32: Punto muerto.
Nick llego la mansión LeClair cuando el oficial Dugés y el decidieron que habían recaudado las pruebas necesarias para deducir que Stephano había cometido aquellos asesinatos. <<No todos en realidad >>. Se detuvo a pensar en Julian y la sangre espesa cubriendo el suelo.
Hace tiempo que no se detenía a recordar en lo que sucedió la noche de aquella fiesta.
¿Sería que Julian estaba dispuesto a aniquilar a Aiden solo por Stephano? La idea de ser contratado como un asesino a sueldo para un miembro de la policía era poco ético, pero muy probable en estos días. El oficial Hawke estaba dispuesto a dejar sus ideales para aniquilar a Aiden, aunque por dentro estuviese desesperado, arrepentido de haber sido usado para hacer el trabajo sucio y encubrir un crimen casi perfecto.
Sus pensamientos de pronto parecieron interrumpirse cuando una deslumbrante limusina negra aparco frente a la casa, y solo bajo Aiden de la parte trasera, se veía más pálido de lo normal, con ojos perdidos que contenían una mezcla de confusión y decepción.
Nick lo diviso desde la escalinata que daba a la puerta principal sin dejar de verle a los ojos y entender que todo había empeorado en los últimos días. Aiden camino y cruzo la entrada a la mansión antes de encontrarse con Nick frente a frente
—Está viva. — susurro el castaño con algo de dificultad.
— ¿Qué dices? — Nick frunció el ceño al ver la expresión en el semblante de Aiden. Por primera vez en mucho tiempo, el enfant terrible parecía tan devastado como un diseñador a punto del colapso absoluto.
—Gia. — Aiden se encogió de hombros aun en estado de shock, con los ojos cristalizados. — Todo este tiempo, yo la creía muerta, a mi mejor amiga. — titubeo. <<Ho, no>>. Nick se quedó inmóvil sin saber cómo actuar. Quería darle un abrazo, pero no quería sentirse gay mostrando esa clase de afecto con Aiden.
—Soporte el odio de todo un país, tuve que huir de casa y confrontar toda esta locura...
Nick observo a Aiden desesperado. Llevándose ambas manos al cabello con frustración, viendo como las lágrimas que el luchaba por contener le traicionaban, y aunque el oficial Tanner sabia la verdad, quizá por alguien tan sensible como el castaño, debía fingir demencia.
—Eso es imposible. — Nick se acercó a él tensando la mandíbula. —Las autopsias no pueden salir mal, tú viste el cadáver ensangrentado y en descomposición ¿No es así?
—Así era. — Aiden alzo la vista y se limpió ambos ojos con las mangas de su blazer. — Pero ya no estoy seguro, estoy enloqueciendo, y no hay manera de que yo pueda encontrar una explicación lógica a todo esto.
Nick se quedó pensativo por un instante. — Es complicado, pero quizá, alguien solo sustituyo su cuerpo para que ella pudiera escapar ¿No se te ocurre que podría ser esa una posibilidad?
—Eso es demasiado enfermo. — Aiden puso una mano por delante insinuándole a Nick que cerrara la boca.
—Aiden, tú mismo dijiste que el cuerpo que encontraste apestaba a los mil demonios y la sangre no estaba del todo fresca.
—No cualquiera puede sacar un cadáver de la morgue para fingir su propia muerte...
—Gia no es cualquier chica ¿O sí? — Nick interrumpió a Aiden clavando su mirada como dos navajas insistentes.
—Hay que avisar al oficial Dugés, él estaba cerrando el caso.
Nick bufo ante la propuesta de Aiden, para ser alguien que ya poseía un título universitario, estaba acostumbrado a vivir en una burbuja de confort. — ¿No entiendes? El caso se abrió por el asesinato de Gia Lombardo, y ahora que está viva, tendríamos que tener pruebas para acusarla por fraude.
—Las tendríamos si no hubieras perdido las fotografías que supuestamente encontraste esta mañana.
Aiden elevó una ceja dedicándole una mirada acusatoria. El oficial Tanner era responsable por la evidencia perdida, y si las imágenes llegaban a la luz, posiblemente también una carta de despido.
Arriesgarlo todo por una persona puede catapultarte en problemas inimaginables.
¿El oficial Tanner estaría preparado para confrontar a la justicia? La vida está llena de ironía. Un día puedes tenerlo todo, y en un parpadeo puede desvanecerse como la nieve en primavera.
La cena es el momento ideal para hablar con la familia, siempre y cuando no haya ningún tema controversial que pueda dar un mal sabor de boca. Margot sentía que el vino y la pasta no amortiguaban el hecho de que Baptiste hubiese podido morir antes de casarse con Bianca.
Caterina parecía más bien un tanto asustada. El silencio que se hizo después de confesar fue salvado por el delicado tintineo que anunciaba la llegada de alguien más. —Ya vengo. — Bianca se apresuró a caminar hacia la entrada y al abrir Alfred estaba al pie de la puerta con una sonrisa un tanto forzada.
—Papá, que sorpresa, creía que estarían toda la noche en el velorio de Stephano. — Bianca abrió la puerta por completo para abrirle paso, justo cuando encontró que Dominico le seguía por detrás. — Vengo en son de paz. — alzo una mano como si quisiera dar a entender que no causaría problemas.
— ¿Dónde está Aiden? — Bianca frunció el ceño buscando más allá antes de cerrar y dirigirse con ellos al comedor conde la familia de Baptiste mantenía el silencio hasta que Alfred saludo entusiasta a Margot.
—Ho, Alfred ha pasado tiempo sin saber de ti. — Margot esbozo una sonrisa amplia, quizá la más sincera de la velada al ver al padre de Bianca.
—Bastante a decir verdad. — admitió Alfred restándole importancia. —Creí que te vería en la fiesta de Clarice, cuando lanzo su línea de maquillaje.
Caterina se encogió de hombros sobre la silla deseando que Alfred no hubiera hecho aquel comentario.
—Sabes que esa mujer no es de mi agrado. — Margot suavizo su expresión.
— ¿A ti quien te agrada madre? — Baptiste la interrumpió algo irritado.
Margot volteo agrandando la mirada. — ¡Que insolente!
Bianca miro a Baptiste como si hubiese aumentado la tensión que ya estaba comenzando a liberarse con la llegada de su padre y de su hermano.
— ¿Y Aiden? — Caterina miro a Alfred con un aire de curiosidad.
—Se quedó en casa a coser algunas cosas linda. — Alfred le dedico una sonrisa amistosa antes de sentarse. —Da lo mismo Margot, de todos modos tuve que salir temprano ese día para atender algunos asuntos de trabajo. — miro una última vez en dirección a la madre de Baptiste.
Dominico se limitó a sentarse en silencio, explorando el lugar con la mirada. Viendo el gusto tan exquisito de las pinturas que decoraban la estancia, y el gran ventanal que daba vista al horizonte, donde París podía divisarse desde lo alto, aunque dadas las circunstancias supuso que intentar hablar con Baptiste no estaba de más. — ¿Cuánto tiempo más creen que aplazaran la boda?
—No por mucho tiempo. — Baptiste volteo en dirección a Dominico forzando una suave sonrisa. —Solo un par de días, después de eso, iremos a pasar nuestra luna de miel a Monte Carlo.
Bap tomo la mano de Bianca para dejar un cálido y suave beso en el dorso de su mano. Un gesto que Margot uso como excusa para aclarar su garganta. —A decir verdad, todo suena estupendo, Alfred. — volvió a capturar la atención del señor LeClair. — pero, me lamenta decir que debido a las circunstancias que han provocado tantos escándalos hacia su familia, no me parece correcto que mi hijo contraiga matrimonio con Bianca.
Alfred frunció el ceño casi inmediatamente. — ¿Cómo dices? — miro a su hija y luego a Baptiste hacer el mismo gesto que él. Incluso Caterina pareció asombrarse ante las fuertes palabras de su madre.
Margot aparto la mirada durante un instante, como si ella también lamentara dar su opinión. —Tu hija es encantadora, pero desposarla, hará que mi hijo acepte el peso de todo el desfiguro familiar que han llevado los LeClair desde hace unos años.
— ¡No puedes hacernos esto madre! — Baptiste se paró de la silla con un impulso tan fuerte que el dolor en su espalda no tardó en hacerse presente.
—Claro que puedo. — Margot se puso de pie. —Aun puedo decirle a tu padre que retire tu nombre del testamento familiar ¿Eso quieres?
Hubo un silencio profundo. Uno que se prolongó lo suficiente para que Baptiste tensara la mandíbula. — Haz lo que desees, yo me quedare con Bianca madre.
Caterina y Dominico intercambiaron una mirada de preocupación. Cuando las relaciones tienen un desliz pueden sobrevivir a los padres, pero una que puede poner en juego el status de un legado familiar puede desatar un caos imposible de sobrellevar.
Ya había pasado tiempo desde que Nick decidió salir a buscar suerte encontrando el sobre que podía salvar o destruir a todos aquellos que estuviesen implicados en la escena del crimen, pero el enfant terrible se quedó por primera vez en casa, completamente solo a terminar el tan esperado vestido de novia que su hermana llevaría en su gran día.
Coser era un escape. La alta costura siempre era un buen pretexto para perderte entre los hilos y olvidar un rato al resto del mundo. Era como soñar despierto. Aiden siempre sintió que el tiempo podía pasar y el seguía sin dimensionar el pasar de los minutos o las horas que se quedaba con esa cara de concentración.
Cualquiera que lo hubiese visto desde su niñez, diría que hacía casi los mismos gestos que su madre cuando confeccionaba lo que ya había dibujado. Un semblante alegre, que mostraba satisfacción.
No le tomó mucho tiempo terminar de hacerle los cortes necesarios, y observarlo sobre el maniquí que permanecía intacto en su sitio desde hace ya mucho tiempo. Lo que no pudo hacer, fue prestarle la debida atención cuando llamaron a la puerta, y recordar que Marie había sido degollada.
—Ya voy. — respondió con desgano casi para sí mismo. Lamentando dejar el inicio de una gran obra de arte para atender el timbre, y tras bajar las escaleras y cruzar la estancia principal, al abrir, pudo darse cuenta de que las personas aún pueden sorprenderte.
—Bonne nuit Aiden.
Burke estaba parado frente a la puerta. Con una camisa plumbago y una pañoleta de seda blanca. Muy distinto a lo que llevaba la vez que lo encontró anunciando a Preston en Le Carmen.
— ¿Qué haces aquí? — Aiden hecho la cabeza hacia atrás con desgano. — No quisiera ser grosero, pero estaba terminando algo importante.
—Quería verte. — el chico de cabello cobrizo ladeo ligeramente el rostro con una sonrisa autentica que era imposible resistir. — ¿Puedo pasar? Esta conversación no durara lo que merece, si tú no quieres. — sugirió llevándose una mano a la nuca.
—De acuerdo. — Aiden abrió la puerta por completo para indicar a Burke que podía pasar. Una acción que supuso le tomaría más tiempo.
Burke agrando su sonrisa, pero su semblante cambió al asombro una vez que se adentró en la sala principal, tan grande como su apartamento. — ¿Te importa si me siento? — el joven cobrizo señalo un sofá y volteo en dirección a Aiden que mantenía una ceja levantada y los brazos cruzados. — Ahora vuelvo. — le restó importancia a su pregunta caminando a la cocina.
—Claro, tomate tú tiempo. — Burke respondió resignado al ver a Aiden desaparecer por una alargada puerta, y dejándose caer en el sofá que era tan cómodo como caer entre un montón de plumas.
No paso mucho tiempo antes de que el castaño volviera con dos copas y una botella de vino blanco espumoso. — Muy bien Hoffman ¿A que debo esta fantástica visita?
—La verdad no estoy preparado para esto. — admitió Burke encogiéndose de hombros. — necesito un momento para organizar mis ideas y no decir cualquier estupidez. —admitió, y de pronto a Aiden aquella declaración simplemente le pareció estúpida. No te delatas simplemente así en un momento de debilidad.
El castaño tomo asiento con su copa llena, y extendiendo una hacia a Burke. — ¿Qué puede ser tan complicado? — insistió Aiden con un semblante divertido. — creí que estábamos en confianza después de que deje que me trajeras a casa estando ebrio. — bebió un pequeño sorbo de su copa.
Burke dejó escapar una sonrisa. — Creo que por esa misma razón debo aprovechar que sigues sobrio. — suspiro. <<Vaya imprudencia>>. — Solo quería que me dieras la oportunidad de conocerte, un poco más. — admitió bebiendo un sorbo de vino, más por escudarse en su silencio que por otra cosa.
— ¿No debería ser yo quien te pida eso? — Aiden dejo la copa de lado y le miro soltando un bufido. —Te conocí en una tienda de telas, después te encuentro en un bar y sin saber nada más dejo que entres a mi casa.
Burke miro a Aiden con un semblante calmado. Se veía mucho mejor así que durante sus crisis existenciales cuando intentaba intimidar a todo el mundo. — Bien, yo... — titubeo. —Tengo dos empleos de medio turno para poder pagar mi maestría en letras inglesas. — admitió sin más. —vivo en un apartamento convencional de la ciudad, con el resto de las personas que necesitan pagar una renta y soñar con algún día tener algo cercano a todo esto. — hizo un ademan para señalar a su alrededor.
—y crees que yo podría ayudarte a conseguir algo como esto. — finalizo Aiden susurrante, como si la decepción hubiese invadido sus palabras. — Burke, si no te importa tengo el tiempo contado para terminar el vestido de ensueño que llevara Bianca en su gran día.
El rubio se detuvo por un instante. — ¿Qué? No, Aiden, yo, tu...— titubeo y de nuevo tuvo que reorganizar sus ideas. — tú me gustas, me gustas desde que te vi pasar por la tienda de telas.
—El amor a primera vista no existe. — Aiden frunció el ceño apartándose un poco sobre el sofá.
—No dije que estuviera enamorado, solo quiero hacerte un cumplido, decir que eres ridículamente hermoso, y quiero. En verdad quiero conocerte de la forma que mereces, no de la manera en la que me digan otras personas que tú eres.
Nunca elegimos de quien nos enamoramos, sin embargo, podemos elegir a quien deseamos corresponder...
—Burke. — Aiden susurró su nombre como si estuviese lamentando el momento en el que le permitió entrar a su casa, pero Burke no tardo en apegarlo contra su cuerpo para besarlo y dejar todo a la suerte,y hasta ese momento solo fue capaz de envolverse entre café y cigarrillos. La fragancia de su cuerpo y el sabor de sus labios.
No todos los cuentos de hadas deben terminar con un príncipe llamando a la puerta.
Todas aquellas acciones malas que cometemos se pagan en vida. Wesley lo supo en cuanto encontró la recamara del Ritz casi vacía y un post-it adherido sobre el espejo del tocador.
La noche que él y Preston volvieron de Le Carmen habían discutido y el pelirrojo se había mantenido en silencio toda la mañana. El día que Wesley decidió que debía acompañar a Aiden al interrogatorio, fue quizá, el detonante para que se marchara.
Sin embargo, había tomado todo. La ropa y el efectivo que quedaba en la caja fuerte de Wes. El top model había sido abandonado y saqueado. Lo único seguro hasta ahora era lo que llevaba en la cartera y el teléfono con media carga de batería.
El chico de ojos grises se dejó caer en la cama pasando ambas manos por su rostro, sintiéndose impotente, pero apenas se dio un momento para tomar un respiro su teléfono vibro. Un mensaje de Preston se asomaba por la pantalla. Una explicación era lo mínimo que podía deberle ahora que el pelirrojo había dejado atrás, una sola oportunidad para enderezarse y remediar sus errores. O no...
Preston:
"Lo sé todo".
La tranquilidad era algo que no podía respirarse en la mansión Gallagher. Ni los cosméticos, ni la herencia de Lombardo lograrían calmar a Clarice, aunque por primera vez en mucho tiempo Genevieve sintió satisfacción de ver a su madre tan mal como lo habría estado ella durante años soportando a Gia antes de que la dieran por muerta.
Franco se había ofrecido para acompañarla aquella tarde cuando decidieron terminar el velatorio de Stephano. El consuelo por una perdida no era lo que Genevieve necesitaba. Estaba asustada, casi paranoica, pero sabía que debía reprimir sus emociones.
Nadie necesitaba saber que el día del supuesto asesinato quemaste a tu hermana con la tenaza para el cabello.
—Estas en casa ¿Podrías relajarte un momento? — Franco tomó a la rubia de los hombros con cuidado, mirándola fijamente a los ojos, como ella hubiese deseado que lo hiciera años atrás.
— ¿Tu podrías hacerlo? — Genevieve lo miró dudosa. —Gia no estaba muerta ¿Sabes lo que eso significa? — Apartó la mirada sintiendo que las lágrimas la traicionarían. El pánico y la impotencia de saber que la hija de Lombardo no descansaría hasta hundir a Clarice, y a ella.
—Yo puedo ayudarte a que lo hagas. — Franco tomó el rostro de Genevieve entre sus manos para poder ver sus ojos, con ese brillante verde olivo que tanto le gustaba. — Gen, no tienes por qué estar sola.
Genevieve cerró los ojos y llevo ambas manos a las muñecas de Franco para apartar aquellas manos de su rostro. Iba a responder algo cuando el timbre sonó de improvisto, agradeciendo tener una excusa para dejarlo.
—Deja que atienda la casera. — Franco susurro casi suplicante mientras tomaba a la rubia de la mano impidiendo que se fuera, aprovechando su descuido atrayéndola nuevamente contra su cuerpo, arrebatándole un beso húmedo y apasionado. Un beso casi tan desesperado que sintió una sensación electrizante recorriéndole entero, hasta que ella se apartó con la confusión en su semblante...
—señorita Gallagher. — irrumpió una voz conocida que la obligo a voltear casi de inmediato.
—Oficial Tanner. — arrastro su nombre entre un jadeo lleno de sorpresa intentando recuperar el aliento. — ¿A que ha venido?
—Solo quería saber cómo te encontrabas. No es molestia, vives a tres calles de Aiden — respondió Nick mirando a la chica y luego a su acompañante. — Pero me parece que vine en un mal momento.
—No...
—Sí. —Franco interrumpió a Genevieve caminando en dirección a Nick para verle altivo frente a frente. — sí, de hecho estábamos por darnos una segunda oportunidad.
Nick asintió reprimiendo un bufido. — ¿Y tú quién eres?
El moreno apretó los labios y extendió su mano esperando que el oficial Tanner la estrechara, al menos como un acto de cortesía. — mi nombre es Franco Lefebvre. —Soltó un suspiro. —Soy el novio de Gen.
Genevieve observo el rostro de Nick y noto un aire de desilusión cuando Franco termino aquella frase con desdén.
Para bien o para mal, nuestras acciones tienen consecuencias. Los nuevos comienzos y la posibilidad de mejorar nuestro futuro dependen de las decisiones que estemos dispuestos a tomar, aunque en el camino dejemos guardados algunos secretos, corazones rotos y el miedo de confrontar lo que no estamos dispuestos a encarar.
—Ho, bien, creo que ya no voy a seguir interrumpiendo. — Nick se despidió llevando dos dedos a su frente. — Si sucede algo, no duden en llamar. — suspiró con desgano y volvió hacia la puerta para salir por su cuenta, sintiendo que una pequeña punzada de celos crecía en su pecho.
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