5: Diamantes para el desayuno
Preston Archer se había despertado tarde después de un largo viaje. Aun no podía creer aquella mañana estuviese abriendo los ojos en el Ritz en París, con un café, mal humor y todos sus mensajes para Wesley terminando en visto.
Aquella forma no era la adecuada para comenzar lo que él consideraba como un pre a la luna de miel que seguramente tendrían cuando se casaran. Algo que tampoco se hubiese atrevido siquiera a imaginar antes de que aquel chico se cruzara en su camino.
Preston dejó su teléfono a lado de su café, ya frio y a medio tomar de la noche anterior para ponerse de pie. Se miró en el tocador que se encontraba en aquella habitación. Era tan pálido como la nieve, y su cabello rojo hacia resaltar sus ojos verdosos. Mordió su labio inferior, aun sin comprender como era posible que alguien como Wes fuese capaz de quedarse con un chico que no tenía ninguna relación con la vida que estaría por comenzar a su lado. La familia Goldman habían reaccionado bien, pero quizá con Aiden hubiesen reaccionado de maravilla. Aunque Preston era un apasionado de la fotografía, él no era un modelo o un diseñador, pero siempre había tenido el sueño de exhibir su trabajo en alguna galería, vender su arte y dedicarse a hacer obras benéficas.
Y ahora todo eso estaba a su alcance, solo con una sola palabra que lo uniría para siempre con Wes. "Acepto."
Manteniéndose a la espera de contener el aliento suficiente para terminar aquella frase cuando estuviese frente a un juez. El matrimonio no era algo que se pudiese tomar a la ligera, había aprendido a querer al hijo único de los Goldman, pero sentir cariño no era tan intensó como sentir amor, no como lo hacían Aiden y Wesley antes de él.
Al menos eso era lo que creía.
Ni siquiera sabía si el amor entre celebridades que solían mostrar las revistas podía llegar a ser real. Ojear aquella vida glamurosa en las páginas de Vogue a solas desde la cama de su habitación era diferente a tener la oportunidad de vivir el cuento de hadas que divisaba tan lejano desde su pequeño apartamento en Brooklyn.
¿Quién diría que la vida de cualquier persona podría cambiar en el lugar correcto? En el momento preciso. Las posibilidades de encontrar una oportunidad tan grande como casarse con Wesley eran una en un billón, y si el pelirrojo no hubiese pasado todo el día tomando fotografías aquella tarde de otoño en Central Park, quizá Wesley jamás hubiese aparecido por error en sus tomas.
Salió de sus pensamientos durante un momento, regreso a la cama y con pereza encendió el televisor. No había nada interesante, o al menos no algo que el pudiese entender. Wes solo le había enseñado a decir buenos días, por favor y gracias en francés, pero eso dejo de importar cuando pudo notar imágenes de su prometido con Aiden LeClair y otro hombre. Hasta la persona más analfabeta sabría que se trataba de un escándalo, y que muchos se referían a un posible triángulo amoroso.
¿El chico de Brooklyn podría contenerse ante la situación?
Preston soltó un suspiro de frustración, decidió que quizá lo mejor era despejarse, darse un baño y bajar a tomar un trago al bar que se encontraba en el lobby, aunque para su sorpresa, tras caminar por el corredor, un hombre ligeramente robusto ya estaba esperando el ascensor.
Una sensación de incomodidad lo invadió por completo, casi como si decretara un mal presentimiento acerca de las cosas, sin embargo no fue hasta que cruzó las puertas del ascensor cuando un hombre desconocido le dedico sonrisa aparentemente amigable antes de que las puertas se deslizaran para dejarlos a solas. —Bonjour Monsieur.
Preston intento devolverle el gesto sin éxito. Incapaz de disimular su descontento. — Bonjour. — Susurró a modo de respuesta al darse cuenta de que el desconocido había notado el pequeño pero poderoso destello que sobresalía de su dedo anular izquierdo.
— Un anillo de compromiso ¿Eh? — Esbozó una media sonrisa se dibujó en su semblante. — Félicitations. — elevó ambas cejas. —casarse es una de las mayores alegrías que puedas experimentar, siempre y cuando encuentres a la persona correcta.
—Gracias. — lo interrumpió el pelirrojo sin dirigirle la mirada, lamentándose de no haber esperado por el siguiente ascensor. No disfrutaba las conversaciones forzadas, viéndose obligado a responder por pura cortesía.
— Debe serlo, supongo que elegí correctamente a mi prometido.
—No tengo idea de cómo funcionen las relaciones homosexuales, cuando era joven yo le di un anillo como ese a una hermosa chica a lado del Sena. — El hombre desconocido se ajustó la corbata que llevaba. De un azul metálico, muy chillante. — Aunque si tomamos como referencia a alguien como Wesley Goldman, ese tipo de relaciones no suelen ser muy cómodas, y menos ahora que está relacionado con un posible asesino.
— ¿Conoce a Wesley? — Preston frunció el ceño volteando de reojo a su derecha, era como si el destino de pronto hubiese enviado otra señal sobre el futuro que vendría si contraía matrimonio con la persona equivocada.
El hombre robusto soltó un bufido. — ¿Y quién no lo haría? Es el top model que cualquier revista mataría por tener en su portada.
Hubo un pequeño momento de silencio. Era verdad, Wesley era reconocido por ser la imagen de varias campañas para las firmas de alta costura más grandes del mundo, casi sintió que su pregunta había sido estúpida, aunque no pudiera pasar por alto algo tan curioso como un presunto asesino. — Estoy completamente seguro de que sea lo que sea Aiden LeClair no puede ser culpable, parece un chico común con problemas cotidianos dentro de la elite francesa.
El desconocido bufó por el comentario, y cuando las puertas del ascensor volvieron a deslizarse rápidamente una vez que llegaron al lobby, espero un segundo antes de marcharse. — Las apariencias engañan. — buscó una pequeña tarjeta en su bolsillo para extenderla hacia Preston. — Si necesitas ayuda no dudes en contactarme, fue una conversación interesante.
El pelirrojo elevó una ceja tomando la tarjeta antes de salir detrás de aquel extraño que suponía tenía el carácter más pesado que su misma barriga. En el pequeño papel negro plastificado venia el nombre y el contacto de Stephano Lombardo. Un escalofrió le recorrió la nuca. Quería decir algo, pero al alzar la vista hacia el frente Stephano había desaparecido en la numerosa multitud de personas y paparazzi que impedían el paso en la entrada principal, donde un desesperado Wesley atravesaba la recepción con la respiración entrecortada, y un ramo de flores hecho pedazos.
Nada era más vergonzoso que recibir a tu prometido con toda una rueda de prensa mientras las personas se dedicaban a murmurar cosas, reprimir risas y saber que ahora él tendría que soportar los próximos encabezados.
—¡Preston! — Wesley caminó con premura a su dirección, pero el pelirrojo tensó la mandíbula, muy dentro sabía que mientras nada se aclarara en realidad no tendría una oportunidad para buscar la felicidad con un chico que no había sido completamente honesto sobre su pasado.
Los secretos suelen ser destructivos cuando se guardan por mucho tiempo, incluso más cuando desean enterrarse para llevarlos con uno mismo hasta la tumba, pero a veces para sanar completamente es necesario romper las cadenas que nos atan a nuestro pasado.
Wesley se detuvo en seco cuando diviso a Preston retirarse el anillo antes de lanzarlo contra el suelo y salir corriendo de vuelta al ascensor.
Tendría que arreglar muchas cosas antes de considerar el perdón de su prometido, y eso incluía sus antecedentes penales.
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