Capítulo 10
Al terminar la hora de la comida, Reno me acompañó hasta el despacho de Tseng, pero no le pregunté nada acerca de la misión, ya que prefería que, a ser posible, estuviéramos a solas y tranquilos, sin correr el riesgo de que alguien nos viera juntos.
La tarde transcurrió tranquila, como habitualmente hacía. Me resultaba extraño, ya apenas me cruzaba con Sephiroth, no es que quisiera verlo, pero se me hacía raro no cruzarme con él tan seguido.
—Quizá entendió el mensaje... —Pensé en voz alta al subir al ascensor para volver al despacho de Tseng.
Finalmente, mi jornada laboral terminó y, tras llamar a Reno, me dirigí a su habitación, donde el pelirrojo me esperaba con dos latas de cerveza bien frías, una para él y la otra para mí.
—¿Qué te pasa, Gissey? —Inquirió al sentarnos en su sofá.
—Verás Reno, estoy un poco preocupada... —Realmente no sabía cómo sacar el tema sin que Reno pensara que sólo estaba preocupada por Zack.
Escuché un suspiro por su parte, que precedió a una nueva pregunta:
—Es por la misión, ¿cierto? —Tragué saliva y asentí con la cabeza. —No te preocupes, no es nada extremadamente peligroso, solo iremos a controlar un poco la situación, la intención no es unirnos a la lucha, sino hacer un... registro —finalizó, algo dudoso, sonaba como si Reno me ocultara algo.
—Registro... ya —repliqué. Vi que Reno me miraba con el ceño fruncido. —Reno, me da igual a lo que vayáis, solo... vuelve con vida, por favor —le pedí, con lágrimas en los ojos.
Al verme de esa forma, Reno me miró con algo de pena y me abrazó.
—Sabes cómo soy, no me pasará nada —rio acariciando mi espalda.
—Lo sé, pero no me gusta que seas tan confiado, hasta los más grandes y fuertes caen, tenlo en mente, ¿quieres? —Creo que no estaba pidiendo mucho, pero siendo Reno, igual sí.
—Tu tranquila —me dijo, regalándome una gran sonrisa, haciendo que yo también sonriera.
—Eres el mejor, Reno —estaba muy feliz de estar allí con él, de esa forma. No me había dado cuenta hasta ese momento, pero realmente extrañé muchísimo a mi pelirrojo mejor amigo.
—No digas esas cosas, Gissey, sabes que no soy perfecto —replicó, cierto era que Reno no siempre había sido alguien con buena conducta, pero eso era el pasado.
—Todos tenemos muertos en el armario, pero aún con ellos, para mí lo eres —¿por qué le estaba diciendo cosas tan cursis a Reno? Parecíamos enamorados...
—¿De verdad que estás bien, Gissey? No es muy propio de ti decir esa clase de cosas —asentí con la cabeza, limpiando mis lágrimas.
—Te he echado mucho de menos, Reno. Quizá sea eso.
—Sí, seguramente sea eso —repitió él.
Acto seguido, la habitación se sumió en un silencio absoluto, pero no era para nada incómodo, sino que el ambiente estaba tranquilo y relajado, justo como en los viejos tiempos. Por unos instantes, me sentí, por primera vez en mucho tiempo, como si estuviera en casa.
—Oye, Reno —le llamé al cabo de un rato.
—¿Sí? —Respondió él.
—¿Puedo pedirte un favor? —Quizá no era la mejor idea, pero quería quedarme tranquila.
—Claro, ¿ocurre algo? —Negué con la cabeza.
—Verás, es sobre la misión —comencé. —Dijiste que Fair y Hewley os acompañarían, ¿no? —Reno asintió. —Sé que son de SOLDADO, y que seguramente sepan cuidarse solos, pero... ¿Te importaría estar un poco pendiente de ellos? Por favor... —Agaché la cabeza, sentía que le estaba diciendo a Reno que hiciera de niñero de un SOLDADO de segunda y primera clase.
—Claro que no, si ellos te importan, entonces estaré ojo avizor —solté un suspiro, mucho más tranquila que antes. —Solo una pregunta, ¿cómo los conociste?
—Tseng me envió un día a la sala de entrenamiento donde estaba Hewley para darle unos papeles, y Zack estaba con él entrenando y eso. Además, el profesor Hojo, hace unos días, me dio los resultados de unas analíticas de Fair para que se los entregara —expliqué, no había nada de malo en que Reno supiera de mi relación con Zack y Angeal.
—Ya veo... Bueno, esos dos son buena gente, así que estoy seguro de que nada te pasará si en algún momento yo salgo de misión y te toca quedarte más o menos "bajo su custodia" —medio rio el pelirrojo, siempre tenía algo gracioso que decir, y eso era algo que me encantaba de él.
Cierto era que en eso Reno y yo éramos muy diferentes, pero dado a lo seria que era, no venía nada mal que de vez en cuando él soltara alguna de sus graciosas ocurrencias.
Y así pasamos la noche, entre risas, cervezas y conversaciones acerca de situaciones del pasado, cuando realmente éramos felices, sin ataduras y libres como pájaros, íbamos donde queríamos y cuando queríamos, sin que nadie dijera nada, ya que Tseng apenas iba a casa y los padres de Reno eran muy permisivos.
Jamás le pregunté a Reno por qué decidió unirse a los Turcos, más que nada porque sabía que la conversación podría llegar a terminar en una disputa. Realmente jamás entendí por qué decidió ingresar aquí, pero no creo que le llegue a preguntar, siempre he estado esperando a que él mismo me lo explicara, sin necesidad de tener que sacar yo el tema.
A la mañana siguiente desperté en la habitación de Reno algo desorientada debido a la resaca. Solo fueron unas pocas cervezas, pero llevaba tanto tiempo sin beber que no me habían sentado muy bien que digamos.
Igualmente tuve que reunir todas las fuerzas que pude para levantarme de la cama, moviendo a Reno en el proceso, en un baldío intento por despertarle. Tras haber intentado despertarle de mil y una formas que no implicaran gritarle, desistí:
—¡Reno joder despierta!
El susodicho dio un pequeño brinco en la cama, mirándome mal.
—¿Qué te pasa? —Preguntó desorientado.
—Me pasa que llevo diez minutos intentando despertarte —le dije, algo enfadada. —No debimos beber anoche, estoy hecha mierda —le dije. —Anda, vístete, te espero en el ascensor.
Y, sin darle oportunidad a Reno de contestar, me di la vuelta y salí de allí, corriendo prácticamente a mi dormitorio, donde me di una rapidísima ducha y me vestí a la velocidad de la luz, juraría que batí mi marca personal de arreglarme incluso.
Al llegar al ascensor, Cissnei ya estaba allí esperando, acompañaba por Rude. Elena llegó instantes después, y finalmente llegó Reno, como siempre, el último.
La mañana transcurrió tranquila, como siempre lo hacía, exceptuando algún que otro repentino dolor de cabeza debido a la resaca. Al llegar a la puerta de la cafetería a eso de las dos de la tarde, Zack me pilló por banda:
—¡Gissey! —Saludó con una brillante sonrisa en el rostro. —¿Qué tal el día?
—Bien Zack, ¿y tú? —Respondí, alegre de verle.
—¡De fábula! —Seguro que había estado entrenando con Angeal.
—¿Preparándote para la misión? —Zack abrió los ojos como platos, seguramente asombrado de que estuviera al tanto de aquello.
—¿Cómo lo sabes? —Me encogí de hombros.
—Contactos —Resultaba divertido "jugar" con la mente de Zack.
—Ah ya lo pillo, eres amiga de los Turcos —El tono de voz que usó sonaba un tanto raro viniendo de Zack, era como si la desilusión tiñera sus palabras.
—Más o menos, ¡pero tu también eres mi amigo! —Sus ojos se iluminaron como los de un cachorrito al escuchar aquello. —Y como eres mi amigo, ¡espero que vuelvas sano y salvo de esa misión!
—¿Acaso dudas de mí? ¿De uno de los mejores SOLDADO que Shinra posee? —Aquello me hizo reír, me encantaba la confianza que Zack irradiaba.
—Para nada, sé que Angeal te entrena bien —le dije, sonriente. —Bueno, iré a comer con los chicos, ¿vale? Me están esperando —me excusé, me sentía un poco mal al tener que despedirme de Zack, pero tenía que hacerlo.
—Gissey, antes de que te vayas, ¿te has pensado lo que te propuse el otro día? —Oh, mierda. Negué con la cabeza.
—Todavía no lo tengo muy en claro, Zack, lo siento —me daba pena tener que rechazarle, pero aunque para él fuera solo una mera salida, para mí suponía un quebradero de cabeza.
—Entiendo, bueno en todo caso no te preocupes mucho, ¿vale? Y recuerda que Angeal te cubriría, ¿sí? —Asentí con la cabeza, con la mente hecha un completo lío de nuevo.
Después de eso, Zack y yo nos despedimos y me encaminé a la mesa de los Turcos, sin dejar de darle vueltas al tema. Iba tan distraída, que no me di cuenta y me choqué con alguien, alguien que portaba una bandeja, bandeja cuyo contenido me cayó encima, incluyendo una sopa muy caliente.
Miré hacia arriba desde el suelo, tragando saliva fuerte y deseando que me tragara la tierra:
—General Sephiroth... —tartamudeé.
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