Nunca libre voy a ser
Yo le dije a mamá:
"Escúchame, si no te interpones en mi camino,
Entonces, madre, en un instante
Me transformaré en pájaro.
Cuando se despertó, su almohada y rostro estaban húmedos. Tembló afectada por el frío mañanero. Su cuerpo se sentía desgastado, casi como si no hubiera dormido nada. Miró el techo de su habitación como si fuera la cosa más interesante del mundo, y se mordió el labio inferior con fuerza. El solo recordar la pesadilla causaba estragos en ella, provocando nuevas lágrimas y ganas de desaparecer. Se dejó sumir en la tristeza por unos minutos, hasta que consideró que era infantil quedarse lamentando algo que obviamente no había sucedido en la vida real. Se limpió las mejillas y ojos con cuidado, y decidida se paró de la cama. El alivio que uno generalmente siempre acuna en su ser luego de despertar en la realidad calmada y normal la invadió. Sí. No tenía porque llorar. Ella no había dañado a nadie, así que estaba bien.
Salió de la cama, comenzando a peinarse con un fino peine creado a base de sus poderes. El espejo que se encontraba encima del tocador helado y fino reflejó su rostro. Se veía cansada, asustada en un extremo y frágil. Suspiró.
—No pasará nada. No pasará nada. No sientas nada...— trató de calmarse, mientras armaba su propia trenza y se decidía por cambiarse las ropas y comenzar un nuevo día.
Poco sabía ella que terminaría en medio del peor desenlace de todos.
La tarde ya pintada el territorio con el cantar de algunos vagos pajarillos. Elsa se encontraba viendo el mundo desenvolverse con naturalidad, mientras seguía rememorando aquella pesadilla, sentada al bode del marco de un ventanal que había creado especialmente para observar lo libre de los animales y el paisaje. La intranquilidad seguía presente en su pecho, pero de algún modo lograba calmarse al recordar constantemente que solo había sido un sueño ( terrible) que no se haría realidad. Cuando comenzaba a relajarse, escuchó unos pasos detrás de ella. Se giró rápidamente para atrapar, esta vez, al dueño de la sensación fría y escalofriante.
Ahí estaba, ese tipo que se hacía llamar su aliado, con su pose recta y sonrisa socarrona, observándola con sus ojos dorados y un aura burlesca. El ambiente inmediatamente comenzó a tornarse hostil. Esto se reflejó en las traslúcidas paredes el castillo, que comenzaron a formar picos de hielo en dirección al extraño. El cual, cabe destacar, ni siquiera se inmutó.
—¿Quién eres?—preguntó la rubia con un tono amenazante, levantando la quijada ligeramente en signo de superioridad y valentía. Su postura se vio críticamente cambiada a una tensa y atenta. Por su lado, el extraño hizo una pequeña reverencia, para luego saludar con la mano.
—Me llaman Pitch. Pitch Black, su majestad. — contestó él. —Estoy feliz de que puedas verme...—Elsa enarcó una ceja ante ese comentario. Pero no dijo nada, puesto que estaba más concentrada en las miles de incógnitas que surgían en su mente. ¿Cómo ese tipo había entrado en sus sueños? ¿El sabría sobre aquella pesadilla? ¿Sería un "aliado"? Más importante aún... ¿Aliado contra qué? ¿Contra quienes?
—¿Qué quieres?—ella se alzó firme contra la presencia de aquel tipo. A pesar de que tenía muchas preguntas y algo de miedo en su pecho, no quería ceder ante la presión que ella misma había creado en base a dudas. Pitch asintió, bajando un poco la cabeza, como si con eso quisiera poner en claro que no era una amenaza, ni mucho menos pretendía doblegar a la reina.
—Advertirte sobre un ataque.—el hombre se miró una de las manos con un fingido desinterés, dejando confundida a la joven. ¿Un ataque? ¿Cómo? El temor y duda se reflejó en sus ojos. ¿A qué se refería?
—Dime más.—ordenó. Pitch alargó una sonrisa, mirando de reojo cómo captaba la atención de la reina. Entonces, con más soltura, comenzó a dar rienda a sus palabras.
— Dije que sería tu aliado, recuerdas?—Elsa se vio obviamente sorprendida, retrocediendo por instinto un par de pasos.—Vengo de Arendelle. Han forma un grupo de caza. Quieren acabar contigo. Y tu hermana, la princesa Anna, viene guiándolos. Tratará de engañarte, de llevarte hacia el palacio para que te ejecuten por traición a la corona.
Elsa se quedó en silencio. Sus manos comenzaron a temblar a medida que analizaba toda la información que le había sido dada. No. No, su hermana no le haría algo así. Ella la quería mucho, no podría condenarla a muerte. El sentimiento de cariño y amor que tenían entre ambas puede que se hubiera debilitado con el aislamiento autoimpuesto durante años. Pero Anna jamás atentaría contra ella. Estaba segura. Con eso en mente gruñó, y con un movimiento de manos, rápidamente una estaca de hielo se formó desde el piso en dirección al cuello del tal "Pitch", deteniéndose a centímetros de su piel grisácea.
—No te creo. Largo. —Más picos emergieron del suelo, haciendo que Pitch elevase las manos en señal de derrota y retrocediera con resignación.
—Bien, bien. Solo recuerda, Elsa. Soy el único que está de tu lado. —y dicho esto el hombre peinó sus oscuros cabellos con una extraña elegancia, para luego sonreír "gentilmente" en su dirección y marcharse en dirección a la salida del castillo. Elsa no estuvo tranquila hasta que dejó de escuchar el sonido de sus pisadas retumbar por el lugar. Ya sola, se tomó de los cabellos, y suspiró cerrando los ojos para calmarse.
—No sientas...No sientas...—se dijo. Los picos que había creado comenzaron a desaparecer. El castillo comenzó a retomar su tranquila aura.
Elsa se miró a sí misma reflejada en una pared de hielo. Pestañeó lentamente, inhalando y exhalando. Cerró los ojos. Todo iba a estar bien. Aquel hombre solo era... ¿Qué era? Bueno. No tenía importancia. Su hermana no la lastimaría. De hecho, dudaba mucho que siquiera ella viniera a buscarla. Todos estaban mejor sin su presencia.
Me transformaré ...
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Ni siquiera pasó mucho tiempo antes de que pudiera escuchar las puertas de la entrada principal abrirse. Caminó hacia ellas con ansias mal reprimidas, y al encontrar el alegre rostro de su hermana, tuvo un mal presentimiento. Aun y con todo, trató de sonreír lo mejor que podía. Lo que menos deseaba en la vida era romper los lazos con su hermana para siempre, y de la peor manera.
Pero ella no entendió de razones. Intentó hacerle comprender que lo mejor era que ella permaneciera en ese castillo, lejos de todos. Pero Anna seguía insistiendo con su vuelta al reino.
—No tienes que protegerme. ¡No me das miedo! ¡No te encierres más...!—Anna comenzó a tratar de disuadirla, mientras ella, preocupada, comenzó a subir por las escaleras de hielo rápidamente, nerviosa, asustada por lo que podría ocurrir si todo eso seguía su rumbo. El miedo se reflejó en sus ojos, pero dándole la espalda a su hermana, no dejó que esto se notara.
—Anna, vuelve a tu hogar...Debes vivir. Disfruta el sol...¡Las puertas ve a abrir! Yo sola esto...Más libre estoy tan bien... ¡Aléjate y sálvate de mí!...
Todo se convirtió en una pesadilla en el momento exacto donde su hermana le reveló que, por su culpa, el fiordo comenzaba a caer en un invierno eterno. Y no solo eso. Un invierno eterno se azotaba en todas partes. Aquello caló profundo en su consciencia, haciéndole ver la cruel verdad. Jamás sería libre, siempre lastimaría a todos.
—¡Puedes arreglarlo!—Le dijo su siempre positiva hermana, sonriendo forzadamente.
—¡C-claro que no, n-no sé cómo!—reveló ella sosteniendo sus manos con nerviosismo. Nieve comenzó a caer en la habitación, producto de su terror mal disimulado y tristeza.
—¡Claro que puedes, sé que puedes!
—Yo libre nunca voy a ser...La tormenta está en mi interior...No lo puedo controlar...— sus palabras cargadas de miedo e inseguridad comenzaron a llenaron su cabeza de ideas terribles, recordándole el sueño y aquello que el hombre misterioso le había advertido. La voz e su hermana hablándole solo la estresaba más, así que pidió que guardara silencio.—Así lo vas a empeorar.—Advirtió, pero Anna no hizo caso de sus ruegos. — ¡Terror sin fin, fuera de aquí! —Se miró en el la pared, su reflejo triste y desesperado, sin poder atinar a pensar en alguna solución para el enorme problema que había causado. Y la vio. Aquella reina oscura que había tenido la desgracia de conocer en sueños, mirándole despectivamente mientras reía burlándose de su desgracia y mala suerte.
Finalmente y como único final inevitable a todo ese desastre de emociones, sus poderes nuevamente actuaron sin que ella lo quisiera atacando a su propia hermana. Se asustó. Inhaló de manera asustada sin saber que hacer. De repente un rubio desconocido entró sin miramientos, ayudando a Anna, que se encontraba en el suelo.
<<Vienen por ti...>>
Escuchó aquella voz susurrante en su oído, haciéndola actuar por reflejo. Ellos tenían que irse, rápido. Así que con eso en mente, creó un enorme guardián de nieve y hielo, atemorizante y monstruoso. Éste se encargó de sacar a su hermana y el desconocido fuera del castillo con mucha facilidad, dejándola sumida en una soledad y estado de depresión alarmantes. Las paredes del sitio comenzaron a rechinar, resentidas como su dueña ante la presión de las emociones que pujaban por estallar.
No lo dejes salir.
Contrólate.
No sientas, no sientas, no sientas... ¡No sientas!
El castillo se tiñó de colores rojizos y violáceos, llenándose de picos de hielo que crecían descontrolados, filosos y fieles a los sentimientos de su creadora. Elsa se abrazó a sí misma en la soledad, aun luchando sola la pelea más difícil de todas.
—¿Por qué contenerse, reina?—Escuchó detrás de ella. Pitch volvía a aparecer tan calmado y elegante como siempre, paseándose en medios del caos en el que se convertía el castillo, como si observara una hermosa obra de arte en proceso. Elsa se resintió ante su voz encogiéndose en sí misma por lo inevitable de su frustración y tristeza. Trataba de pensar sin lograr nada más que dar vueltas en círculos sobre el mismo tema, llegando a un punto de frustración impresionante.
—¡Largo!— gritó con fuerza, provocando que largos y rápidos proyectiles de hielo filoso salieran disparados hacia el hombre. Pero a pesar de que ella fue muy rápida con su ataque, no pudo darle. Eso la sorprendió un poco, dejándola confundida al ver sus propias creaciones de hielo clavadas contra la pared, sin un cuerpo clavado en estas. Paranoicamente, comenzó a pensar en que estaba loca. No encontraba otra explicación a todo lo que aquella figura le presentaba en sueño y la realidad. ¿Podría haber caído en demencia luego de por fin haber alcanzado una fugaz libertad? ¿Estaba perdiendo el juicio ante todo el estrés de tener que controlarse? Tantos pensamientos arremolinándose en su cabeza no hicieron más que empeorar la situación. Grandes estalactitas de hielo corrompieron la armoniosa estructura de hielo del castillo, asustando a Elsa, que impotente se veía sola y presa de su misma creación. ¿Qué hacer? ¿Cómo salvar a su pueblo de un invierno eterno? ¿Cómo salvarlos de sí misma?
Fue desparramándose contra el suelo, impotente ante la cantidad repentina de problemas que ahora tenía encima. Ella solo quería regocijarse en la lejanía, donde pudiera disfrutar de manejar sus poderes sin límites. Pero en cambio se veía nuevamente restringida, esta vez sola. Su hermana Anna ya ni siquiera volvería por ella, estaba segura. Ya nadie tocaría su puerta pidiendo la oportunidad de hacer un muñeco de nieve. Lágrimas amargas surcaron sus mejillas. Se abrazó a si misma, temblando por primera vez con frío. Sus padres no estaban allí como para ayudarla, y los recuerdos que tenía sobre aquella pesadilla le aceleraban el pulso, causando un cosquilleo en su estómago que la orillaba a vomitar.
Se sentía observada de nuevo, pero esta vez ya ni siquiera prestó atención a la sensación de corrupción subiendo por sus piernas, alcanzando sus muslos y tomando su cuerpo en completa oscuridad. Quizás se merecía aquello, por ser tan irresponsable y egoísta al huir de lo que se suponía, era su obligación como reina. Quizás se merecía la soledad eterna y más por ser un temible monstruo encarnado en la piel de una joven dama. Quizás se merecía la muerte misma, una ejecución que pusiera fin al helado reino que había forjado sin querer.
Entonces la idea comenzó a rondar por su cabeza, intensa, macabra, sin dar tregua a sus lágrimas. Sus manos temblorosas se notaron rojas al tironear con fuerza sus cabellos. Su boca tartamudeó en un hilo de voz lastimero el nombre de su hermana.
Ahora quería hacer, con todas sus fuerzas, un muñeco de nieve al lado de Anna.
...Si no te interpones en mi camino,
Entonces, en un instante,
...me transformaré.
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