Capítulo 24

—Te escucho —le dije, con la voz temblorosa.

—Sé mucho de ti, aunque no lo creas. Sé algunos de tus secretos, secretos que te costarían muy caros si alguien que yo me sé se enterara de ellos —era un farol, tenía que ser un farol para meterme el miedo en el cuerpo y tener algo con lo que amenazarme.

—No sé a qué te refieres, yo no tengo nada que esconder —le miré fijamente a los ojos, con decisión.

—¿No? Veamos… ¿Qué hay entre Reno y tu? Sé que sois más que amigos, mucho más que eso —pasó el dorso de su mano por mi mejilla. —¿Qué más…? —Dijo pensativo. —¡Ah sí! Eres hija de Tseng, tu parecido con él es innegable. Bebes a pesar de ser menor, saliste de fiesta con Zack y Angeal la semana pasada, y volviste borracha como una cuba —¿cómo carajo sabía todo eso? Ahora sí le tenía miedo, pero miedo de verdad. —¿Cómo se tomaría tu querido amigo con derechos que salieras con alguien que no fuera él? O peor aún, ¿qué pasaría si Tseng descubriera que su inocente hijita del alma está liada con uno de sus subordinados y que además se dedica a salir de fiesta por Midgar y emborracharse hasta no recordar lo sucedido?

—No te atrevas a contarle nada —me escabullí como pude y le miré fijamente.

—Sabes el precio de mi silencio, de sobra —no tenía más elección que ceder ante su chantaje. Suspiré.

—No tengo elección —los ojos se me llenaron de lágrimas al tiempo que él se acercaba hasta mi y me abrazaba, satisfecho por haber conseguido lo que tanto estaba anhelando.

Lloré de rabia, pero ni siquiera le devolví el abrazo, tenía ganas de pegarle, pero ¿para qué? No le haría nada y quizá le haría enfadar.

—Hay condiciones, ¿cierto? —Susurré, no quería hacer nada que le molestara, de ser así seguro que hablaría.

—De momento, nada de acostarte con Sinclair de nuevo —debí imaginarlo.

—¿Puedo al menos seguir haciendo vida con él? —Si me decía que no, ¿qué haría para explicarle todo esto a Reno?

—De momento sí, pero tienes que decirle que tu y yo estamos juntos —al menos era un poco comprensivo.

—¿Tiempo máximo? —Había podido averiguar que establecer plazos le volvía loco.

—Tres días —asentí y él me levantó la cabeza, juntando mi mirada con la suya. —Te quiero, mi querida Gissey.

Sin darme tiempo a responderle, plantó sus labios sobre los míos, de manera demandante y brusca, buscando profundizar el beso. Me dio asco, me di asco, debí haber seguido el consejo de Reno, jamás debí de darle conversación aquel día y mucho menos subir a la azotea aquel día de borrachera.

Sin duda alguna había un claro culpable: Tseng. De no haberme obligado a venir, todo esto no estaría pasando, seguiría mi vida, sin Reno, sí, pero tranquila y sin problemas, sin un héroe de guerra obsesivo, posesivo y chantajista en ella.

Una vez que se separó de mí, me llevó a su habitación, obligándome a dormir allí con él. Intenté escabullirme diciéndole que a la mañana siguiente debía cambiarme y desayunar con los Turcos, pero no pareció importarle, diciendo que me despertaría más temprano para que no llegase tarde.

Tuve que dormir en la misma cama que él, que por cierto era más grande que la mía y que la de Reno, vaya que Shinra mimaba a su SOLDADO más fuerte. La verdad era que, de no haber sido por lo asqueada que estaba en ese momento, hasta habría disfrutado de estar en compañía de Sephiroth, incluso podía jurar que muchas jovencitas darían lo que fuera por estar en mi lugar. Creo que sobra decir que durmió sin camiseta, solo con unos pantalones de algodón deportivos.

No pude pegar ojo, solo llorar como una imbécil, ¿qué podía hacer? Estaba atada de pies y manos, no podía contar nada, principalmente porque le creerían a él por ser quién era y porque además no podía dejar que Tseng se enterase de todo lo que Sephiroth sabía.

A la mañana siguiente no fue necesario que él me despertase, yo sola me levanté y le dije que me iría antes de salir por la puerta.

Llegué a mi cuarto corriendo, no quería que nadie me viera por los pasillos. Tuve suerte, llegué a mi habitación sin cruzarme con nadie.

Una vez dentro de esta, me apoye en la puerta y me deslicé por ella hasta quedar sentada en el suelo, echándome a llorar de nuevo. Las lágrimas salían sin control alguno, y pese a que Sephiroth no me había hecho nada durante la noche, me sentía sucia y usada.

Cuando logré recomponerme, me di una ducha y me cambié de ropa, mentalizándome de que debía de mostrar un rostro sereno, el de todos los días, como si todo estuviera bien.

Salí de mi habitación veinte minutos más tarde, reuniéndome con los Turcos en el ascensor. No pude evitar que un nudo se formara en mi garganta cuando vi a Reno. No quería desvincularme con él, pero debía hacerlo por nuestro bien.

Durante el desayuno, Sephiroth no me quitó el ojo de encima en ningún momento, me miraba desde su mesa de una manera intensa y recelosa, sabía que no iba a decirle nada a Reno de momento, más que nada porque aprovecharía al máximo estas últimas comidas con los Turcos.

Cuando el desayuno terminó, acudí al despacho de Tseng, donde me dio unos documentos para que se los llevara a Angeal. Me pareció raro, pero luego recordé que a Zack le habían dado el alta la mañana anterior.

Me sentí fatal por no haber ido con él ayer, pero tampoco podía volver al pasado para solucionarlo, así que simplemente lo dejé pasar y me fui hacia la sala de entrenamiento en la que estaban los dos de pelo negro.

—¡Buenos días a los dos! —saludé al pasar a la habitación.

—¡Gissey! —Exclamó Zack, abrazándome efusivamente. —¡Buenos días!

—Ya veo que has vuelto con las pilas bien cargadas —reí mientras iba hacia la cabina de control, dándole a Angeal los documentos.

—¿Tienes un rato, Gissey? —Preguntó en voz baja para que el cachorrillo no nos escuchara.

—Claro, ¿ocurre algo? —Asintió.

—Quiero hablar contigo. Zack, te pongo una simulación —dijo mientras tocaba el panel y programaba un entrenamiento. —Ve con cautela, no te pases.

—¡Entendido! —Accedió poniéndose las gafas de realidad virtual de nuevo.

—Vale Gissey, ahora que no nos oye —me miró mientras tomaba asiento y señalaba una silla que había a su lado. —Quiero que me digas que ha pasado con Sephiroth, no ha dejado de mirarte durante el desayuno.

—Nosotros… —susurré, aclaré mi voz y le miré. —Hemos empezado algo.

—¿Sephiroth y tu? —Me miró incrédulo, yo asentí. —No tendría que haberte hecho caso y haber hablado con él directamente —se le veía decepcionado.

—Angeal, no he tenido opción alguna —antes de que pudiera continuar, la puerta de la sala se abrió, y Génesis, junto con Sephiroth, se adentraron en ella.

—Esa simulación es muy poca cosa para tu cachorrito —comentó Génesis al ver contra lo que estaba luchando Zack: un bégimo. Era una bestia enorme, cuadrúpeda, con cuernos, unos enormes y afilados colmillos y garras del mismo calibre. Tragué saliva, ¿eso era pan comido para Génesis?

—Hola, Gissey —Sephiroth se había acomodado detrás de mí, plantando un beso en mi coronilla. —¿Qué haces aquí?

—Ha venido a entregarme unos papeles —dijo Angeal. —¿Vosotros? —Les miró con una ceja alzada.

—Habíamos pensado en entrenar, ¿te parece bien? —Fue el turno de palabra de Sephiroth.

—Puedo intentarlo, pero estoy algo oxidado —accedió el de pelo negro. —Dejad que se encargue de esa bestia y ya entramos nosotros —decidió, eso significaba que me quedaría a solas con Zack en la cabina.

Solo esperaba que a Sephiroth no se le ocurriera algo como besarme o estar demasiado pegado a mi para marcar territorio y alejarme de Zack.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top