Capítulo 3

Después de aquello, Reno me llevó a conocer las instalaciones, y, tras unas horas yendo de aquí para allá por la compañía, los pies me estaban matando, principalmente porque mi padre me había obligado a usar tacones.

—¿Queda mucho por ver, Reno? —Le pregunté, realmente cansada.

—Un par de cosas, ¿por? —Preguntó al volver a subir al ascensor, ya había perdido la cuenta de todas las veces que habíamos subido.

—Porque me matan los pies —acto seguido, y viendo que tardaríamos un poco en llegar a la planta correspondiente, me quité los tacones, haciendo que Reno me mirara divertido.

—Yo no le veo la gracia —refunfuñé. —Prueba tu a andar con esta mierda y después hablamos —le miré mal.

—No me río de eso —me dijo, mas yo alcé una ceja porque no le creía. —Bueno, vale, en parte sí. Pero también me río de que sigues siendo igual de enana, Gissey —entrecerré los ojos, siempre había odiado que Reno me chinchara por mi baja estatura; me daba rabia que mi padre fuera alto y yo no.

—Eres un imbécil, Sinclair —escupí, y él, viendo mi enfado, me agarró por la cintura desde atrás y se pegó a mí, pegando su rostro a mi oreja.

—Pero soy tu imbécil —susurró sensualmente en mi oído, logrando que todos y cada uno de mis cabellos se erizara.

—Reno... —suspiré, excitada, cosa que él notó y le hizo soltar una risilla mientras me apretaba un poco la nalga. —Ya te pillaré, Sinclair, ya te pillaré.

—¿Y qué vas a hacerme? —Me retó.

—Eso ya lo descubrirás —automáticamente, me solté de su agarre y me posicioné en la pared más alejada al pelirrojo.

—¿Ahora te doy miedo? —Me dijo haciéndose el ofendido por que me alejara. —Ya no te pongo, ¿verdad? Has encontrado a otro —eso último lo dijo de broma, lo sabía muy bien.

—No seas tonto, es solo que no me apetece que esto se pare y alguien nos pille —respondí, mirando de reojo la pantalla que decía el piso en el que nos hallábamos, ya quedaba poco para bajar, así que me puse de nuevo los tacones, desganada.

Finalmente, tras dos horas más, el tour por Shinra terminó. Era ya hora de comer, pero no quisimos arriesgarnos y le dije a Reno que volvería al despacho de mi padre. Él, algo cabizbajo, aceptó, dándose cuenta de que era lo más prudente que podíamos hacer.

Nos despedimos en el ascensor, abracé a Reno, aún sin creer que me había reencontrado con él. Al llegar al despacho de mi padre, toqué la puerta, y no fue hasta que escuché un "adelante" que abrí la puerta y entré.

—Te has tomado tu tiempo para que te enseñara la compañía —reprochó.

—Eres el primero que debería saber que esto es enorme —repliqué yo.

Mi padre me miró de soslayo, apartando la mirada de la pantalla del ordenador por una centésima de segundo.

—Ve a comer sola, yo tengo trabajo.

—Tienes que comer, pa... —ante su fija mirada, decidí corregirme: —Tseng.

—Pues lo haré más tarde porque ahora no puedo —dijo de manera seca y cortante. —Reno te ha enseñado a ir a la cafetería, ¿cierto? —Asentí con la cabeza. —Pues ya sabes, y cuando termines te quiero aquí, tienes que llevarle unos documentos al vicepresidente.

—Está bien. Ahora, con su permiso, me voy a comer.

—Hasta luego —el tono que empleó, totalmente falto de afecto me dolió, pero decidí ignorarlo, pensando en lo pronto que conocería al vicepresidente.

Fui nuevamente al ascensor, compartiendo transporte con una chica pelirroja y de ojos castaños. Supuse que pertenecía a los Turcos por su traje negro.

—¿Eres nueva en los Turcos? Tseng no nos dijo nada acerca de un nuevo miembro —me dijo amablemente, pero mirándome de pies a cabeza. Negué con la cabeza.

—He entrado como becaria —me limité a responder. —¿También vas a la cafetería? —Ella afirmó con la cabeza y pulsó el botón del ascensor antes de que yo pudiera siquiera acercarme al panel.

—Pobrecilla, los becarios son los esclavos de este siglo.

—No podrías haberlo dicho mejor —le di la razón, recordando que esa era mi manera de ver a los becarios.

—Si quieres, puedes sentarte conmigo y el resto de Turcos, seguro que no conoces a nadie —decidí omitir que Reno me había dado un tour por la compañía.

—No hace falta, no quisiera ser digamos... un pegote —le dije, seguro se me haría incómodo sentarme en una mesa con un montón de extraños, solo conociendo a Reno y sin poder mostrar cuan bien nos conocíamos.

—¿Un pegote? —Rió. —No seas tonta, ¡aquí todo el mundo es bienvenido en cualquier grupo! ¡Hay que ser compañeros, como una piña! —La chica me estaba cayendo bien, se notaba una persona alegre, amable y tolerante, además de sincera y cercana, quizá una de esas amigas que nunca te fallan. De igual forma, tampoco me iba a tomar muchas confianzas, más que nada porque no sabía cómo reaccionaría mi padre si se enterara de que hice migas con alguien de sus subordinados, ya fuera mujer u hombre.

Una vez llegamos a la planta de la cafetería, la pelirroja y yo bajamos del ascensor y fuimos a por unas bandejas, cogimos nuestra comida y fuimos a la mesa donde estaban todos los Turcos.

—He traído compañía —canturreó la muchacha al sentarse a la mesa y hacer que la imitase.

Todos los allí presentes posaron sus ojos en mí, fijamente, haciéndome sentir nerviosa.

—Hola, espero que no os importe —musité, realmente cohibida y viendo cómo Reno se aguantaba la risa.

—¡Para nada! —Habló el pelirrojo. —¡Los amigos de Cissnei son nuestros amigos! —Con que así se llamaba la pelirroja.

Me fijé en los allí presentes que no conocía, pero la joven pelirroja se me adelantó:

—Mira, estos son Reno —señaló a mi secreto mejor amigo. —Elena —esta vez se refirió a una mujer de cabello corto y rubio, de ojos castaños, quien tenía un semblante sereno.

—Un placer —me dijo la rubia amablemente.

—Ese es Rude —apuntó a un hombre ligeramente bronceado, calvo y con la barba recortada y cuidada, que portaba gafas de sol y que imponía muchísimo.

—Buenas —se limitó a decir.

—Y a mí ya me conoces, ¡soy Cissnei!

—Un placer conoceros a todos —sonreí tímidamente, sabía que no tenía que ganarme a Reno, pero sí al resto de los allí presentes.

La comida transcurrió mucho menos tensa de lo que yo esperé, todos y cada uno de ellos hacía lo posible porque yo me integrara, especialmente Reno, como es lógico. Cuando todos terminamos, Reno se ofreció a acompañarme al despacho de Tseng, ya que, según él, tenía cosas que hacer en esa planta, mas Rude no le permitió hacer eso, ya que dijo que tenían que entrenar, y que la sala de entrenamiento no estaba en esa planta.

Riéndome, me despedí de Reno; fuimos a un lugar alejado de los demás y allí me estrechó entre sus brazos y me besó fugazmente, no podíamos estar a solas mucho tiempo.

—Ten cuidado, ¿sí? —Le dije, no quería que se lesionara entrenando con la mole que era Rude.

—Descuida —me tranquilizó con su habitual sonrisa burlona y contagiosa.

Y allí me quedé, viendo cómo se marchaba con una sonrisa tonta en el rostro. Fue entonces que realmente me di cuenta de cuánto le había extrañado y cuan feliz era de volver a estar con él. Era preocupante, me sentía como si Reno fuera mi novio, cuando él no lo era ni de lejos. Supongo que eran cosas del reencuentro.

Acto seguido me dirigí al ascensor y fui al despacho de mi padre. Él se encontraba allí, y seguramente aún sin comer, pero decidí no decirle nada y limitarme a coger los documentos que debía llevarle al vicepresidente de la compañía.

—Vuelve cuando hayas entregado eso —me dijo antes de que saliera por la puerta, a lo que asentí.

Salí de la habitación y volví al ascensor una vez más, fui a la planta del despacho del vicepresidente y, una vez frente a la puerta del mismo, toqué suavemente.

—Adelante —se escuchó del otro lado, por lo que abrí la puerta.

—Buenas tardes —tartamudeé bajo su atenta mirada, que me ponía algo nerviosa. Rufus era un hombre rubio y de ojos verdes, seguramente alto, con traje blanco y semblante serio.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? —Me dijo amablemente ante mi notorio nerviosismo.

—Tseng me ha enviado para que le entregue estos documentos, señor —respondí, acercándome al escritorio de madera.

—De acuerdo, puedes dejarlos aquí encima, no hay mucho hueco —y era cierto, el vicepresidente tenía muchos más documentos sobre el escritorio, —pero me las ingenio para separar unos de otros. —asentí, dejando la pila de papeles. —Dígale a Tseng que tan pronto como los lea le llamaré, por favor.

—Está bien, no se preocupe, le haré llegar su mensaje —acaté. —Ahora, si me disculpa... —le dije, pidiendo permiso para retirarme, mi padre me había recalcado mucho eso.

—Antes de que te marches, eres la nueva becaria, ¿no es así? —Me frenó.

—Sí, señor —respondí.

—Bienvenida a Shinra pues... —dejó la frase colgando para que le dijera mi nombre, al tiempo que tendía su mano hacia mí.

—Giselle, mi nombre es Giselle.

—Un placer, Giselle. Espero que tu estancia aquí sea agradable —deseó sinceramente.

—Estoy segura de que así será, señor vicepresidente. Ahora, con su permiso, he de retirarme —dije, haciendo una pequeña reverencia hacia él.

—Permiso concedido, señorita —se despidió.

Tras esas palabras, me di la vuelta y salí de aquel despacho, todavía nerviosa por haber conocido al vicepresidente de la compañía en mi primer día de trabajo. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top