XLVIII - No Soy Un Gángster
Hoy era otro día difícil, pero finalmente era el último capo que debía matar, estaba listo para terminar con todo de una vez por todas.
Le faltaba un penúltimo alfil, solamente estaba dudando de también matar a Rizzo, creía que él era el más peligroso de todos, el sabueso mayor.
Otra maniobra le salió como esperaba, ya estaba dentro del territorio de los Ferretti, solo que debía reconocer que este le costó más trabajo y no entendía el por qué. Era una de las familias más pequeñas, se atrevería a decir que fue de mayor o menor, pero parecía haberse equivocado, algo salió mal.
Tenía al penúltimo Jefe de rodillas, le costó incluso desarmarlo, aquél tipo sabía defenderse, a pesar de no portar arma era peligroso. Tenía un traidor dentro de la Familia Lombardi y lo iba a averiguar.
El alfil era el favorito de Gabriel, por alguna razón le tenía un gran esmero a una pieza menor. Ahora entendía la razón, el alfil podía llevarse el juego aunque tuviera una mínima posibilidad, por eso el capo jamás bajaba la guardia... lo aprendió del mejor.
—Hay un acuerdo que debe respetarse, Gabriel lo sabía a la perfección.
—Hicieron el acuerdo con él no conmigo. Se me hace increíble que el último alfil me haya roto el labio, no sé como voy a explicarle esto a mi marido.
—No creí que hubiera una traición por parte de la Familia Lombardi, sin duda Gabriel debe elegir mejor a su gente.
El profesor había escupido un poco de sangre, no sabía en que estaba pensando cuando al no ver al tipo armado prefirió un combate a la antigua. Era una regla de caballeros que pudo terminar mal.
Ahora que ya no estaba Sergio no tenía con quien entrenar, por eso aún portaba las navajas del cinturón, no todos pelean limpio y eso lo aprendió a la mala cuando el menor de los Lombardi puso una navaja en su cuello, afortunadamente en aquella ocasión Gabriel llegó justo a tiempo.
«Jamás le des la espalda a un enemigo»
Escucho una voz familiar, se trataba de Fernando Rizzo, ahora estaba más ansioso de averiguar quién era el traidor.
Tenía puesta la arma de Gabriel directamente en la cabeza de Ferretti, lo iba a matar, no le importaba Rizzo.
—Así que todo este tiempo has sido tú. Ya había hablado contigo de la importancia de estos acuerdos, pero ni siquiera te tomaste el tiempo de plantearte una solución pacífica, suelta a Ferretti.
—¿Quién es el traidor?
—No hay ningún traidor, los rumores en esta ciudad vuelan Raffael, solo he venido a confirmar los hechos. Pero si sigues dudando tal vez deberías verte en un espejo y descubrir por ti mismo al traidor.
Si no lo sueltas voy a matarte, no creas que no me he enterado de lo de mi hijo Bruno, toda muerte de la Mafia se paga.
—¿Todo comienza y termina con Bruno Rizzo? Que irónica es la vida, su hijo era un maldito bastardo, quiso mandar a explotar mi Instituto solo por un altercado con Gabriel, debo decir que lo que le haya ocurrido se lo tenía bien merecido.
—No sabes de lo que estas hablando ¿Qué ganas con matar a todos los Jefes? ¿Esto ya lo sabe Gabriel? ¡¿Crees que puedes tomar las decisiones de un Jefe?!
—Todo lo que se es lo que pasará si yo muero, Gabriel iniciará otra guerra solo por mí, no va descansar hasta verlo muerto y su nieto quedará en un orfanato.
Es lo que más me fascina de él, es un hombre que es capaz de hacer cualquier cosa por mí —dicho esto y disparó—, quiero que intente matarme, pero tenga en cuenta lo que va desencadenarse si eso ocurre.
—¿Desde cuándo te volviste un gángster?
—Soy un profesor no un gángster.
—Los gángsters usan la violencia y la intimidación para lograr un objetivo.
—¿Y usted qué es?
El labio le ardía, sin duda aquél tipo tal vez hubiera tenido un futuro prometedor en la Mafia, pero no quería competencia por el momento, necesitaba conseguir los puertos y el territorio necesario para empezar a moverse fuera del país.
Al no ver respuesta de Rizzo volvió a reanudar la conversación, era indispensable calmar las cosas.
—¿Por qué no hablamos pacíficamente del tema y llegamos a un acuerdo?
—No confío en un tipo que mata tan fríamente a otro colega.
—Sin armas —había tirado el arma al suelo—, solamente quiero conversar.
Luca ahora estaba delante de Raffael, no expondría al nuevo Jefe a un posible tiroteo, mucho menos cuando Rizzo y compañía estaban bien armados.
Ahora comprendía por que Ferretti les había costado tanto trabajo, estaban aliados con los Rizzo, los rumores si que corrían rápido, todo se había descubierto.
Finalmente el hombre de ojos onix accedió a tener una conversación, por lo que ambos capos fueron revisados y todo parecía en orden, ya estaban listos para “dialogar”, algo era seguro Rizzo les cobraría la muerte de Bruno, se había vuelto un total peligro.
—Este no es un mundo del que puedas salir tan fácil, no es un maldito juego.
—Lo sé.
—¿Crees qué no conozco tus trucos? Me casé con Damián Lombardi, fuí suyo durante mucho tiempo, por lo que se los secretos de esa familia más que el propio Gabriel—dijo con voz decidida mientras sujetaba el brazo del profesor con fuerza—, fuera navajas Raffael.
—No planeaba usarlas, soy hombre de palabra, no es mi decisión acabar con usted, eso lo debe decidir mi prometido.
Claro que planeaba usarlas, pero Rizzo era un tipo con experiencia, ya debía intuir que era lo que planeaba ¿Cuándo sería el día que usaría esas navajas? Estuvo practicando demasiado para que fueran solo un accesorio, haría un último intento por lo que sacó solo dos de las navajas y las dejó en el pasillo.
—Falta la del centro. No me creas tan imbécil, nadie conocía los trucos de Damián mejor que yo.
—¿No extraña a Damián?
—Más de lo que puedes imaginar, él era todo para mí. Pero nada dura para siempre, el amor a veces suele ser tan fugaz, la vida me lo arrebató demasiado pronto.
—Entonces debería de entenderme, solamente estoy protegiendo a Gabriel, no quiero verlo caer otra vez, tuvo demasiada suerte, pero lamentablemente Sergio no lo logró. No es fácil para mí verlo sufrir.
—No es el modo de hacer las cosas, cometiste un error, vendrán más guerras por el territorio de Lombardi, es demasiado poder para un solo hombre.
Lo único que haz hecho es ponerlo en peligro, tal vez algún día lo entiendas.
Era difícil hablar con tantos estruendos de balas allá afuera, solamente esperaba que Rizzo no le ocasionará problemas, quería matarlo… pero no mintió al decir que era solo una decisión de Gabriel.
Él era quien debía decidir si lo quería vivo o no, si fuera por él eligiría matarlo de una vez por todas y acabar con lo que empezó.
A pesar del sermón de Fernando no se arrepentía de nada de lo que había hecho, estaba feliz de volver a hacerlo si se daba la ocasión, estaba más que dispuesto a conseguir la tranquilidad y estabilidad de su prometido.
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