6.- A Veces la Vida es Fea (1/3)


En otro mundo lejos de ahí, un pequeño niño de piel y ropa blancas impolutas mantenía guardia. Se encontraban él y un noni en una cueva oscura, alejada de toda civilización. Nadie solía ir allí, tan solo guerreros lo suficientemente locos para pensar que podrían sobrevivir a los monstruos.

El niño miraba a los territi, que en ese momento los rodeaban. Había muchos de ellos, cerca de 300. A su espalda, el enorme noni permanecía agachado, justo al borde de la fuente de timitio. El noni absorbía timitio con su mano, en ese momento luchando internamente con su monstruo interior para conservar su cordura. Mientras más timitio tomara, más tendría para usarlo como arma y enemigos más poderosos podría enfrentar, pero también se arriesgaba más a perder contra el parásito que se alojaba dentro de sí. El niño, algo preocupado, se giró a ver cómo iba. La enorme espalda del noni se mantenía roja, eso era bueno.

-Vamos, tú puedes- susurró.

El noni se estaba tardando, pero el niño sabía que había entrenado mucho y que necesitaba todo ese tiempo para absorber el timitio que le correspondía. Los territi se mantenían alejados, atemorizados. Cada vez llegaban más, pero no se atrevían a acercarse a menos de diez metros.

-Esperen un poco más. Pronto los libraré- les prometió el niño.

En eso, el guerrero noni finalmente acabó con su tarea y se alzó nuevamente como un forteme. El niño se dio la vuelta para contemplarlo.

-¿Y?

El noni alzó los brazos para abultar los bíceps. Ambos brazos se volvieron negros como el hoyo más profundo. Sus gruesos labios esbozaron una sonrisa soberbia.

-Nada mal ¿Eh?

El niño sonrió. Solo estaba aliviado de no tener que rescatarlo del parásito.

-Bien hecho, Cromo ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas descansar?

El guerrero contempló a los territi alrededor, sorprendido de tantos números.

-Vaya. No venía preparado para tanto- sacó un arma de pulso de su pantalón y se la puso en una mano.

Las armas de pulso eran aparatos de formas variadas, con la capacidad de emitir pulsos constantes en cierta frecuencia específica. Sirven mucho para destruir rocas o materiales duros, como el casco natural de los territi. Entre los guerreros que se enfrentan a este tipo de monstruos, un arma de este tipo es indispensable, sobre todo al acercarse a fuentes de timitio como aquella en la que se encontraban en ese momento.

Sin embargo, el niño alzó una mano para detener a Cromo.

-Descuida, lo haré yo.

-¿Estás segura? Perdón ¿Seguro?

-Sí. No quiero que te arriesgues.

El niño se dirigió hacia el territi que tenía más cerca y alzó una mano, mas pronto se dio cuenta que no le alcanzaba la cabeza.

-Ah, verdad que soy un niño- se dijo.

Pensó en cambiar de forma, pero no fue tan necesario; al final simplemente le tomó la mano. El territi se dejó tocar como un animal manso, aunque Cromo sabía bien que se trataba de algo distinto: no había nada que pudieran hacer contra ese niño; no representaba una fuente de miedo ni de deseo, no mientras el mismo niño así lo deseara. Los monstruos lo percibían instintivamente.

En ese momento el territi que le sostenía la mano al niño comenzó a deshacerse: sus garras, su piel negra, sus dientes, su casco de vidrio de timitio, todo fue absorbido por la mano blanca del niño, dentro de su piel. Del territi quedaron los huesos y algunos órganos momificados, los cuales cayeron en una pila y finalmente murieron, libres de una eternidad de tormento. El niño procedió con el siguiente, formando una segunda pila de huesos y órganos secos. Apenas se tomaba unos segundos en cada uno, aunque había muchos territi. Cromo suspiró y descansó, seguro con la presencia del niño y con la distancia que tenía de los territi. Al menos no podrían tomarlo por sorpresa.

Después de casi una hora, el niño terminó de absorber el timitio de todos los territis presentes y pudieron salir.

Mientras caminaban por el túnel a la salida, Cromo se lo quedó mirando.

-¿Cómo se siente?- le preguntó- absorber timitio.

-Mmm... ¿Cómo podría describirlo? No es que yo sepa cómo se siente comer, o limarme los cuernos- admitió el niño.

Cromo se pasó la yema de los dedos por la punta de su cuerno, verificando que no estaba muy puntiagudo.

-Supongo que es similar a comer- continuó el niño.

-¿Tienes acceso a sus recuerdos? ¿O te pasan algo de su miedo?- quiso saber Cromo- ¿Cómo se siente, Alba?

El niño esbozó una sonrisa.

-Ay, Cromo. Ya sabes que soy inmune al miedo.

El gran noni se masajeó el cuello.

-Es verdad. Se me olvida.

-Se podría decir que siento algo de su miedo, al menos una buena representación de este- admitió el niño blanco- como si entrara a una pieza y me los encontrara gritando, pero de inmediato alguien les tapara la boca... porque mueren.

-Ya veo.

El noni inspiró hondo. Aunque fuera un forteme desde hace un buen tiempo, la idea de permanecer décadas o siglos en constante miedo era, irónicamente, su mayor temor.

-Es un caso distinto con el timitio en sí. Es como oír a mucha gente gritando desde el otro lado de una pared- se lamentó el niño- no hay mucho que pueda hacer para ayudarlos.

-Lo siento, mi señora... digo, mi señor.

El niño dobló el cuello y lo miró hacia arriba.

-Descuida. Tú tratas bien a tu timitio, es todo lo que te puedo pedir.

Cromo asintió. En eso salieron de la cueva, su nave estaba a la vista, lista para partir. El niño sacó las llaves de su oreja y abrió la compuerta.

-Gracias por venir conmigo- le espetó Cromo- pero ya puede dejar de hacerlo. Seguro tiene asuntos más importantes.

-¿Eh? ¿Quieres insinuar que mi presencia te molesta, Cromo?- inquirió el niño.

-¡No! Es solo que... ya no soy un jovencito. No necesito que me cuides, Alba. Y seguro te necesitan más en otro lado.

El niño rio entre dientes.

-Es verdad, podría dejarte venir solo. Ya eres un hombre grande.

Ambos entraron a la nave, Cromo se dirigió al asiento de piloto.

-Bien, ahora a continuar con el trabajo- comentó este.

-En verdad, dado que estás tan grande e independiente, creo que te puedo delegar una misión- reveló Alba- ¿Me podrías hacer un favor?

-Por supuesto- contestó mientras encendía los motores- ¿Qué necesitas?

La nave se elevó varios metros y partió por el cielo despejado.

-La tenemos bien vigilada, pero necesitamos que alguien compruebe su fuerza en la práctica- explicó Alba- ¿Te acuerdas de Érica Sanz?

El enorme noni sonrió de oreja a oreja.

------------------------------------------------

Despertó en un calabozo. El suelo y las paredes eran blancos con puntitos negros irregulares, como intentando ocultar la mugre acumulada, en vano.

Al alzar la cabeza vio rejas, también a un puñado de otras personas, la mayoría nonis, un par de vole y un sirivi tratando de cagar en un valde en una esquina. Olía horrible.

Érica se puso de pie. No se sentía perfectamente, pero se había recuperado mayormente de la descarga eléctrica mientras dormía.

Se encontraba en un centro de detención, en una celda común, provisoria. Estuvo ahí un par de horas hasta que tramitaron su caso: le explicaron que había cometido infracciones al código penal de Hosilit al atentar contra otro cazador, resistirse al arresto, atentar contra los soldados y dañar propiedad del restaurante, pero que no la iban a expulsar, dado que no hubo ningún muerto. Aun así, le dieron una multa de 101.940 puños a pagar en tres meses. Le dijeron que podía tomar un préstamo en el banco, pero que si no pagaba esa deuda, las multas se le irían acumulando y en algún momento terminarían echándola.

Cuando la dejaron libre, se dirigió a su habitación en la posada y se quedó pensando. Ella era más fuerte que todos los soldados, que todos los cazadores ahí en el restaurante. Si no hubiera dudado, si hubiera simplemente ido a matar a los soldados, probablemente no habrían podido apuntarle a la espalda y dejarla inconsciente.

Pero de haber matado a alguien, aunque fuese a esa sabandija del noni sin cuernos, habría tenido que irse de Hosilit; una oportunidad menos para hacerse fuerte.

No es que faltaran lugares como aquel; la red de mundos consistía de cientos de miles de planetas, seguro encontraba algo que le ayudara a fortalecerse si se ponía a vagar indefinidamente. Pero si seguía así, matando gente cada vez que se enojaba, solo conseguiría que la echaran de esos nuevos lugares. Nunca conseguiría integrarse o fortalecerse hasta un nivel satisfactorio, simplemente vagaría, buscando un lugar donde la aceptaran a pesar de sus tendencias destructivas. Ella sabía eso, lo sabía bien, pero respetar la vida de alguien que no la respetaba a ella era difícil; requería de un autocontrol que nunca tuvo y no creía que llegaría a tener.

Suspiró, agotada de todo ello. Toda su vida había sido así; la red de mundos no lo cambiaba. Lili y Arturo le habían dado un momento de respiro, solo un breve tiempo en que no había tenido que contenerse tanto, porque no había tenido la necesidad de hacer daño, no a ellos.

-Pero ahora que estoy sola, ocurre todo otra vez- se dijo- tengo que dejar de matar...

Sin embargo, en ese momento recordó que quien había atacado en primer lugar había sido la banda de ladrones. Se preguntó por qué no los habían multado o arrestado a ellos.

Porque no había militares en la zona.

-Claro, las leyes solo aplican a Hosi-01- recordó- o sea que si hubiera pillado a ese noni fuera del pueblo, habría podido matarlo. Por eso matar al sirivi no me produjo consecuencias.

Entonces sí podía seguir matando, solo que tenía que hacerlo con más cuidado. Eso era todo. Así tendría un poco más de espacio para maniobrar, más libertad. Solo tenía que fijarse dónde lo hacía.

-Bien- se dijo.

Le habían robado una buena caza, le habían dado una noche en el calabozo y le habían impuesto una multa bastante grande, pero podía seguir progresando. Es más, el tarrékiton tenía una recompensa de 1200 puños. Si cazaba suficientes monstruos así, o incluso varios pequeños, seguramente podría pagar la multa antes de los tres meses, sin siquiera pedir un préstamo en el banco.

-Se puede- se dijo a sí misma, para darse ganas.

Más confiada, partió de nuevo a cazar.

------------------------------------------------

Ese día se adentró en la jungla y acabó con todos los monstruos que vio. Advirtió a algunos cazadores a lo lejos, pero estos no interactuaron con ella y ella no hizo ningún intento de acercarse a ellos; mientras menos intervinieran con ella, mejor. Ya conociendo un poco más a los monstruos de esa zona, se le hizo un poco más fácil cazarlos. Terminó cazando más monstruos durante el día. Las recompensas no eran muy grandes, pero luego de treinta monstruos, hizo casi 14 mil puños. Si repetía eso todos los días, tan solo necesitaría poco más de una semana para pagar su deuda. No era tanto.

Sin embargo, ella no había ido a pagar deudas, ella había ido a entrenar, y la zona de una estrella era demasiado fácil para una brika forteme con dos brazos de timitio, por lo que pensó en dirigirse nuevamente hacia el pantano. Durante el día siguiente, en el camino advirtió a alguien arriba en el cielo, sobre una moto voladora. No era uno de los sujetos de la banda de ladrones, simplemente alguien que no conocía, pero aun así le dio la idea de hacerlo ella misma: una moto podía transportarla mucho más rápido hacia una zona lejana que patinando con su timitio por terreno irregular.

Había pensado en abrir un puente desde su habitación hacia el pantano, pero el poder que había tomado de Tur no funcionaba con distancias tan cortas como dos zonas de una misma región; podría usarlo para viajar entre continentes, pero nada menos que eso. Si se lo explicaba a alguien sabía que sonaría raro, pero teniendo el poder, manejando a las cadenas, casi podía entenderlas; no podía ir muy cerca porque usaba las cadenas del mundo en que estaba parada para torcer el espacio. Las cadenas de un mundo entero eran demasiado grandes para trabajar con espacios tan reducidos, las escalas simplemente no se comparaban. Era como intentar trazar una línea en la mano, entre dos células específicas.

Le habría encantado arrendar una moto, pero no tenía licencia, ni siquiera sabía cómo conducir una, así que lo dejó como una tarea para otro día y simplemente partió a pie. Mató a unos cuantos monstruos de la jungla en el camino, pronto se adentró al pantano y continuó su trabajo. No volvió a toparse con monstruos enormes como el tarrékiton, pero cazó a varios menores, que definitivamente eran más fuertes y peligrosos que los de la jungla, con mejores recompensas.

Estaba ocupada en eso, cuando luego de haberle dado una patada a un bicho del tamaño de su cabeza, fue a buscarlo. Detrás de unos arbustos lo encontró, muerto. Junto al cadáver se hallaba un pico escaneándolo. Al ver a Érica asomarse, intentó marcharse a toda prisa, pero esta le tiró un látigo de timitio para sujetarlo del tobillo, lo arrastró hacia ella y lo retuvo contra el suelo, enganchando sus pies con timitio. El pico apenas tuvo espacio para respirar.

-¡Por favor!- le pidió.

-Te dejaré vivir si me transfieres la recompensa de ese monstruo... por dos.

Naturalmente, ya habiendo pasado por algo similar, se sentía más preparada. Esta vez tenía la cabeza lo suficientemente fría para saber qué hacer.

-¿Por dos?

-O sea que me transfieras el doble. Valía 230 puños. Transfiéreme 460, ahora.

-¡No, por favor!

-Te puedo matar aquí- anunció como si contemplara qué calcetines ponerse- tú decides.

El pico intentó zafarse en vano, a lo cual Érica le dio un puñetazo controlado en la mejilla, suficiente para atontarlo, pero no para dejarlo inconsciente.

-Me haces perder tiempo que podría usar para cazar- indicó Érica.

-¡Está bien! Está bien- dijo con el pico ensangrentado- necesito mis garras para transferirte.

-Te basta con una.

Érica liberó una de sus alas y le pasó su tarjeta. El pico realizó la transferencia lo más rápido que pudo. Apenas vio sus ingresos aumentar, Érica se puso de pie y dio un paso atrás.

-Puedes marcharte. Si llegas vivo a...

Pero entonces el pico se puso de pie, sacó una pistola y le apuntó. Érica se arrojó al piso, patinó a toda prisa hacia él y le pateó la pistola de las garras. Luego le dio un puñetazo en el estómago, que lo botó al piso por el dolor. Mientras su asaltante se retorcía, Érica levantó un pie y le mandó un fuerte pisotón en ambos muslos juntos, rompiéndole las rodillas. El pico gritó del dolor.

-Qué pena tu vida- le espetó ella- dudo que sobrevivas en este lugar, así como estás.

No dijo más, porque se dio cuenta que el pico no la escucharía sobre sus propios gritos y el dolor que debía estar sintiendo. Con el tiempo que había pasado con sus amigos, evitando matar y torturar gente porque a ellos no les gustaba, se le habían olvidado detalles como aquel.

Dejó al sujeto ahí solo y continuó su camino, matando monstruos y ganando recompensas. Aún se sentía un poco molesta de que el pico le quitara a su presa, pero la satisfacción de haberse repuesto y triunfado sobre el ladrón generó un pequeño alivio en su interior; ella podía reponerse, podía mejorar y crecer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top