24.- Solo Completa la Misión (1/4)


Después de unos días de cazar monstruos juntos, Bel se había ido nuevamente a trabajar, pero Érica estaba bien; iba a visitar a los abuelos casi cada semana. También se atrevía a salir de su zona de confort cada tanto tiempo para buscar equipos de cazadores a los que ayudaba en sus misiones de niveles menores; así no se sentía tan sola.

Había transcurrido un mes desde que comenzó a ir a las ruinas; los monstruos eran realmente fuertes, muchos de ellos podrían acabar con batallones completos sin problemas. Al principio había sido duro, pensó varias veces en mantenerse en zonas de 4 estrellas para entrenar ahí y prepararse mejor para las ruinas, pero si no se arriesgaba, nunca conseguiría hacerle frente al Encadenador. Por eso persistió. Incluso generó un puente hacia estas; había escondido ambos extremos con rocas enormes para evitar la mayor cantidad de monstruos posibles atravesando de las ruinas a la jungla. Lo bueno es que con eso había disminuido su tiempo de transporte por varias horas.

Los monstruos de las ruinas seguían siendo horriblemente fuertes y la mayoría de los días que iba allá, apenas conseguía luchar por media hora antes de tener que huir para salvar su vida, pero al menos había ido mejorando; al principio le había costado un mundo derrotar un solo monstruo por su cuenta. El resto del día se lo pasaba sanando, descansando o entrenando el arte de la wea.

Cierto día, luego de derrotar a dos monstruos en las ruinas, Érica volvió a la jungla para continuar entrenando. Como le había instruido Bel, se paró frente a la roca y le mandó un golpe limpio, solo que evitó tocarla. No se valía hacer trampa con su timitio, debía romperla con su "cuerpo etéreo": moldear su cuerpo en una dimensión alterna específica, de tal manera que este se arrojara como un chorro a través de su puño. Lo malo es que no había una forma fácil de explicarlo; su cuerpo debía entenderlo, sus músculos, cartílagos y huesos, más que su mente. Érica había esperado que de casualidad fuese una especie de genio con mucho talento para usar la wea y que podría dominar la técnica en tiempo récord, pero no fue el caso. Lo intentaba una y otra vez, por horas en cada sesión, sin resultado, tal y como le había dicho Bel. Al menos sabía que no era la única a quien le costaba.

Después de tres horas de intentarlo ese día, bajó el brazo para hacer un descanso. Pensó que quizás cazar un monstruo le ayudaría a despejar la mente, así que se puso a buscar.

Al poco de ponerse a caminar, un monstruo primate apareció desde unos árboles al costado y le saltó encima. Érica alzó un puño para darle un cachuchazo y matarlo de un golpe, como había hecho con tantos de su tipo.

—¡Cuidado!— exclamó una voz.

Antes de que Érica pudiera eliminar al monstruo, una ráfaga de metralla lo impactó por un lado y lo decapitó. Érica se hizo a un lado para que el cuerpo del mono pasara de largo.

Entonces aparecieron cuatro cazadores desde donde surgió la metralleta. Érica no les prestó mucha atención y trató de continuar con su camino.

—¿Estás bien? ¿Eres una cazadora?— le preguntó uno de ellos, un volir, con su voz andrógina de volir.

Era raro verlos en Hosilit, pero no es que le interesara a ella.

—¡Se dice gracias!— alegó una chica naga, desde atrás.

—No les voy a robar la presa— gruñó Érica de vuelta, deteniéndose.

—Vamos, seguramente ella es otra cazadora— dijo el volir a la naga.

—Oye, un momento— alegó un humano pelirrojo— ¿Ella no andaba celebrando con el Héroe Legendario después de que él mató a ese Señor del Volcán?

—¡¿Qué?!— exclamó Érica.

—No lo sé, no me fijo en los seguidores del Héroe— bramó la naga.

—¡¿Cómo que el Héroe mató al monstruo?! ¡Yo le di el golpe de gracia!— alegó Érica, acercándose al grupo.

—Ah, claro. Típica seguidora— se burló la naga, con las manos en las caderas— tratando de robarse el crédito de su líder.

Érica trató de hacerla entender, pero un segundo más tarde se dio cuenta que no tenía por qué importarle la opinión de esa naga cualquiera. Aun así, no le gustaba mucho que no le dieran el crédito que se merecía.

—Pero si estaba celebrando con el Héroe, entonces seguramente lo acompañó en esa pelea ¿No?— adivinó el volir— ¿Cuántas estrellas tienes, señorita?

Érica lo miró. A diferencia de sus compañeros, ese volir parecía tener buenas intenciones: era un hombre joven de piel celeste y melena azul oscuro atada en un moño, con bonitos y valiosos aros en sus orejas, ropa protectora de alta calidad y ningún arma visible, solo frasquitos de distintos colores. No la pasaría por más de 5 años.

Lo acompañaban una naga robusta de escamas color marrón y torso atlético, que llevaba dos pistolas a los lados; un noni entrado en edad, cargado con varias armas de fuego y cara estoica; y un humano pelirrojo, también robusto, panzón y armado con una pistola, una metralleta y un francotirador.

—¿Para qué quieres saber?— inquirió Érica.

—Estamos buscando gente fuerte para ayudarnos con cierta tarea: de 4 estrellas o más, para ser exactos.

Érica abrió los ojos de par en par, sorprendida. Todos los grupos de cazadores que se había encontrado hasta el momento llevaban a cabo misiones en zonas de hasta 3 estrellas.

—Parece complicado ¿De qué se trata?

—Lo siento, es confidencial. Solo podemos comunicárselo a quienes acepten ir con nosotros.

Érica se pasó una mano por el pelo, hastiada con ese secretismo.

—Está bien, soy de 5 estrellas— admitió al fin.

—Claro, y yo soy el Héroe Legendario— bramó la naga.

Érica sacó su tarjeta y mostró la ubicación y detalles de las últimas presas que había escaneado. Naturalmente, varias de ellas eran de las ruinas. Los cazadores se quedaron boquiabiertos.

—¡Es una cazadora de 5 estrellas de verdad!— exclamó el hombre pelirrojo.

—¿Cómo te llamas, señorita?— le preguntó el volir, ansioso.

—Érica Sanz ¿Y tú?

El volir procedió a ignorarla para darse la vuelta y encarar a su grupo.

—¡Es Érica Sanz! ¡Sabía que me sonaba de algo!

—¡¿La brika forteme?!— exclamó la naga.

El noni, que hasta el momento se había mantenido callado, cruzó los brazos y la miró con una sonrisa de emoción. Érica había visto esa misma sonrisa en muchos de ellos, eran las ganas de enfrentarla que se le salían por los ojos.

El volir se le acercó y la tomó de las manos.

—Señorita Sanz ¿Podría considerar la petición de este pobre cazador? Todo lo que quiero es que nos ayude a encontrar una antigua armágida.

—¿Otra más?— alegó.

—¿Has visto más armágidas?— se extrañó la naga— yo no he visto ninguna.

—Yo tampoco— se lamentó el noni.

—Ni yo— agregó el pelirrojo.

—Yo solo conozco de esta por libros— admitió el volir.

—Da lo mismo. Si quieren ir a una zona de 4 estrellas, lo tendrán muy difícil. Aunque yo frecuente las ruinas, proteger a cuatro personas más está por sobre mi capacidad. Quizás hasta me saldría más fácil completar el trabajo.

El volir rio y le restó importancia con un gesto.

—¿Estás loca?— alegó el volir, su tono un poquito más alto de lo que Érica habría querido— Yo mismo debo sacar esa arma de su lugar o no estaré seguro de que es la correcta. Además, conocemos el riesgo bien.

—¡Sí, somos cazadores de 3 estrellas!— se pavoneó la naga.

Érica suspiró. Algo le decía que debía marcharse mientras pudiera, pero seguro solo era el estrés de tener que lidiar con gente nueva. Pronto se le pasaría. Con lo introvertida que era, necesitaba forzarse un poco para conocer a gente nueva.

—¿Cuánto me pagarían?— quiso saber.

Los demás se miraron las caras, de repente nerviosos.

—¿Por qué conversar de precios ahora mismo? ¡Esos solo son detalles!— dijo el volir para restarle importancia— ¿No tienes sentido de la aventura?

Érica se dio media vuelta.

—¡Espera, espera!— el volir la tomó de un brazo para detenerla— ¿Qué tal 50.000 puños?

Érica se detuvo y lo miró hacia atrás.

—Eso hago con cualquier monstruo de 5 estrellas— le hizo ver.

—¿Qué tal 100.000? ¡No puedo pagarte más que eso!

—No me interesa— alegó ella, sin dejar de caminar.

—¿Y qué tal un rumor sobre los encadenados?— ofreció el pelirrojo.

Érica se detuvo otra vez y se giró a verlo. El único otro humano tenía una cara redonda y amigable, pero una mirada astuta.

—¿Cómo...

—Dejaste un anuncio solicitando información de los encadenados ¿No?— confirmó el pelirrojo— pues yo tengo información.

—No me interesa cualquier tipo de información. Más te vale no jugar conmigo.

—Oh, descuida. Es información importante, como la ubicación de una de sus bases de operaciones.

Érica abrió los ojos de par en par, sorprendida.

—¿En serio? ¿Tienes esa información?

—Tengo un conocido entre sus filas. Lástima que no quieres aceptar la misión. Quizás encontremos a otro cazador dispuesto a ayudarnos.

Érica lo miró un par de segundos para analizarlo, pero ya había tomado su decisión.

—Iremos, tomaremos la armágida y volveremos— demandó— no habrá desvíos innecesarios. Yo los ayudaré, pero no me hago responsable de su seguridad. Me pagarán todo por adelantado

—El dinero te lo podemos dar antes, pero la información será después— regateó el pelirrojo— una vez todos hayamos cruzado las puertas del pueblo.

A Érica no le gustaba la manera en que ese hombre había tomado las riendas de la negociación, pero lo que decía no le parecía malo.

—Está bien.

—¡Excelente, Rigrez!— lo felicitó el volir.

—Lo que sea por usted, jefe.

El volir estiró su mano. Érica estuvo a punto de estrecharla, pero se detuvo. El volir intentó tomársela, pero ella lo esquivó con un movimiento rápido.

—¿Cómo se llaman?

—¡Oh, eso! Mi nombre es Iprito, Mago Iprito Xestra, de la familia Xestra.

—¿Qué tipo de magia haces?— quiso saber Érica.

—Electricidad, como toda la familia Xestra. Puede que no lo parezca, pero soy muy diestro en combate.

—Ahá— Érica miró a los demás.

—El humano se llama Rigrez, como ya oíste— lo presentó el volir— es muy inteligente y gentil. Puede usar bien todas las armas que lleva. La naga es Zarean, se especializa en combate cuerpo a cuerpo. El noni se llama Tukek y se le dan bien las armas pesadas.

—Ahá ¿Y por qué buscan esa armágida?

—Eso es confidencial— la paró Rigrez, el pelirrojo.

—Está bien, Rigrez. Ella se nos unirá— lo calmó Iprito, el mago volir— Verás, Érica, busco esa armágida como regalo para mi prometida.

—¡¿De verdad?! ¡Qué romántico!— exclamó Érica, sorprendida.

—Sí, bueno, lamento decepcionarte. No es tan romántico como crees— le corrigió Iprito— es más una obligación. Es eso o perder toda mi fortuna y mis tierras. Mi familia necesita unirse a la de mi prometida, es solo eso. Ay, la vida de los nobles a veces es tan difícil. Cómo me gustaría ser alguien más simplón como ustedes. En fin ¿Ya te decidiste?

Le tendió la mano otra vez. Érica estaba a punto de abrir la boca para preguntarle por la contradicción en su lamento, pero supuso que no era algo con lo que tuviera que molestarse, la verdad. Esperando lo mejor, estrechó la mano del mago.

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