6: Confesiones

Ningún sentimiento puede ser tan sofocante que encontrarse cara a cara con la persona con la que puedes compartir la culpa de un crimen, pero Aiden solo quería centrarse en llegar al auto cunado Nick logro escoltarlo hasta el R8 que estaba aparcado a dos cuadras del parque.

Una tarea complicada, pero no imposible.

Aiden dejó escapar un suspiro audible deseando calmar el palpitar en su pecho. Ver a Wesley después de un año en la ciudad que destruyo su vida entera quizá era la cereza que remataria un regreso maravilloso a casa.

—Vaya que te idolatran. — Nick sugirió capturando la atención de Aiden, mismo que parecia un poco distraído y abrumado.

— ¿Bromeas? — bufó el joven llevándose ambas manos a la nuca. — Soy el chico más odiado de toda Francia si no lo has notado.

—Nunca vi tanto fanatismo desde la muerte de la princesa Diana, es una pena que las personas crean en todo lo que escuchan. — Nick encendió el auto para tomar rumbo a casa de los LeClair.

—Las personas pueden llegar a ser muy estúpidas para creer que conocen a alguien solo por ser una figura pública. — Aiden tensó la mandíbula cruzándose de brazos y dirigiendo su vista por la ventana viendo pasar todo a su alrededor.

—No te conozco lo suficiente para defender esa teoría, pero estoy seguro de que no eres capaz de asesinar. — Nick esbozo un gesto lleno de obviedad.

—Claro. — Lo interrumpió Aiden sintiendo que lo traicionaba un nudo en la garganta. — Lo dices porque trabajas para mi ahora, pero apuesto a que si no necesitaras el empleo no lo habrías aceptado desde el principio.

Nick hacia un gran esfuerzo por no perder la paciencia, tener que cuidar de alguien como Aiden iba más allá de impedir que nadie llegara a hacerle daño, pero el propio enfant terrible parecía hacerle mal a cualquiera. A penas abrió los labios para responder el chico ya parecía continuar.

—Yo no asesine a nadie. — Aiden se encogió de hombros, como si estuviese resignándose a confesar. —Gia era mi amiga. — respondió sin más, y en realidad él estaba en lo cierto Gia Lombardo era una chica divertida, rebelde, una belleza parisina.

La clase de chica que lo tenía todo sin dar nada en lo absoluto.

Aiden bufó sintiendo que sus ojos lo amenazaban con las lágrimas a punto de resbalar por sus mejillas. — Yo descubrí su cuerpo después del desfile en la semana de la moda. — Volteó a ver a Nick con un semblante casi desesperado en su mirada. — No hay un día que no recuerde su cuerpo torcido en el piso, oculto entre los maniquíes, la cara desfigurada, y ese olor putrefacto.

— ¿Olor putrefacto dices? — Nick lo interrumpió con el ceño fruncido. — Un cuerpo no puede apestar tan pronto. — Volvió su vista hacia el frente. — Si el crimen se cometió la misma noche del desfile, y la sangre aún estaba fresca cuando encontraste el cadáver no puede existir esa posibilidad.


— ¿A qué te refieres con eso? — Aiden soltó un bufido, mirando a Nick con curiosidad, percatándose de que tenía un perfil casi perfecto, pero decidió concentrarse más en sus palabras.

—Creía que me entenderías. — Nick puso la mirada en blanco con un semblante burlón. — Alguien está esforzándose en hacerte parecer culpable por la muerte de Gia.

—Eso es ridículo, yo no tenía problemas con nadie, jamás fui de hacerme enemigos. — El castaño elevó una ceja dedicándole un gesto indiferente.

— No necesitas tener enemigos públicos para tener personas que quieran hacerte daño. — Nick soltó un suspiro audible.

— ¿Te estas escuchando? No tiene sentido que cualquiera quisiera dañar tu reputación sin tener motivos válidos para hacerlo. — Aiden se retiró algunos cabellos que caían sobre su frente.

—Las personas están locas. — Interrumpió Nick después de un momento prolongado de silencio incomodo mientras estacionaba el auto frente a la gran mansión donde vivía la familia LeClair. — Pero es evidente que alguien como tú no lo sabe, porque estás acostumbrado a que todos te idolatren.

Aiden esbozo una gran sonrisa sarcástica antes de salir y azotar la puerta con fuerza.

¿Quién tendría motivos para destruir su carrera? Dicen que los amigos se cuentan con los dedos de una sola mano, sin embargo nunca sabes si las personas que consideras realmente el derecho de estar en la lista puedan tener el deseo de verte destruido.



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