Capítulo 34
No pude dormir esa noche, el recuerdo de la pesadilla de por la mañana me persiguió y atormentó durante toda la noche. Para cuando pude conciliar el sueño la luz del cuarto fue encendida, gruñí y me revolví bajo las sábanas, viendo entre legañas como Sephiroth ingresaba en la estancia. Me gustaría saber cómo es que él tenía la clave de mi cuarto.
—Buenos días querida Gissey —saludó, yendo hacia la cama y sentándose en el borde junto a mí.
—Hola —no estaba para nada de humor como para contestarle de buena manera, no había podido pegar ojo por su culpa.
—¿No has descansado bien? —Alzó una ceja, mirándome fijamente.
—Déjalo —musité, levantándome y yendo hacia el armario, cogiendo unos pantalones vaqueros pitillo, una camiseta blanca de manga corta con un chocobo amarillo en el centro y unas botas de estilo militar, sin olvidar un sujetador blanco.
Me metí en el baño para cambiarme sin siquiera dirigirle la mirada, cambiándome y saliendo tras haber peinado un poco mi pelo. Puse la cartera, el teléfono y mis llaves en un pequeño bolso que tenía y agarré una chaqueta bomber negra con un bégimo en ella.
—¿Nos vamos? —Pese a que siempre era él quién me mandaba a mí, esta vez decidí llevar la voz cantante, cuanto antes nos fuéramos antes volveríamos, imaginé.
Sephiroth asintió y se levantó de su asiento, siguiéndome fuera de la habitación.
Veinte minutos después nos encontrábamos en una refinada cafetería de la ciudad, en la avenida LOVELESS. El lugar tenía terraza, pero hacía demasiado frío para mi gusto como para sentarse ahí, así que simplemente pedimos una mesa dentro. Las lámparas, los manteles e incluso las sillas y las mesas eran lujosas, haciéndome sentir algo incómoda, este no era lugar para alguien que vestía o era como yo, sino para ejecutivos y gente rica de la ciudad.
—¿Qué te pasa? Miras todo como si fueras un búho —interrumpió el de pelo plateado el hilo de mis pensamientos.
—Este sitio es demasiado lujoso, yo no encajo aquí —admití, bajando la cabeza y hundiéndome en la carta, todo era carísimo.
—Tu encajas aquí, ya te lo dije, eres una rosa. Y las rosas son refinadas y caras. Mereces venir a un sitio como este —explicó mientras un camarero se acercaba a la mesa, reconociendo en seguida al general.
—Unas crepes y un café bombón para mí, por favor —pedí, el joven anotó todo en la pequeña libreta que llevaba.
—¿Y para el caballero? —Dirigió su mirada hacia el de pelo plateado, con palpable admiración hacia él.
—Unas tostadas francesas y un café americano —de nuevo el chico apuntó todo y se marchó.
—Tiene que ser duro eso de que te reconozcan —comenté, él se encogió de hombros.
—Es cuestión de acostumbrarse —iba a continuar hablando, pero un señor de traje, de unos cuarenta años y pelo negro muy bien peinado se acercó hasta nuestra mesa, había salido de una puerta junto a la barra, así que quizá era el dueño del local.
—¡Señor Sephiroth! ¡Es un placer tenerle aquí, espero y disfrute su estancia! —Sephiroth le dedicó una pequeña sonrisa de amabilidad.
—Sabes que siempre disfruto cuando vengo aquí, Maurice —respondió el general, tendiendo su mano al hombre.
En eso el chico de antes llegó con nuestros desayunos, y Maurice le puso la mano en el hombro.
—Que no les falte de nada, ¿vale Thomas? —El chico asintió, tendría que tener más o menos mi edad o la de Cloud, como mucho tenía los mismos años que Zack.
—Sí señor —me dio una pequeña sonrisa y se marchó.
—Bueno, os dejo solos, parejita. Bon appétit —y se marchó también.
La comida estaba espectacular, sin duda alguna las mejores crepes que había probado en toda mi vida, y ni hablar del café, que era millones de veces mejor que el de la cafetería de Shinra. Por su parte el de pelo plateado también parecía satisfecho con su comida, apenas mediaba palabra.
—Entonces, ¿eres amigo del dueño? —Él se encogió de hombros.
—Soy cliente habitual —respondió. —Además de una figura pública.
O sea, que la fama le daba ciertos privilegios, al menos yo lo entendí de aquella forma.
Una hora después nos encontrábamos en un también lujoso centro comercial de la zona, donde Sephiroth insistió en regalarme una chaqueta de pelo negro y una bufanda de la lana de mayor calidad de la tienda.
Sabía lo que estaba intentando: comprar mi perdón. Pero así no funcionaban las cosas, al menos conmigo. Algo como lo del día anterior no podría ser arreglado ni con el más caro y lujoso de los diamantes.
—Sephiroth, no quiero más regalos —sentencié, quedándome quieta en uno de los pasillos repletos de gente del lugar. —¿No lo entiendes? Para mí las cosas no van así —continué, él me miraba atento.
—Mereces todo esto —negué.
—Merezco que me respetes, no que me renueves el armario como si fuera una mera muñeca —susurré. —Quiero volver a la compañía —demandé, estaba cansada de ir de tiendas, además de que quería descansar para poder estar al cien por cien por la noche, durante la salida con Zack.
—Iremos a comer y después volveremos a Shinra —decidió.
Suspiré, menos daba una piedra. Recorrimos unas cuantas tiendas más y decidí comprarme un libro con algo de dinero que tenía. Sephiroth insistió en pagarlo, pero sin saber muy bien como logré que desechara la idea y me dejara hacer lo que yo quería por una vez.
Y obviamente comimos en un restaurante caro, especializado en todo tipo de comida oriental. Estaba todo delicioso, y lo cierto era que después de haber estado toda la mañana andando tenía mucha hambre.
—¿Te gustan los chocobos entonces? —Preguntó con una ceja alzada, señalando mi camiseta, yo asentí.
—Me resultan muy monos, pero nunca he tenido oportunidad de subir a uno —comenté apenada, quizá algún día podría salir de Midgar y visitar la granja chocobo. Algún día.
—Ya veo, no es que me hagan mucha ilusión esas aves, pero quizá podría considerar el llevarte conmigo a Gold Saucer o la granja chocobo. Quizá —no quería mostrar lo mucho que me había emocionado aquello, él no merecía disfrutar de mi alegría cuando se había regocijado de mi sufrimiento 24 horas antes.
—No suena mal —Tampoco había estado en Gold Saucer nunca.
Decían que era un lugar muy colorido y animado, tenía sentido siendo que era un mega parque de atracciones cerca de Corel del Norte. Tenía entendido que allí también se celebraban carreras de chocobos y espectáculos en vivo, tenía que ser un gran sitio, pero sinceramente el hecho de que Sephiroth fuera conmigo le quitaba gracia al asunto.
Tiempo después, cuando ya habíamos terminado la comida, decidimos volver a la compañía, cosa que agradecí, estaba deseando de llegar y tumbarme en la cama. Afortunadamente Sephiroth simplemente me dejó en mi habitación y se marchó de allí, mirando su teléfono, quizá llamando a Génesis o mandándole un mensaje para ir a entrenar. A saber, tampoco me interesaba mucho.
Nada más quedarme sola corrí al baño, necesitaba comprobar mi ropa interior. Había muy poca sangre, el daño no era muy grande, supuse. Suspiré aliviada, quizá ya no sangraría más.
Pasé la tarde tumbada en la cama, leyendo el libro que me había comprado esa mañana. Para cuando quise darme cuenta ya eran las nueve de la noche, así que me di una ducha, me arreglé bien el pelo haciéndome una coleta y dejándome el flequillo a un lado de la cara al más puro estilo visual key, me maquillé y finalmente me vestí, poniéndome unas mallas negras de cuero, un crop top ajustado del mismo color y la chaqueta que Sephiroth me había comprado esa mañana, acompañado todo de unas botas con tacón de estilo militar, con hebillas y tachuelas, todo muy estilo punk-rock.
Tras terminar de arreglarme asomé la cabeza y comprobé que nadie venía por el pasillo, saliendo apresuradamente hacia el ascensor, rezando por no encontrarme con Sephiroth por el camino. Llegué sin percances hasta la entrada del edificio, respirando aliviada una vez que estuve junto a Zack, quién vestía un pantalón negro vaquero y ajustado, una sudadera blanca y una chaqueta de estilo bomber negra, tal y como yo esa misma mañana.
—¡Wow! ¡Estás impresionante Gissey! —Exclamó al mirarme, tampoco era para tanto.
—No exageres Fair —le resté importancia, sonriéndole y sintiendo mis mejillas rojas como tomates.
—¡No exagero! ¡De verdad que estás genial! —Replicó ofreciéndome su brazo, el cual acepté gustosa.
Tenía la sensación de que iba a ser una noche muy agradable y sin complicaciones, y que por fin la vida me iba a sonreír un poco.
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