Capítulo 31

N/A: ❗Este capítulo contiene contenido sensible que para muchos puede ser desagradable y/o violento, así que lean bajo su propia responsabilidad. Quiero aclarar de paso que yo no soy partidaria ni mucho menos intento promover todo lo que están a punto de leer, y que siempre que se quiera hacer algo debe de ser de mutuo acuerdo.❗

Desperté a la mañana siguiente de forma espontánea y un poco desorientada. No sabía qué hora era, y parecía que Sephiroth se había metido en el baño a juzgar por el sonido de la ducha. Fue entonces que me di cuenta de que tenía las manos atadas por encima de la cabeza.

Alarmas de todo tipo se encendieron en mi cabeza, haciendo que me pusiera alerta. Miré hacia abajo, aún tenía la ropa puesta, pero a saber qué tenía planeado el de pelo plateado. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, tenía que conseguir desatarme y evitar a toda costa lo que fuera a pasar.

—Buenos días Gissey —su voz me dejó completamente de piedra, salía del baño con solo una toalla atada a la cintura y el cabello recogido en una coleta. Pasé saliva tan pronto como vi su sonrisa de satisfacción al ver la desesperación en mi rostro. —Relájate, solo vamos a pasar un buen rato —el deje de cinismo en su voz me dejó saber que estaba disfrutando de la situación.

—No hagas esto, Sephiroth. Por favor —supliqué, cada vez estaba más cerca de mí, era como un gran tigre arrinconando a un diminuto e indefenso ratón.

—Prometo que lo disfrutarás, querida Gissey —siseó en mi oído una vez que se sentó en la cama a mi lado.

Tragué saliva cuando me vendó los ojos, con lágrimas cayendo por mis mejillas. Estaba desesperada, incluso rogué que se detuviera, pero él hizo caso omiso a mis súplicas, incluso podía sentir como su sonrisa se ensanchaba ante mi desesperación y miedo.

Sentí sus piernas a cada lado de mi cadera, ahora sí que estaba completamente arrinconada. Pensé en darle un rodillazo, ¿pero de qué serviría? Él iba a ser más rápido y lo esquivaría, con suerte ni lo sentiría.

Se abalanzó sobre mis labios con fiereza, colocando una mano en mi mejilla. Pero lo peor fue cuando coló su mano libre por debajo de mi camiseta, tocando todo a su paso. Quería vomitar, me sentía sucia, como si yo solo fuera un mero objeto que él pudiera usar y manejar como él quisiera.

Finalmente se separó de mis labios y yo le supliqué de nuevo que se detuviera, pero lo único que conseguí fue que colocara una cinta en mi boca a modo de mordaza, atándola fuertemente por detrás de mi cabeza.

Las lágrimas se intensificaron, me sentía completamente indefensa e impotente, rogué que alguien interrumpiera toda aquella pesadilla, pero obviamente nadie llegó.

Sus manos eran hábiles y rápidas, y sin muchos preámbulos se deshizo tanto de mi camiseta como de mis pantalones y mi ropa interior, dejándome totalmente a su merced. Sentí como acunaba mis pechos con fuerza, pellizcando con maldad mis pezones. Gemía de puro dolor, estaba siendo muy rudo y bruto, ni siquiera Reno en sus momentos más salvajes me trató así.

Reno... mi llanto se intensificó en el mismo momento en que su imagen vino a mi cabeza. Ojalá fuera él quién me estuviera haciendo todo esto... Quería dar marcha atrás, volver al pasado, cuando no tenía estos problemas y simplemente me limitaba a estudiar y disfrutar con el pelirrojo.

Un tirón en mis piernas me sacó de mis pensamientos, sentía una barra muy cerca de mis tobillos, además de unos grilletes allí. Me estaba inmovilizando las piernas para que no pudiera cerrarlas en el momento crítico.

Pasé saliva una vez más, intentando mentalizarme de lo que vendría. Cuando supuse que me tenía lista como él quería empujó la barra hacia arriba y subió mis piernas, enlazando todo con una cadena que sentí que salía de mis muñecas.

No me esperaba eso de él, se le veía alguien dominante y todo eso, pero jamás pensé que le gustaran tanto este tipo de cosas. Un escalofrío me volvió a sacar de mis cavilaciones, provocado por una lánguida lamida en mi intimidad.

No pude reprimir el ahogado gemido que salió de mi cuando hizo eso, acallado por la tela de mi boca. Él sonrió ante aquello, poco a poco estaba consiguiendo lo que quería, por la fuerza, pero lo estaba obteniendo.

Tras un par de preliminares más llegó el tan temido momento para mí, pero dentro de lo malo me consoló el haber escuchado un envoltorio siendo abierto, se había puesto condón.

Fue bruto, entrando de una sola estocada en mí, con fuerza y hasta el fondo. Grité contra la mordaza, arqueándome mientras más lagrimas caían, la venda ya estaba completamente empapada. Sin tener en cuenta ese pequeño tiempo de adaptación, él comenzó a moverse fieramente, entrando y saliendo con fuerza y sin miramiento, solo centrándose en su propio disfrute.

Fue entonces que le escuché agarrar algo que tintineó en mi cuello, me había colocado su cinturón a modo de collar, como si fuera un perro. Tiró de la correa y sentí una dolorosa presión ahí, negándome el aire.

Ahí tuve verdadero miedo, ¿y si no controlaba su fuerza? ¿Y si no tenía en cuenta lo frágil que era un cuerpo normal?

Tras unos agónicos instantes soltó la correa y yo pude aspirar desesperada por la nariz, mientras él se movía con más rapidez y fuerza, bombeando sin piedad dentro de mí.

Dolía, dolía muchísimo, cada centímetro de mi cuerpo dolía y ardía, además de que la sensación de estar siendo usada no se iba, haciéndome sentir asqueada, como si yo solo fuera una simple marioneta o una prostituta.

No sabía cuánto tiempo había pasado, mi mente se había desconectado del mundo, no sabía si era la primera vez que llegaba al orgasmo o si ya había acabado más veces, pero sentí a Sephiroth desplomarse sobre mí, quitándome la mordaza y dándome un fogoso beso, colando su lengua en mi boca y enredándola con la mía, para luego dejar mis labios y dar un fuerte mordisco entre mi hombro y mi cuello, haciéndome soltar un quejido, había mordido con fuerza a propósito, para que todo el mundo pudiera ver que yo era suya y de nadie más.

Me había marcado como si no fuera más que ganado.

Más lágrimas silenciosas se derramaron de mis ojos mientras salía de mí, causándome un gemido de dolor. Me desató y luego procedió a quitarme la venda de los ojos, ganándose una mirada de odio por mi parte.

—No me mires así, tu lo buscaste al estar a solas con Angeal —rio, vistiéndose.

—Dijiste que me lo perdonarías —susurré con voz rasposa, me dolía la garganta debido a lo que me había estado haciendo.

—He recapacitado durante la noche —zanjó. —Te espero en la cafetería en media hora, querida Gissey —se acercó de nuevo a mi y yo me encogí cuando me agarró de la barbilla y me beso suavemente.

Tras eso se marchó de la habitación. El silencio era abrumador, quería llorar y gritar, pero ya no me quedaban lágrimas y mi voz se había quedado atascada en mi garganta.

Dolorida me levanté de la cama y me fui a la ducha, frotando sin descanso y con fuerza, como si así pudiera quitarme de encima la sensación de estar sucia y usada.

Me quedé ausente bajo el chorro de la ducha, agachada en cuclillas en el suelo, sintiendo como mis lágrimas caían de nuevo, habían vuelto. Lloré en silencio mientras intentaba bloquear el recuerdo de sus manos sobre mí, pero él me había vendado los ojos precisamente para que solo me acordara del tacto, para que mi cuerpo lo recordase.

—Bastardo hijo de puta... —sollocé, cada sílaba era como una sierra contra mi garganta.

Finalmente encontré las fuerzas para salir de la ducha, mirándome al espejo y soltando más lágrimas al ver el mordisco y el hematoma que se había formado alrededor. Había sangrado ahí, pero ahora la herida ya estaba prácticamente cerrada.

Con un suspiro me vestí y bajé a desayunar, él ya estaba en la puerta de la cafetería cuando llegué, esperando.

Estuve ausente todo el rato, miraba la comida con la mente en otro lado, removiendo de vez en cuando el café. Me sentía ida, como si mi cuerpo no fuera más que una carcasa vacía. Todo ruido y conversación sonaba lejano, sabía que los tres primera clase hablaban entre ellos, pero no oía realmente sus palabras.

La mano enguantada del de pelo plateado en mi mejilla me sobresaltó al rato, estaba quitando una lágrima que había escapado de mi ojo. Le miré, sus felinos ojos verdes me miraban de manera severa, instándome a detener mi llanto.

Un pinchazo en mi vientre hizo que gruñera, él había sido demasiado rudo y descuidado. Aparté la mirada de su persona y terminé mi desayuno, yéndome de allí en completo silencio.

Sephiroth fue tras de mí, logrando entrar al ascensor en el mismo momento en que las puertas se iban a cerrar. Retrocedí tan pronto como le vi, chocando contra la pared tras de mí segundos después.

—Gissey —me llamó, abalanzándose sobre mi y abrazándome. Parecía sincero, como si realmente estuviera arrepentido de sus actos.

—Está bien, fue culpa mía.

Y ese fue el principio del fin.  

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