5.- No Hay Honor entre Cazadores (1/2)


Antes de dirigirse a Hosilit, Érica había tenido una pequeña charla con Tur en su oficina. Él mismo la había llamado para discutir sus posibilidades de entrenamiento.

-¿Entonces vamos a entrenar todos los días o qué?- inquirió ella.

-¿Entrenar? ¿Tú y yo?- bramó Tur- por favor, niña. Soy un hombre ocupado. No tengo tiempo de entrenar contigo.

-¿Y cómo me puedo hacer más fuerte, entonces?

-Tengo algunas opciones. Partiendo por tu idea, quizás yo mismo no te pueda entrenar, pero podría proveer algunos instructores para que te fortalezcas.

Érica se sujetó la nuca con ambas manos.

-¿Y son más fuertes que yo?

-Algunos sí, otros no. Todos los que son más fuertes que tú, son personas en cargos importantes y tampoco te podrán ayudar.

-O sea que me quedaría con instructores más débiles que yo.

-Más experimentados, pero sí, no tan fuertes como tú.

Érica se pasó una mano por el mentón. Estaba segura de que aprendería valiosas lecciones bajo la tutela de cualquier instructor que le pasara Tur, pero la idea de matarlo o romperle algo en alguna de sus sesiones no la alentaba.

-También podrías formar parte de mi ejército, unirte a la vanguardia de la conquista de un mundo nuevo.

-Como hiciste con Madre- recordó ella.

-Como hice con tu mundo, sí.

Por un momento pensó que era una buena idea; medirse con guerreros nuevos, participar en una guerra, pero luego recordó que ella odiaba a los soldados y a la milicia en general, aborrecía las pistolas y que si ayudaba al ejército del imperio noni en una guerra, no se enfrentaría con valientes guerreros, contentos de medirse con ella, sino que gente desesperada, dispuesta a morir antes que sus familias y amigos. Por último, Liliana nunca se lo perdonaría.

-No.

Tur se pasó una mano por la cabeza, entre los cuernos.

-Sí, me temía que irías a decir eso.

-¿Eso es todo? Podría participar en una campaña militar contra los nonis, a favor de uno de los mundos que están conquistando.

-Vamos, Érica, no exageres. Después de todo, les di un excelente trato a ti y a tus amigos cediendo su mundo entero ¿No? He sido un emperador ejemplar. No me irás a tratar mal ahora.

-Solo era broma. No me interesa enemistarme con tu imperio, tranquilo.

-Ah, qué bien. Por un momento pensé que tendría que matarte- dijo una voz femenina sobre la cabeza de Érica.

Esta se giró hacia atrás y se encontró con las pupilas verticales de Víkala y su enorme boca sonriéndole. Tarde se dio cuenta que la naga tenía sus garras cerca de su cuello.

Víkala era la cabeza de los espías de Tur y su guardia personal. Era una fantasma, es decir, tenía el rango de fantasma; por lo que podía aparecer y desaparecer de la percepción de otros a voluntad. También era una naga; una especie de nivel 9 con un torso y cabeza humanoide, cubierto de escamas, pero con una cola en vez de piernas. Érica no supo si eso de matarla lo decía en serio o en broma.

-¡Eeeeeek!- chilló Papel, sobre el hombro de Víkala.

La naga se asustó y se hizo a un lado al notar al animalito. Este saltó hacia Érica y se quedó junto a ella.

-¡¿De dónde salió esa cosa?!- exclamó Víkala.

-Es... es Papel. Tranquila, no te hará nada- indicó Érica.

La niña se extrañó de que la naga se asustara tanto. Pensó que quizás los nagas tendrían cierta aberración natural hacia los mamíferos con la silueta de Papel, como ocurría con seres humanos y serpientes.

Tur se aclaró la garganta para tomar la palabra.

-Continuando con lo que estábamos, tengo una tercera opción ¿Qué te parecería ir y entrenar en un mundo lleno de monstruos?

-¿Monstruos?- se extrañó ella- ¿Te refieres a un mundo sin gente de nivel 9?

-No precisamente. Verás, hace un tiempo se descubrió un nuevo puente hacia un mundo desconocido. Este puente estaba en territorio de un noble del imperio; Komeri Térrikom, un empresario tremendamente rico. Como estaba en su territorio, le concedí que adquiriera el mundo salvaje al que llevaba, dado que no hay rastros de civilización. Térrikom, siendo el magnate que es, intenta explotar sus recursos, pero para acceder a esos recursos necesita quitar a los monstruos que le paran el paso. Parece que este nuevo mundo, Hosilit, está lleno de monstruos feroces, porque todas las tropas que hemos mandado fuera de nuestra base de operaciones han terminado con varias bajas. Ante este problema, Térrikom optó por implementar un sistema de recompensas. Es decir, está pagando a gente que vaya y cace monstruos en su mundo. Es una de las prácticas que se hace cuando una persona con mucho dinero adquiere un mundo inexplorado y lleno de monstruos.

-¿Dices que vaya y cace monstruos? ¿Y eso me hará fuerte?

Tur se abrió de brazos.

-¿Cómo crees que la gente como tú y como yo nos hacemos más fuertes, Érica? ¿Cuál crees que es el secreto, la manera más eficiente?

La muchacha se rascó la cabeza.

-¿Haciendo ejercicio?- intentó adivinar.

-Luchando- le corrigió Tur- Hacer ejercicio aumenta los músculos. Está bien, pero no es la base de nuestra fuerza ¿O crees que tus flacos brazos pueden levantar más que tu propio peso? No, no, no. Tú y yo tenemos un tipo de poder muy especial corriendo por nuestros cuerpos. La gente con fuerza superior como nosotros aumentan su poder batiéndose con otros, con fuerza igual o mayor. Debes buscar desafíos y superarlos, o al menos dar todo de ti perdiendo.

Érica recordó, sin mucho agrado, aquella vez que perdió contra Tur en esa misma oficina y no consiguió evitar la muerte de un amigo que había hecho en Nudo.

-¿Y si busco a alguien igual de fuerte que yo y peleamos todos los días? ¿Me haría más fuerte así?

Tur se llevó una mano al mentón.

-Yo tampoco entiendo todos los detalles, pero por alguna razón, mientras más peleas con una misma persona de manera seguida, menos es lo que aumenta tu fuerza.

-¿Cómo sabes esto? ¿Viene de algún libro o algo?

-Son técnicas, antigua sabiduría de guerrero. La comunidad científica tiene ciertas explicaciones sobre parte de este fenómeno; pero el por qué lo puedes averiguar tú misma. Lo importante es que una de tus mejores opciones para hacerte más fuerte ahora mismo es ir a Hosilit, buscar a los monstruos más fuertes con que puedas luchar y derrotarlos.

-Eso... rayos, ahora me dejaste con la duda. Me gustaría saber por qué es eso, pero es un buen plan- Érica se puso de pie- ¡Iré a Hosilit, entonces! Gracias, Tur.

-Ve con cuidado, princesita. Me interesa que vivas.

Ambos le dieron al otro un golpecito en el pecho. Lista, Érica se marchó, llevándose a Papel en su hombro.

Víkala esperó a que cerrara la puerta. Inmediatamente después se inclinó sobre el escritorio de Tur, nerviosa.

-Jefe, no sé si te diste cuenta, pero yo no supe que ese animal estaba encima de mí hasta que chilló- le dijo- se movió dentro de mi campo de animitas indetectado ¿Qué es esa cosa? Nunca había escuchado de un animal que pudiera esconderse de un fantasma. Para hacerlo, él tendría que ser...

-Oh, tranquila. Solo se ofendió por la broma que hiciste sobre matar a Érica- le espetó Tur- Papel no debería ser un problema mientras nos mantengamos del lado correcto.

Víkala lo miró con los ojos abiertos de par en par, preocupada.

-Tur... ¿Qué está pasando? ¿Por qué no encontramos a Lucifer en Madre?

-No hay nada de qué preocuparse. Continuaremos con nuestras actividades concernientes al imperio. Te daré instrucciones externas a tu trabajo normal si llegara a ser necesario. Por mientras, continúa cuidando de mí y del resto del castillo... y no se te ocurra matar a Érica, Papel o sus amigos.

Víkala asintió. Tur ya le había dado esa orden, antes de que los niños aparecieran en el castillo por primera vez, pero no estaba mal que se la recordara.

-Como ordene, mi señor.

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En su segundo día en Hosilit, Érica se levantó no muy temprano. Ya superados los nervios del inicio y las incertidumbres de cómo podría ser aquel mundo desconocido, supo que podía tomarse las cosas con relativa calma.

No podía perder de vista su objetivo: volverse más fuerte. Para eso necesitaba enfrentarse a varios monstruos, bestias fuertes que la pusieran a prueba.

Se preparó sin prisas, se vistió, desayunó en el comedor de la posada y se dirigió de nuevo a la salida de Hosi-01. Esta vez tenía pensado ir a un área un poquito más difícil, una con dos estrellas. Sin perder más tiempo, partió a toda prisa, patinando con su timitio. Cruzó los caminos de la jungla fugaz, aunque aun con su velocidad le tomó un buen tiempo cruzar hasta donde buscaba. Tuvo que esquivar varios monstruos, rodear lagunas y ríos, y cambiar la forma de sus patines en ciertas áreas donde el suelo no era más que barro.

Después de dos horas de viaje se encontró con el área 093, un pantano. Intentó cruzar un río nadando, pero cuando iba por la mitad, apareció un lagarto de seis metros de largo que nadó hacia ella como un jet. Érica apenas tuvo tiempo de girarse y reaccionar. El lagarto abrió sus fauces para partirla a la mitad, pero Érica se adelantó y extendió una lanza de timitio directo hacia su paladar, en la dirección a su cerebro.

El lagarto cayó muerto sobre el agua, se quedó flotando. Érica sacó su tarjeta para escanearlo, cuando de pronto un ave enorme bajó en picada, agarró al lagarto con sus patas y se lo llevó como si nada por el cielo. Érica se quedó con su tarjeta alzada, sin haber cobrado su recompensa.

-¡Oye! ¡Esa es mi presa!- gritó.

Pero no podía saltar ahí desde el agua. Solo pudo dirigirse a la orilla y ver al ave enorme perderse en el cielo.

-No importa, la gracia es enfrentarse a cosas difíciles- se dijo.

Continuó su camino por el área pantanosa. En menos de un minuto, una serpiente cayó en picada hacia ella desde la copa de un árbol. Érica alcanzó a darle un manotazo para apartarla, pero la serpiente aterrizó sin inmutarse; se giró hacia la chica y escupió un líquido viscoso hacia su cara. Érica se arrojó al piso para eludirlo. El líquido cayó sobre la raíz de otro árbol y rápidamente comenzó a erosionarlo. De un momento a otro la mitad del tronco se había ido y al resto se le prendió fuego.

-¡Mierda!

Escuchó a la serpiente escupirle incluso antes de tener tiempo de volverse a ella, por lo que saltó hacia un lado, se deslizó en espiral hacia un costado del reptil y la atacó con una lanza de timitio. La serpiente la vio venir, se enredó entremedio y se deslizó hacia ella. Érica empaló su cuerpo, matándola al instante, pero no alcanzó a detenerla de lanzarle un último escupo de ácido. No podía esquivarlo, solo bloquearlo con timitio.

Sin embargo, al hacerlo sintió el mismo dolor que habría sentido si el ácido quemara su cara y cuello, sumado a un miedo imponente y horrible como si fuese a perder su cabeza ahí mismo y morir dolorosamente.

No paró ahí; algo seguía quitándole cara, escarbando en su cabeza hacia su cráneo. Quería quitárselo, huir. Algo intentaba erosionar su cráneo y drenar su cerebro, algo la estaba matando lentamente y nada de lo que hacía podía quitárselo.

Poco a poco, el intenso miedo fue cediendo al resto de su cabeza, hasta que de pronto Érica se dio cuenta que no sentía dolor, solo miedo. Se tocó la cara, se palpó las mejillas, se refregó los párpados; su piel seguía ahí, intacta. Sus ojos lagrimeaban a mares. Sentía la garganta irritada y se dio cuenta que había estado gritando un buen rato. En ese momento un reflejo en su esófago la hizo vomitar.

Cuando se hubo calmado, se llevó las manos a la cabeza y escupió para quitarse el sabor a bilis. Quiso ir a su habitación interior, pero no podía abstraerse en un lugar riesgoso como aquel. Tendría que contentarse con sacar parte de su timitio, Negro, sobre su piel.

Al hacerlo, lo sintió algo dolido, como si no quisiera nada con ella. Lo sentía más lento en su respuesta, más débil.

-¿Ese ácido te dolió?- le preguntó.

Casi podía sentir a su querido Negro acobardándose detrás de uno de los pilares de su habitación interior, como si quisiera que no lo vieran, como si estuviera muy aterrado de hacer nada en ese momento.

Hasta ese instante, Érica pensaba que el timitio podía protegerla de todo, pero con ello se dio cuenta que debía ser más cuidadosa de cómo lo usaba.

-Quédate adentro por el resto del día. Yo me haré cargo- le aseguró.

Había ido ahí a entrenar, después de todo; no podía apoyarse tanto en su timitio.

Continuó su camino a pie, adentrándose aun más en el pantano. Luchó contra más monstruos de todo tipo; varias serpientes escupe ácido, pero también anacondas enormes de dura piel que se enroscaban rápidamente para comprimirla, enjambres de insectos que envolvían a sus presas y le chupaban toda la sangre hasta dejarlos momias; un tipo de avispa que volaba como una bala, perforando todo a su paso; caimanes y cocodrilos del tamaño de elefantes, árboles andantes, babas que se escondían en el agua esperando a cualquier animal que se acercara para atraparlo y disolverlo; incluso unos anfibios similares a ranas que podían eructar una nube venenosa que mataba a todo aquel que se acercaba mucho. Érica apretó a las anacondas hasta partirlas por la mitad, se sumergió en el agua para evitar a los insectos chupa sangre y los fue matando de a uno en uno, saltó y esquivó a las avispas hasta que consiguió interceptarlas, rompió los cráneos de los lagartos, los troncos de los árboles, chupó y escupió a las babas para dividirlas, y eliminó a las ranas venenosas desde lejos arrojándoles piedras y árboles encima.

Después de unas cuantas horas hubo cazado un buen montón de monstruos y acumulado casi tres veces lo del día anterior, dado que las recompensas de esos monstruos eran más altas.

Mientras continuaba adentrándose, se encontró con una pequeña lagunita. El agua estaba oscura, llena de tierra y otras sustancias que no se veían muy bien; notó algunos troncos de árboles arrancados asomándose desde la superficie. Por la orilla se notaban varios grupos de pastizales altos por donde animales menores se guarecían de los feroces depredadores de esa región. Finalmente, más o menos por donde se podría considerar el centro de la laguna, se hallaba una pequeña isla con un solo gran árbol.

Érica se puso a caminar por la orilla, buscando con la mirada algo que cazar. Sin embargo, de súbito el ruido de cuerpos moviéndose en el agua llamó su atención. Al girarse, advirtió a una especie de anfibio con brazos largos y musculosos y cola gruesa, saliendo a la superficie y nadando a toda prisa hacia la orilla. Parecía desesperado, incluso gritó mientras huía. Érica se preguntó por qué parecía tan alterado, cuando observó que, detrás del monstruo anfibio, aparecía otro monstruo treinta veces más grande; su cara era arrugada y estaba cubierta de escamas que sobresalían desde sus pómulos y cabeza, como cuernos. El monstruo enorme, que solo había asomado su cabeza, alargó el cuello para perseguir a su presa y lo devoró de un solo bocado, cercenando uno de sus brazos con su mordida. La arremetida provocó un estruendo que resonó por toda la laguna.

Érica se lo quedó mirando, estupefacta. Entonces el monstruo se giró hacia ella.

-Oh...

La bestia gigante avanzó y poco a poco sacó su cuerpo del agua, revelando un cuerpo cuadrúpedo, con caparazones similares al de las tortugas, pero repartidos a lo largo de todo su lomo y el dorso de sus patas, como una armadura. Érica calculó al ojo que debía medir unos seis pisos de alto.

-¿Quizás debería huir?- se preguntó.

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