Second.
Su cuerpo se movía bruscamente al compás de las arcadas que producía. Sus ojitos se llenaron de lágrimas, él odiaba vomitar pero el sentimiento de desesperación era más fuerte sobre su miedo.
Todo lo que había transcurrido en la semana se reproducía en su mente cómo película, las situaciones que Choi le hacía pasar cada día dentro de la escuela, las críticas que recibía de los extraños en la calle, las personas hablando de él como si tuvieran el derecho, esas desagradables miradas.
Estaba harto, cansado de vivir siempre mismo, por eso lo único que ahora podía considerar era: darles gusto. Dejo de ingerir alimentos, las ricas que consumía al día -que usualmente eran 4-, se redujeron a una, a veces ni siquiera comía. Porque cuando lo hacía el sentimiento de culpa lo invadía con el pensamiento palpable que debía desechar lo consumido.
Comenzó con pastillas dietéticas, y producirse vómito al anochecer. Se estaba destruyendo, pero él creía que era lo mejor. Para todos menos para él.
Lo que se suponía solo sería cuestión de una vez se convirtió en rutina. Todos los días, después de la cena y verificar minuciosamente el sueño de su madre, se escabullía al baño y dejaba salir todo el alimento ingerido.
Se metió tanto en darles gusto a las personas que ya no escuchaba las alertas cuyo cuerpo le mandaba.
Así es como llegas a Lee Felix: donde anteriormente hubo mejillas rellenas, muslos gruesos y unos brillantes ojos. Ahora era todo lo opuesto: pómulos finos, muslos delgados, orbes cafés sin el característico brillo que los definía. La personalidad feliz y siempre positiva ya no estaba presente, solo estaba la sombra de lo que alguna vez fue. Lee se sentía tan cansado para siquiera esforzarse en sonreír o mantener una actitud alegre.
— Buenas noches mi bebé — dijo su madre mientras subía las escaleras directo a su cuarto — Duerme bien corazón.
— Buena — tomó una bocanada de aire antes de continuar, últimamente sus energías no daban para siquiera formular una frase —, noche.
— ¿Te encuentras bien? — pregunto, siendo consciente sobre el aspecto de su hijo lucia diferente.
— ¿Eh?, oh sí — trató de sonreír para sonar más convincente —, solo es cansancio.
Su madre solo le dio un movimiento con la cabeza y entró a su cuarto.
Lee Felix podía sentir como su respiración fallaba, tuvo que inhalar profundamente para poder establecerla. Su cabeza dolía por el estrés de la escuela, su cuerpo se sentía tan pesado que pensó en la posibilidad de quedarse dormido sobre el sofá. Su abdomen dolía a horrores, sin embargo eso no evitó que con mucho esfuerzo llegará al baño de la segunda planta y expulsara una vez más todo lo que había consumido durante el día.
Una vez que expulsó lo ingerido, dejó caer su cuerpo sobre la puerta, respirando pesadamente, cerró sus ojos permitiéndose ser débil. ¿Cuánto tiempo más aguantaría? ¿Cuál era el límite de todo aquello?
Estar en la escuela era ya algo que detestaba, no podía seguir soportando las desagradables miradas que sus profesores y compañeros le otorgaban. Le provocan inseguridad, ya no podía mantener la cabeza en alto, no veía a nadie a la cara ya que sabía que si miraba a alguien a los ojos, solo vería asco, repulsión y él ya no podía soportarlo.
— Hola cerdito — Choi, como era ya usual perseguía a Han para molestar. Más Felix no se percató de la presencia contraria —. ¡Lee Felix! — exclamó para llamar su atención.
La mirada perdida de Lee enfocó a Choi, no queriendo estar frente él, se encogió sobre sí mismo.
— ¿Qué es lo que ocurre contigo? Llevas días evitándome, no me gusta eso — frunció el ceño — Hagas lo que hagas, siempre seré tu pesadilla y estaré para recordarte que no vales nada en este mundo y que tú presencia sólo estorba.
Sus rostros estaban demasiado cerca, los ojos de Choi lo miraban tan profundamente que Felix se encogió un poco más. Su corazón palpitaba tan deprisa que su respiración se volvió irregular.
Pensó que tal vez, si se esforzaba un poco más, terminaría. «Solo déjame en paz».
— Déjame en paz, Choi. No puedes seguir tratándome de esa manera — con brusquedad se apartó del chico, dejando cierta distancia entre ambos —. Estoy harto de tus malditos insultos, de tus golpes y de que creas que puedes tratarme a tu antojo — tal vez fue la adrenalina del momento, pero aprovecharía la valentía. ¡Es suficiente!
Su pulso estaba tan acelerado como segundos atrás, tal vez incluso un poco más, respiraba con dificultad y no era capaz de apartar la mirada de Choi.
El contrario se encontraba sorprendido, solo le bastó unos segundos para recuperarse de la sorpresa, caminar hasta Felix y darle un fuerte puñetazo en su mejilla izquierda.
— No sé qué demonios acaba de ocurrir contigo — dijo mirando su cuerpo tirado en el suelo —, pero recuerda que no eres nadie para tratarme así, mierda — inclino su cuerpo al suyo propio, esta vez susurró con voz suave y torturable —. Yo puedo hacer lo que quiera Lee Felix, porque recuerda que a nadie le interesa lo que pase contigo, eres miserable.
Terminó lo dicho y se fue. No miro atrás y tampoco dejó de sonreír.
Lee seguía en el suelo, con las lágrimas cayendo sin fin, se arrepintió de lo que hizo, se sintió como un fracaso al pensar que podía hacerlo. Solo obtuvo romperse un poco más.
— ¿Tan miserable soy? — preguntó a la nada, sollozando.
No importaba cuánto se esforzara, no podía darles gusto a los demás. Quería desaparecer.
Los pasos de dos figuras caminando deprisa provocaban eco en toda la habitación.
— ¡Detente Bang! — escuchó el grito de la chica, más no se detuvo —. Sabes que no puedes.
— Él me necesita — contestó dando media vuelta —. Sabes que haría cualquier cosa por él, justo como tú. Y muy en el fondo también sabes que no voy a detenerme hasta estar seguro que él estará bien.
Con esas palabras la chica lo dejo ir. Estaba apostando todo por él, pero ya no quería verlo sufrir, no quería dejarlo solo. Daría todo por su seguridad.
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