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Al llegar a la puerta de mi casa me concentré en nivelar nuevamente mi respiración y pulso, no quería preocupar a mamá aún más de lo que ya estaba, ni tampoco que comenzara a culparse por dejarme volver a pisar el mundo exterior. Sin embargo, cuando por fin decidí entrar no había ni rastros de ella. Quise convencerme de que tal vez estaba demasiado sumida en algún trabajo como para ir a recibirme, pero en el living solo estaba su computadora abierta y con la luz apagada, como si se hubiera quedado sin batería o nadie hubiera interactuado con ella en un buen tiempo, en la mesa ratona junto al sillón.

-¿Mamá? -Pregunté con la voz temblorosa. Nada.-¡Mamá, ya vine! -Grité con un poco más de firmeza.

Noté que mis manos habían empezado a temblar y mi corazón latía cada vez más rápido. Pero no podía dejar que la ansiedad me dominara, necesitaba poner la cabeza en frío, seguro había algo de sentido en esta situación y yo era quién debía encontrarlo. Corrí a la cocina, con la esperanza de que me hubiera dejado una nota pegada en la heladera, como hacían los padres de las películas cada vez que se quedaban sin huevos para preparar la cena, lo más lógico era que solo hubiera ido a hacer alguna compra urgente y esperaba regresar antes que yo. No había nada, no era su estilo, aunque tampoco lo era salir tan tarde.

Cualquier chica de mi edad seguramente soñaba con tener la casa para ella sola, especialmente de noche. En su mente esto implica fiestas, chicos, o quizás incluso un recital en ropa interior mientras se hartan de comida chatarra, mientras que en la mía solo hay sangre, gritos, desapariciones y el rostro de mi padre disfrutando su oportunidad para acabar conmigo en un momento de distracción sin que nadie sea capaz de detenerlo. Todos querían un respiro de su madre, y yo temía que no verla en su lugar de siempre significara que jamás lo volvería a hacer.

Solté mi mochila donde estaba y subí a revisar su habitación pensando que quizás podía haberla vencido el cansancio y estaría dormida, pero su cama estaba tendida, ni siquiera había la más leve arruga marcada en las sábanas. Pasé rápidamente por el baño, era posible que los nervios le hubieran causado un desmayo repentino al salir de la ducha, allí tampoco estaba. Un sudor frío cubría mi espalda mientras caminaba hacia el único lugar en el que aún no había buscado, el pequeño closet que usábamos como cuarto de lavado y que siempre me pareció ubicado como en otra dimensión ya que allí no llegaban los sonidos de ninguna otra parte de la casa, pero el lugar estaba habitado solamente por un montón de ropa sucia. Descarté, entonces, que se hallara en alguna parte del edificio o que hubiera intentado notificarme de su partida.

Me encerré en mi cuarto aún intentando mantener el pánico a raya. "Jess ya eres prácticamente una adulta, debes conservar la calma, ella regresará pronto. Todo está bien, sabe defenderse y tú también." Me dije a mí misma en un esfuerzo de llevar mis ideas en una dirección más positiva sin que surgiera demasiado efecto. Lo mejor era apagarlas todas, desconectarme de esta realidad y esperar, así que decidí que era un buen momento para encender mi computadora y sumergirme en el maravilloso mundo de Caleidoscope donde al menos podía hablar con otras personas fingiendo ser una persona sin tantas preocupaciones, al menos por un rato.

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-Nunca estuve tan preparada para algo en mi vida. -Susurré encendiendo mi set de audio. - ¿¡Perdedores, alguno en línea?! Tengo ganas de patear unos culos de troll.

-¡Pero miren a quién tenemos por acá! -Rió mi amigo Jordan con la boca llena de lo que se oía como algún tipo de snack crugiente. -¡La reina nos digna con su presencia una vez más!

-¿Otro gran día Chass? -Preguntó Romia quien parecía estarse acomodando en su silla.

Los avatares de ambos aparecieron junto al mío casi al instante.

-¡Hey, me estuve conectando a sus llamadas más seguido de lo que voy a la escuela últimamente! -Me excusé. -Pero en algún momento tenía que pagar por haber procrastinado tanto, ya saben que estoy a punto de graduarme.

-Sí, sí Rogers y tú son el futuro de este grupo, ya todos sabemos que nos sacarán de la pobreza a los cuatro con su sabiduría. -Bromeó el muchacho al mismo tiempo que le incrustaba un hacha en la cabeza a un monstruo, sin embargo sabía que era una forma de esconder el resentimiento que sentía al ver como nosotros podíamos estudiar en un colegio con un montón de otros alumnos mientras que él debía conformarse con las clases en casa que recibían los chicos que habitaban en los pequeños pueblos de Filux y no podían costearse la cuota de un centro educativo privado.

-Hablando de él, ¿dónde creen que se haya metido? Hace ya tres noches que no da señales de vida. -Dijo la chica casualmente mientras su personaje golpeaba a otro con un árbol para despojarlo de sus tesoros y que nosotros pudiéramos hacernos con ellos.

-Quizás también tenga exámenes. -Contesté fingiendo indiferencia.

Había pasado toda la tarde con Tom, era extraño que no se hubiera conectado todavía, pero yo sabía que era su turno de cocinar y quizás eso le robaba tiempo. No quería confesarles a ellos esto, era consciente de que si admitía que Tom y yo nos conocíamos en persona se desataría una oleada de preguntas a las cuales yo no quería dar respuestas. Detestaba que mis dos identidades chocaran entre sí.

Seguimos jugando por un rato, si bien trataba de mantener la mente en el juego, me encontraba recorriendo con la mirada todas las posibles entradas y salidas de mi cuarto cada pocos minutos. Cuando los dos se fueron a comer y volví a quedarme sola, decidí que lo más seguro para mí sería dormir en el living, donde al menos tendría más de una vía de escape asegurada si es que a papá se le daba por hacerme una visita, además desde allí podía observar la puerta en caso de que mamá llegara.

No lo hizo, no volvió en toda la noche.

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