iii.

Yaoyorozu ayudó al pelinegro a caminar hasta la enfermería, lo recostó en la camilla y salió corriendo, dejando a un Yosetsu confundido debido a la perdida de sangre.

Awase no sabía cómo sentirse, aunque el mareo no le dejaba pensar demasiado en nada. Cerró los ojos y suspiró, respirando con suavidad para intentar sentirse mejor, aunque las náuseas lo asaltaban con mucha fuerza.

—Ten, por favor. Toma un poco de esto. Te hará sentir mejor.

Apenas pudo abrir los ojos, frente a él una botella de líquido verdoso era acercada a sus labios. El olor dulce le provocó arcadas, así que se tapó la boca con ambas manos mientras negaba con la cabeza.

—¿Entonces quieres algo de agua? ¿O una galleta? No... No lo sé, no estoy segura de lo que podría ayudarte. —Momo lucía nerviosa y preocupada, jugueteando con su flequillo sin saber qué hacer con sus manos. Se acercó a las repisas de la enfermería y revisó lo cajones con curiosidad todo bajo la desenfocada mirada gris del humano. —Mira, encontré esto.

Con algo de torpeza trajo en sus manos diversas cosas; un sobre de azúcar, una botella de agua, una galleta salada en su paquete y una paleta de caramelo.

Yosetsu dudó, ni el mismo estaba seguro de lo que debería tomar, nunca había sido alguien que sufriera de náusea o mareos y en caso de dolor de estómago siempre tomaba lo que sea que su madre le ofreciera en un acto de confianza ciega. Se guió por lo que creyó que podría probar sin vomitar, así que señaló el pequeño paquete de galletas saladas.

—Ábrelo. —pidió con lentitud y la garganta reseca. No sentía la suficiente fuerza, ni coordinación para completar tan simple tarea.

—Claro. Toma aquí tienes. —Ella abrió el paquete con extrema facilidad, dejando una delgada galleta sobre la palma del chico, quien respirando con calma, la llevó hasta sus labios para morderla con lentitud. —¿Te sientes mejor?

—Un poco. —respondió, lo cual no era del todo cierto.

Aunque ahora podía enfocar mejor la vista, un fuerte dolor de se abría paso en su cabeza, obviamente la galleta no tenía ninguna clase de cura mágica que pudiera hacerle sentir mejor enseguida pero no sería la primera vez que un vampiro no pudiese comprender la ligera lentitud que tenía el cuerpo de los humanos para recuperarse por completo en comparación con el cuerpo de los vampiros que luego de tomar algo de sangre volvía a funcionar perfectamente.

—Yo... De verdad, lo siento muchísimo...

Yosetsu se sorprendió al ver a la pelinegra hacer una inclinación, su cuerpo doblado en un ángulo perfecto, con la espalda recta, las manos sujetas y las piernas juntas. Los ojos de la vampira solo podían observar el suelo mientras murmuraba un sinfín de disculpa debido a lo inapropiado de sus actos.

—...Yo no debí atacarte así, no debí beber de tu sangre sin permiso. Sé que esto no tiene perdón, así que aceptaré sin dudar si decides comunicar esto a los profesores, aceptaré cualquier castigo que crean adecuado para mí por mi increíble falta de modales. Es inconsedible la forma en la que le falté al respeto a tu cuerpo al abalanzarme sobre tí de esa manera. Lo que sucedió fue que yo...

—Espera, espera. Alto. —Awase detuvo la avalancha de palabras y disculpas que no hizo más que volverlo a marear. Intentó sonreír para quitarle algo de tensión al momento, pero ella no podía verlo al mantenerse en su postura. —Levántate, Yaoyorozu.

—Pero yo...

—Sin peros. Solo levántate, por favor. Quiero decirte esto de frente.

Ella se levantó, y lo miró antes de desviar la vista a cualquier lugar que no fueran sus ojos grises. Momo lucía apenada y culpable, sin poder creer lo que hizo.

—Te perdono.

—¿Qué? —La morena se sorprendió, abrió lo ojos en grande y sus labios también se separaron dejando salir un ruidito de sorpresa.

—No necesitas seguir disculpándote porque yo ya te he perdonado, Yaoyorozu. —respondió Awase con calma, tomándose el tiempo de masticar la galleta y luego tragar para continuar con sus palabras. —Como te dije antes, yo compartí de mi sangre con otro vampiro que es mi amigo, y lo hago porque no quiero que llegue al mismo punto que llegaste tú. Sé que es algo horrible y muy doloroso para los vampiros, así que no tengo ningún problema con ayudar. Ya que no somos cercanos, no debes sentirte con la necesidad de darme explicaciones que no me corresponden. Estoy seguro que tu tampoco quisiste llegar a este punto, pero eso fue lo que pasó y ya no podemos borrar el pasado y cambiar las cosas.

El pelinegro un poco más despejado del mareo, agarró la botella de líquido verde para darle un sorbo, reconociendo el sabor del kiwi de una de esas bebidas altas en hierro y azúcares para los humanos que compartían sangre.

—Fue un momento de necesidad, y el hecho de que pudieras oler directamente mi sangre hizo que no pudieras reprimir uno de tus impulsos más básicos, el cual es, alimentarse. Si pensamos a profundidad, incluso esto es en parte mi culpa.

—No, esto no fue tu culpa. Solo querías ayudar.

—Quería hacerlo, pero no pensé bien mis acciones. No debí acercarte mi brazo con una herida abierta sabiendo lo que la sangre causa en los vampiros cuando tienen hambre.

Después de eso, el silencio se apoderó de la habitación, Yosetsu siguió comiendo con calma mientras respiraba con suavidad, sintiendo el mareo disiparse poco a poco de su sistema. De un momento a otro, su teléfono empezó a sonar en una sucesión de tonos continuos que solo podían pertenecer a la única persona que no podía enviar todo lo que quería decir en un único mensaje.

—Agh, Kaibara es tan molesto. —gruñó bajito, revisando su celular de reojo al desbloquearlo.

—Kaibara... El vampiro de tu clase ¿No? —Momo lo dijo con un deje de curiosidad, susurrando bajo como si aún tuviera vergüenza de toda la bizarra situación.

—¿Ah? Sí, es él. Después de darle de mi sangre, dijo que me compraría el almuerzo, está preguntando porqué he tardado tanto en ir a la cafetería. —Yosetsu tomó un respiro antes de levantarse de la camilla, colgándose la mochila al hombro y guardando el celular en su bolsillo.

—Espera ¿Ya te vas? ¿Te sientes lo suficientemente estable para poder caminar hasta allá? —La vampira se notaba preocupada por su estado, mirándolo con cautela sin querer ser demasiado invasiva.

—Estaré bien, Yaoyorozu. Ya te lo dije, no tienes porqué preocuparte. —contestó restándole importancia al asunto mientras empezaba a caminar a paso lento. Yosetsu no era ningún tonto y aunque no quería perder la oportunidad de pasar tiempo con la linda vampira sabía que la situación no daba para más, lo único que conseguiría quedándose ahí sería miradas llenas de culpabilidad y un silencio casi imposible de romper.

—¡Prometo recompensarle por haberle hecho pasar un mal rato, Awase-san! —dijo Momo con total seguridad en sus palabras.

—No es necesario.

—¡Por supuesto que sí! No importa lo que diga, no debí hacer eso sin su consentimiento previo. Eso no estuvo bien de ninguna forma y lo mínimo que puedo hacer es recompensarle de alguna forma.

Yosetsu negó con la cabeza, suspirando pesado por la terquedad de la morena, seguir rechazando su ofrecimiento no haría más que llevarlos a un tira y afloja ridículamente largo. Y no tenía ánimos de quitarle la oportunidad de sentirse menos culpable por aquello que creyó haber hecho mal.

—Está bien, Yaoyorozu. Acepto lo que sea que vayas a hacer para compensarme por la ayuda. Siempre que sea como forma de agradecimiento y no como una forma de arrancar culpas que no son tuyas, porque de cualquier forma, aunque hubieras preguntado antes, mi respuesta habría sido sí.

—¿Su respuesta sería sí? —preguntó ella con duda y un ligero temblor en su voz.

—Sí, Yaoyorozu. —contestó con total seguridad en sus palabras. —Puedes alimentarte de mí siempre que lo necesites. Yo no tengo problema alguno con eso.

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