Capítulo 31
EL AEROPUERTO ERA ruidoso y había mucha gente corriendo y empujando, intentando llegar a su destino. El ambiente estaba cargado y hacía calor, así que estaba sudando, pero no estaba segura de si era por la temperatura o por el temido adiós. Seguía recordándome que sólo eran dos semanas--todo estaría bien y él volvería. No estaba excesivamente empalagosa, y me negaba a ser así.
Harry había estado abrazándome por casi cinco minutos. Su fuerte agarre alrededor de mi cintura no había aflojado, su cabeza no salía del hueco de mi cuello; creo que estaba más asustado de irse que yo porque se fuera. Había preocupación en sus verdes ojos cuando llegamos y se intensificó cuando tenía que subirse a un avión que le llevaría al otro lado del mundo. No diría las palabras en voz alta, pero sabía que dudaba en confiar en mí misma por mi inestabilidad mental.
Pero no podía cambiar nada aunque se quedara, ¿cierto? No podía conseguir que comiera o que estuviera cómoda conmigo misma. Anoche me sentí contenta; me hizo sentir preciosa. Sin embargo, esos sentimientos fueron temporales. Siempre desaparecían tan rápido como llegaban. No podía sostenerlos, no importa cuánto lo intentara. El espejo al día siguiente rompería cualquier seguridad que hubiera ganado.
"Tienes que soltarme," dije, riendo.
"Pero no quiero," murmuró, apenas audible con su cara en mi pelo. "¿Crees que se darían cuenta si te subiera al avión?"
"Es bastante probable."
Gruñó, aún sin moverse.
"Piénsalo de esta forma: vas a ver a tu madre a quien no habías visto en un año. Y cuando vuelvas, será la fecha de ir al show de los tigres, así que podremos abrazarlos juntos." Pellizqué su cintura; aún no se movía.
"¿Me llamarás si algo pasa?" murmuró, finalmente soltándome lo más mínimo para mirarme.
"No va a pasar nada," le aseguré.
"Aunque si algo pasa..."
"Te llamaré," terminé la frase por él. Queriendo contentar el ambiente un poco, añadí bromeando, "Pero, ¿sólo quieres que te llame para eso?"
"Si esa es la única vez que vas a llamarme, voy a confiscar tu móvil hasta que aprendas cómo usarlo correctamente."
"No puedo aprender a usarlo si lo confiscas."
"Déjame ser intimidante por una vez, ¿vale?"
Reí y me abrazó de nuevo, entonces presionó sus labios contra los míos. Gemma le llamó, diciendo que era hora de marcharse a la terminal. Harry besó mi frente, echó un paso atrás pero no soltó mi mano. Sonreí, empujándole suavemente mientras le decía que se fuera. Aunque me agarró del brazo, haciéndome chocar contra su pecho. Acercó sus labios a mi oído.
"Te quiero," suspiró.
Empezó a alejarse antes de poder procesar lo que había dicho. Me abracé a mí misma y les vi irse, Des se giró y se despidió de mí con una sonrisa emocionada en su rostro. Harry me miró sobre su hombro tímidamente, pero cuando le sonreí, él me la devolvió.
Entonces se marcharon.
***
Todo era terriblemente silencioso con Harry fuera. Todo lo que me quedaba era trabajo. Aunque me mantenía ocupada, y típicamente cuando llegaba a casa después de trabajar en el supermercado iba a la cama. A veces no era tan tarde, pero intentaba acostarme pronto para que mi madre no me preguntara qué quería de cena. No podías decir "nada" por mucho tiempo.
Una vez Harry se había olvidado de las cinco horas de diferencia, y me había llamado a las tres de la madrugada, pensando que eran las ocho y ya estaba despierta. De todas formas sí lo estaba, concentrándome en el dolor de mi estómago y esperando que desapareciera. Él era mi distracción para eso, aunque se sentía mal por pensar que me había despertado.
Le escuché hablar sobre su madre, y lo feliz que sonaba era suficiente para mí para olvidar lo pronto que era. Había sido su cuarto día allí, y dijo que estaba bien relajarse en casa con su familia, como si nada hubiera cambiado realmente. No pregunté qué había cambiado; me di cuenta de que sería una conversación para cuando no estuviera tan alegre. Sería cruel de mi parte quitarle eso simplemente por mi curiosidad.
Al final de la semana, volví a casa y empecé a caminar por el pasillo después de saludar a mi familia. Sin embargo, no había llegado a mi habitación antes de que Nathan me llamara, haciéndome girar. Tenía las llaves de su coche en su mano, dándome una mirada expectante.
"Vamos," fue todo lo que dijo.
Fruncí el ceño. "¿Dónde?"
"Sólo vamos."
Suspirando, dejé mis cosas en mi habitación y le seguí hasta su coche. Me senté en el asiento del copiloto e intenté preguntarle otra vez dónde íbamos. Tenía una pequeña sonrisa en sus labios, pero a parte de eso no me dijo nada.
Me estaba sintiendo un poco mareada, quizás porque no estaba tumbada como solía estarlo. Descansé mi cabeza en la ventanilla, mirando el exterior mientras pasábamos al lado de casas y cafeterías y otros coches. Esperaba que las calles me dieran alguna pista de nuestro destino, pero no lo hicieron. No hasta que llegamos a la esquina y la memoria me llegó.
"¿La bolera?" dije, aún dudando.
"Mhmm."
"¿Por qué?"
"Te has vuelto aburrida, Delilah," me dijo, entonces rió por la mirada que le eché. "Me cansa verte tan cansada. ¿Tiene sentido?"
"El suficiente."
"Bien." Aparcó y apagó el motor. Cuando me miró, hubo un destello de preocupación en sus ojos. Casi lo pasé desapercibido considerando lo acostumbrada que estaba a ello. "Necesitas salir de casa, así que pensé que un día de hermanos estaría bien."
"En verdad, no puedo recordar la última vez que tuvimos uno."
Nat y yo lo habíamos hecho oficial hace un par de años, antes de que se metiera al ejército y antes de que yo fuera un desastre de emociones. Cada viernes hacíamos algo diferente, sólo nosotros dos. Desde ver una nueva película hasta cenar en nuestra hamburguesería favorita. Aunque el lugar que más frecuentábamos era esta bolera. Los viernes siempre tenían música de todos los estilos, y a media noche ponían luces de discoteca y un ritmo tecno, y la gente podía bailar en las pistas. A veces estaban coordinados, como si lo hubieran planeado desde hace tiempo. Pero la mayoría de las veces, era divertido ver a otras personas, bueno, divertirse.
"Van a hacer un karaoke esta noche," añadió, con una sonrisa en sus labios. "¿Puedes imaginarte cuántos borrachos van a haber pensando que serán el próximo éxito?"
Sonreí, abriendo la puerta. "Tiene pinta de ser interesante."
La bolera estaba muy abarrotada, como siempre en aquellas noches. No podía creer cómo había podido olvidarlo. El olor a pies mezclado con el olor a nachos; niños corriendo por todos lados o jugando a videojuegos o intentando coger una bola que pesaba más que ellos; gente gritando cada vez que sumaban puntos. Cosas probablemente desagradables para aquellos que nunca habían estado aquí, aunque intoxicablemente nostálgico para un cliente que solía ser regular, como yo.
Nat ya estaba pagando, cogiendo nuestros zapatos y mirando dónde nos asignarían. Fuimos y nos sentamos en la mesa frente a nuestra pista, poniéndonos los zapatos y atándolos. Hicimos piedra, papel o tijera para decidir quién tiraría primero, y metimos nuestros nombres en el pequeño ordenador que contaría nuestros puntos.
"¿Crees que pondrían las barreras para mí?" pregunté, en parte bromeando.
Nat rió. "¿Has empeorado con los años, D?"
"Hace mucho que no juego," le dije. "Y era bastante buena. Nunca me superabas."
"Sí, bueno, las cosas cambian, querida hermana."
Nat tiró primero.
"Quizás tú necesitas las barreras," remarqué con una risa cuando su bola se salió de la pista.
"Sólo estoy calentando." Se pellizcó la nariz. "Vamos a ver qué tal lo haces tú, entonces."
"Hey, ya te he avisado de que puedo haber perdido talento. Eres el único que dice haber mejorado, así que es aceptable si fallo porque ya he asumido esa posibilidad."
"Deja de hablar y tira la bola."
"Vale, vale."
Increíblemente, tiré cuatro bolos. Aunque sólo fueron esos, cuatro. Nat me llamó tramposa, aunque ambos sabíamos que no se podía hacer trampas en los bolos. Estuvimos así todo el rato--bromeando y perdiendo y a veces tirando un bolo o más, o ninguno.
Entonces Nat compró nachos. Mi excusa de no estar muy hambrienta no funcionó con él, así que me comí uno con esperanzas de que se quedara satisfecho. No entendía lo difícil que había sido tragarlo. Si lo hiciera, no creo que hubiera intentado persuadirme para comer más. Casi acabamos discutiendo sobre ellos, yo constantemente diciendo que no quería y Nat diciendo que necesitaba algo en mi estómago. No entendía que no se quedarían en mi estómago. No lo entendía.
Afortunadamente, mi móvil sonó e interrumpió nuestro debate. Apenas podía escuchar el tono por el ruido de la bolera, pero había estado intentando distraerme de Nat. Era Harry, así que puse el altavoz. Quizás Nat también se distraería.
"¿De fiesta sin mí?" preguntó Harry.
"No." Miré a Nat, que estaba mordiendo su labio. "Estoy en la bolera con Nat. Tengo puesto el altavoz."
Se saludaron, y nunca antes Nat se había soltado tanto desde que llegamos. Hablaba a Harry más que yo, y perdí el hilo de la conversación. Aunque estaba agradecida de que no estuviera todavía enfadado. Odiaba hacer a la gente de mi alrededor enfadarse, pero parecía que era la única cosa que se me daba bien.
Después de la llamada, Nat y yo terminamos nuestro juego antes de que anunciaran que era la hora del karaoke. Nat había estado en lo cierto con lo de los borrachos. El primer hombre que se acercó al micrófono de la pista se tambaleaba demasiado, aunque tenía una amplia sonrisa en su rostro. Cantó "Never Gonna Give You Up" de Rick Astley, y si no fuera por el farfullo y el cansancio de su voz, quizás hubiera estado medio decente.
Casi media noche e incontables intentos de karoake después, me sentía mareada otra vez. Dije a Nat que iba a salir a tomar aire fresco. Quizás salir de este ambiente tan abarrotado ayudaría. Froté mis sienes cuando el dolor empezó a formarse, prácticamente me hacía tambalearme y sentirme mareada.
Me apoyé contra la pared fuera, el aire nocturno apenas húmedo pero enlazado con la brisa me hacía sentir cómoda. Cerré mis ojos, aun masajeando mis sienes aunque el dolor se intensificó. Ya no era dolor lo que sentía, sino la risa que venía con él. El eco de murmullos y risas e insultos. No miré--sabía lo que me encontraría. Se metían en mi cabeza, mi estómago dolía; hacían más ruido, mi estómago gruñía.
De pronto estaba pensando demasiado en ese nacho, en cómo no debería estar en mi estómago. Mi tripa gruñó y me incliné, esperando hasta asegurarme de que me había desecho de ese nacho. Tenía náuseas, mi cabeza dolía, mi garganta ardía. Me mantuve inclinada por un largo rato, agarrando mi abdomen y mi cabeza. Todo parecía borroso. Las risas acrecentaban. Les miré señalándome e instantáneamente aparté la mirada.
Alguien posó su mano en mi espalda, sus voces se apagaban. No podía oírlo. Quizás eran los nuevos del grupo. ¿Debería mirar? No quería ver ninguna sonrisa cruel o escuchar malas palabras salir de sus labios. Ya sabía que todo lo que decían era cierto. Era todo cierto y no tenía derecho a pensar lo contrario.
"Delilah..."
La voz poco a poco comenzó a ser más clara, el tono de preocupación era evidente.
"Delilah, ¿qué pasa?"
Apareciendo y desapareciendo, dentro y fuera. ¿Dónde estaba? Mi estómago dolía, mi cabeza también. No podía centrarme en ninguna cosa.
"Te voy a llevar al hospital..."
¿Hospital? Pero estaba bien, sólo un poco mareada. Las náuseas desaparecerían, el dolor de cabeza se esfumaría, y estaría bien. Sólo necesitaba sentarme un poco...
¿Me caí? Creo que sí. Mi codo me dolía, y estaba rojo. Estaba casi agradecida. Se llevó todo el dolor de cabeza y el nudo de mi estómago. Unas manos intentaban mantenerme en pie. Me apoyé sobre el cuerpo, unos brazos fuertes me sujetaban. Intenté alzar la vista, para ver quién era. Todavía hablaban en tono preocuado.
Nat, sí. Él era quien me sujetaba.
¿Dónde había dicho que me iba a llevar?
Creo que sólo me dijo que mantuviera los ojos abiertos. ¿Estaban cerrados? Estaba segura de que le estaba mirando. Sus ojos marrones y cabello castaño corto y barba sobre su labio superior y alrededor de su mandíbula. Sí, mis ojos estaban abiertos. Podía ver la luna en el cielo y billones de estrellas brillar a su alrededor.
Estrellas.
¿Estaban en el cielo o en mi visión? Estaban en todas partes. Eran preciosas.
Mi pecho se oprimía, mi respiración se aceleraba. Me centré en las estrellas y cómo brillaban. Seguro que nada malo podía suceder bajo algo tan bello.
Me estaba cayendo de nuevo, pero esta vez algo suave me paró. Miré a mi alrededor, intentando respirar y mantener los ojos abiertos. Estaba en el coche de Nat. Me estaba poniendo el cinturón de seguridad, diciéndome que siguiera despierta. Estaba despierta--ojalá no.
El sudor resbalaba por mi cara, se creaba en mi nuca. Hacía demasiado calor aquí dentro. Sentí que me estaba oprimiendo. No creo que estuviera respirando; era demasiado difícil. Dolía inhalar y exhalar, y mi cabeza aún dolía y mi estómago se removía y las estrellas todavía eran preciosas.
Intentando mantener los ojos abiertos, intentando respirar, intentando centrarme en otra cosa menos en el dolor que parecía estar en todo mi cuerpo. Las estrellas ya no ayudaban. Seguían siendo bellas, pero desaparecían con cada parpadeo que daba. La oscuridad amenazaba alrededor de mis ojos, y quería que parara. Quería seguir viendo las hermosas estrellas.
Un dolor diferente apareció en mi cabeza--creo que me golpeé contra la ventanilla.
Nat seguía hablándome.
Intentando mantener los ojos abiertos, intentando respirar...
La cabeza doliendo, el estómago retorciéndose...
Cada respiración más difícil que la anterior...
La oscuridad llenó mi visión por completo.
☆☆☆☆
Novela original escrita en inglés por juliaxwrites
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