28
Por unos segundos el mundo pareció detenerse mientras nosotros compartíamos una silenciosa y profunda mirada, él seguramente estaba esperando a que le agradeciera por su intervención, pero yo no sabía qué decir. Realmente me había tomado por sorpresa.
El estruendo causado por el golpe y los insultos que soltó el muchacho cuando se reincorporó escondiendo parte de su rostro tras una de sus manos, llamó la atención de la mujer que me había recibido haciendo que se levantara de su escritorio, al otro lado de la oficina.
—¡Dios mío! —exclamó con preocupación acercándose al chico que, ahora podía notar, tenía la mitad de la cara cubierta por un montón de sangre, la cual seguía cayendo a chorros por su nariz. Tuve que apartar la mirada para evitar desmayarme. —¡Janette! —llamó a una de sus colegas para que la ayudara, al mismo tiempo que le indicaba al estudiante que mirara hacia arriba. —¿Serías tan amable de llevar al señor Crawford a la enfermería? Yo me encargaré del señor Peters y de limpiar todo este desastre.
—Magdalena, yo… —Tom intentó justificarse, pero sabía que las cartas no estaban a su favor, así que decidió cerrar la boca y seguir a la secretaria hasta el despacho del director, cerrando la puerta detrás de sí.
La segunda campana de la mañana sonó poco después de que me quedara sola, pero aún me quedaban muchos formularios que rellenar y no podía concentrarme en ellos teniendo el olor de la sangre tan cerca, me traía demasiados recuerdos desagradables. Instintivamente dirigí mi atención hacia mis piernas, donde los pantalones escondían un montón de cicatrices, cada una con una historia peor que la otra.
Respiré profundamente y moví las manos sobre mi ropa como si los recuerdos se trataran de pelusas que uno puede quitarse de encima cuando quiere. Lo último que me faltaba en ese momento era añadir uno de mis ataques a la lista de cosas que me estaban agobiando. Me paré y fui a terminar con mi papeleo en la barra principal, decidí que prefería recibir un regaño por haberme movido que seguir sentada en aquella mesa.
Terminé con todo justo a tiempo para llegar a mi primera clase con tan solo diez minutos de demora. Como ninguna de las dos mujeres que trabajaban allí habían vuelto a aparecer, dejé una nota junto a mis papeles en la que anoté el número de teléfono de mi madre para que se comunicaran conmigo en caso de que faltara algo o hubiera algún error.
Ella me había dejado su celular por si había alguna emergencia, ya que papá podría rastrear el mio y aparecerse en la escuela si lo traía, además no quería leer ninguno de los mensajes que seguramente me había dejado en esos días. Estaba mejor en el cajón.
Salí de la Secretaría esperando poder encontrar a Tom en alguna de mis clases de aquella mañana, sabía que había perdido su trabajo de voluntario, era un hecho que no le dejarían pasar un caso de agresión física, y quería disculparme, él adoraba ayudar ahí. Pero no lo ví en todo el día, quizás estaba evitándome, no lo culparía, los rumores viajan rápido y todos sabían que era lo que había pasado, o bueno, al menos la versión de aquel odioso muchacho.
"Así se hace, Jessica, otra vida arruinada por tu culpa." Dijo una voz dentro de mi cabeza.
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