8.- Un Lugar Incómodo (2/2)
Este comentario le cayó como una bola de plomo en su estómago, pero hizo como que no le afectaba. Cruzó los dedos porque Bel le devolviera el cumplido de alguna manera; le dijera que ella era bonita, o al menos bien parecida, como mínimo aceptable.
-Ahora veo que te puse en una situación incómoda. Discúlpame, Érica.
-No, no, no digas eso. Fui porque quise- le aseguró ella- yo fui la tonta. Es obvio que tienes a muchas chicas detrás de ti.
-No eres tonta, Érica- le aseguró Bel.
-Bueno.
-¿Y a qué te refieres con "obvio"?
Érica se puso aun más roja.
-Sí, bueno, eres guapo, alto, fuerte y un príncipe. Además, hasta donde sé, la mayoría de las brikas son mujeres ¿No? Debes estar rodeado de ellas cada día que pasas en tu mundo. Aunque seguramente ya estás prometido o algo así. En fin, ya sabía que no tenía oportunidad, solo... no sé, no puedo evitar estas ganas de... acercarme a ti.
Con cada palabra se sentía más tonta y avergonzada. Una niña inexperta como ella confesándose ante un príncipe apuesto y amigable, seguramente con mucha experiencia en el amor y el sexo.
-No es que me rodeen mujeres todo el tiempo. Todos en la corte me conocen, sería raro que me acosaran- indicó- además, no estoy prometido con nadie... pero eso no es importante. Érica, somos amigos. Podemos pasar un buen rato juntos independiente de la vida amorosa del otro.
-¡Para ti es fácil decirlo!- alegó ella, aunque se arrepintió de inmediato.
-¿Qué?
-No, nada. No importa.
Bel mostró los dientes por un lado, un gesto que hacía de cuando en cuando.
-¿Tienes problemas en tu vida amorosa?- le espetó- ¿No has encontrado un novio que te trate bien? ¿Es eso?
Érica apretó los dientes, frustrada. Quiso golpear la mesa, pero se detuvo con el puño alzado y lo recogió antes de hacer algo indebido.
-Nunca...- necesitó respirar para calmarse- nunca... nunca he tenido a nadie.
Bel abrió los ojos de par en par.
-¿Qué? ¿A nadie?
-No, a nadie.
-Pero... ¿Nunca? ¿Pero por qué?
-¡Eso me gustaría saber!- vociferó.
-Ya, ya, lo siento. No te quería alterar.
Érica se refunfuñó, cada vez más irritada. No es que quisiera mostrarle ese lado feo a Bel, pero no podía evitar sentirse así.
-Nunca se me pasó por la cabeza. Eres una chica linda y sana. Quizás solo has tenido mala suerte.
-¿Y cuánto crees que me dure? ¿Si llego a los 40 virgen, crees que será por mala suerte?
-¿Eres virgen?- se extrañó Bel.
-¡¿Por qué me torturas así?!- bramó ella.
-Ya, perdón. Debí haberlo imaginado. Lo siento- Bel alzó las manos como para calmar a una bestia.
-En fin, me frustra. Lili y Arturo me ofrecieron... hacerlo con ellos, y los amo, pero preferiría que al menos mi primera vez no fuera por lástima. Me gustaría que alguien me deseara de verdad ¿Entiendes?
Se giró hacia él. Bel asintió, pero Érica se cruzó de brazos.
-Claro que no entiendes- gruñó.
-No, te comprendo. Quieres probarte a ti misma que estás al mismo nivel que todos los demás- le espetó- eso es algo que puedo comprender, aunque en otro ámbito.
-Oh... ¿En serio?
-Pero Érica, eres una chica adorable. Estoy seguro que solo necesitas encontrar a la per...
-¡No me digas que me falta encontrar a la persona adecuada! ¡No hay persona adecuada! ¡Hay algo dentro de mí que repele a los demás! ¡Hay algo que me hace una persona horrible y no sé qué es, y no sé si algún día llegaré a saber qué es, pero no es "mala suerte" o que "no he encontrado a la persona adecuada"! ¡¿Cuánto tiempo tiene que pasar hasta que encuentra a esa persona malnacida?! Porque ya he conocido a mucha gente y nadie ha sido el adecuado ¡No me vengas con esa mierda!
Bel guardó silencio antes de contestar, solo por si Érica tenía algo más en el pecho. Se aclaró la garganta.
-Veo que es un tema delicado- comentó- nunca me imaginé que tuvieras problemas de ese tipo. Siempre te veías tan segura, tan animada.
-Sí, bueno- suspiró- lo siento. Tampoco te quería gritar.
-Descuida. Para los estándares de Perka, eres muy gentil- le aseguró.
-Qué mal- rio Érica.
-Oye, piensa positivo; ya conociste a Lili y Arturo ¿No? Ellos estaban dispuestos a hacerlo contigo. Podrías no tener nada ¿Te imaginas?
Érica sintió ganas de contestar con otro reclamo, pero no encontró ningún argumento. Bel tenía razón, era afortunada de tener a sus amigos dispuestos hasta a acostarse con ella, solo porque ella lo quería.
-Supongo que es verdad- aceptó al final- sin ellos, aún no habría dado mi primer beso.
-¿Eh? ¿Cómo es eso? ¿No dijiste que "nunca" habías besado?
Érica evitó su mirada.
-Nunca había besado a nadie hasta que les conté a mis amigos. Entonces ambos lo hicieron. Tampoco he besado a nadie desde entonces ¡Pero eso no cuenta! ¡Fue de pura lástima!
Bel mostró los dientes, algo nervioso.
-No es la gran cosa- le espetó.
-Quizás para ti no, señor príncipe apuesto. Para mí es una historia diferente. Nunca me han besado por otra cosa que por pena ¿Lo puedes creer?... no, mejor no contestes eso.
Bel suspiró.
-Ay, Érica. Esa actitud te está impidiendo disfrutar de las relaciones ¿No es eso mismo el "algo horrible" de la que estabas hablando?
-¿Qué?
-Es bien posible; la gente busca pasarla bien, no enfrentarse con una pared de frustración y autocompasión. Si te tomas las cosas con calma y te enfocas en disfrutarlas en vez de "hacerlo con alguien" o "besar a alguien", atraerás a otros sin siquiera darte cuenta.
-¡Para ti es fácil decirlo...
-Sí, lo es. Porque soy un príncipe y me relaciono con muchas personas. He tenido que aprender sobre cómo socializar a la fuerza, sé cómo gustarle a la gente y obviamente tú no.
Érica enmudeció. No se esperaba que Bel usara su propio argumento contra ella. Más importante, lo que decía tenía bastante sentido.
-Es... es verdad. Disculpa.
-No te disculpes por todo. Vamos ¿Qué dije? Aprende a disfrutar un poco. Por ejemplo ¿Qué te habría gustado hacer en la discoteca?
Érica lo pensó un momento, intentando descifrar la respuesta que Bel querría.
-¿Bailar con un chico?
-¿Eso te habría gustado hacer? Porque no es lo que me pareció que querías.
Érica negó con la cabeza.
-No sé, ni siquiera tenía ganas de ir.
Bel le apuntó con un dedo, señalando que había dado en el clavo.
-Irte de inmediato, o no ir.
-Pero quería estar un rato contigo.
Bel abrió los brazos.
-Tenemos todo el tiempo del mundo. No necesitabas ir, no era necesario que te torturaras así. Puedes volver a hacerlo si quieres, pero no le veo el sentido.
-¿Y cómo voy a conseguir a alguien que me quiera, si no voy a discotecas?
-Conociendo gente- indicó Bel- puedes integrarte a grupos de cazadores, puedes ayudar a cazadores en problemas que vez por ahí, incluso en un restaurante o una plaza aquí en el pueblo. No tiene que ser el primero que veas, y no necesitas que sea tu novio desde el primer momento en que se ven. Busca a alguien que te guste, entabla una relación con esa persona, verifica que te gusta una vez lo conozcas. Todos buscan a alguien que los quiera, solo que cuesta mostrar esa primera muestra de afecto, porque te deja vulnerable. Pero si no te muestras vulnerable frente a alguien que quieres, nunca conseguirás a nadie. Por eso: conoce gente, no busques besos o sexo, sino que busca a alguien que tú quieras, y entonces conquístalo.
Érica miró al suelo, luego levantó la vista hacia Bel y le mostró una sonrisita tímida.
-Tú me gustas- le espetó, ya más calmada- ¿Crees que tenga alguna oportunidad contigo?
Bel suspiró.
-Lo tienes difícil. Hay mucha gente en mi vida que tienen mi cariño, varias también tienen mi cuerpo cuando lo quieran... pero no te voy a decir que no puedes intentarlo. Solo intenta no acosar. Cuando alguien dice que no, significa que no. Si lo tienes claro, está todo bien.
Érica puso sus manos entrelazadas entre sus piernas, algo nerviosa.
-¿Y entonces... no te molestaría... emh... darme un besito o algo?
Se arregló el pelo, como si pudiera decirlo como algo casual. Bel se pasó una mano por el pelo, pensativo.
-No sé si sea lo mejor. No te quiero dar esperanzas falsas- le espetó.
-¡Te prometo que buscaré a otras personas!... a decir verdad, no eres el único que me gusta.
-Ah, eso me parece bien. Entonces sí.
Érica levantó la mirada y abrió los ojos de par en par, con una sonrisa amplia pegada en su cara.
-¡¿En serio?!
-Sí.
-¿Aunque sea de lástima?
-No es de lástima. Es solo un beso ¿Das abrazos de lástima a tus amigos cuando los saludas?
-Oh ¿Así lo ves?
-No me parece muy distinto.
-Eh... entonces me parece bien ¡Sí, hagámoslo!
Ella se puso de pie. Bel la imitó para no hacerla rodear toda la mesa y se encontraron en la mitad. Entonces Bel la tomó por un hombro y la cadera, y se inclinó hacia ella. Érica no supo qué hacer, solo pudo apoyarse con una mano sobre su pectoral y pararse de puntitas. Tragó saliva, cerró los ojos. Estaba tan tensa que no podía respirar. Entonces, sus labios se encontraron con algo peludo.
-¡Eeeeek!- chilló un animal pequeño, largo y de pelaje blanco.
-¡¿Papel?!- exclamó Érica.
El animal se había interpuesto justo entre sus caras. Ambos tuvieron que escupir pelo mientras Papel saltaba entre uno y otro, recorriendo sus cuerpos desesperadamente y chillando como si lo fueran a matar.
-¡Papel! ¡¿Qué te pasa?!- alegó Érica.
Pero el animal no le hizo caso; era como si se hubiera vuelto loco.
-¿Papel?- repitió Bel- ¿Es una mascota?
-Algo así- Érica trató de agarrarlo, pero el animal era muy rápido y escurridizo- ¡Quédate quieto, desgraciado!
Entonces este se encaramó a ella y se enroscó en su cara, tapándole la vista.
-¡¿Qué... ¡Papel, compórtate!
-¿Cómo llegó aquí? ¿Reconoció tu olfato o algo?
Érica lo agarró y al fin se lo quitó de la cara. Escupió los últimos pelos que se le habían metido a la boca.
-No sé, Papel es así- indicó.
Lo arrojó a la habitación y cerró la ventana corredera para que no los interrumpiera. Papel se puso a chillar y a arañar el vidrio.
-Muy bien ¿En qué estábamos?
-¿No le dolerá algo? Quizás necesita que lo ayuden- supuso Bel.
Érica lo miró de reojo. Papel no paraba de chillar, dar vueltas y arañar el vidrio. Sin duda algo lo tenía raro, pero seguro podría esperar a un besito.
-A veces exagera. Seguro solo tiene hambre- se aclaró la garganta- en cuanto a nosotros...
-Ah, claro.
Bel volvió a acercarse a ella, pero entonces sintieron un golpe. Al girarse, advirtieron que Papel ya no estaba ahí en la ventana, sino que junto a la lámpara, que se había caído a la cama.
-¡PAPEL! ¡¿Qué te pasa?!- bramó Érica.
Abrieron la ventana y se acercaron a la lámpara para examinarla; el cable había sido roído. Papel no paraba de corretear por toda la habitación.
-¡Rata inmunda! ¡¿Por qué cortaste la lámpara?!
-¡Eeeeeeeeek!- chilló con fuerza.
Se acercó a la maleta de Bel, a un lado de la cama, donde comenzó a hurguetear.
-¡No, espera! ¡Tengo cosas delicadas ahí!
El príncipe se apresuró a cruzar la habitación y sacarlo de su maleta. Papel pataleó y chilló como un animal salvaje, que técnicamente era, pero no dejaba de ser raro. Para calmarlo, Bel lo cubrió con su nomitio azul, envolviéndolo en un rollo largo. Le dejó únicamente una rendija frente a la cara por donde pudiera respirar y mirar.
-¡EEEEEEEEEEEK!- chilló él.
-Cielos, Érica, tu mascota es brava- comentó Bel- ¿Estás segura que no lo quieres atender? Seguro le duele algo. Quizás sea mejor que lo lleves al veterinario.
-¿Pero...
Quería con todas sus ganas consumar ese beso, pero tras todo el alboroto que había hecho Papel, el ambiente se había arruinado por completo. No podía creer que tenía que renunciar a su vida amorosa una vez más por una estupidez como esa.
Entonces, Papel se escabulló de la prisión de Bel y comenzó a corretear por todos lados y a chillar nuevamente.
-¡Está bien, muéstrame qué quieres!- bramó Érica.
El animal se detuvo a su lado y se calló. Luego se restregó una mejilla en su pierna y se dirigió a la puerta, donde la esperó.
-Quiere guiarme a algún lado- comprendió la muchacha.
-¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
-Papel no hace las cosas porque sí- Érica suspiró- disculpa todo esto, Bel. Vendré mañana para pagarte la lámpara... o pagársela al hotel, supongo.
-No, descuida. Lo haré yo. Ya tenemos fondos suficientes.
-No, no, esto fue mi culpa...
-No lo fue. No invitaste a tu mascota aquí ¿Verdad?- Bel le sonrió- descuida, esto no es nada. Anda a atender lo que sea que él quiere ¿Nos vemos mañana?
-S-sí... sí, claro. Nos... nos vemos.
Un poco más esperanzada, Érica se dirigió a la puerta y salió junto a Papel. Este la guio a través del pasillo, hacia la calle y de vuelta a su posada.
-¿Por qué me trajiste aquí?- inquirió la chica.
A esa hora casi no había ruido, ni gente despierta. La mayoría de los que se quedaban ahí eran cazadores que se pasaban todo el día tratando de matar a un solo monstruo. Estaban demasiado agotados para ir a fiestas o cosas por el estilo.
Se dirigieron hacia su habitación, donde Papel corrió hacia la cama y se acurrucó. Érica se quedó parada junto a él, mirándolo, tan desconcertada que por varios segundos no pudo ni siquiera entender lo que ocurría.
-¿Me quitaste mi oportunidad de besar a Bel solo porque querías dormir conmigo?- gruñó.
Lo agarró del cuello con ambas manos y lo levantó.
-Maldito animal desgraciado ¡Te voy a matar!
-¡Eeeeek!- chilló Papel, amedrentado.
Rápidamente se escurrió entre las manos de Érica y desapareció debajo de la cama. Érica estaba demasiado cansada como para buscarlo; simplemente se desplomó en su almohada, se quitó los zapatos y se preparó para dormir. Obvio que no había tenido intención de matar a Papel, pero en ese momento no lo tenía en mucha estima, tampoco.
Ya no importaba, había perdido su oportunidad, de todas maneras. Solo podía dormir y olvidarse de la rabia.
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