Capítulo 24


"¡Ahgggg!" el único sonido capaz de salir por mi garganta. Las contracciones eran muy seguidas y Unohana seguía repitiendo: "Aún no es tiempo, aguanta".

Esto era tan doloroso que pensé que bien podría ser el karma llegando al fin hasta mí, pero no recuerdo haber sido mala, aunque si hice muchas tarugadas. Por Dios que esto era un suplicio y, como es costumbre en mí vida cuando las cosas están mal, estaba a punto de ponerse peor.

—Unohana por favor —entre dientes supliqué—. Ya no puedo más... por favor —y ella solo me veía con esa apacible sonrisa que me pudría el hígado de rabia. Quería matarla, a ella y a todos los que eran capaces de sonreír. Sentía que se burlaban de mí, aunque esas eran mis hormonas que seguían sin darme tregua.

Renji que me había llevado hasta allí y Toshiro que había llegado unos minutos después parecían sufrir más que yo, y aun así ninguno de los dos que proclamaron amarme se atrevían a acercarse a mí. Y la verdad es que yo estaba dispuesta a matar a quien se atreviera a acercarse, así que los entendía un poco, pero no por ello los odiaba menos.

Después de algunos minutos Renji se fue a buscar al resto de mi familia y solo quedamos mi muy nervioso marido y yo.

»Me voy a morir —gruñí pesadamente y Unohana rió de nuevo asegurando: —No vas a morir, dar a luz nunca ha matado a nadie —eso dijo ella pero a mí no me aliviaba, yo sentía como que sí moriría.

—Ahhhh...gggg...mmmm... —repetía mientras me retorcía de dolor. Mi espalda juraba que se partiría en dos y las contracciones que acalambraban mi vientre y me obligaban a contener la respiración no cesaban, realmente sentía que moriría.

—Recuéstate —pidió de nuevo. Yo tenía rato deambulando por todas partes nada más. Me recosté y levantó de nuevo mi vestido. Lo que en otro tiempo me hubiera llenado de vergüenza hoy ni me inmutó, y es que yo tenía demasiado dolor como para sentir también vergüenza.

—Falta un ratillo, vuelve a caminar —dijo Unohana que me ayudó a levantar. Yo seguí andando y seguí intentando respirar, aunque realmente era algo imposible.

Cerca de veinte minutos después de que yo volviera a levantarme me acerqué a Toshiro y dije sin fuerzas: —Ya no puedo —recargándome a él. Unohana se acercó ya sin sonreír y pidió volver a revisarme. Me recosté de nuevo y Unohana comenzó a palpar mi vientre, aunque yo sentía que encajaba sus dedos en mí.

—Tienen buena postura ambos —dijo—, esto será rápido.

—¿Ambos? —preguntó el sorprendido padre. Pero a mí eso no me sorprendió, me lleno de miedo, pues eso significaba que dolería más.

—¿Son dos? —preguntó mi marido y yo me retorcí de nuevo. Unohana nunca mencionó que fueran dos pero, sintiendo el reiryoku dentro de mí, era fácil de adivinar, supongo que esas son cosas que de las que los hombres no se percatan fácil. Unohana asintió.

—¿Maya tú lo sabías? —preguntó el ojiazul y respondí con dificultad: —Lo intuía... ¿podemos terminar con esto? —pregunté suplicante.

—Sigue el pujo, esto será rápido —dijo Unohana. 

Suplicaba porque fuera así. Pero "esto", como lo refirió ella, duró un par de horas que parecieron un sinfín de siglos.

»Bien, coronó, un pujo más y sale —dijo Unohana y yo creí que me desgarraría completa cuando la próxima contracción me hizo levantar medio cuerpo. 

Cansada. me dejé caer de nuevo. Toshiro seguía sosteniendo mi mano.

—No puedo... ya no puedo... —dije llorando. 

De verdad sentía que no podía más.

—Sólo un poco más princesa, un poco más —pidió llorando también, besando mi frente.

Respiré profundo, o eso intenté, porque la siguiente contracción no me permitió más que ahogar un grito en mi garganta, de nuevo. Entonces un alivio profundo se apoderó de mí. Caí de nuevo y, respirando al fin, miré a Toshiro cuyo rostro se encontraba completamente iluminado y escuché el llanto de mi bebé.

—Es una niña —anunció Unohana entregando la pequeña a Toshiro. Él la acercó a mí. 

Pude sentir su cabecita en mi mejilla húmeda, la besé y quise sonreír llena de felicidad. Pero mi sonrisa también quedó en intento, una nueva contracción me hizo arcar la espalda y contener la respiración.

»Segundo Round —dijo la médico y yo suspiré, o al menos lo intenté. 

Las contracciones eran tan o más fuertes que las anteriores. Pero supuse que el respiro que pude tomar, o la necesidad de ver la carita de mi segundo hijo, me dio las fuerzas de continuar. 

Ahora que estaba más agotada que antes tenía más ganas de realizar un esfuerzo.

Toshiro siguió sosteniendo mi mano hasta el final, cuando por fin pudimos escuchar el llanto del segundo bebé.

»Otra nena —anunció Unohana envolviéndola en una toalla húmeda caliente—. Solo resta la placenta —dijo y cambió la toalla de la primera niña por una cobija. Lo que haría con mi segunda bebé después de que yo volviera a pujar y desechara la placenta.

Unohana sonrió complacida, Toshiro sonrió complacido y, al fin, yo pude sonreír mucho más que complacida mientras abrazaba a las pequeñas sobre mi pecho que embobaban al peliblanco que las miraba extasiado.


Continúa...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top