Capítulo 24

EL HOMBRE CHASCÓ su lengua, echando un vistazo al precio de la pantalla, escaneó cuántas cosas había cogido, y no parecía poder decidir lo que más necesitaba. No podía ver cuán desesperadamente necesitaba cualquiera de ellas; dos cajas de cerveza, una pelota saltarina que brilla cuando golpea el suelo, un par de revistas escandalosas, una bolsa de naranjas, comida de gato, y un juguete de perro.

Yo estaba rozando la desesperación, un dolor de cabeza se formaba. Tomaba todo lo bueno de mí el no golpearle, pero estaba demasiado al límite a estas alturas. Él debe haber estado ahí de pie por diez minutos, y la cola ya estaba creciendo detrás suya con clientes impacientes. Miré al cajero, Miles, con esperanzas de que me ayudase.

Me dio un pequeño, inservible encogimiento de hombros.

Mordí mi labio para retener un quejido, entonces intenté abordar la situación lo más educadamente posible. "Señor, hay una cola de personas detrás suya esperando a pagar. Estoy segura de que todos tienen cosas que hacer, como usted. ¿Podría, quizás... darse un poco de prisa?"

"Sólo un minuto." Estrechó los ojos hacia sus compras una vez más. "Privar a los animales o privarme a mí..." Se frotó la barbilla con el dedo índice, pensando.

"Me llevo las cervezas," dijo finalmente.

Solté un suspiro, yendo a pasar su tarjeta otra vez.

"Espera, he cambiado de opinión."

"Señor, quizás pudiera volver a meter sus cosas en la cesta e ir a solucionar el problema para que así pueda atender a los que están esperando pacientemente."

"Buena idea." Tenía una gran sonrisa en su rostro mientras cogía sus cosas y las echaba al carro para volver al interior del supermercado. Suspiré aliviada y Miles me levantó los pulgares.

"Siento la espera," dije a la siguiente persona, un hombre anciano con bigote.

"Caramba, me estaría tirando de los pelos si trabajara en servicio al cliente. Pobre hombre, probablemente no podría escoger entre el oro y la suciedad."

Sonreí por cómo me recordaba a mi abuelo.

Con la cooperación del cliente, me las hube apañado para reducir la cola a dos personas en un tiempo récord. miles parecía que podría haber muerto de ir a los coches de los clientes, y volver, y salir, y volver para meter en bolsas la compra de una mujer. Ella era muy peculiar con qué cosa iba en cada bolsa, y dónde debía ir colocada en el carrito. Había apartado su mano un par de veces para ordenarlo por ella misma.

Cuando se acabaron las prisas y tocaba la hora del descanso, estaba segura de que Miles podría llorar de alegría. "Voy a echarme una siesta," dijo simplemente, entonces desapareció escaleras arriba donde estaba la sala de empleados y las oficinas de los managers.

Salí de mi cuenta de empleada del ordenador, apagué la luz del mostrador, y salí a la calle a tomar el aire. Estaba agradecida de que hubiera frescor en la brisa y nubes en el cielo. No podría nevar por Navidades, pero al menos pasaríamos uno frío. Eso era suficientemente bueno para mí.

Notando una figura familiar caminando directa hacia mí con una bolsa en una de sus manos y la otra tras su espalda, ladeé la cabeza en confusión. Harry mostró una sonrisa débil a medida que se aproximaba, me besó cortamente cuando estaba lo suficiente cerca.

"No salgo del trabajo hasta dentro de dos horas," le recordé, suponiendo que lo había olvidado porque me iba a recoger después del trabajo para ir de compras navideñas. Él no tenía ni idea de qué regalar a Gemma.

"Lo sé," dijo. "Pero terminé de trabajar. Y no hay mucho que hacer en dos horas salvo pasar tiempo contigo, así que vine aquí."

Asentí, entonces señalé la bolsa. "¿Qué hay dentro? ¿Y qué escondes detrás de la espalda?"

Elevó un dedo, alzando las cejas mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. "Cosas maravillosas, Delilah."

"Estoy esperando a que me lo muestres."

"¿Recuerdas cuando el otro día estuvimos hablando de nuestras cosas favoritas? Como los colores, la comida, los animales..."

"Sí... ?"

"Bueno, tengo una memoria terrible a largo plazo, pero soy increíble con el corto plazo. Recordé que tu animal favorito era el tigre, y entonces recordé que gané esto en una feria." Reveló lo que estaba tras su espalda.

Un tigre de peluche igual de grande que mi brazo. Tenía ojos de cristal azules, una etiqueta con un nombre en su cuello como los de los perros.

Lilly.

"Los tigres blancos son mis favoritos," dije, sonriendo mientras cogía al peluche de sus manos.

"¿Ves? Soy un genio."

"¿Y qué hay en la bolsa?"

Harry pareció avergonzado entonces, como si estuviera asustado de decirlo, pero entonces la abrió. "Sé que probablemente no te lo comerás--o si lo haces, no mucho--pero pensé que estaría bien traerlo de todas maneras. Nostalgia y todo eso." Sacó una caja de la mochila y levantó la tapa, mostrando cuatro alitas de pollo con patatas fritas al lado. "Con miel de mostaza, por supuesto."

Mi boca se aguó al olerlo. No había comido alitas en Dios sabe cuánto tiempo, estrictamente porque Justin no quería que comiera comida basura. Ahora apenas puedo comer. Pero esas alitas de pollo...

Y encima con miel de mostaza. Justin nunca se acordaba de ella.

"De nuevo, sé que probablemente no te las comas." Cerró la caja, frunciendo un poco mientras la metía a la bolsa.

Le miré por un momento largo, todavía intentando procesar cómo existía tal persona. Dejé el peluche bajo mi brazo y con mi mano libre agarré la cintura de Harry, descansando mi cabeza en su cuello. "Juro," murmuré, "que si no me dices lo que quieres por Navidad, voy a devolverte todo lo que me has regalado."

Él rió. "Me gusta comprar regalos a la gente."

"Bueno, es mejor que te guste recibirlos, también. Seguro que hay algo que quieres," dije, apartándome para poder mirarle. "Incluso unos calcetines servirían."

Arrugó la nariz.

"Vale, calcetines no, está bien. ¿Ves?, es por esto que necesitas darme una lista."

Abrió la boca para hablar, pero el mínimo brillo de diversión en sus ojos me hizo interrumpirle. "Harry, si dices algo sobre que sólo necesitas a tu familia, me veré forzada a tomar medidas drásticas."

Bufó. "¿Como cual?"

"Aún no lo sé, pero no es nada de tu incumbencia de todas formas."

Frunció los labios, reprimiendo una sonrisa. "De verdad que no quiero nada, Delilah."

"Mentiroso."

"Sólo cuando rompo algo valioso."

"Menuda confesión. Quizás tendré que darte carbón por Navidad."

Eché un vistazo al móvil, dándome cuenta de que mi descanso había terminado hace un par de minutos. A Isa, la encargada, no le importaba mucho. Aún así, no quería sobrepasar los límites.

"Estaré molestándote y siguiéndote todo el rato," dijo Harry.

"Soy la chica más afortunada del mundo," bromeé.

Besó mi mejilla y le di el tigre, al cual sin éxito intentó meter en la bolsa de plástico. Le indiqué que subiera las escaleras donde podía dejar las cosas, y volvió momentos después diciendo que cree que rompió el dispensador de agua. Le pregunté cómo alguien sería capaz de hacer eso, y me dijo que requería mucho talento.

"No paraba de echar agua," dijo con los ojos abiertos. "Intenté mover el pomo ese, pero no paraba. Una persona salía del baño, así que se lo dije y se empeñó en solucionarlo. Odio admitirlo, pero huí. Así que ahora es su problema."

Me di con la mano en la frente.

Más tarde, aprendí que Harry en el fondo era un crío. No, el show con la pistola de Nerf de las compras de Acción de Gracias no fue suficiente para convencerme. Algunas personas tienen momentos juguetones a veces. Sin embargo, cuando estaba rellenando las estanterías y Harry comprobaba cuantas cajas podía sostener en su nariz mientras se apoyaba en un pie... Me convencí del todo. Y por si eso no fuera suficiente, tuve que decirle que dejara de dar patadas al balón de fútbol por los pasillos. Y por si eso no fuera suficiente, tuve que recordarle que había sobrepasado el límite de edad como para tomar galletas gratis de la panadería.

Cuando al fin terminó mi turno, Harry fue a por mi tigre y mis alitas de pollo escaleras arriba, entonces nos dirigimos al centro comercial en nuestros propios vehículos con esperanzas de que hubiera poca gente. Era un jueves por la tarde, y seguro que no demasiada gente estaría por allí a estas horas. Ya casi había terminado mis compras navideñas, no tenía mucha gente por la que preocuparme. Tenía el regalo de Nat, el de Mamá y Papá, cogí unas tarjetas navideñas para cada uno de mis primos; sólo necesitaba cogerle algo a Harry.

Y él lo estaba haciendo especialmente difícil porque aún no quería decirme lo que quería.

Mientras caminábamos por una joyería, intenté preguntarle de nuevo. Puso las mismas sonrisas en su cara y encogió los hombros. Entonces, hizo lo que mejor se le daba y cambió de tema.

"¿Crees que a Gemma le gustará esto?" preguntó, señalando un par de pendientes de esmeraldas bañados en plata.

"¿Cuál es la piedra de su nacimiento?" mordí el interior de mi mejilla, buscando el tecnicismo para cambiar el tema otra vez a su regalo.

"Su cumpleaños es el 3 de Diciembre. ¿Qué piedra es esa?"

Mis ojos se abrieron. "¿Fue el tres y no me dijiste nada?" Hoy era veinte, había sido hace mucho. "¡Soy una horrible amiga, Harry!"

Sonrió, apartando mi preocupación. "No te preocupes. Odia que le regalen cosas y le deseen feliz cumpleaños. Sólo, creo, cinco personas saben su cumpleaños. Yo, Mamá, Des, Zac, y su amiga Jess. Bueno, y ahora tú, así que seis personas."

Me di cuenta de que no mencionó a su padre, pero sacar un tema para crear tensión no estaba entre mis planes. Lo empujé al fondo de mi mente para más tarde. "Aún así. Al menos podría haberlo sabido."

"Bueno, ya no importa, ¿no? Ahora en serio, ¿cuál es su piedra?"

Bufé, escaneando la sala para buscar a alguien que trabajara aquí. Aunque no tenía ni idea, así que lo busqué en Google. "Zirconio, tanzanita y turquesa," le dije, leyéndolo de mi pantalla.

Frunció los labios pensando, entonces asintió. "Así que el azul. Lo tengo. Los pendientes de esmeraldas."

Acabó cogiendo un collar de plata con una G en él, y una pulsera de color azul claro. De ella colgaban detalles, uno de ellos tenía Mejor Madre, y otro Mejor Hermana, otro tenía un bebé, otro un corazón rojo, y el resto estaba libre para que pusiera lo que ella quisiera. Entonces Harry me dijo el regalo que compró a Desiree: una cama con forma de castillo de princesa.

"Los postes al pie de la cama son como columnas, y en el cabecero parecen torres. Es rosa y parece muy elaborada, y viene con una de esas cortinas que cubren la cama."

"Va a hacerse con el mundo en un día, te voy avisando."

Harry rió. "Sería una dictadura en la que todo el mundo debiera poseer algo rosa."

"Y brillante."

"Y brillante," confirmó.

Considerándome pícara, dije, "¿Así que harías en tu dictadura si dominaras el mundo?"

Me miró. "Buen intento, Delilah."

"Por el amor de Dios, sólo dime algo. Una caja de chuches, un batido de col--"

"Podrías hacerme un pastel."

"¿En serio?"

Se encogió de hombros. "Dijiste que dijera algo, y un pastel es algo."

"Pero... pero..." puse un puchero. "No quiero hacerte otro pastel. Es aburrido y muy visto. Quiero comprarte algo. Tú me has comprado muchas cosas. Hoy has aparecido con un peluche y comida... por diversión."

"Oh, y te he comprado un regalo que creo que te gustará."

Eché las manos al cielo, exasperada. "¿Ves? ¿Por qué tu puedes comprarme algo pero yo a ti no?"

Estábamos fuera en el parking, caminando hacia nuestros coches y Harry suspiró. "Simplemente no quiero nada. No sé. Perdí el interés en los regalos cuando tenía, como, dieciséis años."

"Bueno, pues vas a tener algo. Puede que sea un suéter navideño feo. Puede que sean calcetines que no peguen. Puede que sea algo totalmente horrible y cutre, pero maldita sea, vas a recibir algo."

Harry sonrió, uniendo su mano libre con la mía mientras la otra llevaba la bolsa de la joyería. "Confío en tu mandato."

"En serio, a veces no me gustas."

"Mientras sólo sea a veces."

Le miré, molesta, pero rió y besó mi nariz y era difícil seguir enfadada. Gruñí frustrada, lo que solamente le hizo reír más. Quizás estábamos a cincuenta pasos de nuestros coches cuando su móvil sonó en su bolsillo. Frunció el ceño en confusión, claramente no estaba acostumbrado a recibir llamadas tan tarde por la noche. El cielo estaba casi oscuro, aunque sólo eran las 7:30.

Soltó su mano de la mía, entonces sacó el móvil de su bolsillo. Sus ceño se frunció mucho más cuando vio quién llamaba, y respondió un poco ansioso. Le observé de cerca, intentando descifrar lo que estaba pasando. Sus cuerpo se tensó y sus mejillas se enrojecieron, su mano ahora agarraba el móvil muy firmemente. Gruñó bajo antes de echar la cabeza hacia atrás, agradeciendo a la persona por llamar.

Cuando colgó, pregunté cuidadosamente qué pasaba. Era raro ver a Harry enfadado, y aún no estaba segura de lo que esperar. Había tenido mi justa participación siendo testigo de berrinches que podrían ser violentos muy rápido. No creía que Harry fuera capaz de eso, pero entonces de nuevo, nunca pensé que Justin tampoco lo fuera.

"Es Nicole," murmuró aunque tenía la mandíbula apretada. "Era mi vecino quien llamó. Aparentemente, está en frente de mi porche otra vez."

Estaba empezando a reflexionar sobre la estabilidad de esa chica. ¿La había perdido por completo, o simplemente estaba desesperada? ¿Eran los opciones diferentes?

Suspiró, sonando profundamente exhausto mientras pasaba una mano por su cara. "Delilah, odio tener que preguntártelo, pero, ¿te importa venir conmigo? Es mucho más difícil convencerla de que se vaya cuando estoy solo."

Asentí. "Apoyo moral; acepto el reto."

Intentó sonreír, pero no le salió.

Me asustaba cuán lejos iría Nicole para conseguir lo que quería.

☆☆☆☆

Novela original escrita por juliaxwrites

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