Todos saben que hasta los mejores lazos de amistad tienen un desliz, y Genevieve no dejaba de sentirse estúpida por derramar champagne sobre Aiden aunque le deseara la peor de las suertes al mismo tiempo ¿Y cómo no molestarse con la persona que arruino su vida en las pasarelas?
Suspiró dejándose ir sobre la suave cama de su habitación, fijando la vista al techo, con el ceño ligeramente pensativo. Saint-Clare pasaba por la que quizá sería su mejor época, y ella apenas comenzaba cuando decidió "cruzarse" en el camino de Aiden. Un chico que tomaba como pasatiempo lo que otros anhelaban convertir en su vocación.
Modelar iba más allá de ser delgada, joven y alta, había que seguir un régimen, y tener la suerte de haber coincidido con los cánones de belleza, era un mundo donde muchos aspirantes no conseguían una agencia que les abriera las puertas, pero LeClair ya estaba ahí, sin el menor esfuerzo como era su costumbre. Aiden solo tenía que sonreír y lucir natural, Genevieve tenía que ganarse un lugar en un mundo que se basa disimuladamente en el rechazo y la aceptación.
— Buenos días. — Una voz masculina la llamó sacándola de sus pensamientos una vez que dio un par de golpecitos a la puerta.
Era un joven alto, de cabello negro y ojos grises que resaltaban sobre una piel ligeramente bronceada.
— ¿Wes? — Genevieve mencionó su nombre un tanto confundida, como si no pudiese creer que él estaba ahí. — creí que te vería en el Ritz. — Se levantó de inmediato alisando su falda de tweed.
—Lo sé. — Wesley elevó ambas cejas con un gesto lleno de obviedad. — Sin embargo Preston quería dormir después de desempacar, y creí conveniente venir a verte, ha pasado algo de tiempo sin haber puesto un pie en la icónica casa Gallagher. — sonrió con suficiencia. Un gesto casi forzado.
— ¿Lo dices por la mala reputación por la que corre mi madre en este momento? — Genevieve puso la mirada en blanco antes de cruzarse de brazos. — Su divorcio con Stephano ha sido un drama los últimos meses, y para rematarlo la muerte de Gia fue la cereza del pastel.
El chico bufó. — Pero el funeral de tu hermanastra fue opacado por el compromiso entre Baptiste y Bianca.
Genevieve lo recriminó con la mirada.
— Vamos. — Suspiró Wesley con desinterés. — A ti tampoco te agradaba tanto.
Lo sabía por la manera en la que solía mirarla. Con recelo, envidia y resentimiento.
— ¿Quieres callarte? — La chica se acomodó un mechón de su sedante cabello tras el hombro. — no le desearía una suerte así a nadie. — buscó mantener la vista en los brillantes ojos de Wes. — y menos ahora que Aiden ha decidido volver de Manhattan.
Genevieve observo que el rostro de Wesley se ensombreció en un parpadeo tras su última oración. — ¿Aiden? — Mencionó su nombre con un aire de nostalgia y confusión. — No pensé que fuera a regresar después de todo lo que ocurrió el año pasado, casi parece que la muerte de Gia arruino la vida de todos.
—Gia no arruinó tu relación con Aiden. — Añadió la chica rubia provocando que Wesley la viese con algo de desdén.
— Bien, olvidemos esta discusión. — el chico apartó la mirada para alejarse por el corredor. — Acompáñame, quiero buscar algunas peonias para Preston.
La habitación de Aiden desprendía un aroma a fresas y vainilla, no necesariamente por su perfume. Despertar aquella mañana en casa de su padre casi parecía monótono, como si nunca hubiese abandonado su hogar. Como si su propia vida hubiese estado esperándole para continuar. Solo que ahora no podía siquiera imaginar la posibilidad de abandonar la mansión. Mucho menos llevar a cabo sus ideas, y lo único que podía consolarle hasta entonces era comer una deliciosa copa de fresas Jubilee. El postre favorito de la reina Victoria, y el suyo.
Pasó ambas manos por su cabeza para acomodar su cabello. Tomó su teléfono para observar la hora. Las 10:00 a.m. Un calor insoportable, y sin nada nuevo que ponerse. Torció los labios pensativo, se asomó por el corredor esperando a que Bianca cruzara por la estancia en cualquier segundo, pero casi olvidaba que ella ya vivía con Baptiste, y solo faltaba formalizarlo todo con la boda que se avecinaba.
Por otro lado, Alfred casi nunca estaba en casa.
El castaño bajó a la estancia principal para llegar a la cocina. Necesitaba un vaso con agua, pero se limitó a pasar en cuanto vio una silueta desconocida tomando jugo, obligándose así mismo a detenerse con sigilo. — ¿Y tú quién eres?
Hubo un momento de silencio mientras el extraño terminaba de beber para después mirarle a los ojos. Una mirada cálida y brillante, quizá con las pupilas más azules y penetrantes que las de Aiden, con cabello color chocolate vestido en un traje negro. — Usted debe ser el hijo de Alfred LeClair.
Aquel hombre se acercó hasta encontrarse cara a cara con el joven. — Un placer, mi nombre Nick Tanner, su nuevo guardaespaldas.
— ¿Norteamericano? — sugirió Aiden en un intento por romper el hielo ante aquel extraño ligeramente más maduro que él.
—De los Ángeles. — Asintió Nick sin muchos ánimos. — Vivo en Paris hace algunos años...
Aiden elevó una ceja antes de mirarlo de pies a cabeza y reprimir una pequeña carcajada que amenazaba con traicionar la seriedad del momento. —Y en todo ese tiempo ¿Nunca buscaste un traje a medida?
—Siempre supuse que sería un chico de humor infantil. — Respondió Nick manteniendo la formalidad de su presentación.
—No me conoces en lo absoluto. — Aiden se cruzó de brazos reprimiendo una sonrisa que asomaba sutilmente los hoyuelos en sus mejillas.
El guardaespaldas agrando una sonrisa irónica en su expresión. — Creo saber lo suficiente, es un diseñador joven y multimillonario, modelo y ahora presunto asesino. — elevó ambas cejas. — Un currículo bastante interesante para un joven mimado, que prefiere fresas y helado para el desayuno.
Aiden abrió los labios para responder, pero se limitó a titubear un par de veces. — suficiente. — suavizo su semblante. — estas despedido. — se dio media vuelta para regresar a su habitación. — le diré a papá que contrate a alguien más.
— ¡Me temo que eso no será posible!
El joven castaño escuchó gritar a Nick a mitad de la escalera, algo que lo hizo regresar sin dudar, aunque esta vez se había quedado sin palabras, igual que aquel hombre que se mantenía inmóvil esperando a contener la paciencia necesaria y poder hablar de alguna forma u otra con Aiden. — Cuando tu padre pidió un guardaespaldas, nadie quiso aceptar el empleo debido a la reputación de la familia LeClair...
—No, es obvio que no. — Aiden lo interrumpió con un aire de frustración. Era incomodo pensar que era reconocido en toda Francia por un crimen que había quedado en el olvido, al menos para él, y por un minúsculo instante fue consiente de la situación. Necesitaba a Nick Tanner como su guardaespaldas el tiempo que fuese necesario.
—Y si vas a salir conmigo para todo mientras se resuelve esta ridícula situación, cámbiate de ropa. — Tensó la mandíbula antes de subir las escaleras nuevamente. — Me rehusó a caminar al costado de alguien que juega a parecer James Bond, ni siquiera lo llevas a la medida.
Nickladeo el rostro con algo de confusión observando la alargada y estrecha espaldade Aiden alejarse antes de dirigir la vista a su traje monocromático. Camisa blanca,blazer negro, luego reparó que el problema no eran los colores, sino la talla. Si, Aiden quizá sería un buen asesor de imagen,pero también su próximo causante de migrañas.
https://youtu.be/AdfK3hjHhT0
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