11.- Saciar su Curiosidad no es lo Peor que ha Hecho ¿Verdad? (2/2)
De su torso pasó a sus brazos; tomó sus bíceps y tríceps entre sus manos y los comparó al perímetro del anillo que formaban sus manos de chica. Los músculos eran tan grandes que apenas conseguía unir las puntas de sus dedos por ambos lados.
—Esto es para impresionar a las chicas ¿Eh?— pensó que le decía— pues a mí me impresiona. Se ve bien. Se siente bien.
Se imaginó lo fácil que habría sido coquetear con ese sujeto si lo hubiera encontrado en el bar de la discoteca y este le hubiera mostrado sus músculos para que los sintiera, nada más para romper el hielo, acercarse, sentir la piel del otro.
Miró otra vez la cara del noni, dormido con una expresión de dolor, seguramente por el golpe en su cuello.
—Claro, acabamos de pelear. Él es un criminal cualquiera ¿Qué estoy haciendo?
La muchacha apoyó ambas manos sobre sus rodillas para levantarse y salir de ahí, pero se detuvo.
Lo miró otra vez, con más detenimiento. Por su cabeza corrieron varias dudas: ¿Por qué un sujeto como él no coqueteaba con ella? ¿Por qué nadie así de apuesto la quería y la seguía y le declaraba su amor? Ni siquiera eso; un coqueteo en base a bromas habría bastado, quizás hacerse el molestoso, nada más para indicarle que él estaba interesado, que ella podía coquetear de vuelta con confianza.
—¿Y si en verdad no quiere ser un criminal? ¿Y si se despierta y se da cuenta que también le gusto, y comenzamos a vernos, y después de un tiempo me dice que me quiere? ¿Y entonces me encontraré con mis amigos y les presentaré a mi novio?— se cubrió la cara con las manos, avergonzada— ¡Qué vergüenza! Pero qué felicidad ¿Y si encontramos a mi papá y también se lo presento a él? ¿Cómo se llevarían los dos? ¿Se harían amigos porque ambos me aman? ¿O quizás se ponen celosos el uno del otro y se pelan por mí? ¡Entonces yo tendré que detenerlos! ¡No, no se peleen por mí! ¡Los quiero a ambos!
Claro que todo eso se cumpliría únicamente si ese sujeto se enamoraba de ella, lo cual sería difícil. Érica sabía que lo más probable es que no volvieran a verse, pero ya se sentía tan cercana a él ¿Por qué no podía quererla de la misma manera?
Se apoyó un poco más en su pecho, reposando su brazo en él. Era un pecho amplio, seguro que ella podría acostarse encima sin problemas.
Se quedó pensando en esta idea por un segundo. Se le ocurrió probarla.
Con cuidado, acercó su cabeza a los pectorales del noni y se apoyó encima. Al principio intentó no cargarlo con todo su peso, pero poco a poco fue cediendo más, relajándose. Él era un hombre alto y fuerte, después de todo; podría con una señorita como ella.
Sentir su calor en la cara se le hizo extraño, alienígeno. Era una sensación que no acostumbraba.
—Así podría ser.
Se permitió imaginarse al sujeto queriéndola, acariciándole la cabeza, despertando así juntos, amándose el uno al otro. Esparció sus manos a través del pecho del noni, sintió sus relieves, incluso apretó un poco sus músculos. Se imaginó cómo sería hacer eso todos los días, acostumbrarse a esa sensación. No podía estar mal.
Con algo más de confianza, pasó una pierna por encima del hombre y dejó descansar todo su cuerpo sobre él. Recorrió de nuevo su brazo y su pecho con su mano. No se cansaba de sentirlo ahí con ella. También rozó su hombro, sus clavículas, su cuello, su quijada. Levantó la cara y se encontró con su rostro, ya más sereno, aliviado.
—Si nos hubiéramos encontrado en otra situación ¿me querrías?— le preguntó en su mente— si te hubiera salvado de un monstruo ¿me declararías tu amor? ¿Qué tal si me hubieras visto llegar a una fiesta con un vestido despampanante, como en las películas? ¿Qué tal si ambos nos hubiéramos visto envueltos en un viaje para salvar el mundo y hubiésemos confiado nuestra vida al otro a través de cientos de batallas? ¿Me habrías pedido matrimonio antes de la pelea contra el dios demonio del mal?
Le pasó una mano por la frente, acarició su pelo, sus orejas, sus cuernos. No se iba a despertar en ningún momento ¿Pero y si se despertaba en ese mismo instante y le gustaba verla ahí, tan confiada? ¿Y si eso era todo lo que hacía falta para conseguirse un novio apuesto como él?
Érica se acercó un poco más a su cara para verlo de cerca. Se detuvo justo encima, a centímetros de su nariz. Tragó saliva, roja al tenerlo tan próximo. Él había tratado de asaltarla, así que estaba bien si ella se aprovechaba un poco ¿No? Ni siquiera pensaba hacerle daño, solo...
Se acercó lentamente, cerró sus ojos y se encontró con sus labios. Lo besó.
Se quedó ahí un momento. Esperó que algo mágico ocurriera, pero no sucedió. Ella lo besaba, pero él no a ella. No le respondía de ninguna manera, solo respiraba por la nariz. Érica lo besó de nuevo, pero no ocurrió nada.
Se separó, algo desilusionada. Por todos los nervios que le había causado, besarlo no había significado tanto como se había esperado.
—Quizás tengo que buscarme a alguien despierto.
No podía creer que había pasado por todo eso para nada. Quiso culpar a ese hombre, pero él no había hecho nada esta vez; ella se había engañado sola.
—No puede ser. Tiene que haber algo que podamos...
Miró alrededor. Se fijó en los demás, pero ninguno de los otros hombres era tan apuesto como ese noni, ni siquiera se le acercaban.
—¿Y si lo despierto?— se preguntó.
Se fijó en su cara dormida otra vez, pero al hacerlo tendría que enfrentarse a la posibilidad de su rechazo. Quizás no le gustaba, quizás ya tenía otra novia, quizás ni siquiera le gustaban las mujeres o los humanos en general. La posibilidad de que no la quisiera por cualquier motivo era demasiado grande para arriesgarse, Érica no podía tomarla.
Miró un poco más alrededor, no por otros hombres, sino que al resto del cuerpo del noni. Se detuvo en sus pantalones. Nunca había visto los genitales de un noni naranjo.
Curiosa, se bajó del tipo y le quitó los pantalones lo suficiente para mirarlo. Su ingle estaba cubierta de pelo púbico como la de otros nonis. Su pene flácido colgaba encogido sobre sus testículos, sudorosos y apestosos. De repente, en las calles de Nudo había visto a uno que otro noni paseándose con las pelotas al aire, mostrando penes más grandes que ese, pero aquel no se quedaba corto de los actores porno humanos de su mundo. Fuera del tamaño que fuera, no le servía así de blando.
—Debería servirme si se pone erecto— se dijo ella.
Acercó una mano a la ingle del noni. Se detuvo antes de tocarlo, nerviosa. Fuera de peleas o por accidentes, nunca había tocado genitales de hombre antes, siquiera genitales de otra persona. No sabía qué iría a pasar.
—Está bien. Él me debe por haberme asaltado— se dijo para darse ánimos.
Así que, con su dedo índice, tocó la base del pene naranjo. Solo fue un toquecito, como si el contacto con esa región la fuera a quemar. Para su sorpresa, no se sintió muy distinto del resto de su piel, quizás más blando. También para su sorpresa, el pene no se puso erecto.
—¿Eh? Espera ¿Cómo se supone que funciona?
En toda la pornografía que había visto, el hombre siempre aparecía con el pene ya erecto y listo para meterlo donde quisiera. Recordaba haber visto penes flácidos en algunos videos, pero nunca se había fijado en cómo precisamente volvían a cobrar fuerzas.
—¿Tiene que estar despierto para que funcione?— se preguntó— no, tiene que funcionar solo. Estoy segura.
Pero por más que lo tocó con la punta de su dedo, no consiguió que se moviera. No podía hacer nada con ese hombre.
Se giró a mirarlo a la cara. Se imaginó tenerlo de novio y tener sexo con él siempre que quisiera, luego se acurrucarían en la cama y él le diría cuánto la quería. Eso es lo que ella deseaba. Sabía que no podría ser, pero le gustaba pensar en la posibilidad.
Si tan solo él pensara lo mismo.
—No me besas, no te excitas, no haces nada— le reclamó en su mente.
Se había quedado con las ganas de... ni ella sabía. Si hubiese conseguido que su pene se pusiera erecto, no estaba segura de si se habría armado con el valor de introducirlo dentro de ella. Quizás simplemente lo hubiera mirado, quizás hasta lo habría masturbado mientras él la masturbaba a ella. Eso no estaría mal.
Érica se fijó en los gruesos dedos del noni. Dos de ellos quizás serían mucho para ella, pero al menos podía comenzar con uno.
—Podría funcionar... con cuidado.
Tenía que intentarlo, al menos. Más nerviosa que antes, miró en todas direcciones para asegurarse que ahora sí no hubiera nadie mirando alrededor, luego se bajó los pantalones justo lo necesario y se acostó junto al noni, recostando la cabeza en su pecho descubierto, como si fueran una pareja. En esa posición le quedaba cómodo sujetar sus dedos y meterlos en su entrepierna...
—¡No! ¡¿Qué estoy haciendo?!— alegó.
Dejó la mano en el suelo, se puso de pie, se subió los pantalones y se alejó con cuidado para no despertar a nadie. Ahí no había pasado nada. Nada de nada.
Pero se detuvo antes de dar tres pasos. Érica se giró de nuevo hacia el noni, advirtió que su ingle seguía expuesta.
—Claro, no le subí los pantalones— se dijo— qué descuidada.
Se volvió a acercar al sujeto, se lo quedó mirando desde arriba. Ahora podía verlo entero: su pecho descubierto, su rostro bello y vulnerable, su pene a la intemperie.
Tomó su tarjeta y le sacó una foto.
—Esto es lo mínimo que me debe— se dijo a sí misma, excusándose.
Se guardó la tarjeta y se quedó quieta ahí un momento. Lo que había hecho estaba mal y nadie le había dicho nada, porque no había nadie para detenerla.
Nadie.
O sea que, si volvía a hacer algo malo, nuevamente nadie le diría nada.
Érica miró la mano del sujeto. Tragó saliva, nerviosa. Si hacía lo que se estaba imaginando, nadie lo sabría más que ella. El sujeto ni siquiera se daría cuenta.
Su cara estaba tan caliente que casi podía sentir vapor saliéndosele por las orejas. Érica se debatió unos momentos de si hacer lo que quería hacer terriblemente en ese momento o no hacerlo y nunca tener que confesarlo.
—¡Bah! ¡He hecho cosas mucho peores!— alegó.
Eso no le quitaba los nervios, pero le dio el valor suficiente para ignorarlos por un momento. Temblando, Érica se bajó un poco los pantalones, se acostó de nuevo junto al noni, tomó su mano y la acercó a su entrepierna.
Con movimientos precisos, tomándose todo el tiempo necesario, usó la yema de los dedos del noni para tocarse los labios vaginales. Al principio no fue más que un toque. Luego otro y tres más. Poco a poco fue acostumbrándose, con lo que se permitió rozarse por períodos más prolongados.
La piel curtida y viril del guerrero tenía una sensación muy distinta a sus propios deditos de señorita, pero el grosor no le hacía daño, así que se permitió aplicar algo más de presión. Comenzó a sentirse húmeda por adentro y sudorosa por afuera.
Finalmente se atrevió a meterse un dedo adentro. Tenía la cara caliente, bombeando sangre con tanta fuerza que podía sentir el golpe de sus latidos en el cerebro. Los nervios la llevaron a mirar en todas direcciones constantemente mientras se metía y se sacaba el dedo del noni. Lamentablemente este seguía dormido, por lo que no podía mantener su dedo rígido y se le hacía difícil meterlo y sacarlo fácilmente.
—¿Y si me meto dos?— se preguntó.
Con cuidado, intentó meterse el segundo dedo, pero el grosor de ambos chocó contra la cavidad de su vagina. Érica lo pensó mejor.
—Quizás... quizás dos de sus dedos son demasiado.
Uno era suficiente. Era un dedo grueso, de todas maneras.
Mientras usaba el dedo del noni para penetrarse, con la mano que le quedaba libre trató de masajear alrededor de su clítoris. Lo malo es que seguían siendo sus mismos movimientos, solo que a través de un objeto, en este caso la mano de alguien inconsciente. Lamentablemente, era lo mejor que tenía. Continuó moviéndolo de adentro hacia afuera, aumentando el ritmo poco a poco, nerviosa y mirando en todas direcciones, esperando que nadie la pillara.
A pesar de las circunstancias, sintió que el placer crecía con cada movimiento. Un repentino segundo de clímax la hizo emitir un débil gemido. Su vagina se comprimió aun más que antes y sus piernas comenzaron a temblar con mayor fuerza. Los nervios de que alguien la pillara la desconcentraron de su orgasmo, pero con eso se contentaba de momento. Había conseguido que un chico apuesto la masturbara. Eso era mucho más de lo que había soñado esa mañana.
Inmediatamente después de terminar, dejó la mano en el suelo, se puso de pie, se levantó los pantalones y se fijó una última vez en el noni. Le miró los labios. Se lo imaginó usando su lengua.
—¡No, Érica! ¡Ya basta!
Se marchó a toda prisa, patinando con su timitio más rápido de lo necesario para no mirar atrás.
A medida que transcurría el tiempo y su mente se iba despejando, se dio cuenta de lo que había hecho y la vergüenza que la abrumaría si alguien se enteraba de eso alguna vez.
—Tengo que llevarme este secreto a la tumba.
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