Capítulo 2

Eran las seis de la mañana cuando mi padre me despertó a la mañana siguiente, de manera seca, escueta y cortante. Me costó levantarme, era muy temprano y no acostumbraba a levantarme a esa hora. Antes de desayunar, me di una ducha y me puse el traje negro que mi padre había dejado en mi habitación. Si entraba de becaria, ¿por qué tenía que vestir como si fuera un Turco?

Antes de salir de la habitación, me miré al espejo: me veía muy rara vistiendo un traje de chaqueta, no estaba para nada acostumbrada a ello. Miré mi pelo, que estaba suelto e hice una mueca. Seguro que mi padre me pediría que me lo recogiera en una coleta, así que volví al baño y así hice. Me habría gustado poder hacerme dos coletas en lugar de una, pero debido a que llevaba el lado izquierdo de mi cabeza rapado no podía. Al terminar me miré al espejo y me subí las gafas.

—Todo irá bien —le dije a mi reflejo, presa de los nervios.

Desafortunadamente no sabía cómo hacer el nudo de la corbata, así que me vi obligada a pedirle ayuda a mi padre al bajar a la cocina para desayunar.

Una vez listos, nos montamos en su coche y pusimos rumbo a la compañía. Él me iba explicando cosas del lugar y del trabajo que desempeñaría de ahora en adelante, pero yo no le prestaba atención realmente, sino que mi cabeza se encontraba pensando en mi inminente reencuentro con Reno Sinclair.

Justo antes de entrar a las instalaciones, mi padre me dijo que le dijera Tseng en todo momento, alegando que debía mostrar respeto y seriedad siempre. Así era mi padre, una persona de lo más seria y formal, que seguía el protocolo siempre, sin excepciones.

Cuando ya nos encontrábamos en el edificio Shinra, más concretamente en el despacho de Tseng, él me dio un teléfono móvil, el mismo que todos los integrantes de la compañía tenían: negro y de tapa.

—¿Por qué me das esto? Yo ya tengo el mío —le dije, mirando extrañada el aparato.

—Porque este es exclusivo de los miembros de Shinra —explicó escuetamente. —Son las normas —añadió.

—Comprendo —suspiré, sentándome en uno de los sillones de cuero que se hallaban frente el escritorio. —¿Vas a enseñarme todo esto o voy a tener que encontrar un mapa? Digo, si se supone que voy a tener que estar de aquí para allá tendré que conocer las instalaciones al menos, ¿no?

—Todo a su tiempo, Giselle —me dijo mientras trasteaba con su teléfono. Supuse que estaba llamando a alguien, ya que al poco de tocar un par de botones, llevó el aparato a su oreja. —¿Reno? —Tuve que contener la emoción, que mi guía fuera él me ponía más que contenta, al fin la parte buena de venir aquí. —¿Hoy tienes el día libre, no es así? —El pelirrojo contestó. —Bueno, pues ya no. Ven a mi despacho sin demora —dicho esto, mi padre colgó. —Tu guía tardará un poco, me apuesto lo que quieras a que se acababa de levantar —estuve a punto de contestarle que eso era típico en Reno, pero si lo decía me metería en un gran lío, ya que él ni siquiera sabía que Reno y yo éramos amigos. —Quizá debí llamar a Rude, él siempre ha sido mucho más formal que Sinclair —habló para sí mismo, encendiendo el ordenador que tenía sobre la mesa.

Pensé en que eso que acababa de decir era una soberana tontería, ¿quién mejor para cuidar de una chica que Reno? Exacto, para mí, nadie.

Quince minutos pasaron desde ese momento, y unos suaves golpes en la puerta hicieron que me pusiera muy nerviosa. Había estado con Reno millones de veces, y había hecho infinidad de cosas con él, pero reencontrarme con el muchacho me ponía nerviosa, ya que él, en teoría, no sabía que estaba aquí, mucho menos que empezaría a trabajar aquí.

Mi padre dio permiso para que abrieran la puerta. No me giré a mirarle, pero poco tiempo después de que entrara, noté su mirada clavada en mí.

—¿Llegar rápido para ti es llegar quince minutos después de que te pidan que acudas a un sitio? —Regañó mi padre, quería proteger a Reno, pero para mí, él era un superior ahora, y no podía interrumpirle ni intervenir en una conversación a menos que él me diera pie a ello, y mucho menos para proteger a alguien que "acababa de conocer".

—Lo siento mucho, Tseng —se disculpó mi pelirrojo amigo. —No volverá a ocurrir —le miré de reojo y le vi inclinándose, en señal de disculpa.

—Eso espero —le dijo en tono firme y autoritario. —Te he llamado porque quiero que le enseñes las instalaciones a Giselle, es la nueva becaria de la compañía y es imprescindible que conozca el lugar —le dijo a Reno señalándome.

Alcé la mirada y mis ojos colisionaron con los de Sinclair, que seguían siendo del vívido verde que yo recordaba. Su alborotado y carmesí cabello había crecido, no exageradamente, pero sí lo suficiente para que fuera notable; su coleta seguía en su lugar, y eso me gustaba mucho, además de las peculiares marcas rojas de debajo de sus ojos. Seguía llevando sus habituales gafas de aviador en la frente, y la chaqueta del traje desabrochada, además de los primeros botones de la camisa, dejando a la vista parte de su pecho.

Internamente, me mordí el labio, deseosa de volver a estar a solas con aquel pelirrojo.

—Buenos días —saludé como si nos acabásemos de conocer —Giselle, un gusto —proseguí, levantándome de mi asiento y extendiendo mi mano hacia él, actuando por completo porque mi padre estaba presente.

—El placer es mío, mi nombre es Reno Sinclair —me siguió él el juego, sabía que por dentro Reno se estaba muriendo de la risa. —Con su permiso, Tseng, iré a enseñarle la compañía a la dama.

—Cuidadito con lo que haces, Sinclair —advirtió mi padre.

Reno simplemente asintió, caminando hacia la salida conmigo siguiéndole.

Tan pronto como salimos del despacho y nos alejamos un poco, me lancé a abrazar a Reno por el cuello.

—Te he echado de menos, fuego con patas —le dije, con lágrimas de felicidad en los ojos. Había sido duro estar un año sin él.

—Y yo a ti, enana —respondió, pasando sus brazos por mi cintura. —Pero dime, ¿qué haces tú aquí? —Bufé, rodando los ojos.

—Larga historia, Reno —me limité a responder. —¿Vamos a la cafetería si es que hay? Me gustaría tomar un café antes de que me enseñes todo.

—Por supuesto, yo te llevo, que para eso me han elegido —se le veía entusiasmado y feliz de volver a estar conmigo, tal y como yo estaba.

Al subir al ascensor no pude seguir conteniéndome y me tiré a los labios de Reno, desesperada. Le había echado muchísimo de menos, en todos los sentidos. Él me abrazó por la cintura, y yo a él del cuello, al tiempo que se inclinaba un poco para que no me tuviera que poner de puntillas para besarle.

Rápidamente el beso se intensificó y nuestras lenguas ya se encontraban en una batalla campal. Noté que el pelirrojo bajó sus manos de mi cintura para posicionarlas en mi trasero, apretándolo un poco, haciendo que gimiera en su boca.

Finalmente, y aunque no queríamos, nos separamos, no podíamos exponernos a que alguien subiera al ascensor.

—Verás cuando te pille, Gissey —oír el apodo que me había puesto me dio la vida que había perdido cuando se marchó para venir a Shinra. En efecto, cuando Reno entró a los Turcos, él se llevó una parte de mí.

—Lo mismo te digo, Sinclair —le respondí con el mismo tono juguetón que él había empleado.

Cuando entramos a la cafetería, Reno se ofreció a ir por mi café, así que me dijo, o más bien me ordenó, que me sentara en una mesa y le esperara, así que eso fue lo que hice.

Escaneé el lugar aprovechando que estaba sola: había muy poca gente ahí, apenas un par de soldados que supuse eran de infantería, un par de Turcos y... ¡¿El general Sephiroth?! Tragué saliva al verle ahí, más que nada porque no esperaba verle según entrase, se suponía que era un hombre ocupado, ¿no?

Seguramente estuve mirándole por demasiado tiempo, ya que se giró hacia mí, haciendo que me avergonzara por quedarme empanada mirándole. Contrariamente a lo que yo pensaba que ocurriría, justo antes de que dejara de mirarle, él alzó la mano y me saludó, ¿sabría que era nueva en la compañía? Y lo más importante, ¿sabría que era hija de Tseng?

Aparté esos pensamientos de mi mente, le devolví el saludo y centré mi mirada en mis manos, con las que jugaba por debajo de la mesa, nerviosa. Sephiroth era imponente, su larga melena platinada, su penetrante mirada verde felina, sus facciones serias y duras, su ropa negra de cuero... Todo en él intimidaba.

—¿Estás bien? —Preguntó Reno al volver a la mesa, a lo que asentí. —¿Es por Sephiroth? —Volví a asentir, haciendo que a mi amigo se le dibujara una sonrisa en el rostro, divertido.

—Yo no le veo la gracia —refunfuñé. —Pero gracias por el café.

—No me digas que eres otra de sus tantas admiradoras, no conocía esa faceta tuya.

—No seas imbécil, yo no soy como esas fanáticas locas que nada más verle ya tienen las bragas empapadas —y era verdad, lo que pasaba era simplemente que no esperaba verle ahí.

—Bueno, lo que tu digas, pero si no lo eres, dime qué aspecto tenían las personas que están con él —eso era un golpe bajo.

—No te lo puedo decir, me quedé en shock al verle —respondí, franca. No había visto a nadie más con él debido a mi estupor.

Reno se aguantó las ganas de soltar una carcajada, supuse que para no llamar la atención de todos los presentes.

—Solo no te acerques a él, ¿vale?

—¿Reno Sinclair está celoso? —le dije, tomando un sorbo de mi café bombón, Reno se había acordado de que era mi favorito...

—No estoy celoso, solo intento protegerte —alcé una ceja ante lo que dijo, ¿insinuaba Reno que Sephiroth no era trigo limpio? 

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