Capítulo 25

Una pequeña pelinegra de ojos azules y una peliblanca de ojos negros se encontraban mirando atentamente a los cuatro hombres que no paraban de alabarlas. 

Kuchiki Byakuya, Jushiro Ukitake, Abarai Renji y Hitsugaya Toshiro rodeaban la cuneta donde las gemelas Hitsugaya, Machi y Yukie, estaban.

Machi y Yukie eran los nombres de nuestras pequeñas, sus nombres significan "Verdadera Felicidad" y "Felicidad eterna" respectivamente. Eso es lo que ellas representaban para nosotros y esperábamos fueran siempre. Una eterna y verdadera felicidad.

—Pobre de ti, ni te pelan —dijo Matsumoto que se burlaba un poco de la recién convertida mamá a la que todos ignoraban. 

Pero eso no me molestaba. Saber que mis nenas eran tan populares y amadas me hacía demasiado feliz.

—Déjalos, ya querrán una hija o una sobrina o una esposa o una amiga y a ver de dónde la sacan —dije bastante alto como para que los que me ignoraban escucharan, logrando que todos me miraran; entonces les regalé una mirada de reproche.

—Lo hiciste muy bien —dijo Byakuya acercándose a mí para besar mi cabeza—, las cosas ahora solo pueden mejorar —Puso el rostro serio antes de continuar— si dejas de hacer tonterías.

—Oye —me quejé y Ukitake jiisan, que estaba en el sofá frente a mi cama, le dio la razón. 

—Es cierto —dijo—. Sabes que cada quien se busca sus males y tú eres de las que cada tres metros cava su propia tumba. 

—Oye —repetí.

—No se preocupen mucho, ahora la tengo bien vigilada —dijo Toshiro levantando a Machi en brazos, sonriendo a la pequeña que le sonreía. 

Negué con la cabeza. Yo en lugar de ganar aliados lograba obtener personas que me reprendieran. Pero eso era solo porque me amaban y se preocupaban por mí. O eso me gustaba pensar.

Y hablando de amar. Aún había una charla inconclusa con cierto pelirrojo que, aún sobre toda la emoción que fingía, se notaba apesadumbrado.

Kiyone neesan llegó para llevarse a mi tío para que descansara, papá tenía cosas que hacer, igual que mi marido; así que Renji y Matsumoto desparecerían por un rato también. Pero no me quedaba sola, yo seguía en la clínica de Unohana, así que atención no me faltaba.

Después de alimentar a las bebas y lograr que se durmieran me dispuse a hacer lo mismo, pero Renji apareció frente a mí para concluir eso que había empezado horas atrás.

—Creo que aún me debes una respuesta —dijo. 

Pensé que la respuesta era muy obvia, pero a veces necesitamos escuchar de la boca de la persona que amamos lo que ella siente para aceptarlo. Porque, por mucho que los sentimientos estén en nuestro corazón, si no los décimos, no llegarán a los demás.

—Yo te quiero mucho Renji —dije—, eres mi mejor amigo y, aunque pudiste ser algo más, no sucedió. 

—Sabía que pudiste haberme amado —dijo agachando la mirada—. ¿Entonces todo acabó? —preguntó.

—Nada terminó porque nada había iniciado —respondí—. Pero siempre que tú quieras yo seguiré siendo tu amiga.

—¿No puedes amarme? —insistió.

Le miré apesadumbrada y un poco molesta. 

—Estoy casada y soy madre de las hijas de ese hombre que me ama —dije recordando algo que él estaba intentando no ver—. Sería una completa tonta si no amara lo que la vida me ha dado... lo lamento. 

Renji miró al techo y parpadeó repetidamente mientras respiraba profundo.

—¿Sabes? Nunca deseé tener nada que los otros tuvieran, al menos no antes de ti y la familia que le estás dando al capitán Hitsugaya... ¿Cómo se llama esto? —preguntó mirándome con una sonrisa empapada en lágrimas.

—Destino —dije—. No te tocaba. Yo no era para ti y tú no eras para mí. Nosotros nacimos para ser amigos.

—Pero yo soy tu teniente —bromeó Renji limpiando sus mejillas. 

—Y yo soy la hija de tu capitán —dije sonriendo aún más amplio, despejando la nostalgia que había en el ambiente—. Algún día va a llegar alguien a cimbrar tu mundo aún más de lo que lo hice yo, y te darás cuenta que yo no era la gran cosa —dije intentando alentarlo. 

Renji asintió aunque no me creía. Y no podía culparlo. Cuando perdemos algo que amábamos tanto, no podemos ver más allá de lo que perdimos. Además, toda pérdida es irrecuperable.

Renji se dirigió a la puerta y desde allí movió la mano en señal de despedida. Yo me despedí de él, lo conocía un poco y sabía que él volvería a tomar distancia para poder sanar su herida, esa herida que mi presencia le provocaba.

»Si yo no estuviera tan ocupada buscando amar esto que tengo, podría llorar tanto como tú —dije para el que pudo haber sido el amor de mi vida y que ya no estaba en mi habitación, terminando en limpiar con la manga de mi camisón la humedad de mi rostro.

Toshiro no me era del todo indiferente. Yo lo quería mucho y le agradecía cada cosa que hacía por mí, me encantaba su forma de tratarme, me fascinaba como cuidaba de mí y que siempre estuviera para mí. Él era perfecto incluso a la vista, pero mi corazón aún no se decidía del todo.

Y no estoy diciendo que estuviera pensando entre Renji y él. Toshito Hitsugaya era mi única opción, pero estaba asustada de amarle porque, si las cosas llegaban a no funcionar entre nosotros, perderle me mataría. Y no quería tener que pasar por eso. No soportaría perder a alguien que amo, no de nuevo.


Continúa...


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