26: Lazos de sangre

Incluso en las mejores familias existe un bastardo, o una infidelidad, los lazos sanguíneos se rompen y las herencias condenan a todos aunque estén libres de pecado.

Clarice no pudo dormir muy bien aquella noche después de quedarse en la sala de espera. Tenía que admitir que tener en mente a Stephano inconsciente en una camilla. Aiden era culpable, y lejos de un intento de asesinato, habría estado incluso más satisfecha de buscar un vestido negro para el funeral de un homosexual, que enviudar por segunda ocasión.

Suspiro, ya era tarde, pero eso no impido que caminara al tocador para retocarse el lipstick, con el tono favorito de su línea de cosméticos. Un color rosa, suave, y brillante que deslizaba cremoso en la curvatura de sus labios.

Se miró un segundo en el espejo alargado que abarcaba el muro del baño. Hace algún tiempo, abría sido incluso más hermosa que Genevieve, pero imaginar eso era tan culposo como esperar la muerte de Stephano para echar un vistazo al testamento que el mismo había redactado.

Stephano era tan millonario como Vincent Gallagher. El difunto padre de Genevieve que falleció una noche intentando volver a casa. Habían encontrado su cuerpo oculto cerca del lago Serpentine. Víctima de un asalto a altas horas de la madrugada...

¿La recompensa de los hechos? Una casa enorme, una suma de dinero exorbitante y la oportunidad de volver a comenzar.

Y parte de ese comienzo habría sido el hombre que estaba en coma. Stephano no merecía estar ahi, a pesar de no poder querer a Genevieve, tanto como a Gia, la única y legítima heredera del imperio Lombardo. Sin embargo, ahora que estaba muerta y su ex marido estaba en la cuerda floja, una fortuna tan grande podía caer sobre sus manos.

Ahora todo se resumía a convertirse en una de las mujeres más exitosas de París. Aunque su fortuna y los escándalos que la ligaban a los LeClair hablaran más que su título universitario.

Abandonó el tocador y se dirigió de nuevo a la sala de espera con sus tacones haciendo eco en el corredor. Miró de reojo a ambas direcciones para ver si no había nadie más antes de siquiera pensar en abrir la puerta de la habitación donde se encontraba Stephano.

Ahí estaba, conectado, con el silencio reinando en la habitación donde él se encontraba inexpresivo con un inhalador, una gasa rodeando su cabeza, y una gran mancha de sangre sobresaliente desde la frente.

Clarice se acercó cautelosa y acarició su cabello enredando algunos mechones entre sus dedos. Sin traje no lucia exactamente tan atractivo, y ser robusto le hacía aparentar unos diez años más.

—Stephano. — musitó su nombre en un susurro ahogando un nudo en la garganta. — No puedes dejarme. — Respiro profundamente tensando la mandíbula. — No puedes morirte ahora.

El monitor cardiaco se mantenía estable, pero ningún parpadeo, ningún indicio de vida que indicara que pudiese estar mejor. Un rechinido hizo girar a Clarice inmediatamente.

—Señorita Gallagher. — Un médico se mantuvo serio al borde de la puerta. — sé que ha estado esperando resultados pero no puede estar aquí.

Clarice asintió acomodándose un mechón de cabello tras la oreja. — Entiendo, pero también debería ponerse en mi lugar. — Aparto la mirada para buscar un pañuelo desechable en su bolso. —Necesitaba verlo.

El médico asintió con un semblante pensativo. — Bueno, debería sentirse afortunado de tener visitas después de su intento por asesinar a Aiden LeClair.

— ¿Puede creerlo?— Clarice intento calmar el tono de su voz. El estado de Stephano no justificaba sus acciones por mucho que ella no soportará al enfant terrible.

El médico se encogió de hombros. — Es una pena que si logra pasar la noche, terminará en prisión.

— ¿Solo Aiden?— Clarice frunció ligeramente el ceño antes de disimular el dolor en su semblante por el hijo de Alfred.

—Llegó el cuerpo degollado de la casera de la familia LeClair. — El médico arqueo ambas cejas. — Ya está saliendo en las noticias.

—Qué suerte. — Musitó Clarice cruzando sus brazos. — bien, será mejor que me vaya ¿No es cierto?

—Así es...

El médico no terminó la frase cuando el monitor cardiaco comenzó a acelerarse, y algunas enfermeras intervinieron a los pocos minutos. Escoltaron a Clarice a la salida, aunque para su inconveniente una horda de paparazzi esperaba abordarla al rodear el hospital.

Entre la fama y la riqueza hay una línea muy delgada que separa la realidad con la pesadilla de vivir un infierno continuo.

¿Cuál sería el siguiente encabezado?

"Stephano Lombardo sociópata y asesino serial, al descubierto."

Clarice buscó su teléfono una vez que logro subir a su auto con ayuda de una escolta en el hospital, y mientras los flashes continuos de las cámaras amenazaban con cegarla, lo único que pudo atravesar sus pensamientos fue Genevieve, y el peligro de no estar en el testamento de Stephano.

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