Capítulo 5
Concentrado en su notebook, miré sus facciones y sus ojos. Lo encontré tan sexy y guapo.
No quería interrumpirle, y él escribiendo, de pronto se levantó y volvió a sentarse otra vez frente a su piano.
Yo solo lo miré y escuché una nueva melodía, que estaba tocando.
El corazón de nuevo se me iba a salir del pecho, y encantada, no dejaba de mirarlo con destellos. Se me venía a la mente que habíamos hecho el amor, no una vez, si no dos, y la ultima había sido en aquel sofá y se me entrecortaba el aliento. La alegría se me salía por los poros.
Sentado en su escritorio, Joey me miró y sonrió, lo que me llenó otra vez de alegría.
Tuve una idea y me levanté del sofá. Él se alarmó.
_ ¿A dónde vas, mi vida? – le sonreí.
_ Vengo en un momento. Te lo prometo. – me sonrió.
_ Ok.
Le preparé con cariño una taza con su café, cargado, preferido. Pensé en él y en que me estaba esperando y más ansié llevárselo.
Me alisté mi tierno delantal en el vestido, y con cuidado de no tropezar, me lo levanté un poco y me llevé la bandeja con la taza de su café.
Esperaba, anhelante, a que yo volviera, y cruzara por su puerta. Su corazón se le agitó.
Entré con su café y él me miró con intensidad. Le sonreí con vergüenza, y nerviosa, me le acerqué. Me volvía loca que me mirara de esa manera.
_ Te estaba esperando. – mis mejillas más se sonrojaron.
_ Lo sé... Te traje tu café, que tanto te gusta. – me sonrió. Le encantaba cuando yo me ponía así de vergonzosa y me lo recibió.
_ Muchas gracias, hermosa. Moría por tomarme uno de estos. – le sonreí.
_ Espero que te guste.
_ Claro que sí. Me encantan tus sabrosos cafés.
_ Jejeje.
Dio un sorbo y yo lo miré; Joey bebió un poco y luego volvió a sonreírme.
_ ¿Y? ¿Te gustó, cariño?
_ Está delicioso, como siempre, mi hermosa. – le sonreí con destellos y él con ternura, tomó mi mano.
_ Niña mía, te amo tanto. – yo no me pude contener y le acaricié su suave mejilla.
_ Y yo te amo a ti. Me encanta poder prepararte café y tantas cosas más. – sus ojos brillaron de amor.
_ Eres lo mejor que me ha pasado. Me haces tan feliz.
_ Mi Joey. Mi amado, Joey.
Volvió a sonreírme y yo lo abrasé fuerte, con todo mi amor. Su corazón se le salió del pecho y también me abrazó con locura. Luego, nos besamos largamente.
_ Ven, siéntate aquí junto a mí. – me ordenó, y yo radiante, me senté a su lado.
Joey me miró enternecido, y yo perdida en él, siguió bebiendo su café y yo me dediqué a mirarlo con admiración y amor.
_ Te amo, Joey. – me sonrió.
_ Y yo te amo a ti, niña mía.
Miró el atardecer por la ventana y me miró.
_ Tengo una idea, cariño.
_ ¿De qué se trata?
_ Ven, vamos afuera...
Me tomó de la mano y salimos afuera de nuestra casa.
El atardecer se presentó ante nosotros, y Joey sin soltar mi mano, miramos un poste de luz, de madera, en la esquina.
Ambos esbozamos una sonrisa y él me miró con ternura.
_ ¿Recuerdas aquel día?
_ Si. Me sostuviste fuerte, y así yo no tuve miedo, y olvidé el vértigo.
_ Jejeje. – lo miré con complicidad.
_ ¿A caso?
_ Si.
_ Vamos entonces...
Volvió a sonreírme, y los dos entusiasmados, caminamos, a pasos apresurados, hasta el aquel poste de luz.
Junto a él, lo miramos con alegría, y gratos recuerdos, ya que nos habíamos subido a aquel poste en nuestra primera cita, y después, cuando nos hicimos novios.
Joey me miró perdidamente enamorado.
_ ¿Estás segura que no te dará miedo?
_ Más que segura, porque tú estarás para sostenerme fuerte. – sus ojos brillaron en los míos.
_ Siempre estaré para sostenerte mi vida.
_ Te amo.
_ Y yo a ti.
Nos miramos con cariño, después nos sonreímos, y miramos el poste, nuestro querido poste de luz.
Joey se preparó para subir, él primero, y yo di un suspiro con nervios.
_ ¿Nerviosa?
_ Si, un poco.
_ Tranquila, que no te pasará nada conmigo. – le sonreí.
_ Lo sé. Confío en ti.
Joey me sonrió derretido, y quise ahora yo subir primero. Me acomodé el vestido y delantal y comencé a subir el poste.
Joey me miró con idilio subir, y luego, miró con ternura mi vestido y zapatos rosa.
Subió detrás de mí, y los dos riéndonos, llegamos a la punta, al igual como en esas ocasiones.
El aire estaba fresco y rozaba fuerte en nuestras mejillas, por esa altura.
Joey se acomodó con cuidado y me sentó en sus piernas. Nos sonreímos excitados por aquella adrenalina y yo respiré hondo.
_ ¿Estás bien?
_ Si, más que nunca.
Me sonrió y yo contemplé su sexy sonrisa y profundos ojos celestes.
Se podía mirar todo el vecindario en aquel poste de luz y los dos cómodos y plenos, miramos el cielo anaranjado, que cubría todo los techos de las casas.
Volvimos a sonreírnos y nos tomamos de la mano.
Aquel atardecer se podía apreciar aún mejor en esa privilegiada vista, y los dos expectantes por ver esconderse el sol, Joey apretó con más cariño mi mano.
_ Te amo. – le sonreí.
_ También te amo. Ahora y siempre.
_ Gracias por hacerme este cumpleaños inolvidable.
_ Lo haré siempre para que seas feliz. – se derritió.
_ Niña mía. – me recargué con cuidado en su pecho y él sonrió.
Vibró al tenerme así en su pecho, yo sonreí, y luego nos besamos.
Estábamos tan felices en aquel poste de luz. Era nuestro poste de madera. Lo había sido desde nuestra primera cita, y los dos risueños, nuestros corazones latían rápido y con fervor.
El anochecer se hizo notar y los dos detenidos en las insistentes y brillantes estrellas, vimos de pronto, un tren, el que tiró vapor por la cabina y quedamos anonadados. Sonreímos atónitos, y sin soltarnos de la mano, miramos con detenimiento avanzar aquel mágico tren por nuestro estrellado cielo.
Fin.
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