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El sonido de las pisadas erráticas detrás suyo resonaban por el solitario bosque, no sabía cuanto llevaba corriendo de ese grupo de caminantes, sus fuerzas estaban agotándose y su cuerpo exigía un descanso con más fuerza cada vez.
Miró al pequeño Sam entre sus brazos, su hermano se mantenía en silencio a pesar de estar asustado y solo derramaba lágrimas silenciosas, hipando de vez en cuando por el miedo.
—Eso es.... Buen niño... — Murmuró agotado escuchado al pequeño murmurar algo inentendible y sollozar.
Si hubiese estado solo quizás se habría rendido, su madre habia muerto hace unas semanas a mano de una de esas cosas mientras intentaba conseguir provisiones y él habia estado muy afectado luego de eso, sin embargo se había obligado a si mismo a sobrevivir como fuera por el bebé que llevaba en sus brazos, no podía dejarlo solo y tampoco tenía la valentía de matarlo y luego suicidarse.
No luego de prometerle a su madre que estarían a salvo, que haría todo lo que estuviese en sus manos para mantenerse vivos.
Vamos Jack, no puedes hacerle esto a mamá
Pensó para si mismo obligando a su cuerpo a resistir el cansancio y el dolor en sus piernas por estar corriendo, al menos hasta que algo agarró una de sus piernas y lo hizo caer al suelo de rodillas.
—No No No No, mierda — Murmuró afligido agarrando como pudo el cuchillo que llevaba en su cinturón y clavándoselo en la cabeza al caminante que estaba atrapado entre las raíces de uno de los tantos árboles.
—Estamos bien Sam.... E-Estamos bien. — miró al bebé intentando no asustarlo más de lo que ya estaba, levantándose para salir de ahí, aún quedaban los cuatro que estaban persiguiéndolo y si tardaba más iba a perder la distancia que había logrado conseguir.
—No llores bonito... N-Nada malo va a pasar ¿si?... No llores — Intentó calmarlo cuando el bebé comenzó a aumentar el volumen de sus sollozos, aunque él era quien estaba más nervioso debido a que sus fuerzas parecían haberlo abandonado completamente y solo podía escuchar a esas cosas acercarse mientras su desesperación crecía.
Si se quedaba ahí iban a comerselos vivos y todos los esfuerzos de su madre se irían a la basura.
—Tu hermano mayor va a cuidar de ti. — Aseguró completamente determinado, aunque ya no pudiera seguir.
Estaba asustado, no iba a negarlo, seguía siendo un niño de todas formas y habían cosas que simplemente no podía hacer igual que un adulto, pero no iba a dejar morir a su hermanito menor de esa forma.
Apretó el cuchillo con fuerza sintiendo su mano temblar y lo empuñó dispuesto a deshacerse del primer caminante que se le acercó, sus piernas temblaban por la fatiga y apenas podía mantenerse derecho sin tambalear, pero logró hacerlo, le clavó el cuchillo en la parte inferior del mentón para rematarlo y moviéndose a un lado para que no le cayera encima.
Sam se quejó asustado cuando el segundo caminante se acercó a ellos, llorando con más fuerza por el miedo que le causaban esas cosas y era comprensible pues no eran precisamente bonitos.
Clavó su cuchillo en el rostro de esa cosa, cayendo con él al suelo cuando el filo de su arma se atoró en el hueso imposibilitando que pudiera sacarlo.
—T-Tranquilo Sam... — Habló se forma temblorosa empujando el cuerpo con uno de sus pies para poder sacar el cuchillo. — Solo dos... Solo dos y estaremos bien ¿Si? — Pidió de forma temblorosa tirando del mango del cuchillo, poniéndose más nervioso a medida que veía a esas dos cosas acercarse.
—No Llores... No llores, Te protegeré ¿Recuerdas? — murmuró tirando el cuchillo con más fuerza, comenzando a derramar lágrimas el también por la desesperación, logrando apenas sacar el arma del cráneo de esa cosa.
Su hermano gritó aterrado cuando la mujer que en algún momento estuvo viva se abalanzó sobre ellos haciéndolo caer de costado, acercándose demasiado a su rostro sin lograr mordelo pues de un momento a otro la hoja de lo que parecía ser un machete atravesó su cabeza y fue sacada de forma brusca de encima de ambos.
—¿Te mordieron? — El chico frente a él no parecía tener más de 26 años, asiático, quien llevaba el dichoso machete en su mano derecha e iba acompañado de un hombre de no más de 30, quien llevaba una ballesta entre sus manos.
Rodeó a Sam con sus brazos algo asustado de que quisieran dañarlo, aunque tenía claro que no iban a hacerlo considerando que acababan de salvarlo de morir.
—¡Oye chico! — Llamó esta vez el hombre de la ballesta. — ¿Te ha mordido? — Insistió logrando que reaccionara al fin y negara varias veces, aún algo consternado y sintiendo el cansancio hacerse cada vez peor.
—N-No... No me m-mordió... Estamos... Estamos limpios. — respondió mirándolos a ambos. — Lo juro...
El chico arrodillado frente a él lo miró unos segundos como si estuviese analizándolo y asintió de forma suave, mirando esta vez a su compañero como si estuviera pidiendo su opinión, recibiendo a cambio un asentimiento.
—Rick y los demás decidirán. — Respondió sin dudarlo. — Son solo niños.
—Ya oíste amigo, vamos. — El chico asiático lo ayudó a levantarse, tomándolo del brazo para que no hiciera un movimiento en falso mientras el hombre de antes lo registraba y le quitaba el cuchillo y la pistola que llevaba, aunque no tenía balas.
—¿A dónde... A dónde nos llevan? — su instinto lo hizo reaccionar de inmediato.
— Tenemos un refugio, un grupo bastante grande y es seguro, estarán bien. — El joven a su lado le sonrió amable.
—N-No Iré... ¿Cómo sé que no van a lastimarnos? — interrogó nervioso.
—Chico, si quisiéramos matarlos no te habríamos ayudado en primer lugar.
—Pero no me conocen...
—¿Cuál es tu nombre?
—Jack.... Jack Dixon... — Murmuró algo nervioso aún, ganándose una larga mirada de parte de ambos hombres.
—Bien Jack, es un gusto conocerte, Mi nombre es Glenn y él es Daryl. — Apuntó a su acompañante. — Ahora ya no somos tan desconocidos ¿No crees? — Le sonrió amable. — ¿Este pequeño es tu hermano?
—Sam... Su nombre es Sam... —Respondió un poco más tranquilo evitando tocar a su hermano debido a que tenía sangre en las manos. —Es mi hermano menor...
Rhee los miró a ambos cuestionandose seriamente como habían logrado sobrevivir, pues el chico frente a él no parecía tener más de 11 o 12 años, pero se abstuvo de preguntar por sus padres, pues lo más seguro es que habían corrido la misma suerte que el resto del mundo.
—Es un bonito nombre— Sonrió intentando que no se generara un silencio incómodo mientras caminaban.
—Estoy seguro que se van a llevar bien con los demás, somos un grupo algo grande, pero son buenas personas.
Dixon lo miró algo inseguro aún, pero se limitó a asentir, esperando que fuera verdad y que las cosas mejoraran a partir de ahora.
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