Epílogo
-NATHAN-
ERA CIERTO QUE mi última novia fue cuando estaba en el último año del instituto, y sólo había durado cuatro meses antes de que me alistara en el ejército. Mi esperanza era que ella siguiera ahí, apoyándome. Me había gustado tanto durante un año que reuní el valor de pedirle salir, así que prácticamente estaba emocionado.
Aunque ella no quería el estrés que conllevaba tener un novio militar. Cuando descubrió que me había alistado, me dejó como una patata asada.
Fue entonces cuando decidí pasar de las chicas, supongo. Incluso si no lo hubiera hecho, estaba estacionado en el Medio Este tanto tiempo como para intentar tener una pareja. Estaba fuera de juego. Nunca había sido demasiado bueno con las chicas, pero tuve mis amoríos. Cuando volví a casa, pasé de los comentarios de Mamá sobre encontrarme a alguien. Ni que me fuera a quedar en casa para siempre, y yo no quería molestar a nadie con el estrés.
Entonces conocí a Lacy.
Era increíblemente preciosa.
Y si eso no me había dado una misión, el hecho de que ella estaba con el asqueroso ex de mi hermana lo hizo. Me senté aburrido mientras Delilah intentaba explicar a todos que no estaba mal, y yo no podía estar sentado más tiempo.
Primero, era tipo así: necesitaba alejar a Lacy de ese monstruo. Salvar a la damisela en apuros, así que la hablé, aunque pareció que Lacy podía cuidarse sola. Quizás era mi instinto militar el que quería ser el héroe, pero serlo no era lo importante después de que empezamos a hablar y logré conocerla mejor.
Entonces sólo la quise. Quería su sonrisa y sus ojos y sus labios y su risa, y lo quería para mí. Él no se merecía tenerla, y francamente, no estaba seguro de si yo tampoco lo merecía. Pero sabía que lo hacía más que él.
Creo que realmente lo comprendí cuando me llamó llorando una noche. Era tarde, quizás las dos de la madrugada o así. Casi no lo cojo, estaba muy cansado como para escuchar mi móvil. Sin embargo, su voz temblorosa y las respiraciones entrecortadas me hicieron despertar de golpe.
"Habría llamado a Delilah, pero no quería despertarla porque acaba de salir del hospital hace un par de semanas y no quería preocuparla, y-y no quería levantarte tampoco pero--"
"Hey, hey, Lacy, cálmate," murmuré adormecido, apoyándome sobre mi codo. "¿Qué está pasando?"
Me explicó lo que él la había hecho. La había agarrado del pelo y la había estampado contra la pared. Descubrió que Delilah y Lacy le habían puesto una denuncia, y se cegó de ira. Empezó a contarme la de veces que la golpeó, pero paró y sonaba como si no pudiera continuar. Entonces cuando salió del baño, cogió su móvil y corrió hasta la puerta delantera.
"¿Dónde estás?" pregunté, ya fuera de la cama y calzándome, entonces me puse una chaqueta, sin molestarme en ponerme una camiseta o cambiar mis pantalones del pijama.
"Y-yo no sé, alguna intersección..." Aún respiraba agitada mientras encontraba alguna calle para decirme dónde estaba. "Nathan, ¿y si me ha seguido? ¿Y si llega antes que tú? Oh Dios..." Se paró cuando comenzó a sollozar.
"No cuelgues, ¿vale? Estaré allí lo más rápido que pueda." Intenté ser cauteloso maniobrando a través de la casa a oscuras, cerrando la puerta suavemente detrás de mí. "Deberías haber llamado a la policía, Lacy."
"No estaba pensando," admitió entre sollozos. "Pasó tan rápido y sólo pensé en llamarte."
Creo que mi corazón se saltó un latido. "Bueno, me alegro de que lo hicieras... pero podrías haber conseguido que le arrestaran."
"¿Crees que podría llamar cuando llegues? ¿Irían a su casa?"
"Es probable. La violencia doméstica es atendida al instante." Fruncí el ceño mientras salía a la carretera. "Lo único es que quizás tengas que ir con ellos."
Se calló un instante, sólo la escuchaba sorber los mocos por el llanto. "¿Irías conmigo?" susurró.
"Por supuesto," respondí con total sinceridad. "No voy a dejarte sola, Lacy. Lo prometo."
No estaba hablando sólo de esta noche, sino de todas las que estaban por venir.
Siempre estaría ahí para ella.
***
-LACY-
NO PODÍA CREER que los chicos decentes existieran. Todos los que había encontrado durante estos años eran arrogantes sexistas, simplemente salían conmigo por mi aspecto. Una vez en el instituto, tuve un crush con un guaperas por meses y me pidió ir al baile con él. Descubrí más tarde que sólo quería aumentar las posibilidades de ganar la corona del Rey del Baile.
Nathan era diferente.
Nathan era sincero y dulce y adorable. Era protector aunque su faceta de chico duro era sólo eso-una faceta. Era un osito de peluche gigante que ponía a los demás antes que a él. También amaba a su familia profundamente, y era increíble con los niños. Era irreal, un personaje ficticio de una novela o película.
Siempre había preferido a los chicos de la ficción.
Me quedé de pie en la acera, con un brazo rodeándome y el otro sujetando mi móvil. Admitiré que debería haber llamado a la policía, pero también admitiré que Nathan me hacía sentir más segura. Incluso si hubiera llamado a las autoridades, algo en el fondo de mi mente me convenció de que Nathan hubiera llegado antes.
Intenté lo mejor que pude darle pistas sobre dónde estaba. No había prestado atención cuando salí corriendo de esa casa; simplemente corrí. Ni siquiera llevaba puestos los zapatos. Una fina camiseta olímpica y unos pantalones cortos de pijama era todo lo que llevaba puesto, y hacía frío. El aire erizó mi piel, la brisa ocasionalmente chocaba contra mí provocando que tiritara.
No tenía ni idea de cuánto había corrido. Para ser sincera, mis ojos estaban empañados en lágrimas y sólo me preocupaba escapar, poner tanta distancia entre nosotros como fuera posible. Se había puesto peor que antes, sí, pero esta noche fue más intenso. Aparentemente, tenía un amigo en la comisaría, y le alertó cuando vio su nombre en el informe.
Estúpidos amigos que siempre estaban ahí para apoyarse entre sí.
¿Cómo podrías apoyar a alguien como él?
La única cosa que me asustaba ahora era que me encontrara. Bueno, y la reacción de Nathan cuando me viera. Nunca había usado los puños antes hasta hoy, y tenía un corte en mi labio y en mi ojo izquierdo. Estoy segura de que ahora sería un moratón, si no estaba en proceso. No quería pensar en cómo de malo se podría haber puesto si no hubiese corrido.
Pronto, escuché el coche de Nathan acercarse. Agarré con fuerza el móvil, abriendo la puerta del copiloto. Mantuve la cabeza gacha, aunque supe que finalmente vería los daños. Pero necesitaba evitarlo ahora. Actuar como si nada hubiera ocurrido.
Se quitó la chaqueta y me la ofreció. No me molesté en discutir sabiendo que probablemente perdería. Pude ver su torso desnudo por el rabillo de mi ojo y mis mejillas se enrojecieron. Me sentía culpable por quitarle la chaqueta, pero cuando se lo dije me contestó que no le importaba, que yo lo necesitaba más.
"Gracias," susurré, soltando un suspiro tembloroso. Aún tenía un poco de adrenalina corriendo por mis venas.
"No tienes que agradecerme. ¿Estás bien?" preguntó en un tono suave, y sentí su mano en mi rodilla.
No supe por qué eso me hizo llorar otra vez.
"Lacy..."
"Lo siento," dije.
Nathan estaba callado, entonces preguntó en voz baja, "¿Quieres ir a por un batido?"
Mi llanto se tornó en risas. "Son casi las tres de la madrugada," le dije, secando mis lágrimas aunque aún no giré la cara hacia él.
"Los batidos resuelven problemas," dijo. "Si quieres uno, pues lo conseguiremos. Hay una tienda 24 horas al final de la calle."
¿Cómo podía ser real?
Acarició mi rodilla después de asentirle, entonces empezó a conducir. Suspiré, descansando mi cabeza en la fría ventanilla. Estaba cansada, cada hueso de mi cuerpo pesaba. Pero no podía dormir porque mi mente estaba acelerada.
Cuando Nathan aparcó en el parking de la tienda, el letrero del sitio brilló contra el coche. Le escuché quitarse el cinturón, pero no se movió y pude sentir sus ojos en mí. Pude sentir un nudo en mi garganta de nuevo. Pude sentir que me hundía en la vergüenza.
"Oh, Lacy..." susurró, apenas audible.
Me atreví a mirarle. Parecía estancado entre el enfado y el dolor. Intenté sonreír. "Estoy bien," le dije, una mentira que ni siquiera yo podía creer. "Desaparecerá."
Dudó antes de pasar sus dedos gentilmente sobre el corte de mi ojo. Sus yemas frías eran suaves. Entonces agarró mi barbilla con cuidado, como si me fuera a romper. "Tenemos que llamar a la policía," dijo. "No vas a volver allí."
"¿No podemos comprar batidos primero?" pregunté, intentando alegrar el ambiente aunque de verdad lo deseaba.
Lo pensó por un momento. "Vamos a llamarles para que vayan, después cogeremos los batidos rápido. ¿Trato?"
Inhalé con fuerza, manteniendo la mirada. "Trato."
Encontré consuelo sabiendo que siempre estaría ahí para mí.
-JUSTIN-
ESA PEQUEÑA PUTA. El coraje que tenía... ¡La audacia! Había sido afortunada de lograr salir de casa. Todavía estaba enfadado cuando salí del baño, pero como se fue, tuve que satisfacerme tirando cosas. No importa cuántos platos tirara contra la pared o los muebles que empujara, la ira aún ardía en mi interior.
¿Era mucho pedir una mujer obediente?
Mamá había complacido perfectamente a Papá.
Ojalá las cosas no se hubieran complicado. La vida fue simple y rápida antes de graduarme. Tenía a Delilah, que solía estar pegada a mí con pegamento y hacía todo para hacerme feliz. Aunque lo divertido es que yo también solía hacerlo.
Pero las cosas cambian.
Cuando Mamá murió en mi primer curso de instituto, eso destrozó a Papá. Ya no le visitaba, no desde que nunca estaba sobrio. No desde que todo lo que hacíamos era discutir, verbal y físicamente.
Lacy había empezado con buen pie, como Delilah. Era delgada, preciosa, siempre obediente. Aunque me cabreó. Cogió peso y era vaga con la ropa. ¿Cómo esperaba que estuviera con ella en público? Cuando parecía que acababa de salir de la cama y hubiera cogido lo primero que hubiera pillado. Intenté estar bien con ello al principio, pero era imposible.
Ella era imposible.
Cada mujer en este planeta era imposible.
No la dejaría marcharse así como así, especialmente desde que fue a la policía. ¿Y para qué? Todo lo que yo quería era que me escuchara, que entendiera mi forma de ver las cosas. Ella simplemente era demasiado sensible, estaba demasiado preocupada por llamar la atención.
Yo estaba muy enfadado como para dormir y esperar que volviera, porque sabía que lo haría. Intenté pensar en dónde podría haber ido, y me quedé en blanco. No tenía familia en la ciudad, y sus amigos eran esnobs que apenas podrían ser llamados amigos.
Quizás una vuelta en coche aclarase mi mente un poco, disipara un poco la niebla. Quizás incluso la vea por la calle...
Cogiendo las llaves, salí, cerrando la puerta detrás de mí.
Entonces escuché sirenas.
Frunciendo el ceño, me giré para ver la dirección a la que iban. Eran las tres de la mañana--¿qué necesitaban los policías?
Mi corazón se hundió hasta mi estómago cuando el coche de policía paró frente a mi casa, un oficial salió de él.
Ella no haría...
"¿Justin Whitman?" preguntó, mirándome con los labios presionados.
"Sí, señor." Me puse recto. "¿En qué puedo ayudarle?"
Tan pronto como las palabras dejaron mis labios, un coche llegó, y Lacy salió de él. Mi shock acrecentó cuando el hermano de Delilah la seguía.
Ella era justo como Delilah, me dejó por alguien más patético y débil de mente.
¿Qué cojones estaba pasando?
El oficial se quedó sin palabras cuando Lacy pasó por la luz parpadeante de la sirena, aunque el sonido ya no estaba. Maldije en voz baja, sabiendo que estaba jodido. No debería haberla pegado tan fuerte, no debería haber dejado marcas.
El oficial ni siquiera le preguntó algo. Caminó con rapidez hasta mí, girándome para ponerme contra la puerta, inmovilizar mis brazos en mi espalda. Me dijo todos mis derechos mientras me esposaba, entonces dijo, "Soy el oficial que lleva a cargo tu investigación. Sé que ella no es la primera."
Quería gritarle-a todos. Pero mantuve la boca cerrada, mis dientes mordiendo el interior de mi mejilla con fuerza.
"Espera," dijo Lacy en voz baja cuando el oficial estaba a punto de meterme en el asiento trasero.
Todo el mundo la miró en confusión, incluido yo.
Se acercó a mí, con fuego en los ojos. Por un mínimo instante, hubo un destello de diversión. "Los abusadores son los segundos hombres odiados en las cárceles," me dijo, y habría concordado que sonriera pero no lo hizo. "Disfruta con tu propia medicina."
Entonces se giró y se paró al lado del hermano de Delilah, cuyo nombre nunca me molesté en recordar.
Entrecerré mis ojos hacia ella, pero ya estaba siendo empujado dentro del coche y la puerta estaba cerrada.
¿Por qué nadie podía estar ahí para mí?
☆☆☆☆
Novela original escrita en inglés por juliaxwrites
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