Capítulo 30
Cuando terminé mi cena Sephiroth me acompañó hasta mi dormitorio y se marchó de allí, a lo que di gracias al cielo, aunque no las tenía todas conmigo de que no volviera, sinceramente.
Unos diez minutos después alguien tocó mi puerta suavemente, había llegado la hora de hablar con Angeal. Fui hacia allí suspirando y abrí, encontrando efectivamente al primera clase de pelo negro, cruzado de brazos con una expresión severa en el rostro.
—Pase Angeal —me hice a un lado y él ingresó a la habitación, tomando asiento en el sofá.
—¿Sabes por qué estoy aquí, cierto? —Asentí con la cabeza, sentándome en el borde de la cama, frente a él. —Empieza a hablar.
—Antes júreme que lo que le diga no va a salir de aquí y que no va a intervenir —espeté, si me iba a sincerar con él no podía dejar que nada se corriera por la compañía.
—Lo juro por mi honor como Soldado —alzó la mano derecha, en un gesto solemne. —Pero si considero que tengo que intervenir, lo haré —alzó el dedo índice.
—Puedo resolver todo sola, créame —insistí, no quería meterle en problemas.
—Eso dijiste la última vez, y te veo más apurada que entonces —reprochó, haciéndome bajar la cabeza. —Pero está bien.
—Verá, Sephiroth y yo hemos comenzado algo —empecé, sintiéndome asqueada. —Yo no quería nada con él, pero está como obsesionado conmigo —al darme cuenta de que eran palabras un tanto acusativas hacia Sephiroth, rectifiqué: —Angeal, sé que son amigos y tal, pero esta es mi versión, ¿de acuerdo? Espero y no le moleste lo que diga de él.
—Conozco a Sephiroth, es un poco egoísta y le gusta salirse con la suya, así como Génesis. Continúa —le quitó importancia.
—Bien. Verá, yo no pertenezco a Shinra, —él alzó una ceja, así que me expliqué: —yo no quería venir aquí, sino que me obligaron.
—Entonces Tseng sí es tu padre, ¿no es así? —Asentí con la cabeza. —¿Quién más lo sabe?
—Imagino que el director, su hijo Rufus y Lazard. Y Sephiroth... —susurré, desanimada. —No sé cómo se ha enterado. Él sabe muchas cosas de mí y me ha... —me quedé callada, no le podía decir que su amigo me estaba chantajeando.
—¿Y te ha amenazado o chantajeado? —Le miré exhalando, sorprendida.
—Yo...
—Joder... —Susurró. —¿Sabes cómo de gordo es el asunto? —Exclamó, nervioso y agitado.
—Nadie me creería si dijera que Sephiroth me está chantajeando, mira como se puso Cloud cuando dije que era un capullo. Todo el mundo le ama y le tiene en un pedestal. Me tacharán de puta y de querer arruinar su reputación —era la primera vez que me ponía a pensar en el asunto seriamente, y ahora me sentía incluso más agobiada.
—¿Con qué te chantajea? —Preguntó con tono calmado.
—Con contarle a Tseng mi pasado —Angeal no entendía, su mirada estaba totalmente confundida.
—Verá, Tseng estaba muy ausente y yo hacía lo que me daba la gana, incluido salir de fiesta y beber hasta ni saber mi propia identidad. Con Reno —el primera clase negó con la cabeza, rascándose la cabeza.
—¿El de los Turcos? —Asentí.
—Imagine cómo se pondría o lo que le podría pasar a Reno si Tseng se enterase de todo —no aguanté más y rompí en llanto. —Solo intento proteger a todo el mundo, todo esto es mi culpa Angeal, y como es mi culpa tengo que afrontar las consecuencias y arreglarlo yo misma —sollocé, la vida adulta me estaba viniendo grande.
—Tienes un buen razonamiento y mentalidad, además de una causa noble —comentó acercándose hasta mi y cobijándome en sus brazos. —Pero este asunto se te ha quedado muy grande, la bola es demasiado grande ya, Gissey. Tienes que hacer sacrificios.
—Dejarme pisotear por Sephiroth hasta que pueda llegar a un acuerdo con él —alcé la mirada, él negó.
—Yo sí te creo, y pienso ayudarte si decides contarlo —colocó sus grandes manos en mis hombros y apretó. —Y lo mismo con Zack y Cloud.
—No es suficiente —negué. —Un infantería y un Soldado de segunda clase, no es suficiente.
El mayor suspiró, también estaba en una encrucijada.
—No se preocupe, estaré bien. Sephiroth jamás me golpearía, él solo intenta, de alguna manera, conquistarme. Creo —Angeal negó.
—Él quiere tenerte para él solo. Dudo mucho que siquiera sienta amor o cariño por ti —bajé la cabeza, no encontraba salida que no implicase represalias por parte de Tseng o Sephiroth.
Y entonces la puerta se abrió, mostrando a Sephiroth. Mierda.
—¿Angeal? —Musitó el de pelo plateado.
—Vine a traerle a Gissey una cosa, ya me iba —me dio un último apretón en el hombro y se levantó. —Me pidió que le buscara esto para Tseng, por si no me crees —sacó un papel que llevaba doblado en el bolsillo del pantalón, era un informe de daños de la sala de entrenamiento que habían destrozado. —Además de esto —un pequeño blíster de pastillas. —Para su período —me puse roja ante eso, pero acepté las pastillas y el papel, dejando todo en el escritorio.
—Gracias Angeal —agradecí, viendo como se marchaba y me dejaba a mi suerte con la calamidad que era Sephiroth.
—¿Haciendo migas con Angeal? —Comentó, acercándose hasta el escritorio para examinar tanto las pastillas como la hoja de papel.
—Sólo ha venido a entregarme eso —señalé, encogiéndome de hombros. —Me cae bien, es buen hombre. Muy noble —pronuncié con cuidado mientras él se quitaba la larga gabardina negra y yo me acostaba en la cama. —¿Te importaría cambiarte en el baño? —Me sentía avergonzada de verle así, pero él obvió mi pregunta y siguió a la suyo.
Me di la vuelta tan pronto como se desabrochó los pantalones, no necesitaba saber cómo era su ropa interior.
Aún de espaldas a él, y siendo obvio que se acostaría conmigo, me pegué a la pared, dejándole sitio para que se tumbara. Y el maldito momento llegó, se acostó a mi lado tras apagar las luces del cuarto, pasando uno de sus brazos por mi cintura para pegarme a él.
Me sentía inquieta, no sabía si él iba a intentar algo conmigo o no, y sinceramente no me apetecía para nada, menos con él. Por una vez en toda mi vida tuve auténtico miedo de ser forzada a tener relaciones. Sephiroth era realmente impredecible, un completo desconocido todavía para mí, y tal y como había dicho Angeal minutos antes, le gustaba demasiado salirse con la suya.
Tragué saliva, preparándome para lo peor. Iba a ser una noche larga, estaba segura.
Pero afortunadamente no lo fue, ya que él simplemente se mantuvo aferrado a mí, de manera respetuosa.
—No estés tensa —me susurró al oído, poniéndome el vello de punta.
—¿No vas a intentar nada? —Pregunté con miedo, intentando controlar el temblor de mi cuerpo.
—Créeme que haberte visto con Angeal me ha hecho sentir un poco celoso, e incluso había pensado en ponerte un castigo —suspiré al escucharle decir eso, temiendo que algo malo pasara. —Pero creo que tampoco ha sido una falta tan grave, así que por hoy te voy a dejar escapar de mí —respiré tranquila por fin una vez que dijo eso, un indescriptible y agradable alivio me recorrió de pies a cabeza, era realmente calmante que hubiera dicho aquello.
—Gracias... —susurré, realmente estaba agradecida de que no mirase solamente por él, sino que, dentro de que me estaba obligando a mantener una relación, me respetara.
Fue entonces que cambió su mano de sitio, moviéndola hasta mi hombro y empujándome hacia él para que quedase colocada boca arriba y él pudiera mirarme a los ojos. Resultaba tan intimidante como siempre, él estaba apoyando su cabeza sobre su mano derecha, mirándome desde arriba.
—¿Sería mucho pedir que me agradecieras de otra forma? —Me quedé mirando sus felinos ojos, ¿qué quería exactamente que hiciera?
—¿Uh? —Él sonrío y se inclinó para juntar sus labios con los míos, con su mano en mi mejilla. Su toque se sentía extraño sin el guante de cuero, pero era igual de desagradable para mí.
Afortunadamente no duró mucho ni tampoco buscó profundizarlo, fue simplemente un beso suave, incluso con un toque tierno, algo que nunca imaginé que recibiría de él. De Reno quizá, pero no de Sephiroth.
Definitivamente era alguien demasiado impredecible y cambiante, y eso en realidad me aterraba, ya que jamás llegaría a poder saber con certeza su próximo movimiento. Jamás llegaría a poder leerle como si fuera un libro abierto, él se encargaría de ponérmelo difícil, muy difícil diría yo.
—Buenas noches —deseó, apartando un mechón que me caía sobre el rostro una vez que me giró para que quedara de cara a él.
—Buenas noches —dije de vuelta, sintiendo cómo pasaba su brazo derecho por debajo de mi cuello y el izquierdo por sobre mi cadera, pegándome a él.
Quedé cobijada en su pecho desnudo debido a su estatura, pero tampoco era tan incómodo. La verdad era que estaba contenta por el hecho de que hubiera decidido respetarme, no podía mentir.
Pero no me debía olvidar de que él era mi "enemigo", y no podía permitirme el pensar que era una buena persona, ya que él no lo era, por mucho que intentara persuadirme e intentarme hacer ver que así era realmente él.
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