Capítulo 22

Al caer la noche, cené con los Turcos y estuve un rato viendo la televisión en mi habitación, sin prestarle realmente atención, demasiadas cosas me rondaban por la cabeza en aquel momento.

Sephiroth estaría en la azotea, tal y como había dicho, pero yo no estaba mentalmente preparada para subir y confrontarle. Sabía que no pelearíamos, pero también tenía en claro que no me dejaría ir tan fácilmente cuando le dijera que no quería nada con él.

Bajé la cabeza y revolví mi pelo, sin entender cómo había terminado metida en aquel embrollo. Un pinchazo sacudió todo mi cuerpo, malditos cólicos. Gruñí y tomé una pastilla para el dolor, cuando estaba con el período procuraba tenerlas a mano.

Una vez que el dolor se pasó un poco me acosté en la cama, dispuesta a dormir, pero los nervios y la ansiedad no me dejaron. Pensé en subir a tomar el aire, pero descarté la idea rápidamente, no quería encontrarme con él.

Me quedé mirando al techo, era, por eliminación, la única opción que me quedaba.

La mañana se hizo de rogar y yo no había pegado ojo, ni siquiera por cinco minutos. Me levanté mucho antes de que el despertador sonase y me di una larga ducha. Al salir, me vestí, me maquillé y recogí mi pelo, poniéndome las gafas tras limpiar un poco los cristales.

Aún quedaba tiempo para el desayuno, así que decidí ir al ala médica, quizá Zack estaría despierto.

—Buenos días —saludé al entrar a la habitación, el de pelo negro estaba bostezando mientras se estiraba en la cama.

—¡Buenos días Gissey! —Saludó de vuelta con mucha energía, qué envidia. —¿Cómo has dormido?

—Bueno, podría haber sido peor —respondí sentándome en el borde de la camilla. —¿Y tú?

—Que mal, yo he dormido bien —se le veía como apenado.

—No es culpa tuya que no haya podido conciliar el sueño —le miré sonriente. —Tu no te preocupes.

—¿Has desayunado ya? —Negué con la cabeza.

—Iré ahora, es muy temprano —tallé mis ojos y solté un bostezo, de solo pensar que tendría que trabajar en este estado quería tirarme de un puente. —¿Te han dicho algo acerca de cuándo te soltarán?

—Posiblemente mañana ya me den el alta, quizá pasado —lo dijo con una alegría tan grande que se me contagió y no pude evitar sentirme entusiasmada también.

—Esperemos que Angeal no sea muy duro contigo en los entrenamientos —reí.

—No me importa que lo sea, quiero volver a la normalidad.

—Lo sé Zack, pero no seas bestia, por favor. De lo contrario volverás aquí —puse mi mano en su pierna, mirándole suplicante.

—Bueno, pero solo porque me lo has pedido tu —asintió, su sonrisa aún estaba en su rostro.

Estuve un rato más con Zack y cuando llegó la hora bajé a la cafetería para desayunar. Tras coger mi bandeja, fui a la mesa de los Turcos y me senté allí, entre Reno y Elena.

—¿Dónde estabas? —Preguntó Cissnei.

—Yo, bueno, esto… —me sentía nerviosa, todos me miraban, y Reno más atento que ninguno. —Estaba con Zack, me he despertado más temprano y he decidido ir a ver qué tal estaba —confesé.

—Parece que solo importa la recuperación de uno —dijo el pelirrojo entre dientes, seguramente pensando que no le escucharía.

Le miré con una ceja alzada y él simplemente se encogió de hombros.

—Que sepas que tenemos una charla pendiente —susurró al terminar de desayunar, había terminado su desayuno mucho más rápido que los demás.

Seguidamente, se levantó de la mesa, agarró sus muletas y se marchó de allí. Le miré irse, apenada y sabiendo que no estaba haciendo bien las cosas.

—¿Qué mosca le ha picado? —Preguntó Elena al aire.

Agaché la cabeza y me dediqué a comer, ellos estaban hablando acerca de cosas del departamento y yo no estaba muy metida en dichas cosas, es más, me sentía jodidamente fuera de lugar.

Recorrí con la mirada el lugar, divisando a Génesis y Angeal sentados en una mesa algo lejana a la mía.

No pude evitar pensar en Sephiroth, ¿dónde estaría? Al ver que me quedaba mirando, Angeal me hizo una seña para que fuera hacia allí, así que me disculpé con los Turcos y cogí mi bandeja, sentándome con los primera clase.

—Buenos días —musité al sentarme, Génesis me miró con una ceja alzada, como preguntándose por qué estaba yo allí.

—No seas antipático Génesis —le llamó la atención el de pelo negro. —Y buenos días también, Giselle.

—¿Dónde está Sephiroth? —Se me hacía demasiado raro que no estuviera con ellos dos.

—Dijo que iría a entrenar, que vendría a desayunar cuando nosotros fuéramos a la sala de simulaciones —respondió Génesis, se le veía hasta contento de que su amigo no estuviera allí.

—Entiendo —susurré.

Ante mi pésimo humor, Angeal posó una mano en mi hombro y me dio un ligero apretón para que me relajara y hacerme sentir que todo estaba bien aunque no fuera así.

Me gustaba su actitud paternal y amable, el cómo le gustaba cuidar de sus menores, lo agradecía de todo corazón, pero nada estaba bien, absolutamente nada.

Noté una lágrima resbalar por mi mejilla, pero la quité rápidamente para que nadie la viera. Me sentía abrumada.

—¿Quieres pasar el día con nosotros? —Ofreció Hewley, yo negué.

—Creo que tengo trabajo con Tseng, pero de igual forma no quiero ser una acoplada. Gracias igualmente por ofrecérmelo —respondí.

—Bueno, si cambias de opinión estaremos en la sala de simulaciones número cinco —insistió Génesis, al parecer era algo reacio a conocer gente nueva, pero notaba cuando alguien necesitaba compañía.

Asentí y agradecí de nuevo por su amabilidad, terminando de desayunar más o menos al mismo tiempo que ellos.

Tras salir de la cafetería, me dirigí al despacho de Tseng, donde me dio unos documentos para Lazard y me dijo que el resto del día lo tenía libre.

No había olvidado las palabras de Angeal del día anterior, pero no era momento para hablar de ese tema con mi padre, así que simplemente salí por la puerta y me fui al despacho del director Lazard.

Tras entregarle los papeles, me sentí como un barco a la deriva, ¿ahora qué? Podía ir con Zack, él estaba solo, pero no quería aparentar que estaba obsesionada con él o algo por el estilo. Éramos amigos, sí, pero no hasta el punto de estar todo el tiempo juntos.

Pensé entonces en Reno, en su actitud de aquella mañana. ¿Qué le pasaba conmigo? Suspiré, de verdad que parecía como si fuéramos verdaderos extraños.

Un mensaje llegó a mi teléfono entonces, de parte de mi pelirrojo amigo:

“Ven a mi habitación, por favor”.

Aquello no sonaba bien, así que simplemente cerré el móvil y me fui a las dependencias Turcas, rezando porque Reno estuviera bien.

Al llegar a su habitación, ingresé el código en el panel y entré, viéndole en el suelo, con la espalda en el sofá y sujetándose la pierna, con una mueca de dolor en la cara.

—¡Reno! —Exclamé yendo hacia él. —¿Qué ha pasado?

—Me he caído, eso ha pasado. Vine porque no tengo otra cosa que hacer, fui a levantarme para ir al baño y bueno, ya me ves —medio rio.

—Maldita sea —susurré. —¿Te ayudo a llegar a la enfermería? —Él negó.

—No creo que puedas conmigo, llamaré a Rude —concluyó, sacando su teléfono y llamando a su amigo.

Si iba a hacer eso, ¿por qué me llamó a mi? Sacudí la cabeza, no debía pensar así, él era mi amigo y lo más seguro era que quisiera que me enterase del incidente.

Como teníamos tiempo hasta que llegase Rude, decidimos charlar un poco:

—Gissey, has estado un poco rara estos días, ¿va todo bien? —Me miraba preocupado, yo asentí.

—Claro que va todo bien, no te preocupes —revolví su cabello y le quité las gafas de aviador de la frente, poniéndomelas como collar.

—Eso es mío enana —regañó.

—Ahora no —le saqué la lengua.

—Perdona por lo de esta mañana, fui un imbécil.

—Si lo dijiste fue porque lo piensas —puse una mano en su hombro. —¿Qué te pasa Reno?

—Nada, es solo que… —le notaba dudoso de si decirme o no, ¿desde cuando Reno era así?

—¿Es solo que? Venga Sinclair, que nos conocemos de toda la vida —golpeé suavemente su brazo.

—Siento que nos estamos distanciando, que ya nada es como antes… —Musitó, agachando la cabeza. —Desde el día del accidente, todo es muy distinto, entiendo que Zack te preocupe, pero ayer ni siquiera desayunaste con nosotros, hoy no bajas en el ascensor, no estás siquiera conmigo… —Su respiración parecía entrecortada, como si fuera a llorar. —Está pasando algo y no sé qué es, y no me digas que no ocurre nada, te conozco demasiado —sus ojos se clavaron en mí, estaban llenos de lágrimas.

Me dolió en el alma verle así, rara vez se ponía de esa forma, y era cuando las cosas le afectaban de verdad, cuando todo le comía la cabeza hasta el punto de no descansar.

Me sentía una pésima amiga, pero no sabía cómo contarle todo lo que estaba pasando en mi vida. No quería que terminase más malherido de lo que ya estaba.

Porque sí, porque si le contaba lo que pasaba con Sephiroth iría sin pensarlo dos veces a enfrentarse a él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top