13.- El Demonio Invencible (2/3)


Tal y como con las áreas anteriores, poco a poco fue acostumbrándose a recorrer las montañas nevadas y a pelear con los monstruos que las habitaban. No por nada era una zona de 4 estrellas; los monstruos eran aun más peligrosos y difíciles de cazar que cualquiera que hubiera visto en Hosilit. Quizás no eran tan peligrosos como una manada de territi, pero se les acercaban bastante.

Antes de darse cuenta, Érica ya había pasado más de tres meses por sí sola entrenando en ese mundo.

Cierto día de descanso, luego de regresar de una expedición de una semana en las montañas nevadas, se despertó, se sentó en su cama y se quedó mirando la habitación del hotel. Un sentimiento de falta la embargaba; era algo que venía sintiendo desde hacía tiempo, que venía creciendo poco a poco. Recién esa mañana consiguió entender qué era: se sentía sola.

En toda su vida no se había sentido tan sola; cazar monstruos, comer algo rico, comprarse un juego que le gustaba, ver una buena película, nada se sentía cómodo. Era como si estuviera agotada y necesitara descansar, pero todo el piso a su alrededor estuviera hecho de brasas ardientes. Necesitaba salir de eso, reconocía que necesitaba salir de eso, pero no podía hacerlo; sus amigos estaban entrenando cada uno por sus lados y no quería interrumpirlos porque ella simplemente "quería verlos" ¿Cómo podría? Tampoco es como si solo tuviera cruzar la calle para verlos; Arturo estaba en una universidad en Nudo de la que no sabía nada y Liliana ni siquiera sabía dónde estaría, buscando la ciudad de fantasmas. Tampoco tenía a nadie esperándola en Madre.

Pensó en Raquel. Se preguntó si habrían podido seguir siendo amigas, si tan solo no le hubiera aplastado la cabeza... pero Raquel la odiaba para ese punto, así como todo el colegio. Pensó en Joaquín y los molestosos de su grupo, en Mamá Oso, incluso en el director Labadié y los líderes de Madre; gente que la odiaba o que quería usarla como propaganda. No, nadie la esperaba en Madre...

Entonces pensó en las familias de Liliana y de Arturo. Pero se sacudió la cabeza.

-Me recibirían como una visita, pero ni siquiera nos conocemos- pensó- además, sería mejor interactuar lo menos posible con ellos; odiaría hacerles algo por accidente.

Pensó que, solo porque sus amigos habían decidido arriesgar su propia salud en beneficio de su amistad, no quería decir que sus familias tuvieran que exponerse.

Pensó en su papá y sus ojos comenzaron a lagrimear. Recordaba haberlo abrazado luego de derrotar a Tur en Madre, pero ni ella sabía qué había sido; si una memoria, si un sueño, si la realidad. Se preguntó: si se habían visto, por qué habían vuelto a separarse. Recordaba que en ese momento le había parecido obvio, pero intentando recordar, no conseguía encontrar la lógica en ese pensamiento.

Quería quitarse esa soledad, quería huir de ella, pero no tenía cómo. Era un manto de lava que no se despegaba con nada, que la consumía y prometía hacerla sufrir cada minuto de su miserable vida.

En ese momento sintió una patita en su mejilla. Al girarse, advirtió a Papel. Este abrió la boca como para chillar, pero apenas le salió un hilo de voz. Érica lo miró, sorprendida, luego lo tomó en sus brazos y se recostó. Papel no se retorció, no intentó deslizarse, solo se quedó ahí con ella, acompañándola.

-Gracias, Papel- le dijo.

No recordaba cuándo había sido, pero estaba casi segura de que con sus amigos habían dicho que un entrenamiento de 6 meses sería suficiente. Después de eso podían volver a juntarse y continuar su búsqueda. 6 meses en total no era tanto.

-Solo me queda la mitad. Vamos, no es tanto- se dijo.

Ese día no hizo mucho. Le tocaba descansar, así que fue a un restaurante que le gustaba, uno callado y sobrio, donde los meseros solo le tomaban la orden y se la servían, sin meterse más en su vida. Luego fue a ver el tablero de anuncios, donde aún estaba puesta su solicitud de información de los encadenados.

Se paseó por Hosilit, pero no había mucho que hacer para personas como ella; chicas introvertidas que no sabían interactuar bien con extraños. Papel se quedó todo el día con ella. Se comportó bastante bien, para ser él; no correteó mucho a su alrededor ni comenzó a chillar de la nada, simplemente se mantuvo sobre sus hombros y bajó de cuando en cuando para caminar a su lado.

-¿Qué te pasa, Papel?- le preguntó Érica en la noche, en su habitación- ¿Estás enfermo? ¿Tienes una herida?

Lo revisó por si acaso, pero no le parecía que tuviera nada. Su pulso estaba como siempre, su respiración parecía normal, su aliento apestoso no había cambiado, su nariz estaba húmeda.

-Eeek...- musitó él en respuesta, en un tono bajo, casi triste.

-¿Estás así por mí?- inquirió ella.

Se preguntó si de alguna manera él podía percibir sus sentimientos. Luego advirtió que seguramente no se veía muy contenta y que cualquiera intuiría su estado de ánimo. Papel era un animal bastante inteligente, seguro se daría cuenta.

Esa noche se acostaron juntos. Érica apreciaba su compañía enormemente, pero un animal no era una solución definitiva a su soledad y ella lo sabía bien: aún le dolía no poder compartir sus experiencias con nadie, simplemente guardarse todo, trabajar cansada y descansar deprimida. Necesitaba huir, pero no podía. Huir a algún lado.

Cuando se estaba quedando dormida, sintió a Papel deslizándose entre sus brazos suavemente para irse. Quizás necesitaba ir al baño, quizás desaparecería por varios días más. No lo sabía.

-Extraño a mis amigos- pensó por enésima vez.

Pensó en las noches que compartían juntos, en cómo se habían acostumbrado a dormir en la misma cama como algo natural. Extrañaba sentirlos con ella.

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De pronto notó el ruido de alguien más a su espalda. Al girarse, vio a una chica que no conocía, una lonte de pelo negro, haciendo una cama. No había mucha luz, pero ella estaba vestida. Érica estaba muy dormida para hacer sentido de cualquier información, así que se volvió a dormir, aunque la escuchó saliendo con cuidado de no molestar.

Se durmió otra vez.

Cuando volvió a recobrar la consciencia, notó una respiración junto a ella; una respiración acompasada y tranquila de alguien que duerme. Más importante aún, era una respiración que ya había oído antes. Abrió un ojo y levantó el cuello. Apenas despierta, notó la cara de Liliana junto a la suya.

-Claro, es ella- se dijo.

Y volvió a dormir.

No supo cuánto tiempo transcurrió después de eso. Para cuando volvió a abrir los ojos, la cantidad de luz en la habitación era prácticamente la misma. Su mente comenzó a despejarse, sus párpados se volvieron menos pesados y poco a poco se despertó.

Aún sin querer moverse de donde estaba, examinó la habitación a su alrededor: no era la misma habitación de su hotel, sino que una con dos camas de una plaza. Cada lado tenía artículos personales muy distintos, seguramente de las chicas que dormían ahí. La otra cama ya estaba hecha y sin nadie ahí, mientras que en la misma cama en donde se hallaba Érica, también estaba Liliana.

La brika se preguntó qué rayos habría ocurrido, pero la duda no le duró ni tres segundos en la cabeza. No le importaba, Liliana estaba ahí con ella, no podía pedir más. Ya podrían arreglar los detalles en otro momento.

Poco a poco se fue despejando, hasta que sus ojos se abrieron completamente. Aun así, estaba tan cómoda y contenta de tener a su mejor amiga ahí a su lado que no quiso moverse. Simplemente ver su cara redonda le quitaba la mitad de ese manto doloroso que había estado cargando por tanto tiempo.

Liliana abrió los ojos un par de veces, aún demasiado dormida para entender qué ocurría. Se giró al otro lado, quizás pensando que estaba soñando. Pero después de unos minutos se despertó también, se giró de vuelta y se la quedó mirando, desconcertada. Érica no pudo hacer más que sonreír de oreja a oreja. Ver a Liliana mirándola al fin sentía que comenzaba a vivir otra vez.

Esta estiró su mano para tocarle la cara. Sus dedos calientes hicieron cosquillas en su mejilla y transmitieron su calor por todo su cuerpo. Érica se regocijó en su fortuna, como alguien que no ha comido en tres días haría al encontrar un sándwich en perfecto estado. No era suficiente para saciarla, pero era un comienzo y lo extrañaba más que nunca.

-¿Érica?- preguntó Liliana.

-Hola, Lili- contestó con una voz ronca- ha pasado tiempo.

Liliana se mostró bastante sorprendida. Érica lo entendía, ella también lo estaba, solo que no le importaba tanto. Después de un minuto de sobresalto, Liliana se calmó, consiguió entender que no había peligro inminente y siguió a Érica de vuelta a la cama.

Luego de que se les fue todo el sueño, Liliana le explicó que se encontraban en Tezcat un el mundo bajo el control de la organización que Liliana había estado buscando: Krux Tavoi.

-¿O sea que lo lograste?- preguntó Érica.

Liliana sonrió.

-Se podría decir que sí- contestó.

Pasó a explicarle que se había convertido en una sombra, aunque aún estaba en entrenamiento. Érica, contenta, la abrazó y la tumbó, chillando de la emoción.

-¡¿O sea que estamos en la ciudad fantasma?!

Liliana le sonrió con confianza.

-Bienvenida a Penumbra.

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Después de su reencuentro, se levantaron y se vistieron, o al menos Liliana se vistió. Érica dormía desnuda, sobre todo en Hosi-01, dado que en esa región de Hosilit todas las noches eran cálidas y húmedas, y ella no podía dormirse si tenía la más mínima prenda puesta. Liliana pareció aproblemada, por lo que Érica se cubrió las partes íntimas con timitio. Entonces su amiga se la quedó mirando, descolocada.

-¡Ah, verdad que puedes usar tu timitio!- exclamó ella- ¡¿Y lo usas de ropa?!

-¿No es genial?- se vanaglorió Érica.

Liliana le pidió hacer una falda para mirar el proceso, que Érica le concedió sin problemas. Mientras Liliana examinaba su ropa de timitio, Érica la miró hacia abajo y observó que se comportaba tal y como recordaba; era la misma Liliana de siempre, con sus mismos gestos, tonos de voz y preocupaciones. Era la misma chica que había elegido viajar con ella a pesar del peligro y el dolor, que había celebrado con ella y la había consolado en momentos débiles.

Entonces Liliana subió la mirada y sus ojos se encontraron. Érica se dio cuenta que se la había quedado mirando como tonta, por lo que dio un paso atrás, esperando no incomodarla. Por supuesto, no lo hizo.

Se dirigieron así al comedor a tomar desayuno, hablando sobre cómo les había ido en esos meses en que no se habían visto. Liliana le contó un poco sobre los amigos que había hecho ahí, también le dijo que había conocido a alguien de quien estaba segura era uno de los anillos del Encadenador. Lo primero que pensó Érica fue que podían ir y derrotarlo juntas, pero Liliana de inmediato explicó que prefería no enfrentarlo de momento, pues confiaba en él. Érica esperó que Liliana no estuviera siendo engañada, pero no necesitó meditarlo ni un segundo; si ella decía que ese sujeto no le haría daño, entonces estaría bien. Érica no conocía a nadie más capaz para juzgar a la gente que su amiga, salvo quizás su papá.

Listas con eso, pasaron al comedor y desayunaron tranquilas. Después se pusieron en marcha a comprar ropa, pues Liliana no iba a dejar que Érica anduviera por el frío clima de Tezcat solo con timitio para cubrirla. En ese momento se hallaban en la Academia, al parecer la única academia de toda Penumbra. Érica no podía creer que estaba en la ciudad fantasma; con todo lo que debió costarle a Liliana llegar, y ella simplemente se aparecía.

En el camino Liliana le presentó a dos de sus mejores amigos ahí en Penumbra: uno era un pico grande y forzudo, de plumas rojas, que le gustaba ejercitarse y medir su fuerza. El otro era un sirivi gruñón que alegaba a la gente por ser unos "infieles" que no seguían a su amo y señor, el "gran Gamborar", el mismo sujeto malvado que planeaba destruir la red de mundos, enemigo acérrimo de Gilql16, el Héroe Legendario. Ambos eran bastante excéntricos, pero no tuvo problemas congeniando con ninguno, quizás porque estaba predispuesta a que le caerían bien por ser amigos de Liliana.

El pico rojo realizó una pequeña competencia de fuerza con Érica y le mostró algo bastante curioso: cuando ambos se estaban empujando, él levantó sus pies y expulsó un extraño brillo de estos, lo que generó un impulso extra. Lo llamó "la wea", cosa que las niñas encontraron muy chistoso. La wea era una especie de arte marcial, no muy conocida. Érica no vio más que eso, pero el asunto se le quedó dando vueltas en la cabeza.

Cuando llegaron a la tienda de ropa se encontraron con otro amigo más de Liliana. Este se trataba de un volir muy carismático, de actitud pilla y cara delicada. Invitó a Érica a pasear por la ciudad y por unos momentos esta se sintió muy afortunada.

-¡Un chico me está coqueteando!- pensó, emocionada.

Sin embargo, poco después se le ocurrió sujetar un bus que se alejaba, para que no lo perdieran. Esto terminó asustando al volir, quien se retiró dando excusas rápidas. Liliana se vio desilusionada de la actitud de su propio amigo, pero Érica ya estaba acostumbrada a que la gente le temiera, por lo que simplemente lo dejó ir tranquilo.

En vez de su amigo volir, Liliana la llevó ella misma a una cita por Penumbra. Se dirigieron primero a un hermoso bosque con árboles de hojas de todos los colores, luego a comer a un restaurante con comida exquisita y también a una obra de teatro.

-¡Vaya! ¡No me esperaba que los fantasmas tuvieran todo esto!- exclamó Érica.

-¿Verdad? Una se espera algo tétrico y...

-Sí, y con monstruos, y fantasmas de verdad.

-¡Sí, exacto!

Ambas rieron.

Habiendo terminado la obra de teatro, regresaron a la Academia, pero en el camino pasaron por un edificio grandote, el más alto de ese mundo, llamado la Torre Oscura. Era un edificio con diversos usos, como por ejemplo, un mirador público.

En la cima hacía frío; por debajo se veían las luces de Penumbra iluminando las calles, por arriba se veía el cielo oscuro del mundo moribundo. No había mucha gente como para hacerlo incómodo. Érica decidió tomarle la mano a Liliana para sentir que miraba todo eso con ella en vez de simplemente a su lado.

-Es una linda ciudad- comentó- y tiene mucha actividad, justo como te gusta. Qué bueno que te tocara un lugar como este.

Liliana le sonrió de vuelta.

-Solo me da pena que no hayas podido hacer todo esto con Cecil- le espetó- si hay alguien que se merece a alguien que la quiera, eres tú, Érica.

Esta sonrió y la abrazó por el hombro.

-Como te dije, me basta con Arturo y contigo.

Liliana se la quedó mirando, embobada. En ese momento, ahí con Érica, sintió que podía hacer todo lo que quisieran, mientras estuvieran juntas. Quería hacerla feliz, quería arrancarse el corazón y entregárselo, únicamente para que tuviera una parte de ella que pudiera llevar consigo en todo momento; quería devolverle la felicidad que la hacía sentir cada vez que la miraba.

Entonces Liliana tomó una decisión y actuó sin dudar: sujetó la cara de Érica con cuidado entre sus manos, se paró de puntitas y la besó.

Érica se estremeció un poco, pero se mantuvo lo suficientemente firme para seguirle el juego. Después de unos segundos se separaron, Liliana expectante, Érica desconcertada.

-Lili...- musitó la brika, aún sin poder creer lo que había ocurrido.

-¿Te gustó?- le preguntó esta.

Érica asintió con energía. Liliana le dio otro beso, y luego otro más. Poco a poco la torpe forteme se fue acostumbrando, hasta que se le quitaron los nervios y consiguió disfrutar de las caricias de Liliana.

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