Capítulo 8
—¿Te ha pasado algo con Sephiroth? —Preguntó Reno cuando estábamos sentados a la mesa.
—Es que... Me da un poco de miedo —mentí, esa conversación debía tenerla en privado con Reno.
—Normal que te lo de, parece que te está mirando el alma en lugar de a los ojos —apoyó Cissnei. —Aunque el tío tiene su encanto, eso sí —esa frase me descolocó. Creo que Cissnei tenía algún extraño fetiche con los de SOLDADO.
—Lo que es ese tío es siniestro —respondí yo, consiguiendo que todos ellos me dieran la razón.
El desayuno terminó, sentía la mirada de Sephiroth sobre mí, y también la de Zack de vez en cuando, quien al salir de la cafetería me saludó con su muy típica sonrisa radiante y entusiasta. Reno y yo dejamos que los demás se marcharan antes que nosotros para poder hablar a solas aunque fuera un par de minutos.
—¿Qué ha pasado? —Cuestionó.
—Ayer no podía dormir y subí a la azotea —le dije.
—Y Sephiroth estaba ahí, ¿cierto? —Negué con la cabeza.
—Él llegó después de mí, me dio un susto de muerte —relaté.
—¿Y? No vayas contándome por trozos —me presionó mientras íbamos de camino al ascensor.
—Se ha dado cuenta de que le estoy evitando siempre que puedo. Y cree que fuiste tú quién me dijo que lo hiciera. Reno, ya te lo dije, sabe muchísimas cosas, más de las que aparenta —le dije, preocupada, Sephiroth estaba siendo un verdadero quebradero de cabeza.
Reno bajó la mirada, pensativo. Ambos estábamos igual. Tras unos segundos, soltó un suspiro pesado y negó con la cabeza.
—No te comas mucho el tarro, y si no puedes dormir, ven a mi habitación. La azotea es territorio de Sephiroth y sus compañeros —concluyó subiendo al ascensor, conmigo siguiéndole.
—¿Te refieres a Génesis y Angeal? —El pelirrojo asintió.
—Cuanto más lejos estés de Sephiroth y Génesis, mejor. Angeal es buena gente, pero los otros dos son más raros que un perro verde —aconsejó, a lo que asentí con la cabeza y abracé a Reno. Todo el miedo que había tenido ayer estaba saliendo a relucir ahora. Él dejó un pequeño beso en lo alto de mi cabeza y, con todo el pesar del mundo, me pidió que le soltara.
Me dolía, pero tenía razón. Estábamos en un ascensor que podía pararse en cualquier planta que hubiera entre la cafetería y la del despacho de Tseng.
Reno y yo nos despedimos al llegar a mi destino, y una vez en la oficina de Tseng, comenzó mi jornada, como todos los días desde que estaba aquí.
Cerca de las doce, Tseng me dio unos documentos para que los llevara al laboratorio del profesor Hojo, uno de los científicos de Shinra que, a mi parecer, estaba muy mal de la cabeza. Era un hombre mayor de pelo negro, con gafas redondas y que siempre iba andando encorvado y con una mirada macabra. Me daba miedo ir a su territorio, pero no creía que me fuera a hacer nada malo.
—¿Profesor Hojo? —Pregunté al entrar, el sitio me daba escalofríos con tanta cápsula y tantas cosas extrañas a mi parecer.
—¡Tú debes de ser la becaria de Tseng! —Ahí hizo acto de presencia él, acercándose a mí.
—Tenga, los documentos que había pedido —le entregué los papeles. —Si me disculpa... —Quería marcharme de allí cuanto antes.
—¡Un momento! —Me frenó, yendo rápidamente a dejar los documentos y coger otros. —¿Te importaría entregarle estos resultados a Zack Fair? Es de SOLDADO —Me dijo, extendiéndome un gran sobre marrón.
Me quedé mirándole, pero tomé el sobre mientras asentía con la cabeza.
—Sin problema, ahora, con su permiso —le dije, haciendo una pequeña reverencia.
Salí del laboratorio y tan pronto como llegué al ascensor llamé a Tseng.
—¿Pasa algo? —Preguntó él al otro lado.
—Necesito que me des el número de Angeal, el profesor Hojo me acaba de dar unos documentos para Zack, y dado que Angeal es su mentor seguramente sepa dónde está Fair —respondí.
—Entiendo, ahora te paso su número en un mensaje —accedió, cortando la llamada sin darme oportunidad de responderle.
Instantes después, el teléfono sonó, anunciando que tenía un nuevo mensaje, que contenía el número de Hewley. Sin dudarlo ni un instante, le llamé.
—Aquí Angeal —dijo seriamente al atender la llamada.
—Buenos días señor Hewley, soy Giselle, la becaria de Tseng.
—Buenas, dime Giselle, ¿necesitas algo? —Inquirió.
—¿Podría decirme donde se encuentra Zack? Tengo unos informes para él. Pensé que como usted es su mentor lo sabría.
—Prueba en las dependencias de SOLDADO, seguro que está holgazaneando en su cuarto, y si no está allí posiblemente esté en la sala común haciendo sentadillas —me dijo medio riendo.
—De acuerdo, muchas gracias.
—Sin problema —respondió amablemente, cortando la llamada.
Llamé al ascensor y, una vez dentro y tal y como Angeal me indicó, me dirigí a las dependencias de SOLDADO. Nada más bajar del ascensor, recordé que no le había preguntado a Hewley cuál era la habitación de Zack, así que me vi obligada a preguntarle a uno de los SOLDADO que se encontraban allí.
Este me lo dijo amablemente, y por un momento temí que pensara cosas que no eran, pero supuse que al ir con un sobre en la mano no llegaría a esa conclusión.
Al llegar frente a la habitación de Zack toqué la puerta, e instantes después me abrió. Tenía la respiración algo agitada y pequeñas perlas de sudor adornaban su frente. Sentadillas, seguro.
—¡Anda! Eres la becaria nueva, ¿no? —Asentí con la cabeza.
—El profesor Hojo me ha enviado para entregarle estos resultados, señor Fair —Zack me miró confundido.
—¡No me hables de usted por favor! —Exclamó despreocupadamente y con una radiante sonrisa en el rostro, poniéndome muy nerviosa. —¿Cuántos años tienes? ¡Seguro que tenemos casi la misma edad!
—Tengo 17 —respondí tartamudeando, entregándole el sobre. Por un breve instante, sus manos tocaron las mías, y juro que sentí una corriente eléctrica recorrerme de pies a cabeza.
—¡¿17?! Aparentas mucho más —en otras circunstancias su comentario podría haberme llegado a molestar, pero no me podía enfadar con Zack. —Yo tengo 21* —me quedé anonadada, ¡¿Zack tenía 21?! Aparentaba menos.
—Espero que no te moleste, pero pareces más joven —le dije, sentía que a él podía decirle las cosas tal cual las pensaba.
—Tranquila —su sonrisa era cálida y amable. —Y... ¿Cómo me has encontrado? —Rompió el silencio, sabía que debía irme, pero me gustaba charlar con Zack.
—Angeal me dijo dónde podía encontrarte —respondí.
—Ese viejo sabe hasta las veces que voy al baño —dijo riendo, contagiándome. —¡Te he hecho reír! Pensaba que tu no eras de esas —abrí los ojos como platos.
—¿Tan amargada te parezco? —Puse los brazos en jarra, fingiendo estar ofendida.
—No, no, es solo que siempre estás tan formal y eso... Además de que siempre comes con los Turcos y pues, ellos son muy serios y tal —se explicó.
—¿Serio Reno? No me hagas reír —le dije.
—Quitándole a él, los demás siempre tienen esa expresión seria, sobre todo Tseng —lo último me lo susurró.
—No lo sabes tu bien —reí. —Bueno, con tu permiso, iré a por más papeleo —le sonreí mientras me giraba para irme.
—¡Espera! —Me frenó tomándome de la muñeca, obligándome a volver a girarme sobre mí misma para mirarle.
—¿Sí? —Inquirí, su toque cálido me estaba haciendo sentir muy nerviosa.
—¿Cómo te llamas? No me lo llegaste a decir el otro día.
—Giselle, pero puedes llamarme Gissey —respondí amablemente, mas Zack no me soltó, así que clavé mis ojos en mi muñeca.
—Te suelto con una condición —vaya que era avispado.
—A ver, dime —le dije, ¿qué querría?
—¡Que me des tu número de teléfono! —Abrí los ojos como platos, Zack había sido muy directo. Me puse nerviosa, tenía que irme, y para eso me tenía que soltar.
*Sé que cuando Zack tenía 21 estaba junto con Cloud en el laboratorio del profesor Hojo, ya que estuve investigando y encontré que él muere con 23. Si tenemos en cuenta que pasa 4 años como espécimen de estudio, Zack entra al laboratorio con 19. En esta novela pasé por alto esto ya que pienso que es la mejor edad que puede tener para encajar con la prota (llámenme pedófila si gustan). Pero eso, que por favor no se enfaden ni me vengan a reclamar porque en este aspecto no sea canon.
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