Capítulo 22

—Sí, ya sé, ¿dónde estabas? —dije sonriendo descaradamente antes de que nadie dijera o preguntara nada cuando entré al comedor. 

Los que me observaban suspiraron con pesar, al menos sabían que estaba mejor que cuando me fui.

Caminé hasta la mesa y me hinqué al lado de Ukitake jiisan que me abrazó fuerte con una hermosa sonrisa en el rostro. 

Por eso amaba volver a casa de Ukitake jiisan, allí siempre me recibían hermosas y apacibles sonrisas.

—¿Y bien? —preguntó Renji.

—¿Y bien qué? —pregunté.

—¿Dónde estabas? —preguntó enfadado el pelirrojo. 

Lo acribillé con la mirada. Yo hice la pregunta esperando no tener que contestarla. El resto de los que estaban en la habitación me miraron como esperando la respuesta.

—En la décima división —respondí después de suspirar.

Eso no contaba toda la verdad, pero tampoco era mentira. Además, antes de salir de la décima división, logré convencer a Toshiro que lo mejor era no mencionar mi estancia en Las Noches.

—¿Por qué estabas en la décima división? —preguntó el pelirrojo. 

Él parecía ser el más interesado en mí. 

Jugué con sus nervios y los de mi papá, al parecer, pues a mi respuesta dio un apenas perceptible respingo.

—Voy a cambiarme de división —dije.

—¡No estés jodiendo! —gritó el pelirrojo y debí detener al ojiazul que estaba sentado a mi lado adelantándome a responder.

—No grites, Renji —pedí—, y no te enojes tampoco. Estoy jugando, ¡cómo si no me conocieras!

Renji rodó los ojos y miró a la ventana mientras respiraba profundo.

Apreté la mano de Toshiro, que sostenía por debajo de la mesa, y busqué sus ojos para dedicarle una sonrisa. 

Quería decirle que estaba bien, que éramos amigos y él, como mi tío y mi padre, estaba molesto por mis tonterías. Renji solo estaba preocupado.

—¿Y qué hacías en la décima división? —preguntó Byakuya tensando a dos que recién nos habíamos relajado un poco.

—Matsumoto y yo somos amigas —informé—, me refugiaba con ella, ¿verdad? 

La castaña me miró con sorpresa y yo supliqué porque me siguiera el juego. Todos la miraron esperando su respuesta.

—Tú y yo no somos amigas... —soltó de pronto y quise matarla, pero me detuvo la continuación a su antes cortada frase—, somos familia ahora —dijo haciéndome sonreír y permitiéndome volver a respirar.

—¿Estás bien? —preguntó Ukitake jiisan.

—¿Ves? Eso es lo que importa, que esté bien, no donde estaba —dije mirando hostigosamente al pelirrojo e hice un puchero mientras él negaba con la cabeza.

—¿Qué manera de hablarle a su teniente es esa, mocosa? —preguntó Renji que, gracias a que yo me encontraba bastante cerca de él después de haber apoyado mis palmas en la mesa e incorporado un poco, pudo atrapar mis mejillas y apretarlas haciéndome quejar de dolor.

—Oye, ya basta —exigió el molesto peliblanco que me devolvió a mi lugar. 

Creí que le reclamaba a él, pero lo descarté cuando me miró y con mucha seriedad hizo una súplica—: Deja de hacer imprudencias. 

Lo miré apenada y, volviendo a acomodarme junto a mi tío, agaché la mirada.

—¿Puedo saber qué es lo que sucede aquí? —preguntó Byakuya haciéndome imposible tragar el grueso de saliva atorado en mi garganta. 

Pero Toshiro estaba muy calmado, o al menos eso aparentaba muy bien, por eso pudo informar algo que yo no soñaba con siquiera mencionar.

—Maya y yo vamos a casarnos —informó y el silencio sepulcral que se estableció en la sala fue roto por mi grito.

—¡¿Casarnos?! —pregunté y todos me miraron perplejos.

—¿Qué creíste que significaba hacerme responsable? —preguntó él. 

—No lo sé... —dije confusa. La verdad es que no lo había pensado mucho. Lo analicé rápidamente y solté mi conclusión—: Darle tu apellido al bebé.

—¡¿Bebé?! —gritaron todos, recordándome que habían más participantes en esa conversación.

Desplacé la mirada a los ojos de mi padre, que era el que más próximo quedaba, pues el más cercano era Ukitake jiisan pero él estaba detrás de mí. 

Kuchiki Byakuya me miraba asombrado. Giré un poco más y Renji estaba igual de confundido. La siguiente en la mesa era Kiyone neesan, pero ella ya lo sabía así que no esperaba sorpresa en su cara. Y no la había, en su rostro solo había preocupación. Ella miraba muy preocupada el cadáver de Ukitake jiisan que al parecer murió de la impresión.

—Ukitake jiisan —dije llevando mis rodillas al piso mientras Kiyone neesan seguía repitiendo el nombre de ese al que hacía aire con un pequeño abanico y que no reaccionaba.

—Oi, Ukitake jiisan, tienes que despertar, sino ¿quién va a matar a Toshiro? —pregunté entre seria y preocupada a uno que comenzaba a reaccionar.

—De eso me encargo yo —dijo una potente y lúgubre voz detrás de mí; y escuché al futuro difunto suplicar.

—No, capitán Kuchiki espere.

—Si lo matas no podrá casarse conmigo y serás tú quien aguante mis cambios emocionales por el embarazo —amenacé volviendo la mirada para casi hacerme pipí del miedo que mi padre daba justo en ese momento.

Y, como si esas hubiesen sido palabras mágicas, el ambiente se llenó de flores y trinos de aves mientras todos plácidamente bebían té.

»Que malos son —chillé, y una sonrisa comunitaria y fugaz relajó el ambiente.


Continúa...

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