46: Arrepentimientos
Varias personas atestiguaron del descenso de un hombre atractivo, alto, con ojos claros, y una gabardina Dolce & Gabanna de motivos florales y brocados que brillaban en hilo dorado. Salir del aeropuerto fue satisfactorio para Wesley a pesar de saber que vería a Preston en cualquier momento. Tomo un taxi que lo llevara al hotel Du Nord, después de hospedarse quizá fuera a dar una caminata por el canal Saint-Martin, o bebería una buena copa de vino, lo que sucediera primero antes de tener que ver al amenazante pelirrojo.
La única cosa que lograba motivarlo era la idea de ver a Aiden durante la fiesta de año nuevo. Aquello era incluso más motivante que pasar una fecha más con sus padres en los Hamptons, no era que les importara tanto su ausencia. En realidad su excusa siempre era que lo habían llamado para modelar o que debía renovar su book , nada que impidiera arruinar una buena cena con amigos cercanos y la prensa que solo aprovechaba la primera oportunidad para exhibir cualquier escándalo de alta sociedad.
Busco entre los bolsillos interiores de su gabardina, su madre siempre conseguía invitaciones para la semana de la moda en Nueva York, Aiden no podría rechazar la propuesta de asistir en cuanto tuviese el pase entre las manos, y de hacerlo, posiblemente se retracte de ello en menos de un suspiro.
Ciertamente se cuestionaba una y otra vez la idea de haber vuelto. Sabía que Preston quería dinero, que mantenía una relación estrecha con alguien peligroso, y que deseaba lastimar a Aiden por algún motivo.
Una parte de él desearía haber rechazado la llamada de Preston, sin embargo, quería saber cuáles eran sus verdaderas intenciones, quería averiguar con quien se había involucrado y de ser posible detenerlo.
El taxi aparco después de unos minutos frente a un pequeño hotel que anunciaba el nombre Du Nord en azulejos sencillos. Tomo un respiro profundo antes de salir y tomar su equipaje para entrar, aunque para su desgracia, apenas puso un pie en el lugar y ahí, sentado en recepción, un chico pálido de cabello rojizo con un blazer de velvetina brillante estaba sentado en un sofá, bebiendo té.
Preston dejó la taza de lado y esbozo una sonrisa al ver a Wesley acercarse. — Bienvenue, espero que hayas tenido un vuelo maravilloso. — estiro levemente el cuello para indicar que podía tomar asiento frente a él. — ¿Qué tal Nueva York?
—Hola, Preston. — Wesley respondió con sequedad. —Pensé que nos veríamos un poco más tarde.
—No quise esperar demasiado. —suspiró el pelirrojo. —estaba ansioso por vernos después de tanto tiempo.
Wesley elevó una ceja. —No fue demasiado para ver lo mucho que has cambiado. — Le miró de arriba abajo. El cabello perfectamente acomodado, un traje reluciente y una sonrisa destellante. Casi parecía otra persona.
— ¿Te sorprende lo que pueden hacer unos cuantos euros? — Preston se cruzó de brazos. — Debo admitirlo, me hiciste un favor la última noche que discutimos. — suspiró con un aire melancólico. —aun quieres a tu ex ¿No es verdad?
Wesley bufó rodando los ojos, luchando por no sentir impotencia ante sus recuerdos. — Eso no justifica que te hayas marchado con todo nuestro dinero...
—Nada justifica mis acciones. — lo interrumpió Preston de forma tajante. — ¿Y lo que hiciste qué? Evidenciar mi pasado con tus conocidos, besar a Aiden frente a mi, pasar nuestro viaje pre nupcial siendo parte de un crimen del que yo no tenía idea.
—No lo hubieras entendido nunca. — Wesley se inclinó hacia el frente clavando sus ojos como dos navajas sobre los de Preston. —Lo último que hubiese deseado es involucrarte con mi pasado. — frunció el ceño. — ¿Crees que disfruté estar bajo la mira de la policía?
El pelirrojo dió un último sorbo a su taza de té. Por un instante parecía que luchaba por comprender el porqué de las acciones de Wesley, pero no podía caer nuevamente bajo la idea de tener una oportunidad para remediar las cosas, era obvio que aquello no existía en lo absoluto. —Tienes razón. — mordió su labio inferior como si deseara contener la tristeza. — lo lamento, yo, actué sin pensar en todas las consecuencias que vendrían después de nuestra última discusión.
Wesley cambio su semblante del enojo a la confusión. No esperaba oír aquellas palabras de Preston. No esperaba simplemente sentir culpabilidad por todo lo que le había orillado a poner fin a su compromiso. — Suficiente. — se puso de pie y caminó a su dirección para ponerse en cunclillas y verle a los ojos. — No quieras cargar toda la culpa, yo también me equivoque en muchas cosas, le preste más atención a mi pasado, y no al futuro que pude haber tenido.
Aquel instante se volvió eterno, sus ojos se cruzaron y Preston volvió a sentir esa sensación en el estómago cuando aquellos ojos grises capturaron su atención como un objeto de deseo atrás de un aparador. Que Wesley Goldman le rompiera el corazón, no impedía que no le pudiese gustar. No impedía que deseara tenerlo tan cerca. —Wes...
Aquel susurro se desvaneció en el aire antes de tomar el rostro de Wesley entre sus manos y dejar un beso fugas, un roce que lo tentaba a más, pero Wesley le tomo de las muecas apartándolo con cuidado antes de bajar la vista al suelo y ponerse de pie. —No, no puedo...
Titubeo cerrando los ojos como si le hubiese molestado la sensación de ser besado por el chico de Brooklyn. —Vine a París por dos cosas. — recobro la serenidad en la voz. — Para darte el dinero que acordamos, y para advertirte que si llegase a sucederle algo a Aiden, tú serás quien dé la cara ante las autoridades. — tensó la mandíbula antes de dar la vuelta para marcharse.
El semblante de Preston se volvió inexpresivo, apretó los puños con fuerza hasta que los nudillos se pusieron blancos. — ¡Si intentas hundirme, te llevare conmigo Goldman!
La atención de algunos presentes se dirigió hacia Preston mientras Wesley se alejaba a paso decidido deseando que una vez que el pelirrojo obtuviese lo que quisiera entre las manos fuera lo suficientemente inteligente para alejarse de sus vidas, estaba completamente seguro de no querer adivinar qué sería de su destino si se atrevía a hacerle daño a cualquiera de sus amigos, después de
Todo sabía que Preston nunca había tenido experiencia ocultando un cuerpo.
Aiden fue recibido por Colette, la casera una vez que llego a la casa de Genevieve, paseando la vista por todo el lugar hasta llegar a las escaleras que conducían a su habitación, recordando las veces que solía quedarse a dormir, o en las que se embriagaban viendo películas viejas y hablando sobre lo aburridos que eran sus compañeros de la universidad durante el primer año.
Y las veces en las que simplemente se veían para llegar juntos a alguna fiesta o un bar de moda en la ciudad. Era curioso pensar que la amistad, como la belleza se desvanece con el tiempo.
Todo eso se esfumó cuando subió sigilosamente la escalinata hasta encontrarse de cara con la habitación de la rubia con la puerta entre abierta, con una sensación extraña, como si no fuese bienvenido realmente, a pesar de no ser así. Ella le había mandado un mensaje a noche, aunque apenas se asomó por el borde, dos siluetas moviéndose al compás. Una escena poco común, y también, una oportunidad que no podía pasar. — ¡Ya estoy aquí! — entro sin más haciendo que Franco se cayera de la cama una vez que volteo despavorido. — ¡Carajo! — Genevieve reacciono lo suficiente para acomodarse el cabello. Gracias al cielo ambos aún seguían vestidos.
— ¿No te enseñaron a tocar la puerta? — Franco lo miro desde el suelo con una mano en frente.
Sin embargo Aiden se limitó a verle indiferente. — Estaba abierta, seguro la casera lo hubiera disfrutado.
Genevieve puso la mirada en blanco. —Eres un asco. — se acomodó la ropa con cuidado. Un traje de tweed platinado con el que parecía resaltar el color de sus ojos, y otras partes...
—No tenemos mucho tiempo, mamá fue a la agencia para dar el visto bueno al salón donde será la fiesta de esta noche.
—Tiempo que podría estar aprovechando en mejores cosas. — Franco se levantó acomodándose el cabello y abotonándose la camisa hasta el pecho. — ¿Por qué se supone que él está aquí? — miro a Genevieve mientras señalaba a Aiden con desgano y un pulgar acusatorio.
—Vamos a recuperar el testamento de Stephano. — Genevieve miro a Aiden intentando esbozar una media sonrisa que se desvaneció en una mueca una vez que sus ojos se encontraron con los de Aiden.
Franco le dedico una mirada severa al castaño como si quisiera indicarle que lo golpearía si algo estaba mal.
— ¿Para qué quieren el testamento de Stephano? — El chico de cabello oscuro miro confundido en dirección a Genevieve.
—Se lo debemos a Gia. — respondió Aiden. —No podemos dejar que mi padre y Clarice se queden con la fortuna que le corresponde.
— ¿Van a cederle poder a esa chica? Esta demente. —Franco suspiro con frustración mientas se acomodaba el cabello hacia atrás con ambas manos, dando la espalda a los otros dos.
—Es una idea descabellada, pero no pueden arrebatarle todo. Además, no quieres tenerla como enemiga ¿O sí?— Genevieve miro a Franco, el aun parecía confundido, molesto, pero solo le tomo un segundo ver como su novia, iba con el chico que le arruino la vida a rescatar a su ex y su legado.<<Solo eso faltaba...>>
El arrepentimiento es peligroso. Un arma de doble filo que nace de madurez, y muestra debilidad, pero en ocasiones puede ser la única salida para reducir el impacto de la caída.
Los chicos cruzaron hasta el estudio de Clarice. Franco cerro ambas puertas esperando que la casera no hiciera acto de presencia mientras Genevieve buscaba entre el escritorio con Aiden, entre contratos, papeleo y libros.
—Debe tenerlo oculto en otra parte. — Aiden comenzó a buscar en los cajones del escritorio. — tu deberías haber visto algo. — volteó en dirección a Genevieve. La rubia pareció molestarse un poco, sin embargo pareció reaccionar, como si recordase algo que incluso parecía haber sido obvio todo este tiempo. —Creo que si...
Genevieve cruzo el corredor del estudio, pasando por su habitación. Franco la siguió con desgano hasta el otro extremo donde se encontraba la habitación de Clarice. — ¿Por qué de pronto quieres ayudar a Gia?
— ¿Porqué no querríamos? — Aiden se mantuvo de brazos cruzados a espaldas de Franco, quien al girar diviso su semblante serio, pero Lefebvre se limitó a poner la mirada en blanco. No quería seguirle la corriente.
Genevieve se dispuso a entrar a la habitación de su madre, no quería perder más tiempo observando a su novio y a Aiden discutir por cualquier estupidez. Busco en el tocador, en los cajones que se encontraban en la mesita de noche sin éxito. Decidió ir al vestidor. Era ridículo pensar que alguien podría ocultar un testamento entre un montón de ropa, pero no existía mejor lugar para disimular la entrada de una caja fuerte entre abrigos y vestidos de noche. — ¡Chicos encontré algo!
Franco y Aiden entraron al mismo tiempo a la habitación de Clarice observando a Genevieve con medio cuerpo oculto entre vestidos. — ¿Qué haces ahí?
Aiden frunció el ceño en cuanto Genevieve retrocedió para ponerse de pie con un folder beige entre las manos. —encontré el testamento. — sonrió victoriosa.
— ¿Por qué tendría el testamento en un vestidor? —Franco bufó como si aquello hubiese sido un chiste.
—Mi madre tiene una caja fuerte al fondo, no guarda nada de valor aparente, salvo algunos papeles. —La chica le restó importancia extendiendo el testamento hacia Aiden cegado por el brillo de su brazalete. Una pandora con un Charm en forma de corazón de oro rosa.
— ¿Cómo adivinaste la contraseña? —El castaño se quedó un tanto pensativo.
—Mi mama es muy predecible para algunas cosas.—Genevieve le restó importancia. —Siempre usa su fecha de nacimiento para recordarlo con facilidad.
Aiden torció los labios y se encogió de hombros. Realmente había resultado demasiado fácil quitarle el testamento a una mujer que tenía a Alfred comiendo de la palma de su mano. —bien, un peso menos encima...
—Uno de muchos. — Franco le interrumpió como si deseara corregirle sobre algo, pero era verdad. Aunque podamos hacer una acción buena por alguien, no compensa el peso de todos tus errores del pasado.
Siempre puedes cambiar quien eres, pero nunca borrar el recuerdo de quien fuiste.
—Claro. — Aiden le restó importancia y le dedico una suave sonrisa a Genevieve. —nos vemos esta noche.
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