17.- La Dama de Hielo (1/4)
Érica se despertó, se fue a duchar, luego se vistió y bajó a desayunar.
No sabía qué más hacer.
No tenía muchas ganas de seguir con su trabajo, ni de vagar por el pueblo, ni de nada. Había tenido la posibilidad de reencontrarse con su papá otra vez y se la habían quitado.
Entonces recordó sus palabras: "tira de mi cadena y nos reuniremos".
Todo se acabaría; la pelea con el Encadenador, los misterios, la rabia, la frustración de saberse débil a pesar de los meses entrenamiento. No tendría que pensar en nada de eso nunca más.
Sacó esa cadena otra vez, acercó su mano para tomarla, pero se detuvo ahí. En cuanto tirara de ella, todo acabaría; toda su aventura con Liliana y Arturo, las amistades que había hecho en Nudo; todo su esfuerzo del último año sería en vano. Se quedó un buen rato ahí, pensando si hacerlo o no. Quería ver a su papá, quería verlo y dejar al Encadenador atrás por fin...
Pero sabía que ese resultado solo le frustraría; volver a un mundo en donde casi nadie la quería, huir de su pelea contra el Encadenador; se arrepentiría por el resto de su vida.
Salió a caminar para despejarse un poco. Vagó por Hosi-01 sin un rumbo fijo, pero en ese pueblo militar no había mucho que hacer que le gustara a ella, pronto sus pies la guiaron a las pocas fuentes locales de entretención; una placita al medio, una tienda con curiosidades que cambiaba sus productos cada cierto periodo, el supermercado... y eso era todo.
Volvió al hotel, pero se detuvo en el trayecto; no quería repetir la misma rutina de siempre antes de volver al trabajo, quería hacer algo distinto. Pensó un momento en sus posibilidades.
Así que fue a dejar sus compras al hotel de todas maneras y salió de inmediato antes de ponerse muy cómoda. Recordó las palabras de Arturo sobre buscar gente nueva. No tenía ganas de hacerlo, especialmente en ese momento, pero nunca tenía ganas. Quizás si se forzaba, luego se sentiría mejor. Con eso en mente, fue al edificio de recepción y se dirigió al panel con los avisos de cazadores.
El suyo seguía ahí, donde lo habían dejado por primera vez.
Ya había buscado anuncios sobre reclutamiento antes, pero ya había transcurrido una semana desde que lo hizo y no sabía cuáles habían caducado y cuáles no. Esta vez eligió ahí mismo; la mayoría llamaban a gente para hacer equipo para matar monstruos, unos pocos otros eran para intercambiar información o proveer de apoyo en un grupo, no todos eran necesariamente para pelear.
Luego de varios minutos de contemplarlos, sus ojos se posaron en una solicitud para un cazador de 4 estrellas que los ayudara a explorar uno de los templos escondidos del área 173, un área marítima de 3 estrellas.
—Nunca he ido al mar de Hosilit— pensó— un templo submarino se oye interesante.
El plazo de cierre de inscripciones terminaba el día siguiente. Érica apretó el aviso holográfico para poner su nombre en los comentarios.
—Tendré que esperar un día— pensó.
Con eso ya no podía salir otra semana a un lugar lejano como las montañas nevadas, incluso ir al pantano era una lata si tenía que estar lista a la mañana siguiente. No, lo mejor antes de salir en una expedición era descansar, así que sin planearlo mucho, se había ganado otro día de descanso.
—¿Y qué hago entremedio?
Podía ir a jugar juegos o a ver películas. No tenía muchas ganas de masturbarse en ese momento. Sin embargo, antes de volver, recordó a los viejitos de Nudo: Limpack y Guruy. Se preguntó cómo estarían, si la extrañarían. Ella se llevó una mano a la cabeza, se preguntó si la recibirían tan bien como antes si se aparecía de sorpresa. Luego recordó por qué los evitaba: para disminuir las probabilidades de matarlos... pero ambos se veían tan contentos y expectantes de volver a verla, y hasta tenían preparado un botiquín con pociones por si acaso. Más encima, Limpack era un médico.
—Pero nunca puedo estar completamente segura— se dijo.
Pero quería verlos de nuevo. Tenía todas las ganas del mundo de ir y visitarlos. Raras eran las ocasiones en que alguien se alegraba con su presencia, se preguntó si ellos lo hacían por cordialidad o porque de verdad les gustaba. Fuera lo que fuera, al menos a ella le caían bien.
Así que decidió ir. Aunque fuera solo para saludar y conversar unos minutitos. No perdía nada.
Fue por su moto voladora y partió hacia el puente que conectaba con Nudo. Desde ahí se dirigió a Jurtatto. Pensó que sería mal educado aparecer así sin más para que la alimentaran, por lo que pasó a comprar algo para comer, aunque no estaba segura de qué les gustaba. Compró un vino, no sabía si era bueno o malo, pero era el más caro que tenían en el supermercado. También se llevó unos alfajores. Como ella ganaba mucho y no gastaba tanto, y además los precios eran más bajos en Nudo que en Hosilit, el total le pareció casi nada.
Con su ofrenda lista, se dirigió a la casa de los ancianos. Por suerte los encontró viendo una película. Ambos se alegraron de verla y la invitaron a pasar. De inmediato pusieron la mesa y tomaron una cena mediana, seguida de un juego de mesa fácil de entender.
Érica se aseguró de tener el botiquín cerca en todo momento, incluso se lo colgó del cuerpo con un gancho de timitio. A los ancianos les pareció bien.
Mientras jugaban, ambos le preguntaron sobre su vida. Érica les explicó un poco acerca de su día a día en Hosilit.
—¡Increíble! ¿Y ya eres de 4 estrellas?— resaltó Limpack, el noni, inclinándose sobre la mesa con sus gestos exagerados de siempre.
—Sabía que eras una muchachita especial, mi niña— le espetó Guruy, muy tranquilo.
—Y con razón. No me imagino cómo es luchar contra monstruos de ese tipo— comentó Limpack— ¿Cuál es el más grande que has enfrentado?
—Debe ser el gólem— recordó ella.
—¡¿Un gólem entero?!— exclamó Limpack— ¡¿Cuántos de tu equipo sobrevivieron?!
—No, no hago equipos, al menos no hasta ahora.
—No me digas ¿Lo enfrentaste tú solita?— se lamentó Guruy.
—¡¿Lo mataste tú sola?! ¡¿A un gólem?!— celebró Limpack.
Érica solo pudo reír ante su entusiasmo.
—Cielos. Nunca he visto un gólem en la vida real— comentó Guruy.
—Yo vi uno muerto, una vez. No me imagino cómo se sentirá pelear contra ellos ¿Te rompió algún hueso?
—Jeje, no. Quizás un mes antes lo habría conseguido, pero he estado entrenando mucho. Es el motivo principal por el que me estoy quedando en Hosilit.
—¿Entrenar?— se extrañó Guruy.
—Ah, para derrotar a ese Encadenador del que nos hablaste la otra vez ¿No?— recordó Limpack.
—Aún me cuesta creer que hayas visto al Encadenador— comentó Guruy— ¿Estás segura de que no es un mago muy poderoso haciéndose pasar por él?
—Vamos, amor. No pongas en duda a la niña.
—Sí, lo sé, es que no quisiera que lo confundiera. El Encadenador es un dios, pero ella habla de él como si fuera una persona.
—No sé qué es— admitió ella— solo sé que tiene poder sobre las cadenas y que es sumamente poderoso. Si es el mismísimo Encadenador de la religión o solo un tipo disfrazado, la verdad me da lo mismo.
Entonces mostró las cuatro cadenas que le salían del pecho. Los ancianos la miraron con las bocas abiertas.
—Yo tengo cierto control, me contaron que una porción del poder de las cadenas fue traspasado a mis genes desde mis antepasados. Mi papá también tiene esta porción. No es un control absoluto como el Encadenador, pero al menos me muestra a las personas con quienes estoy conectada.
Pasó un dedo sobre cada una de las cadenas, que flotaban en el aire y se desmaterializaban a unos metros lejos de ella.
—Estas dos me conectan a mis amigos, los que les mencioné antes— dijo apuntando a las cadenas de Liliana y Arturo. Luego apuntó a otra— esta me conecta con mi papá.
Ignoró la primera, pues no tenía información relevante que darles.
—Desde hace unas cuantas semanas he estado transportándome sin querer a donde están mis amigos. Estas cadenas crearon puentes que me llevaron a ellos mientras dormía. Fue por eso que los conocí a ustedes; volvía a Hosilit después de visitar accidentalmente a Liliana— y les mostró la cadena que la conectaba con ella, aunque para ellos solo se trataba de otra cadena más.
—¡¿Es por eso que estabas en la carretera?!— exclamó Limpack.
—Vaya, qué suerte la mía— comentó Guruy.
—Cosas que ocurren, supongo. Después, esta otra me llevó con Arturo. Al principio fue raro despertar en un mundo distinto, pero luego me pareció entretenido. Pensé que iba a poder visitarlos cuando quisiera, pero...
—¿Sucedió algo?— se extrañó Guruy.
Érica se pasó una mano por la cara, sin muchas ganas de recordar el suceso. Pero sabía que ambos ancianos la escucharían y respetarían sus sentimientos. Por ese motivo decidió compartir con ellos su episodio amargo.
—Ayer desperté en un lugar de Nudo al que nunca había ido. Ninguno de mis amigos estaba ahí, sino que el Encadenador.
Ambos viejos abrieron los ojos de par en par.
—¡¿También estás conectada con él?!— exclamó Limpack.
—No, o no sé. Él es el dios de las cadenas, después de todo. No me extrañaría que estuviera conectado a toda la red de mundos— suspiró mientras ordenaba sus pensamientos— el asunto es que peleamos otra vez. Perdí, como siempre, pero esta vez él aprovechó de quitarme el Poder de la Reunión: el poder de ir a ver a mis amigos.
Alzó un puño para golpear la mesa, pero se contuvo al recordar que estaba en la casa de Limpack y Guruy.
—Después me mandó de vuelta a Hosilit. Dijo que... dijo que iba a matar a mi papá, pasara lo que pasara.
Se apretó la cabeza con ambas manos.
—¡¿Qué se supone que haga?! ¡He estado entrenando todo este tiempo, peleando con sus vasallos y arriesgando mi vida y la de mis amigos para enfrentarlo, pero no siento que haya avanzado nada!
—Ay, mi niña...
Guruy estiró uno de sus largos brazos para acariciarle un hombro. Limpack, que estaba al otro lado, hizo lo mismo.
—¡Es que no sé! ¡¿Debería esconderme?! ¡¿Debería rendirme?!— alegó la muchacha.
—Eso depende de lo que quieras, es tu decisión— le espetó Guruy— pero si hay algo que he aprendido en mi vida, es que a veces el progreso no es fácil de ver, y ciertamente no es una línea recta.
—¡Es que no he avanzado nada! ¡Me derrotó igual de fácil que la última vez!— alegó ella.
Ambos ancianos se miraron, pensando en cómo animarla. Esta vez Limpack lo intentó.
—Ahora que recuerdo, habías mencionado que al principio en Hosilit estuviste harto tiempo en el área de tres estrellas ¿No? ¿Y ahora no estás en un área de cuatro estrellas? Eso es progreso.
Érica lo miró, pero agachó la cabeza al instante.
—Sí, he progresado, pero sigo sin acercarme a su nivel— alegó— y no sé si algún día lo consiga.
—¡Pero has progresado!— remarcó Limpack— Como dice mi cariñito, el progreso muchas veces es difícil verlo, pero está ahí. Puedes seguir avanzando, hacerte aun más fuerte. Créeme, eres joven y estás llena de energía. Con cada pelea obtendrás más experiencia, entrenando te harás más fuerte; viviendo conocerás gente y te harás amigos, y algunos de ellos te darán una mano con tus problemas ¡Incluso para pelear contra un dios! Ya encontraste a dos ¿O no?
—Mi corazoncito tiene razón: puedes seguir creciendo, pero para eso no puedes rendirte. Si quieres darle su merecido a ese brabucón, deberás entrenar muy duro y pedir ayuda de gente fuerte, y quizás no lo consigas ¡Pero no por eso puedes dejar de intentarlo! ¡Lo peor que puedes hacer en la vida es rendirte cuando aún puedes seguir luchando por lo que quieres!
—¡Eso mismo!— exclamó Limpack— ¿Sabes? Yo era malísimo en el colegio ¡Me iba fatal! Tuve que esforzarme un montón para entrar a la escuela de medicina, y apenas pasé, pero lo logré. Luego, para pasar de curso en la universidad fue aun más difícil. Me di cuenta que necesitaba mejorar como estudiante, hacerme más fuerte, así que entrené a mi manera; encontré técnicas de estudio que me ayudaron, programé mi tiempo y prioricé las materias que me convenía estudiar ¡Y al final me titulé! Salí como el peor de mi generación, pero me titulé de todas maneras.
Érica se lo quedó mirando, desconcertada.
—¿Fuiste el peor de tu generación?— preguntó extrañada.
—Ahora es un buen médico. Trabaja bien, te lo aseguro— lo defendió Guruy— pero tiene razón; solo porque algo es difícil o no te va bien, no significa que es imposible. Aunque no lo veas, siempre tendrás una posibilidad de triunfar si sigues esforzándote.
—¡Sí! ¡Que se vaya a la mierda ese Encadenador!— exclamó Limpack.
—¡Corazoncito! ¡Estamos frente a una niña!— le recordó Guruy.
Érica resopló una risita.
—¡Sí, que se vaya a la mierda!— repitió, y golpeó la mesa con suavidad— ¡Tienen razón! ¡No me puedo rendir! ¡Haga lo que haga, lo único que no puedo hacer es rendirme!... no puedo rendirme hasta que vuelva a ver a mi papá...
Esbozó un puño y se lo quedó mirando, pensando en el día en que lo hundiría en la cara del Encadenador. Mientras hubiese aire en sus pulmones, aún había una posibilidad de salvarse a ella y a su papá de ese desgraciado dios.
Levantó la cabeza y miró a ambos ancianos.
—Gracias, a los dos. Necesitaba hablar de esto con alguien... ustedes son buenos escuchando.
—Por supuesto, mi niña— le espetó Guruy.
—Siempre que quieras— le aseguró Limpack.
Érica les sonrió.
Pasaron el resto del día hablando sobre la experiencia de Érica con el Encadenador; ella les describió todo lo que había ocurrido, hasta el momento en que la mandó de vuelta a Hosilit. Los viejos escucharon con atención, Guruy se lamentó en las partes más tristes, mientras que Limpack estalló con rabia en las partes que más le enojaban a la chica. Pasaron así casi hora y media, y para cuando terminaron, la muchacha ya no tenía necesidad de relatar nada más.
Para relajarse, comieron pastelitos con té y se fueron a ver una película romántica, una mucho más cercana a los gustos de Érica que otras películas que había visto en Nudo.
Justo en esa película había una escena en que los protagonistas asaltaban una base enemiga. Eso le dio una idea.
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