48: Secretos de familia

Ninguna sensación había sido tan asfixiante para Bianca LeClair como sentirse acorralada por un hombre que ahora parecía desconocer. Un escalofrió le recorrió la nuca al ver la imponente iglesia de Madeleine como un fascinante templo griego, y la sensación de observar de cerca el frontón de la entrada principal que representaba el juicio final.

—¿A caso no es emocionante?— Margot se posó a lado de Bianca dedicándole un amplia sonrisa. —Al fin podrán contraer matrimonio.— miro a Baptiste llegar a lado de su prometida mientras Caterina se mantenía cerca de su madre subiendo por las grandes escalinatas que conducían a la entrada principal.

—Tan solo imaginarlo me deja sin aliento. - Respondió Bianca sin dejar de ver la fachada, como una advertencia, mientras sentía los fríos labios de Baptiste en su mejilla, sintiendo que su barbilla raspaba la piel de su rostro.

Todos cruzaron las monumentales puertas de broce. El interior barrcoco era hermoso. El órgano y "La asunción de Magdalena" eran dos cosas que resaltaban por todo el lugar.

<<Como siempre lo había idealizado>>. Pensó Bianca mientras paseaba la vista por cada rincón. Carecía de iluminación, pero resultaba extrañamente encantador.

Si tan solo pudiera olvidar la última noche que paso con Bap, y la sensación de no querer dormir por temor a jamás despertar. La ropa ensangrentada, la máscara y los gritos que no pararon hasta que su prometido dejo de insistir sobre su inocencia.

—¿Les molestaría si voy al tocador?— Bianca miro a Margot torciendo ligeramente los labios a modo de disculpa. Un gesto que sin duda la madre de Baptiste reprobaría.  —Apuesto a que te encantaría estar con Baptiste cuando hablen con el sacerdote, así estarás al tanto de lo que ocurra durante la ceremonia.— sugirió con una tenue sonrisa esperando que aquello compensara su falta de interés y aquellos gestos que tanto luchaba por ocultar en presencia de la familia Jouvet.

—Te acompaño.— Baptiste le sugirió casi de inmediato. Su hermana y su madre lo observaron con un aire de confusión y sorpresa. Quería asegurarse de que Bianca realmente fuera al tocador, y no cometiera un acto estúpido después de aquella larga discusión en su apartamento, con Irina de por medio.

—No tardare mucho.— insistió Bianca al mismo tiempo que Baptiste le tomaba la mano reprimiendo la sensación de ser expuesto.

—Yo también necesito ir al tocador.— intervino Caterina caminando hacia Bianca.

—No pudieron elegir un peor momento.— Margot había cambiado su fascinación por un semblante irritado. —Que sea rápido.— insistió antes de girar e indicarle a Baptiste que siguieran su camino.

Se debe ser muy cuidadoso para aparentar, pero no se requiere mucho esfuerzo para darse cuenta cuando algo está mal.

Caterina siguió a Bianca por los corredores de la iglesia escuchando el eco de sus tacones, sin mencionar palabra alguna hasta notar que estaba lo suficientemente alejada de su madre y su hermano, asegurándose de que el eco de su voz no se extendiera por los muros de la iglesia. —No te vez muy bien.

Bianca parecía concentrada en sus pensamientos, que la repentina frase de Caterina le cayó como un vaso de agua helada. —¿De qué hablas?—bufo acomodando un mechón de su cabello rubio platinado tras la oreja.

—Ya no te vez tan emocionada por el gran día, es todo.— Caterina arqueo ambas cejas, reprimiendo una sonrisa entre los labios, esperando que la prometida de Baptiste confesara algo.

—Solo son los nervios.— Bianca puso la mirada en blanco fingiendo una pequeña risa nerviosa.

—Entiendo.— Caterina se acomodó el cabello hacia atrás. - Mi hermano suele poner nerviosas a las mujeres.— torció los labios. —y en ocasiones también a algunos hombres...

—¿A qué te refieres con eso? - Bianca giro para encarar a la pequeña Catarina con el ceño fruncido esperando que no aquella frase no fuera una insinuación a las preferencias el primogénito de la familia Jouvet.

—Es más complicado de lo que posiblemente estas pensando.— Catarina arqueo ambas cejas. —De todas las chicas que mi hermano ha pretendido, tú has sido la única que de verdad me agrada.—admitió intentando esbozar una media sonrisa que termino desvaneciéndose en una mueca. Como si aquella confesión no hubiese sido del todo buena. —Todas han querido complacer las expectativas de mi madre, y todas han desertado por el mismo motivo.

— ¿Y porque querrías decírmelo ahora?— Bianca negó bufando, queriendo mirar a cualquier otra parte. Deseando abandonar la iglesia de Madeleine cuanto antes.

—Porque nunca había tenido la oportunidad de estar a solas contigo. - Caterina dejo que su espalda se recargara contra la pared.— Y a juzgar por la forma en la que miras a Bap cuando te pone las manos encima, creo que ya te has dado cuenta.

— ¿Ahora también sabes lo que siento por Baptiste?— Bianca bufo. No sabía porque se tomaba el tiempo de escuchar a una chica como Caterina que posiblemente no había tenido siquiera su primer beso.

—Disimular el miedo, y la incomodidad con excusas para ir al tocador ¿De verdad?— Caterina llevo una mano a su pequeño bolso y saco una tarjeta que extendió en dirección a la chica rubia platinada. - Esperaba más de la hermana de Aiden LeClair.

Alissa Aubriot

Médico Psiquiatra

Bianca leyó la pequeña tarjeta por unos segundos, abajo venia un número y la dirección de un hospital cruzando al otro extremo de la ciudad. Intento comprender aquella situación, pero estaba tan concentrada. Cuando quiso hablar, titubeo y prefirió apretar los labios.

—Mi madre nunca toca el tema en público, pero hace tiempo diagnosticaron a mi hermano con un trastorno límite de la personalidad, y a pesar de haber mejorado, creyó conveniente dejar el tratamiento. Mi padre decidió vivir en otra ciudad con tal de no verlo.

De un momento a otro todo parecía una mentira, pero recordar la sangre, la persecución en el edificio y la mirada perdida de Bap fueron solo algunos indicios. Flashbacks que le confirmaron a Bianca la veracidad en las palabras de Caterina.

¿Qué pasaría si un día despiertas con la incertidumbre de que, lo que creías correcto de pronto se convierte en tu peor error?

—¡Bianca!— Una voz masculina resonó haciendo eco en los muros de la iglesia obligando a voltear a ambas chicas, divisando la silueta de Dominico aproximarse con la respiración entrecortada.

—Tu hermano no debería estar aquí.— Caterina aparto la vista con desinterés.

—Hola Dom.— Bianca oculto la tarjeta una vez que su hermano se detuvo frente a ella y pudo dedicarle una sonrisa sutil que solo asomaba una ligera curvatura en los labios.

—Debemos irnos, esto se cancela. - Dominico miro más allá deseando encarar a Baptiste.

— ¿Disculpa?— Bianca esbozo el típico gesto que solía delatarla cuando deseaba hacerse la desentendida.

—Ho, por favor, no vas a desposarte con un asesino.— Dominico hizo una mueca con un semblante lleno de obviedad hasta notar la presencia de Caterina provocando que su expresión se desvaneciera en vergüenza.

—¿Quisieras callarte? — Bianca tenso la mandíbula. Ciertamente lamentaba que la hermanita de Baptiste tuviera que haber oído aquella imprudencia. - Esa acusación es horrible, y carece de pruebas.

—Carece de pruebas.— Dominico alzo ambas manos imitando a Bianca en un tono burlesco antes de recobrar la seriedad en sus ojos. - Irina me conto lo suficiente, y tiene la máscara del asesino en su poder.

— ¿Podemos hablar esto con más calma en otro momento? — Bianca negó con frustración acomodando su cabello hacia atrás con ambas manos. —Tengo muchas cosas en las que pensar antes de cancelar mi compromiso por algo que Irina pudo haber manipulado.

— ¿Por qué suplantaría evidencia? - Dominico frunció el ceño.

—Por todos los cielos, es una máscara, tú suplantaste un cadáver.— Bianca miró de reojo a Caterina para indicarle que ya era hora de que volviesen y encontrarse con Margot antes de que ella o Baptiste decidieran encontrarlas por su cuenta. —Te veo en la fiesta de esta noche.

Dominico trató de contener su enojo una vez que su hermana le dio la espalda y se marchó con la pequeña hija de Margot. Necesitaba hacerla entrar en razón, protegerla de un hombre peligroso...

En ocasiones, queremos cuidar de aquellas personas que amamos, sin embargo, cuando el peligro son ellos mismos, no podemos protegerles de sus propias decisiones, y cuando una una desición ha sido tomada con firmeza, no hay nada que pueda quebrantarla realmente.

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