunca pierdo una competencia. Así que puedes llamarme Oliver Wood, amigo, u Oliver a secas, mejor.
Percy frunció la nariz de manera hostil, mirando su túnica con recelo.
—¿Así que nunca pierdes? —inquirió.
—¡Por supuesto que no! Nací siendo un triunfador —repuso Oliver, contento.
—Pues qué mal por ti, será la primera vez en tu vida que pierdas —soltó Percy, apartándolo de un empujón. Volvió a tomar su asiento, abrió su maleta y sacó un libro, que fingió comenzar a leer para ignorar a aquel chico que parecía desprender puras buenas vibras—. Yo también nací siendo un triunfador, así que no esperes ganar esto. No quiero ser tu amigo, ya lo decidí.
El silencio después de una escena así suele ser incómodo y pesado, pero en ese momento no lo era. Percy sabía que no podía tomarse sus propias palabras en serio, porque no las había dicho con sinceridad, y era algo que Oliver, siendo tan perceptivo, notó enseguida. No era como si Wood supiera que Percy le tenía miedo a no ser suficiente siempre, pero sí presentía que algo muy en el fondo lo impulsaba a tratar de la manera incorrecta a las personas que se le acercaban. Quizá porque cuanto más tiempo pasaban con Percy, más era la probabilidad de que al final terminaran odiándolo por su actitud tan peculiar, tan perfeccionista y soberbia. Y eso resultaba doloroso para el Weasley.
Lo que Percy no sabía, era que no todas las personas odian lo peculiar.
Oliver Wood, quien en ese momento se volvió a sentar frente a él con la misma sonrisa, tomando su mochila y sacando una revista de Quidditch, era una de esas personas extrañas que mientras más peculiares eran sus amigos, más dichoso podía llegar a ser él mismo. Así que, sí, el silencio de aquel compartimiento, entre la hostilidad falsa de Percy y la alegría auténtica de Oliver, resultaba demasiado llamativo para cualquier persona que pasara y los observara.
El silencio no tenía por qué ser algo malo, ni incómodo.
{...}
NOTA DEL 2021: ¡Se supone que yo iba a actualizar ayer, pero es difícil actualizar cuando te castigan el teléfono, ahhh! Lo peor es que fue por una estupidez, jajaja.
¡Recuerden comentar, eso se anima mucho, muchísimo a seguir escribiendo! 💞
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