009. Confident.
❝It's time for me to take it, I'm the boss right now, not gonna fake
it, not when you go down❞
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Evie sonrió con prepotencia, pues tal vez esas niñas no tenían talento, pero ella si lo tenía e iba a demostrarlo.
—Solo esperen hasta la presentación magistral. —Alardeó la princesa malvada antes de dirigirse nuevamente hacia la puerta que la llevaba hacia el backstage.
—Que desastre. —Habló en voz baja Uma, negando con la cabeza. — ¿Ya puedo llevarme a mi hermana a casa?
—Al menos se esforzaron... Y tendremos que mentirles diciéndoles que lo hicieron excelente. —Se lamentó Mal, haciendo una mueca de disgusto, luego giró la cabeza para ver a su hermano. —Hadie, no quiero que molestes a Helena por esto. —Le pidió, seria.
— ¿Molestarla por qué? —Cuestionó el menor, quien aún jugaba con sus autos junto a Jay.
—Ellas ya tendrán otras oportunidades. No se desanimen, las niñas lo hicieron muy bien. —Los alentó la VK que se encontraba junto a Gil, sonriéndoles. —Ahora será mejor que todos vayan a buscarlas antes de que los de Royalton empiecen a ser crueles con ellas.
—Un momento. —Intervino Harry, frunciendo su ceño en cuanto una nueva canción comenzó a sonar, dirigiendo su vista hacia el escenario; en donde las menores ya se habían reacomodado y estaban cubriendo a alguien, que inmediatamente se dejó ver, usando un traje rojo ajustado al cuerpo. — ¿Qué hace ella ahí arriba?
—Debe ser la presentación magistral, presten un poco de atención. —Les recomendó el hijo de Jafar, mientras jugaba con Hadie.
¿Estas listo? Ja.
Evie colocó ambas manos en las mejillas de Freddie y Harper, para entonces quitarlas de su camino, haciendo que todas las niñas se arrojaran al suelo.
Es tiempo de que tome el control, yo soy la jefa ahora. No lo voy a fingir, no cuando tú estás cayendo.
La chica de cabello azul avanzó con seguridad y comenzó a moverse, mientras sus alumnas pretendían que estaban haciendo angeles de nieve encima del escenario.
Porque este es mi juego, y será mejor que hayas venido a jugar.
— ¿Quién se cree esta perra que es para robarse mi canción? —Se quejó Rosie, la hermana de Gil, mientras observaba aquello con enojo.
Jay, Mal y los piratas también miraban aquello con desaprobación.
Las VKs se arrastraron por el escenario hasta formar una fila, en la que Evie se colocó en el medio, pateando a Dizzy hacia un costado para que no se robara su momento de brillar.
Solía reprimir mi maldad, ahora la estoy dejando salir.
Freddie fue quien se acomodó para señalar a la bailarina mayor, quien la observó con desaprobación y con un movimiento de brazos –o mejor dicho, un intento de golpe– la menor retrocedió y volvió a arrojarse al suelo mientras Evie comenzaba a girar.
Hago mi propia elección.
—A ver si se marea y se cae, la muy hija de puta. —Gruñó Uma.
Perra, yo dirijo este show.
La princesa malvada volvió a acercarse a Dizzy y la tomó de su blusa para luego dejarla caer al suelo.
Así que deja las luces encendidas.
— ¡Estoy bien, mamá! —Se apresuró a aclarar la pelirroja, mientras que la hermanastra malvada de Cenicienta se llevaba la mano a la boca y miraba a Madre Gothel con desaprobación.
No, tú no puedes hacer que me comporte.
Evie le dio dos patadas antes de alejarse, mientras sus alumnas se acomodaban a su alrededor, señalándola con sus brazos mientras la hija de Regina bailaba.
Así que dices que soy complicada, que debo estar loca.
Jay se incorporó rápidamente para sostener a Mal, quien tenía muchas ganas de subirse al escenario para golpear a la VK.
Pero me habías infravalorado.
La villana de Corona simplemente suspiró, llevándose la mano a la boca, shockeada; viendo cómo Evie se sacudía hasta que finalmente las niñas se arrodillaron a su alrededor, haciendo reverencias ante ella hasta que la bailarina principal terminó su presentación con una pose.
¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser segura?
—La rompí, boluda.
¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser segura?
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Evie sostuvo el listón amarillo en el que se leía «Cuarto lugar» y lo dejó en el asiento del copiloto del auto de su madre, para luego desviar la vista hacia la ventana, tocándose la frente para luego colocarse sus auriculares; los cuales ya estaban conectados a su celular.
Puso a reproducir el audio que los jueces de la competencia le habían enviado.
—Eres una bailarina increíble, señorita Evie, realmente lo eres; pero no entiendes el objetivo. —Se oyó la voz de una jueza, decepcionada. —La idea es mostrar a los alumnos y lo que les enseñaste, no que tú seas el centro de atención.
La princesa malvada se quitó uno de los auriculares y se llevó la mano hacia el puente de la nariz por unos instantes para luego volver a mirar hacia la calle vacía –ya que todos los concursantes y sus familiares se habían ido–, mientras pensaba en que debía hacer.
Haz lo que debas hacer, recordó las palabras de Mal.
Ya es tarde para remediar mi error, M, pensó la hija de Regina.
Es tiempo de liberarme de mis cadenas.
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La chica de cabello azul abandonó el mercado de la Isla, arrastrando los pies, cargando una bolsa enorme repleta de todo lo que había comprado.
—Bien hecho, azulita. —Le dijo Yen Sid, el padre de Jane, Valentina y Sabrina; desde la otra vereda.
La VK lo miró sin comprender aquello, pero luego tomó el paquete de chicles abierto que estaba en su bolsa y se metió uno a la boca, mientras continuaba caminando.
—Bien hecho, Evie. —Escuchó la voz de él detrás de ella y apresuró el paso, nerviosa.
¿Te comieron la lengua los villanos?
—Ahórratelo, Jay. —Exclamó la princesa malvada, ignorando que el moreno la estaba siguiendo, hasta que él se colocó delante de ella. —Si vienes a robarme comida, te patearé en los huevos.
Porque este es mi territorio, y soy peligrosa.
—Lo digo en serio, Mills. —Aclaró el descendiente de Jafar, para luego arrugar la nariz. —Robar para alimentar a los demás no es tan malo, pero a ti no te quitaré nada, no tienes por qué amenazarme. —Le recriminó, cruzándose de brazos.
Así que puedes irte a la mierda.
— ¿Tú no quieres que desaparezca de aquí lo más rápido posible? —Lo interrogó la chica de cabello azul, confundida. —Realmente pareces hijo de Aladdin, pero lo siento, supongo; estoy acostumbrada a que la gente de aquí me trate como... bueno, como me lo merezco.
Pero esta noche, todo es sobre mí.
—Por supuesto que no, este es tu hogar, nuestro hogar. —Le recordó Jay, señalándose a sí mismo y luego a la VK que tenía en frente. —E, la Isla te necesita. Las chicas te necesitan. Yo te necesito.
Así que dices que soy complicada, que debo estar loca.
—Siempre vamos a ser los chicos de la Isla, intenté olvidarlo, realmente lo intenté pero... estas son nuestras raíces. Y todos hicimos lo que tuvimos que hacer para sobrevivir, eso nos hizo quienes somos. Y nunca vamos a ser como la gente de Auradon, y eso está bien. —Murmuró la chica de cabello azul, mirándolo a los ojos para luego negar con la cabeza. —La Isla me dio la espalda, las niñas preferirían tirarse a un acantilado antes de tener que verme, y tú... eres el primero que no me trata como una traidora.
Pero me habías infravalorado.
—Evie, aprovechaste la única oportunidad que tuviste para salir de aquí, cualquiera haría eso. Pero no puedo culparte por no haberte comunicado con nosotros, debes haberte cegado por todos los lujos que hay en Auradon, cualquiera cedería ante tal tentación. —Exclamó el moreno, luego suspiró. —Yo no hablaba de las pequeñas, aunque no has sido un buen ejemplo para ellas, yo me refería a Mal y a Uma. No eres una traidora, eres una chica con un corazón enorme que de repente consiguió todo lo que siempre deseó y cometió el error de olvidarse de sus raíces, pero aún puedes remediar las cosas. —Añadió.
¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser segura?
—Eres el primero que trata de ponerse en mi lugar. —Confesó la princesa malvada, ladeando la cabeza, sintiendo algo de esperanza en su corazón. —Jay, ellas dos ya no quieren saber nada de mí después de todo lo que hice, M ni siquiera me quiere cerca de sus hermanos. Tal vez deba respetar sus decisiones, empacar y volver a mi vida imperfecta en Auradon.
¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser segura?
—Siempre trato de entender a la gente que me rodea. —Dijo el hijo de Jafar antes de acomodar su gorro de lana, pero su expresión se tornó triste cuando escuchó esas últimas palabras. —Has luchado tanto, no puedes rendirte ahora, pero sé lo difícil que es para ti quedarte aquí así que solo te diré que espero que hagas lo que sea mejor para ti y no te arrepientas de la decisión que vayas a tomar. —Habló en voz baja.
—Y por eso eres el mejor. —Lo halagó Evie, luego suspiró hondo. —Gracias por entenderme.
—No tienes que agradecer. —Dijo el joven ladrón, le sonrió. —Bueno, tengo que irme, ojalá nos veamos pronto... o al menos; antes de que te marches. —Exclamó y se dio la vuelta.
— ¡Espera, Jay! —Lo llamó la descendiente de Regina, haciendo que el moreno se volteara para volver a prestarle atención. — ¿Me puedes dar un abrazo?
El VK simplemente le sonrió antes de rodearla con sus brazos, gesto que la chica correspondió con torpeza debido a la bolsa con comida que sostenía, el moreno acarició varias veces el cabello de la contraria y luego de unos segundos ambos se apartaron y el joven se retiró, pero no con las manos vacías.
La princesa malvada continuó caminando por las calles, en donde habían varios niños, luchando por un pedazo de pan duro.
—Ya era hora de que tuviéramos buenas noticias. —Le habló una anciana, que pasaba caminando junto a otras villanas.
—Buen trabajo, señorita Evie. —Le dijo otra, mientras que la joven bailarina no entendía ni una mierda.
— ¡Así se hace, señorita Evie! —La felicitó otra, Evie las observó alejarse de ella, confundida.
Giró la cabeza y continuó avanzando unos cuantos pasos hasta que vio aquello, que la hizo detenerse, ladeando la cabeza y abriendo los labios.
Había una enorme pancarta en la que se leía: «CUARTO PUESTO PARA LAS BAILARINAS DE LA SEÑORITA EVIE, ¡ASÍ SE HACE!»
—Tienes que estar bromeando. —Dijo Evie, hablando sola.
— ¡Oh por Lucifer! ¡Oh por Lucifer! ¡Okay! —Gritó Madre Gothel, saliendo corriendo del estudio de danza, volvió a gritar al encontrarse con su alumna quien la observó. — ¿Te llamaron?
— ¿Quién? —Inquirió la VK, confundida.
—Los de la competencia Dance Dance Dance Dance Dance. —Respondió la mujer. —El estudio de baile de Dewey usó a un niño de diez años en la categoría de menores de ocho. —Le aclaró.
—Y eso debería importarme porque...
—Debería importarte porque ellos fueron descalificados, lo que significa que nosotros quedamos en el tercer puesto. —La interrumpió su profesora.
—Nosotros... Nosotros quedamos en el tercer puesto. —Repitió Evie, shockeada.
¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser...? ¿Qué hay de malo en ser segura?
—Nosotros quedamos en el tercer puesto. —Insistió la madre de Ariana, asintiendo con la cabeza. —Sí, nosotros quedamos en el tercer puesto.
— ¡Nosotros quedamos en el tercer puesto! —Mencionó Evie, tratando de procesarlo.
— ¡Nosotros quedamos en el tercer puesto, lo que significa que pasamos a la siguiente ronda! —Exclamó Gothel, levantando a la VK y haciéndola dar un par de vueltas mientras reía debido a la satisfacción que le producía tener una chance más. Luego la volvió a colocar en el suelo y observó un auto de policías estacionado. Se quitó uno de sus tacones y rompió uno de los vidrios para entonces tomar el intercomunicador y encenderlo con algo de dificultad. —Oh, okay. ¡Atención, todo el mundo! ¡Este no es un simulacro! ¡Las bailarinas de Lost Hope han vuelto a la competencia! ¡Whoo! ¡Abajo con Auradon, que se muera la Bestia! —Anunció para luego dejar el objeto en donde lo había encontrado.
Evie aún la miraba incrédula, hasta que la mujer volvió a tomarlo.
¿Qué hay de malo en ser...?
— ¡Vamos, Wicked Serpents! —Alzó la voz la villana.
¿Qué hay de malo en ser...?
— ¡Vamos, Wicked Serpents! —Repitieron los isleños.
¿Qué hay de malo en ser segura?
—Vamos, Wicked Serpents. —Dijo Evie, sonriendo victoriosa. Miró el paquete de chicles que había comprado y observó a su alrededor, a todos los pequeños niños que había visto antes, metió la mano en su bolsa de compras y comenzó a sacar varios alimentos que había comprado –realmente había invertido unos cuantos billetes en todo eso– y empezó a repartírselos a los menores que ahora la rodeaban. — ¿Quién quiere un chicle?
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