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@violebeltran vía Instagram stories



Violeta


La música del boliche resonaba por todo el lugar, me aturdía un poco puesto que había perdido la costumbre de salir, pero por insistencia de mis amigos les había dado el gusto de ello. El lugar estaba lleno por doquier, repleto de gente por acá y por allá, tanto que me tuve que hacer cada vez más chiquita para pasar entre los cuerpos que estaban pegados unos a los otros como sardinas en una lata. No sabía en qué momento había sido buena idea ir; no significaba que no me gustara salir de joda pero ya había pasado esa etapa de ir al boliche todos los sábados, y con el tiempo, al repetirlo tanto, me terminé aburriendo y comencé a salir muchas menos veces, hasta que comencé la universidad y lo que implicaba ir a un boliche se había vuelto algo que no solía hacer con frecuencia. Tampoco me quejaba, me gustaba estar tirada en la cama, calentita, con un café en mano y viendo mi serie favorita: Black Mirror. O estudiando, en fin, prefería cualquier cosa en vez de tener que escuchar el murmullo de las personas constantemente, sumado a la música que sonaba una y otra vez con las mismas tres frases que, si te ponías a pensar, no tenían sentido alguno, pero que a la gente les gustaban. No iba a decir que no eran pegadizas pero tampoco las podía tolerar por mucho tiempo, excepto si se trataban de los tiktoks de Enzo Fernández.

Aún así, había hecho mi mayor esfuerzo por ir y elegí mi mejor conjunto. Me había esforzado demasiado con el maquillaje, para ser sincera no era una experta en el tema y tampoco me consideraba como tal, pero lo que había logrado no era algo de lo que avergonzarse, más bien parecía como si me hubiera maquillado una profesional y me sorprendía.

Había optado por un makeup oscuro en los ojos al estilo Avril Lavigne que, sin duda, combinaba a la perfección y casi en demasía con mis ojos claros, y contra mi voluntad, mi amiga me había obligado a usar un labial de maybelline en tono rojizo, bastante fuerte a lo que estaba acostumbrada, pero me gustaba mucho como para sacarlo y no lucirlo aquella noche, que seguro sería la última hasta por lo menos un buen tiempo.

En lo que refería a vestimenta, también había sido supervisada por Jaz, según ella tenía unas tetas hermosas como para no dejar piel y lugar a la imaginación, así que llevaba puesto un corsé a su elección, de color blanco con ciertos detalles en la tela que hacían que la parte del abdomen fuera semitransparente pero que dejara que se entreviera mi piel. Por otro lado, había elegido usar una pollera negra de cuero que, a mi favor, se amoldaba a la perfección a mi culo y mis piernas, casi como si encara con mi cuerpo, y por si fuera poco me resultaba cómodo, cosa que no me sucedía con frecuencia; por suerte mi hermano no me había visto vestirme ya que lo había hecho en la casa de Jaz, de ser lo contrario me hubiera matado por lo corta que era la pollera y lo poco que me cubría los glúteos. Si había algo que amaba era vestirme así, era como un alter ego que solo salía en las noches de joda, sino mi vida se basaba en vestirme como Adam Sandler. Y para finalizar, no podían faltar mis borcegos negros que llegaban por encima de mis tobillos y que para contrarrestar el color, elegí unos cordones blancos que hacían un efecto contraste.

Mi mejor amiga, Jazmín, me lleva de la mano agarrada como garrapata casi como si fuera a perderme en cualquier momento, ambas sabíamos que con lo enorme que era el boliche y la mala señal que había ahí dentro, sería imposible volver a encontrarnos, así que la mejor idea era mantenernos pegadas como si fuéramos en paquete. Detrás nuestro, venía Valentino y Lautaro, mis otros dos amigos de toda la vida. 

Valentino ya venía en pedo, había hecho previa con otro grupo y quedó en encontrarse con nosotros en la entrada y así lo hizo. Por el otro lado estaba Lautaro que, a pesar de estar algo consciente, tenía un poco -bastante- de alcohol en la sangre y miraba a todos con cara rara; siempre que Lauta se ponía en pedo era esa clase de persona que miraba a todos como si estuviera entrando en una especie de viaje astral, y Valentino era medio -muy- cariñoso, le repartía besos a todo el mundo y abrazaba a las personas como si fuera el último día que las vería.

— ¡Chicos! Vamos allá que hay un lugarcito —señala Jaz una parte del boliche donde acababan de irse unos pibes y quedaba despejado de personas. Era como los juegos del hambre.

—Mamitaaa escuchen eso, se se —nos grita Lauta por encima de la música, llevando el dedo hasta el oído para que prestáramos atención y le siguiéramos el paso— A tu wacho le falta banda pa' ser yo.

Empiezan a cantar con Valentino mientras hacen el pasito del pingüino, el mismo que hacían todos los pibes a nuestro alrededor. Era impresionante como todos parecían fotocopiados y un intento trucho de turros, aún así me parecían re lindos los pibes que hacían ese bailecito, aunque fueran horribles ese paso les daba el toque matador. La vara inexistente, sin duda alguna.

No se da cuenta que vos ma' —Valen señala a Jaz con una sonrisita pícara— Tenes que ser tratada como la reina que sos.

Jaz niega con la cabeza y se empieza a reír por la boludez que está haciendo.

Nunca pregunté si había pasado algo entre ellos, más bien lo supuse o sospeché, sobre todo por la forma en que siempre se miraron, a pesar de que Jaz siempre me lo niega me doy cuenta de lo obvios que son. No iban a negar que harían buena pareja, pero para ellos fingir todo era mejor. Aunque fingir que no tenían química les salía demasiado mal.

Valentino la mira como si fuera la última hamburguesa en el mundo y Jazmín como si fuese el último labial de maybelline.

—Amigaaa, vamos a buscar algo para tomar ¿dale? —me pregunta Jaz acercándose a mi oído para que escuche, a lo que asiento con un movimiento de cabeza y ambas les avisamos a los chicos para que se queden al tanto y tranquilos. Por suerte, nos dan muy poca pelota y siguen en la suya bailando y haciendo pistolitas con las manos, a lo que mi amiga y yo nos miramos y nos empezamos a reír.

Las dos caminamos entre el gentío, a veces empujando, otras pidiendo permiso, y cuando no nos daban pelota los corríamos a un costado ganándonos una mala mirada, como si en cualquier momento nos fueran a encajar una piña. Si había algo que me molestaba con todo el alma era que la gente no te dejara pasar si pedías permiso, como si tuvieras que suplicar. No les metía una piña porque no podía sino, estaba segura de que lo haría.

Mientras nos seguimos haciéndonos paso entre la gente, mi amiga se detuvo a saludar a algunas personas, nadie que yo conociera por suerte. Siempre nos habíamos distinguido por ser un dúo, pero una era extrovertida y la otra introvertida, yo aplicaba para la segunda, prefería relacionarme con un par. Me costaba mucho socializar y dejar la timidez de lado cuando se trataba de establecer una conversación. Lo único que me diferenciaba era que cuando creaba un vínculo, era sin duda la persona más confite del mundo.

—Gordaaa, ¿nos pedimos un vodka con speed o con jugo? —me mira Jaz mientras espera al barman apoyada contra la mesada oscura. Era un clásico nuestro empezar a ponernos en pedo de a poco pero con vodka. Nos pedíamos el más barato de la casa, unas hijas de puta. 

—Con speed amiga —le comenta cerquita del oído para que pueda escucharme mientras que un pibe de nuestra edad se nos acerca por detrás de la barra con su mejor sonrisa de vendedor.

Era bastante lindo, tenía el pelo de color oscuro pero no tan negro como para considerarlo morocho, más bien un azabache tirando a castaño. Sus ojos eran verdes tirando a marrón y su nariz estaba perfilada al igual que la mandíbula. No pude pasar por alto el hecho de que llevaba un piercing en el labio.

Se podía decir que tenía la sonrisa más linda del mundo, pero no era así, porque yo ya sabía quién sí la tenía.

—Hola chicas, ¿cómo andan? ¿Qué les preparo? —nos pregunta a las dos con una ceja levantada, esperando nuestra respuesta al mismo tiempo que se digna a agarrar un vaso y llenarlo todo de hielo. Odiaba que prepararan los tragos con 90% hielo y el resto bebida, era la estafa más grande de los boliches.

—Holis, dos vodka con speed, porfa —insistió mi amiga observándome de reojo y guiñando un ojo. Se me acercó para susurrarme y que nadie escuchara cuando el barman se fue a buscar quién sabe qué.— Negri, mira quién está del otro lado de la barra, tre-men-do.

La miro desconcertada y con una ceja levantada, incrédula y sin entender a quién se refería puesto que toda la gente que conocía no salía a esta clase de boliche, más bien, salían a otros chetos pero yo me conformaba con este ambiente.

Me giro mirando para todos lados sin entender de quién se trataba, pero fue cuestión de segundos para que me diera cuenta. Del otro lado de la barra, frente a la otra pista que cubría todo el boliche, estaba esperando un trago Pablo Solari, el mejor amigo de mi hermano. Estaba apoyado con los codos recostados sobre la tabla de la barra, llevaba puesta una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados, los suficientes. Tenía el cabello desordenado y sus manos estaban entrelazadas mientras su mirada persistía fija sobre las bebidas, como perdido.

Tragué saliva al ver que no estaba solo. Una rubia estaba apoyando su brazo contra él, rozando todo su cuerpo como si buscara atención, la que Pablo no le estaba dando. Acariciaba las hebras de su cabello con lentitud, tomando algunos mechones y estirándolos en su dirección para luego plantarle un beso en su mejilla. Pablo parecía estar en otro mundo porque no la miraba, y tampoco le hablaba.

—Dios, decí que te conozco y te gusta desde que naciste más o menos... —dice mi amiga agarrándome de los hombros con una sonrisa cómplice— Pero que hombre, la puta madre.

Sonrío poniendo los ojos en blanco cuando la escucho y vuelvo ahora mi atención completa a ella, a pesar de que siento la necesidad de volver a mirarlo, más no lo hago.

Llevaba enamorada de Pablo desde la primera vez que lo había visto, la primera vez que vino a casa y mi hermano Lucas lo presentó como su mejor amigo, al cual había conocido en un partido de fútbol cinco. Yo tenía siete años cuando lo conocí. Hasta ese momento nunca me había gustado nadie a tal punto de querer y sentir la necesidad de verlo todo el tiempo. Cuando lo vi, sentí por primera vez algo raro y desconocido para mí. Era una mezcla entre admiración y amor. Cada vez que me saludaba me ponía nerviosa, y con el pasar de los años aumentó, sobre todo cuando cumplí quince y fui consciente de que estaba realmente enamorada de él. Sin embargo, para Pablo sólo era la hermanita menor de su mejor amigo, la nena a la que había que cuidar, solo eso.

Siempre pasé desapercibida para él y con el tiempo me acostumbré a esa idea, al menos no tenía que verlo con nadie. El problema y el dolor llegó cuando mi hermano y él empezaron a traer chicas a la casa cada vez que no estaban papá y mamá. Traté de hacerme a la idea de que nunca me iba a ver de la misma forma que yo lo hacía, y busqué la forma de convivir con eso hasta el día de hoy.

—Acá tienen, lindas —nos sonríe el barman cuando nos entrega las bebidas. Tomo el vaso entre mis manos acercando mis labios hasta el borde y le doy un pequeño trago para saborear el amargo del vodka. Sin embargo, la combinación con el speed hacía que también tuviera su parte dulce.

Por inercia mi mirada se dirige hasta donde estaba Pablo, pero lo único que veo es a la rubia con cara de amargada y él que ya no está.

—¿Cuándo te vas a animar a encararlo nena? Sos hermosa, un minón —me anima Jaz y niego con la cabeza percatándome de que me está mirando con cara amenazante—. ¿Te pensas que él no se rescató de eso? Te debe tener unas re ganas, boludita.

Ojalá fuera así de fácil. 

—Tiene todas las minas que quiere atrás, nunca en su vida me miró de otra forma —me encojo de hombros sin decir nada más porque siento un nudo en la garganta y un aire de impotencia.

—Mirá a dónde se fue el morocho —Jaz me sujeta de los hombros y lleva su mano hasta mi barbilla para levantarla. Me señala efusivamente con los dedos a Pablo que estaba apoyado contra la barandilla del piso de arriba del boliche, mirando hacia abajo mientras los amigos le hablaban de cada lado. Parecía serio pero buscando algo con la mirada.— Ponete a bailarle hermana, dale. Te quiero ver bailando ya, vení. 

—Tas como medio loquita vos —suelto una risa baja y la sigo cuando me agarra con firmeza de la mano caminando entre la gente para quedar justo en el medio de la pista central. Me siento asfixiada por tantas personas pero Jaz me saca a bailar y cuando suena una canción que me gusta, me libero un poco más comenzando así a mover mi cintura.

—Move ese orto hermoso que te regaló el barba —gritó mi amiga y las dos nos reímos por ese comentario, comenzando a bailar en la misma sintonía.

El alcohol comenzó a hacer efecto en mí con el pasar de los minutos, y con lo entonada que estaba me percaté tarde de que unas manos estaban tomando mi cintura con fuerza. Levanté la vista y entrecerré los ojos al ver a un chico que nunca antes había visto en mi vida. Era rubio de ojos celestes y tenía una barba creciente que apenas cubría su barbilla. Estaba sonriendo como si fuera a intentar algo, pude notarlo cuando la palma de su mano descendió por mi culo tomando este con posesividad y apegándome con rapidez a su pelvis. En cualquier otra situación le hubiera metido una cachetada y me habría ido, pero no lo hice, más bien me pegué a él y a su cuerpo, llevando mis manos hasta su cuello para envolverlas alrededor de este. Acaricié su nuca en un lento vaivén de arriba hacia abajo mientras sentía su mano izquierda aferrarse a mi cadera y la derecha a mi cintura.

Mi vista fue hacia un costado y observé a Jazmín besándose con otro chico que suponía era el amigo de este. Luego miré hacia las gradas de arriba y busqué entre la multitud de gente a Pablo, para mi sorpresa, él ya me estaba mirando. Estaba serio y su mano estaba clavada y firme sobre la baranda. No me sacaba la vista de encima ni por un segundo, y por supuesto yo tampoco iba a hacerlo. A diferencia de otras veces que nos cruzábamos en alguna joda, esta vez no me saludó, ni siquiera estando lejos a la distancia. Su mirada fue dirigiéndose hacia abajo, descendiendo con seguridad y supe que se había detenido en mi cuerpo. Era la primera vez en tanto tiempo que recibía una mirada así de su parte, y no sabía exactamente qué era lo que significaba pero no la apartó.

Fue entonces cuando una idea se cruzó por mi cabeza e hice lo que seguramente no haría si estuviera cien por ciento consciente. Me tomé el atrevimiento de darme la vuelta y agarrar las manos del rubio para bajarlas por mis glúteos. Mordí mi labio mirando sus ojos y luego ladeé un poco mi rostro para observar al amigo de mi hermano que seguía pendiente a lo que sucedía entre nosotros dos, ahora estaba con su mano sosteniendo su barbilla y observando en nuestra dirección, era ilegible su expresión.

Harta de sentir la mirada de aquel morocho sobre mi cuerpo como si me estuviera desvistiendo con la mirada, hice lo que en mi vida hubiera imaginado, y que seguramente en mis cabales no haría ni en mil años más, empuñé la camiseta del más alto y lo acerqué con ligereza para estampar mis labios con firmeza contra los suyos, el rubio que había estado esperando ese momento con ansias me devolvió el beso con la misma necesidad, incluso más.

No supe si era por culpa del alcohol o por lo entonada que me sentía pero rápidamente terminé envuelta en un beso y toqueteos con el rubio sin nombre. Fue en ese momento en el que mi mente se nubló y me imaginé que a la persona que estaba besando era a él, pero una parte racional en mi cabeza me decía que no era Pablo a quien estaba besando.

Traté de no pensar en él, de olvidarme por un segundo y de no imaginar cómo se sentirían sus manos sobre cada centímetro de mi cuerpo, pero no fue posible porque lo hice, imaginé que era él quien me estaba tocando. En cambio, cuando abrí los ojos siendo cegada por los reflectores y las luces que colgaban del techo por encima de nosotros, solo me encontré con la realidad y observé al chico rubio que tenía enfrente mío, insistiendo nuevamente en tocarme y buscando mis labios como si dependiera de ellos.

Lo empujé con delicadeza y su expresión fue de sorpresa cuando comencé a alejarme. Iba a pensar que era una loca, y probablemente estaba en lo cierto. Su mano tomó mi brazo con seguridad y firmeza y su rostro parecía imperturbable. Me miraba intrigado y con una expresión de completa confusión.

—¿Estás bien? —cuestionó con una expresión de pura preocupación y sin soltar el agarre en mi brazo.— ¿Cómo te llamas?

No sabía si salir corriendo o pensar en lo que acababa de hacer y arrepentirme. En ese momento me invadió un sentimiento enorme de culpa, así que solo detuve mi mirada en él por unos segundos, ni siquiera le había preguntado por su nombre.

—Violeta —me solté velozmente de su agarre y lo miré a los ojos una última vez. Me sentía asqueada y no entendía porqué. Quizás porque besarlo no se comparaba en nada con lo que hubiera sido besar a la persona que sí quería. Como si estuviera sucia, a fin de cuentas, había sentido por un segundo la necesidad de hacer algo, siguiendo a los impulsos y ahora caía en cuenta de la boludez que acababa de hacer.— Fue un gusto conocerte —levanté brevemente la comisura de mis labios y le mostré mi mejor sonrisa, fingida obviamente. Incliné un poco la cabeza hacia arriba buscando la figura de Pablo por todos lados, para mi desgracia ya no estaba, incluso sus amigos habían desaparecido de mi vista puesto que el lugar se había desalojado y ya había otro grupo de personas desconocidas— Me tengo que ir, nos vemos.

El rubio pareció entender lo que dije porque no volvió a insistir y le agradecí mentalmente por eso, no tenía ganas de andar cargando con alguien. Para mi mala suerte, había perdido a mi mejor amiga de mi campo visual, y también al chico que estaba con ella.

Solté un bufido mirando para todos lados y me llevé las manos a la cabeza buscando la manera de calmarme y no entrar en una especie de crisis.

Finalmente me abrí paso entre la gente, caminando y observando con cautela para todos lados, sin embargo no había nadie que se pareciera o asemejara a Jazmín y de la bronca largué una puteada al aire recibiendo una mirada de intriga de un grupo de chicas.

Seguí caminando sin tener éxito alguno hasta que sin mirar, me choqué con fuerza contra alguien sin siquiera mirar de quien se trataba.

—¿Andabas buscando a alguien rubia? —Escucho que me pregunta y trago saliva al saber perfectamente de quién se trataba. Conocía demasiado bien aquella voz como para darme cuenta que se trataba de él, y sobre todo, reconocía ese apodo que me había puesto cuando tenía diez años. Ladeé mi rostro para mirarlo a la cara y me quedé muda cuando lo sentí tan cerca debido a que había gente pasando a nuestro alrededor y la distancia entre nuestros rostros era mínima.— Ya sé que soy lindo pero no hace falta que te me quedes mirando así sin decirme ni hola, saluda bien.

Ruedo los ojos al escucharlo hablar y fijo mi vista en su cuello que parece tener un chupón.

—Hola —digo con despreocupación y le señalo con mi dedo índice aquella zona marcada y rojiza de su cuello— ¿Están fuertes los mosquitos en la cancha de River?

Pablo me mira incrédulo sin entender nada, hasta que cae en cuenta y se percata de ese chupón que tenía en su piel. Suelta una risa negando con la cabeza y se encoge de hombros como si fuera algo a lo que estaba acostumbrado, y estaba segura de que así era.

—¿Lucas sabe que estás acá o devuelta le ocultaste las historias de instagram y le dijiste que te fuiste a lo de tu amiga? —me pregunta, más bien me acusa, a la vez que lleva su mano diestra hasta mi cintura para sostenerme contra él cuando un grupo de pibes de nuestra edad pasan a nuestro costado. 

Siento su respiración tan cerca de mi rostro tengo que mirar hacia otro lado para no ponerme nerviosa como me pasa siempre que lo veo.

—No sabe que estoy acá... —suplico sin despegar mi vista de la suya y siento su mano aferrarse con desesperación a mi cintura.— Así que no le digas, porfa.

—¿Y qué gano yo? —Demanda, con una sonrisa bailando en sus labios, algo burlona y acto seguido, redujo la distancia entre ambos para reducir el tono de su voz.— Decile al rubio ese que si te vuelve a tocar lo cago a trompadas, te estoy cuidando nomás.

—Qué gracioso que sos —suelto con sarcasmo y me cruzo de brazos al ver que no cambia la expresión de su rostro— No te metas.

—Te estoy hablando en serio, lo digo por tu bien y el de él, lo conozco y es un pajero con todas las ganas —murmura con una expresión indescifrable pero que claramente va con toda la intención de intimidarme. 

Me acerco hasta su rostro casi rozando la punta de su nariz y lo miro a los ojos sin desviar la mirada— No sos mi papá, ni mi hermano. No sos nadie, así que no seas gede y dejame en paz, ¿queres?

Su risa resuena en ese mismísimo instante. Quiero golpearlo pero me contengo con todas mis fuerzas.

—Callate que bien puedo ir y decirle a tu hermano —dice bajando la mirada hacia mis labios y volviendo nuevamente a mis ojos con una sonrisa ladina—. Así que haceme caso Viole, te conviene.

Ahora soy yo la que se ríe. No puedo evitar mirarlo con mi peor cara de perro y me encojo de hombros creyendo que esta discusión era capaz de no terminar nunca si fuese por nosotros dos.

—¿Qué te pasa enfermito? —le hago el montoncito con la mano en la cara para que vea que me importa cero lo que diga—. Me chupa un huevo lo que vos me digas, a mí no me vas a mandar.

Esta vez noto que su expresión facial se transforma en otra plenamente opuesta, sentía que se estaba enojando por la forma en la que apretaba su mandíbula y me miraba como si odiara no poder controlarme como a todo el mundo. Rápidamente atrapó mi mano y la sostuvo de la muñeca con sus propios dedos aprisionando con fuerza sin apartar la vista de la mía.

—Que pendeja de mierda que sos —suspiró antes de formar una sonrisa y acercando sus labios hasta mi oído murmuró de cerca:— La próxima que me lleves la contra no la contas, te digo nada más.

Tragué saliva al escuchar más no me doblegué a su encanto y amenazas, aunque la distancia me provocara la suficiente ansiedad como para querer salir corriendo. A pesar de sentirme nerviosa e intimidada por su presencia, no hice nada.

—¿Y qué vas a hacer? No sabes el miedo que te tengo —lo provoqué burlándome con una sonrisita de oreja a oreja que demostraba lo poco que me importaba. Aprovecho entonces la oportunidad mínima para tomar distancia y separarme para poder verle la cara en su totalidad. El hecho de saber que seguro me quería cuidar como su hermanita me lastimaba tanto que un nudo se había instalado en mi garganta, nunca iba a verme de otra forma.— Además mi hermano no va a dejar que me toques un pelo.

Sus ojos descienden por mi anatomía, analizando lo que mi ropa esconde, y lo que deja ver. Es la primera vez que me mira de esta forma en todos estos años y no entiendo si es una especie de boludeo o está jugando conmigo para cancherearme como lo hace siempre con todas para salir como el ganador. Cuando sus ojos se detienen en los mío otra vez, una chispa de tensión emerge entre ambos y la siento tanto que me quedo sin saber muy bien qué decir o hacer. Toma mi mentón y aunque la firmeza está presente en su agarre, muestra delicadeza al elevar mi rostro para que lo mire y mi atención se centre solo en él.

—Si lo hiciera, tu hermano sería el último en enterarse —me suelta con seriedad sin despegar su mirada. Sus ojos se detienen con brevedad antes de sonreír sin mostrar los dientes y murmurar algo inentendible para mí—. Mirá que yo sé bien cómo hacerla de callado, hermosa.













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me re zarpé escribiendo dios, bueno cosas q pasan cuando uno anda con imaginación vieron !!! mildis

coso, esto es una especie de enemies to lovers a pesar de q a nuestra viole se le vuele la tanga, voy avisando para q no me lo puteen

las tqm, besos en el culito🫶🏼🐕

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