Capítulo 17

Al llegar a la habitación de Tseng, esta también estaba cerrada, así que lo más probable era que mis sospechas acerca de que estuviera reunido con Lazard fueran ciertas.

Suspiré, a pesar de que el director ejecutivo de SOLDADO seguramente supiera acerca de mi verdadera identidad, eso no era excusa para interrumpir una reunión con mi padre.

Aún así decidí ir hacia el despacho de Lazard, en algún momento Tseng saldría y podría verle y preguntarle acerca de su estado y mi trabajo.

Pasó cerca de una media hora, y nadie salía de allí. Resoplé, si había algo en este mundo que odiaba, eso eran las esperas largas sin ningún entretenimiento.

Empujé mis gafas hacia arriba, creo que ya tocaba ir a ajustarlas de nuevo, del uso las patas terminaban abriéndose más de lo que debían.

—¿Todo bien? —La voz de Sephiroth me sobresaltó, estaba tan inmersa en mis pensamientos que no le escuché llegar.

—Aburrida, eso es todo —respondí, golpeando impacientemente el suelo con el tacón de mi zapato.

—Te traeré algo para que te entretengas, ¿te gusta la música? —Alcé una ceja.

—¿Quién no tiene el teléfono lleno de canciones? —Respondí, riendo. El de pelo plateado sonrío levemente.

—Espérame aquí —sin decir nada más, dio la vuelta y se marchó.

—¡Cómo si pudiera irme! —Exclamé.

No tardó mucho en volver, entregándome unos auriculares negros, de esos pequeños. Estaban nuevos, se notaba por lo limpios que estaban, ni una gota de cera de oído. Me fijé mejor y eran de una reconocida y cara marca de electrónica.

—Quédatelos, por favor.

—Sephiroth… —Observé su regalo y luego le miré a él. —No puedo aceptar esto, es mucho —me sentía muy mal, él negó.

—Los vi ayer, salí a dar una vuelta por Midgar para alejarme del revuelo de la llegada del helicóptero y pasé por delante de una tienda de electrónica. No pude evitar pensar en ti, aún sin saber si te gustarían decidí llevármelos —noté que mis ojos se llenaban de lágrimas, estaba completamente equivocada con él, y Reno también.

No me contuve y le abracé, habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo, y ahora que me daba cuenta, estaba mentalmente hecha polvo.

Se quedó estático, lo más seguro era que él jamás hubiese recibido ese tipo de muestras de cariño, o simplemente esas cosas no fueran su fuerte.

Me separé de él, limpiando mis lágrimas y mirándole a los ojos, sin sentirme cohibida esa vez.

—Muchas gracias Sephiroth, en serio —le sonreí y él me revolvió el cabello.

—Tengo que irme, ya nos veremos, si quieres —aquello último lo dijo con segundas. Por mí no había problema, estaba demostrándome que no era alguien de quién huir, los Turcos estaban equivocados, pero no le podía decir nada a Reno.

Nos despedimos y él se marchó hacia el ascensor, quizá iría a entrenar o simplemente a hacer cualquier otra cosa, escuché que los primera clase solían estar muy ocupados, tenía sentido debido a su rango.

Suspiré de nuevo, ¿de cuántas cosas no le podía hablar a Reno? Parecíamos amigos con poca confianza, las cosas estaban cambiando y no sabía cómo devolverlas a la normalidad, mucha gente había llegado a mi vida, opacando a la que ya estaba.

—Ya encontraré una solución —murmuré llevando los auriculares a mis oídos y poniendo algo de música con mi móvil, la había echado de menos a decir verdad.

Una hora pasó, me dolían los pies y no me encontraba muy bien que digamos, tenía que llegarme pronto el periodo así que ya sabía por qué estaba tan sensible y por qué tenía malestar.

—Maldita sea —gruñí. No quería tocar la puerta, no quería molestar o interrumpir, a fin de cuentas solo era para ver cómo estaba y preguntar acerca del trabajo.

Caí en cuenta de que, si hubiera tenido que trabajar, Tseng ya me habría llamado para comunicármelo. Había estado de pie ahí fuera una hora y media para nada. Rodé los ojos y justo cuando me iba a marchar, la puerta se abrió, dejando ver a mi padre despidiéndose de Lazard.

—¡Tseng! —Exclamé, él me miró extrañado.

—¿Qué haces aquí? —Me desanimé al escucharle hablar de esa manera.

—Te estaba buscando, quería saber cómo estabas y si tenía que llevar documentos hoy —admití, cabizbaja.

—No —fue tan rotundo que dolió, ¿por qué me trataba así?

—Oye, no he estado escuchando, si es lo que sospechas —le cogí del brazo y pude ver cómo mostraba una mueca de dolor. —¿Tseng? —Tartamudeé.

—Vamos a mi habitación —se limitó a decir, echando a andar medio cojeando, ¿él también?

Al llegar a su cuarto, se desplomó en el sillón, quitándose la chaqueta.

—¿Estás bien? —le miré alarmada. —Quítate la camisa, déjame ver tu brazo.

—Me duele la herida, nada más. Me toca la cura en media hora —gruñó, la camisa era fina y se podía ver fácilmente el vendaje, algo enrojecido.

—Se te han abierto los puntos —no había que ser muy listo para darse cuenta. —Ya estás yendo a la enfermería.

Me miró con una ceja enarcada, probablemente extrañado de que le mandara de esa manera.

—¿Ahora das tú las órdenes?

—Soy tu hija, en algo tenemos que parecernos —repliqué, ayudándole a ponerse en pie. —Venga.

—¿Qué hay entre Sinclair, Fair y tú? —Negué con la cabeza.

—Somos conocidos, tu mejor que nadie sabes las veces que he estado en SOLDADO esta semana, informando a Hewley y esas cosas —expliqué. —En cuanto a Sinclair, también estás enterado de que hago todas mis comidas con tus subordinados —no le quedó de otra que asentir con la cabeza ya que sabía que tenía razón.

Una vez llegados a la enfermería no tardaron mucho en atender a mi padre. Tenía razón, se le habían abierto los puntos de la herida del brazo y no sabía ni cómo podía haber pasado eso o qué había hecho él para que ocurriese tal cosa.

Tras unos minutos, divisé a Elena pasar por la puerta, quién al verme entró y se sorprendió al ver a su superior allí.

—¡Dios mío Tseng! ¿Qué le ha pasado? —Preguntó alarmada mientras la enfermera cosía al de pelo negro.

—Yo no tengo ni idea de cómo se le han podido saltar los puntos —me encogí de hombros.

—Casi me caigo esta mañana, me ha dado un mareo al levantarme de hablar con Lazard. He hecho un movimiento algo brusco y aquí estoy. Tú tranquila, no es nada —explicó.

No tardaron mucho en llegar más Turcos para ver a su jefe, así que, como la sala estaba a reventar, salí de allí, topándome con Reno por el pasillo.

—¿Gissey? —Se extrañó al verme en ese ala una vez más.

—Se le han abierto los puntos —resumí. —Ha venido prácticamente obligado —no me gustaba nada que mi padre priorizara el trabajo a su salud propia.

—Se recuperará.

—No es cuestión de que se recupere, es cuestión de que piense en sí mismo, ¡joder! —Exclamé.

—Eso se lo tienes que decir a él, no a mi —Reno parecía molesto.

—Lo siento… Él no me escucha, Reno —le dije, cabizbaja. —No sé qué hacer, no me escucha, no me tiene en cuenta… —Tantas cosas agolpándose en mi cabeza. —¡Estoy harta! —salí de allí a paso rápido y con los ojos llenos de lágrimas, me sentía ridícula montando esa escena, pero de verdad que no podía más, ya ni siquiera podía mirar a Reno, mi mejor amigo, como antes.

Y todo era culpa de Tseng, todo estaba pasando por él, porque no me dejó seguir con mi vida, ni mucho menos elegir mi destino. En su lugar él decidió escribirlo por mi.

Y debido a eso ahora estaba en un horrible y gran lío. Habían muchísimos temas pendientes rondando por mi cabeza, dudas, inseguridades, miedos… de todo.

¿Cómo le diría a Reno que Sephiroth me parecía buena persona? ¿Cómo le diría que sentía algo por Zack? Y, lo más importante, en el caso de que Fair y yo empezásemos algo, ¿cómo dejaría a Reno? Ambos éramos conscientes de que lo nuestro se iba a acabar, pero nunca había pensado en el momento de terminarlo. Y menos pude llegar a pensar que sería yo quién terminaría con aquello.

Agobiada, angustiada, y sin saber qué hacer, salí de Shinra, perdiéndome en las calles de Midgar por el resto del día y acabando en un bar de mala muerte cuando el sol se puso, hinchándome a chupitos y aceptando cigarrillos de desconocidos.

Otra noche más que no pegaría ojo.

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