29.- Guardianas Heladas (3/3)


—Quedé en deuda la primera vez que nos vimos— recapituló la capitana— fui a matarte, pero tú me venciste y evitaste tomar mi vida. Pagué mi deuda hoy, sacándote de la ventisca, pero me perdonaste la vida por segunda vez. No puedo dejarte ir y que te pierdas en las montañas cuando estás tan cerca de la base. Te diré su ubicación, con una condición y un aviso.

—¿Eh?

—La condición es que no mates a nadie que no intente matarte a ti.

—¡Pffff!— exclamó Érica— Hilgra, no me debes nad...

—¡Escucha las palabras de la capitana!— la reprendió la pelirroja.

Érica alzó las manos para indicar que iba a escuchar y se calló. Hilgra continuó.

—El aviso es que, en cuanto te vayas, llamaré a la misma base y les diré que estás en camino. Si tienen intención de matarte como yo, te atacarán con todo lo que tienen ¿Estás bien con mis condiciones, Érica Sanz?

—Sí, avísales. No hay nada que puedan hacerme.

—Está bien.

Hilgra procedió a insertar en su prholo las coordenadas de la base. El Proyector Holográfico que Érica había comprado en la ciudad, de inmediato trazó el camino más viable entre ella y su destino.

—¡Excelente! ¡Gracias, Hilgra!

Fue a abrazarla, pero la vildradi previó lo que intentaba hacer y alzó sus manos para detenerla.

—¡No soy tu amiga!— alegó— solo actúo con el honor que se espera de mi cargo.

—Oh... lo siento. Entonces solo gracias.

—Mi deuda está saldada. Ahora lárgate de aquí, que no quiero darle más de lo necesario a la enemiga de mi señor.

Érica dejó caer sus hombros, algo desilusionada. Por un momento pensó que se estaban volviendo amigas, pero aparentemente Hilgra no lo veía de la misma manera. Sin más, salió de la cabaña y saltó desde la cima del pico hacia el abismo abajo.

Las dos damas de hielo se giraron hacia su capitana apenas Érica desapareció.

—No estoy de acuerdo en entregarle esa información, capitana— alegó la de alas azules— que usted sea la más fuerte no quiere decir que sus decisiones sean acertadas.

—¡Oye, le hablas a una superior!— le recordó la pelirroja.

—¡Está empañando nuestra reputación! ¡Lo que hizo puede considerarse traición!— alegó la de pelo azul.

La pelirroja no tuvo respuesta.

—Está bien. No me importa si expresas tus opiniones— le aceptó Hilgra— aunque no sé cuánta traición signifique lo que hice. Su excelencia Alba dio aviso de no enfrentarla.

—Nuestra misión es cuidar de la base, nada más ¡No necesitamos complicarnos con sus pasiones personales!— bramó la de pelo azul, antes de marcharse hastiada.

—Por las Cadenas, ahora sí se enojó— comentó la pelirroja— pero mi capitana, le encuentro cierta razón a mi compañera. Por favor, sea más cuidadosa de aquí en adelante. Además, lo que dijo su excelencia Alba solo fue una recomendación, no una orden. Por favor, téngalo en cuenta. Con su permiso.

Ella también dio la vuelta para salir.

—Espera— le pidió su capitana— aún tenemos que avisar a la base ¿Tienes el contacto de allá? Me gustaría hablar con el comandante, de ser posible.

—Lo llamaré ahora mismo— dijo la pelirroja, buscando en el menú de su prholo.

—¿Quién es, a todo esto?— inquirió Hilgra.

—¿No lo conoce?— se extrañó la pelirroja.

—Lo he visto únicamente a lo lejos. Sé que es un noni muy grande y un forteme.

—Sí, es muy fuerte, se llama...

—¿Aló?— contestó una voz ronca del otro lado de la línea.

—¿Comandante Cromo?

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Mientras tanto, en Nudo, Bel y su equipo habían estado siguiendo la pista de Érica. Sin embargo, su investigación solo llegó hasta cierto punto. Dado que ellos no sabían sobre la base de los encadenados, desconocían que Érica se hallaba en Qratta. Érica primero había hecho un puente hacia Kuhimolarg, por lo que asumieron que se encontraba por ahí. Fueron a consultar con el lúmini local por su paradero, pero este no quería darles respuestas.

Su guía iba a llegar cuando menos se lo esperaran.

Era todo el conocimiento que Amilel, el lúmini de la ciudad, se dignó a entregarles. También visitaron el pueblo de Bril'ore: una fuente de timitio y un lugar atractivo para una brika en busca de fuerza, pero tampoco la encontraron ahí. Al final se sentaron en la terraza de un restaurante. Comieron como bestias, acostumbrados a devorar todo rápido. Después, Bel se recostó contra el respaldo de la silla y miró al cielo, pensativo.

—Creo que deberíamos rendirnos, por ahora— opinó Severa— nunca conseguiremos encontrarla así, con ese poder suyo ¿Qué tal si vino a tomar timitio y luego se fue por el mismo puente que formó?

—Sí, eso es una posibilidad— concordó Bel.

—¿Y si está por aquí cerca?— contempló Morgana— Érica podría haberse ido a pie a otro lado. Podría seguir aquí en Kuhilomarg

—Se llama Kuhimolarg— le corrigió Severa.

—Eso es otra posibilidad— le concedió Bel.

—¡Tengo una idea! Ella es de ese nuevo mundo... ¿Cómo se llamaba? ¿"Abuela"?

—Madre— apuntó Bel.

—Sí, es una persona importante allá, por haber liberado a su mundo del Primer Noni ¿Qué tal si vamos allá y los obligamos a...

—No— la cortó Bel— es precisamente ese crimen por el que la estamos persiguiendo. No vamos a obligar a su pueblo a delatarla. Érica es una heroína allá, dudo que alguien quiera dar su paradero.

—¡Pero nosotros somos los buenos! ¡Está bien si lo hacemos un poquito!

—Nunca está bien y punto.

—¡Argh! ¡¿Por qué me saliste tan correcto?!— alegó Severa— ¡Así no se consiguen resultados!

—Nos ha ido bastante bien siendo correctos— observó el príncipe.

—Morgana está con Bel— lo apoyó esta misma— los caza brikas deben dar el ejemplo.

—¡No te pongas de su lado!

—Por eso Morgana cree que los caza brikas podrían pedir por favor— continuó— así no harán nada malo.

—¿Pedirles por favor que delaten a su heroína?— bramó Severa— Y juras que va a resultar.

Bel suspiró.

—Al menos es una posibilidad— dijo para aceptarla— es mejor que nada.

—¡Tiene que ser una broma! ¡Vamos a aburrirnos todo ese trayecto solo para que nos digan que no!

—Es lo único que tenemos. Vamos.

Bel pidió la cuenta. En poco tiempo se dirigieron al estacionamiento donde tenían su nave. Abrieron la puerta para entrar, pero al hacerlo se encontraron con un animalito blanco de cuerpo alargado.

—¡Eeeeeeek!— chilló Papel, juguetón.

—¡¿La mascota de Érica?!— saltó Severa.

—¡Qué lindo!— dejó escapar Morgana.

Bel frunció el ceño, no muy contento de verlo. Morgana fue a abrazarlo, pero Papel comenzó a dar vueltas para evitarla, quizás pensando que ella quería jugar. Morgana lo persiguió, pero Papel no la dejó tomarlo. Finalmente Morgana se detuvo y se sujetó la cabeza.

—Morgana está mareada— admitió.

—No necesitas tomar a ese animal roñoso...— le recriminó Severa— ¿Pero qué hace aquí? ¿Érica está cerca?

—¡Eeeeeeek!— volvió a chillar la mascota.

Morgana aprovechó su momento de distracción para sujetarlo con un látigo de nomitio calipso y llevarlo hasta su pecho, donde lo abrazó con cariño.

—¡Es tan esponjosito! ¡A Morgana le encanta!

Severa le acarició la cabeza.

—Es bastante suave. Entiendo que a esa chiquilla le guste.

Bel se le acercó y lo miró desde arriba con cara de pocos amigos.

—Papel ¿Qué haces aquí?— le preguntó.

Entonces el animal comenzó a chillar y a retorcerse, y se deslizó desde los brazos de Morgana casi sin esfuerzo. Inmediatamente echó a correr, rodeando la nave mientras chillaba.

—¿Querrá que lo sigamos?— se aventuró Severa.

—Eso me parece. Vamos.

Los tres fortemes lo siguieron, igualando su velocidad sin problemas. Papel corrió a toda prisa, giró hacia la calle y luego otra vez en la esquina. Describió un camino tortuoso entre calles, se metió en un callejón oscuro y finalmente dobló detrás de un basurero. Los brikas lo siguieron, pero al voltearse en el basurero, se encontraron con un puente; una espiral que hacía el espacio girar sin alterarlo en verdad.

—¿A dónde...— quiso preguntar Severa.

—Vamos.

Bel se adelantó y se metió dentro del puente sin vacilar un momento. Sus guardias, notando que su protegido se aventuraba al peligro, se apresuraron a acompañarlo.

Por el otro lado llegaron a un mundo en el que nunca antes habían estado; se encontraban en el mirador de un cerro, en una ciudad mayormente habitada por nonis, seguramente parte del imperio noni. Todo parecía normal, excepto por una persona sentada en la baranda que protegía a los turistas de un precipicio. Nadie más que los fortemes parecían notarlo, pero era imposible no verlo; ese hombre se mantenía equilibrado sin problemas sobre la baranda, y quizás más importante aun, estaba cubierto de pies a cabeza en blanca armadura.

Severa estiró una mano hacia el pecho de Bel, desconcertada.

—Oye, Bel ¿Ese no es...

—El Encadenador— terminó él.

—¡¿Qué?!— saltó Morgana— ¡¿EL Encadenador?! ¡¿El enemigo de Perka?! ¡¿Es él?!

—Solo había visto esa armadura blanca en fotos de libros prohibidos— comentó Severa— pero es él...

Bel comenzó a caminar hacia el dios. Ambas guardianas reaccionaron al instante y lo pararon en seco.

—¿Bel?— lo llamó Severa.

El príncipe se giró hacia sus guardias, ambas se alternaban entre mirarlo a él y al dios. Ninguna temía, pero esperaban una orden, inseguras de cómo proceder. Bel cerró los ojos para asentir.

—No vamos a pelear— les aseguró— síganme, voy a averiguar por qué nos trajo aquí.

Ambas brikas se miraron, aún inseguras, pero siguieron a su príncipe hacia el peligro como las guardianas que eran.

Los tres se acercaron al Encadenador, quien parecía muy concentrado mirando un cordón montañoso a la lejanía.

—Linda vista ¿No crees, Bel?— le espetó el dios al príncipe.

—¿Qué quieres? ¿Por qué nos convocas aquí?

El Encadenador dejó de mirar a las montañas para girarse hacia los guerreros.

—Están buscando a Érica ¿No?— dijo en un tono juguetón— Lástima que estén tan perdidos ¿No les gustaría que les diera un empujoncito?

Severa y Morgana fruncieron el ceño. Algo les olía mal de todo eso.

—¿Acaso sabes quiénes somos?— inquirió Severa.

El Encadenador se inclinó hacia ella.

—Sé quién eres, Severa Vasmena, y sé que buscan a una fugitiva.

—¿Y por qué quieres ayudarnos?— alegó el príncipe, cortante— tú, de todas las personas ¿Qué ganas con todo esto?

—¿Yo? Nada, al menos no directamente. Es solo que creo que ya está lista para un buen desafío.

Bel abrió los ojos de par en par, iracundo. En un segundo se acercó y lo agarró de los hombros.

—¡¿Vas a condenar a t...

—¡Silencio!— exclamó el Encadenador.

Bel siguió moviendo la boca, sin decir nada, sin emitir ningún sonido. Al percatarse de esto, el mismo príncipe soltó al dios y se llevó una mano a la garganta. No podía decir nada, pero parecía molesto.

—¿Lo hechizaste?— observó Severa— ¡Maldito! ¡Así que también eres un mago!

Ambas sacaron espadas y mazas de nomitio y arremetieron contra él, pero el Encadenador desapareció justo antes de que sus armas consiguieran tocarlo. Entonces volvió a aparecer a un lado de Bel, sobre quien dejó reposar su brazo como si fueran amigos de antaño.

—Te dije que tuvieras cuidado con lo que decías, principito. No puedes andar contando mis secretos a todo el mundo— alegó— te dije que habría graves consecuencias si propagabas el secreto ¿No? Menos mal que te detuve, o habría tenido que matar a una de tus amiguitas ahora mismo ¡Qué tragedia!

Bel apretó la mandíbula, pero no dijo nada. Severa y Morgana se mantuvieron listas para saltarle encima a la menor oportunidad.

—Te devolveré la capacidad de hablar y te apuntaré a Érica— indicó el Encadenador— Ustedes irán y cumplirán con su trabajo de apresarla, nada más ¿Les parece bien?

Bel se giró a él, confundido.

—Puedes darme un "sí" o un "no" con la cabeza— le recordó el dios.

Bel gruñó en silencio, pero se resignó y terminó asintiendo con la cabeza. El Encadenador de inmediato le dio palmaditas en la espalda para felicitarlo.

—¡Ese es mi chico!

—¡No soy tu chico!— exclamó el príncipe, tras lo cual se dio cuenta que había recuperado la voz.

De inmediato se giró para atraparlo, pero el Encadenador había desaparecido por completo.

—¡¿Dónde se fue?!— alegó Severa— ¡Recién estaba aquí!

—¿No creen que sea uno de esos... fantasmas?— inquirió Morgana.

—¡Maldito desgraciado!— bramó Bel.

Miró en todas direcciones, pero no consiguió encontrarlo. Entonces se detuvo. Advirtió que abajo, en su pecho, algo brillaba; era una cadena. Bel intentó tomarla en su mano, pero solo consiguió atravesarla como si se tratara de un holograma. A pesar de esto, la cadena se mantenía fija en su pecho y se extendía indefinidamente hacia... Bel dio media vuelta, la cadena continuaba hacia las montañas.

—¿Bel? ¿Qué fue todo eso?— quiso saber Severa— ¿Has hablado antes con el Encadenador? ¿Qué es eso de un secreto?

—Es... no es algo que pueda contarles— explicó— ya saben, habría "graves consecuencias". Ese desgraciado infeliz puede hacer lo que se le dé la gana, después de todo.

—¿Qué haremos ahora?— se quejó Morgana— ¡¿Qué haremos si la emperatriz se entera de que tuvimos al Encadenador tan cerca y no pudimos ponerle un dedo encima?!

Bel le acarició la cabeza para calmarla. Morgana lo miró hacia arriba, más segura.

—Yo lidiaré con la emperatriz. Odio tener que decir esto, pero por ahora no tenemos más que seguirle el juego: debemos ir y apresar a Érica por sus crímenes.

—Siento que nos estamos metiendo en un buen lío— comentó Severa— pero si hay un equipo que puede enfrentar esto, somos nosotros.

—¡Sí! ¡Aunque tengamos que luchar contra un dios!— bramó su compañera.

—Muy bien. Caza brikas: vamos por nuestra siguiente presa.

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