36: La invitación
La mañana de navidad era de los pocos momentos apacibles en la mansión LeClair en los últimos meses, brindando con mimosas, por la oportunidad de tener un nuevo comienzo para las familias y el beneficio que llevaba consigo.
Alfred estaba convencido de que Saint- Clare, no debía limitarse a ser solo una agencia de modelaje, aunque Clarice quería seguir manteniéndolo así al menos hasta año nuevo.
Aiden estaba finalizando el vestido que Bianca llevaría en su boda, un acuerdo para Margot y un logro para Baptiste...
Y de pronto imagino la idea de caminar hacia el altar, antes de recordar la razón por la que no quería sentirse traicionado.
—Bianca se verá fantástica con tu diseño. — Burke miró a Aiden recostado desde un sofá mientras el castaño terminaba de bordar algunas perlas en la falda.
—Y lo mejor, es que la prensa estará ahí para hablar de mi vestido y no de otro escándalo. — Aiden remato la última perla con delicadeza y alzo la vista para mirar a Burke con ese rostro anguloso, y aquella mirada apacible que tanto le gustaba. — más vale que Donatella se mantenga al margen.
Burke no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. — Ambos sabemos que Donatella se portará bien, lo hace desde que...
—Desde que le advertí que podía convertirla en una irresistible panceta para el almuerzo. — Aiden terminó la oración con una suave sonrisa llena de satisfacción.
Burke se acomodó la pañoleta de seda verde recriminando a su novio con la mirada, sin embargo, antes de que pudiese decir cualquier otra cosa el timbre sonó.
El castaño dejó el vestido de lado, puesto en el maniquí. — Yo atiendo. — dejó un beso sobre la mejilla de Burke y caminó hacia la entrada, donde podía distinguir algunas risas y voces que creía que nunca tendría que volver a escuchar.
Muchas veces deseamos desaparecer cuando sabemos que alguien no deseado pretende estar cerca...
Y hay veces donde no hay más opción que atenerse a la situación.
Pasó un instante tan fugaz como el parpadeo en la mirada sorprendida del enfant terrible cuando la puerta se abrió y su hermana apareció acompañada de otra rubia un poco más ceniza. — ¿Que hace ella aquí?
—Aiden. — le reprendió Bianca. —supuse que limitarme a una dama de honor era pesado para una sola persona, y ahora que pasas más tiempo con tu nuevo novio, imagine que podía contactar a Irina...
Irina Vólkov. La prima de Aiden. La hija de su detestable tía Florence, a la que no veía desde que salió del armario. La única ex novia que le había conocido a Wesley desde hace ya mucho tiempo.
— ¿Cómo has estado? Has cambiado demasiado. — Irina se apartó lo suficiente para verle a los ojos y acarició su mejilla con los dedos. — te vez menos desnutrido que hace unos años.
—Tú sigues siendo la misma perra que hace algunos años. — Aiden elevó una ceja y se cruzó de brazos para ver a Bianca. — ¿Algún otro imprevisto de último momento?
Su hermana tensó la mandíbula. Desde que Aiden y Wes habían comenzado a salir, la familia de Irina se alejó, y ella solía recordarle a su primo que ella nunca había tenido que vomitar para ser delgada y esbelta.
Cambiar de tema no estaba a discusión. —De hecho, sí.
Pero antes de que pudiese decir algo más, Burke se aproximaba a Aiden y tanto Alfred como Clarice se asomaron para ver quién era la chica tan hermosa que había llegado a la reunión familiar.
—De acuerdo, cuando sepan algo de Dominico me avisan, creo que se olvidó que la mañana de Navidad se pasa en familia. — Aiden tomó el maniquí y le indicó a Burke que subieran al estudio de costura.
A veces necesitas dar el primer paso para perdonar aquellos que te hicieron daño, sin embargo Irina alguna vez mencionó que solo Dios puede otorgarlo.
Y nadie puede obtenerlo realmente si no existe el arrepentimiento, y tanto Aiden como Irina sabían qué no existía tal cosa entre ambos.
Un silencio incómodo se apoderó de la estancia. Un reencuentro familiar tenía que ser la excusa perfecta para dejar los tragos amargos del pasado, a pesar de que Irina Vólkov y su familia tenían un gran historial de rivalidad lleno de odio y superioridad, pero Irina parecia una portadora de buenas noticias.
—Debo suponer que el brindis a parte de la boda de Bianca es el nuevo bebé que alegrará esta casa. — soltó un suspiro y exploró el lugar con la mirada llena de desdén.
Tenia bastante tiempo de no estar en aquella mansión, desde que Livia LeClair habia fallecido.
—Si con un "bebé" te refieres a la nueva propiedad que se suma a la familia, gracias. — Alfred suavizó su expresión mirando a Clarice y deslizando un brazo por su cintura. Un gesto de afecto que resultó incómodo para Bianca e Irina.
—Es una pena que Genevieve no haya podido acompañarnos para recibirte. — Clarice miró a la sobrina de Alfred. Era la viva imagen de Florence. La tía menos querida de Aiden.
Rubia ceniza, delgada, labios rojos y tez muy clara.
—Que graciosa idea. — Irina forzó un gesto amigable. La clase de gesto que hace alguien que se ríe por compromiso, luego miró de reojo a Bianca y buscó entre su gran bolso rosado de Longchamp una "Vanity Fair" que había llamado su atención recién aterrizó en París.
La portada tenía quizá, la mejor fotografía que se había publicado en meses. Gia Lombardo y Dominico LeClair. Ambos, luciendo como una pareja idónea.
Y un encabezado que terminaría de enterrar el legado familiar.
"El heredero del próximo imperio."
Alfred ojeó la revista entre el asombro y la curiosidad. Nada parecía relevante hasta entonces, solo aquella noticia de último momento que sugería la espera de un bebé que compartiría la sangre de dos magnates en guerra constante.
—Iré con Aiden. — Susurró Bianca caminado hacia la escalinata para dirigirse al estudio, Irina decidió seguirle el paso sin pensarlo. Sin embargo Alfred las retuvo.
—No, dile a tu hermano que baje, Dominico tendrá que explicar esto en cuanto llegue a casa.
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