7: Killer

Las horas pasan rápido cuando hablas de negocios, y aún más cuando se está con una taza de té a lado del hombre correcto. Clarice siempre tenía en mente que elegir la compañía de un hombre era como escoger el color de un labial. Si no te hacía sonreír, no era el indicado, sin embargo Alfred LeClair, aun con las escandalosas notas en de prensa y los innumerables encabezados en las portadas de revista, seguía firme con la idea de comprar la agencia de modelaje Saint-Clare con la intensión de que Stephano se viera obligado que cerrarla, siempre y cuando él accediera a soltar los pagarés del palacete que se encontraba a solo unas calles de Montmartre.

—Debes estar feliz por el regreso de Aiden. — Clarice dejó la taza a medio tomar sobre la mesita de centro que había frente al sofá. — Quizá resulte buena idea sugerirle comenzar a diseñar alguna colección para la semana de la moda.

Alfred elevó ambas cejas suspirando como si aquella idea no terminara de convencerlo realmente antes de retirar la taza caliente de sus labios. — No lo sé. — Tensó la mandíbula. — Bianca se casará pronto, y Aiden tiene muchas cosas de las cuales debe hacerse cargo antes de pensar en presentarse en el evento que le costó la reputación de toda la familia.

—Tienes razón, desde que Aiden comenzó a ser un blanco para la prensa, Dominico parece haber sido firme al respecto. — Clarice se acomodó un mechón de cabello tras la oreja.

Los ojos de Alfred se ensombrecieron al escuchar el nombre de su hijo mayor. — No ha contestado ni siquiera para confirmar su asistencia a la boda.

Clarice se acercó a su dirección para apoyar una mano sobre las suyas. — Quizá sea difícil, pero trata de entenderlo, él no quería que su familia fuera un blanco para todas aquellas personas que nos ven como algo inalcanzable.

—Eso no lo exenta de poder responder una llamada, no sé nada sobre él desde hace dos años. — Sus cejas se fruncieron suavemente adoptando un semblante pensativo. — Siempre tuvo un carácter fuerte, parecía tener envidia de sus propios hermanos.

— Bueno, es normal sentir que siempre va a existir el favoritismo de los padres por alguno de sus hijos aunque no sea del todo cierto. — Clarice se encogió de un hombro restándole importancia al asunto. — Genevieve tenía la idea de que Stephano aun aceptándola como a una de sus hijas, siempre pondría a Gia primero. — Bufó sin ganas. — Es una completa estupidez.

— ¿Lo es?— la interrumpió Alfred ladeando la cabeza. — ¿No es por eso que decidiste divorciarte unos meses después de la muerte de su hija?

— ¿Qué quieres decir con eso?— Clarice elevó una ceja con delicadeza.

— ¿No es obvio? Stephano cambio cuando Gia falto en casa, te hizo a un lado, y a Genevieve, porque el único amor que tenía le había sido arrebatado. — suspiró. — Gia era su única hija. — titubeó. — Ningún hombre va a poder amar a otra persona tanto como a sus propios hijos, y Genevieve no iba a llenar nunca ese espacio.

Clarice tensó la mandíbula antes de soltarle una bofetada y ponerse de pie para caminar a la salida. — ¿Con que atrevimiento insinúas que somos menos que una chica muerta?

Alfred se puso de pie para caminar a su dirección. — Con el mismo que te permite cuestionar el cariño que siento hacia mis hijos.

Clarice se dio media vuelta para encontrarse cara a cara con él. — Tú fuiste quien comenzó a coquetear conmigo cuando tu esposa falleció, y de no haber sido descubiertos por Stephano, tú seguirías llamándote mi amante, el viudo señor LeClair.

La puerta se abrió de golpe cuando ambos voltearon en dirección al camino de luz que se asomaba desde la entrada principal. Aiden entró con ojos cristalinos mientras Nick le seguía el paso exigiendo una explicación, pero el enfant terrible lo había ignorado en cuánto subió las escaleras para encerrarse en el viejo estudio de su madre.

—Nick. — Lo llamó Alfred con un tono severo. — ¿Qué sucedió?

El guardaespaldas había adoptado un pequeño rubor en sus mejillas ¿Cómo le explicaría lo que sucedió aquella mañana en el parque Moceaur?

—Es, complicado. — se llevó una mano a la nuca desviando la mirada con rapidez en dirección a la escalinata de mármol que daba al segundo piso.

—Tenemos tiempo. — sentenció.

Los secretos son un arma de doble filo, una vez que salen a la luz, las consecuencias pueden dañar a todos los que te rodean, pero para Aiden guardar un secreto era como haberse encerrado en una burbuja que parecía asfixiarlo cada vez más.

Llegar a casa y tener un acosador vigilando sus movimientos, ser culpable de asesinato, y tener a un guardaespaldas que cuestionase su pasado eran motivos suficientes para no querer abandonar el único lugar donde podía sentirse a salvo. El viejo taller de su madre.

Aquella habitación era la única en la casa donde podía sentir seguridad. La única habitación cuyo balcón daba al jardín donde sus hermanos jugaban durante la tarde mientras él observaba a su madre cortar y coser con aquella máquina que ahora estaba cubierta en polvo, fija sobre el suelo como la pieza de arte un museo vintage que Aiden admiraba cuando necesitaba pasar tiempo a solas.

La verdadera razón por la que habría tenido el deseo de continuar el sueño que su madre comenzó, abrir un atelier en los campos elíseos, donde varias mujeres admiraran los vestidos de alta costura LeClair desde la acera.

Sin embargo sus pensamientos se vieron interrumpidos por un golpe en seco que se escuchó desde el balcón, donde las cortinas damasco color vino permanecían cerradas bloqueando la vista hacia el jardín.

Después de unos segundos Aiden decidió caminar en dirección a las cortinas, mismas que deslizó a los costados para permitir que penetrara la luz del medio día.

Hasta que el horror se hizo presente en su mirada y su rostro pareció palidecer. En el cristal había unas letras escritas en sangre formando la palabra "Killer".

Nick titubeó durante algunos instantes antes de tener el valor de encarar a Alfred y dar una buena explicación acerca de la conversación que habían tenido de vuelta a casa, pero un grito de horror irrumpió desde el segundo piso provocando que ambos giraran la vista hacia el techo antes de subir, incluso Clarice decidió seguirles el paso hasta llegar al estudio donde encontraron a Aiden paralizado frente al ventanal.

¿Qué mejor, que una bienvenida para un asesino escrito con la sangre de sus víctimas?

Parece que alguien insiste en hacer pagar a Aiden.

https://youtu.be/mJk1ValiK-w


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