En París, no existe una mejor sensación que saborear un chocolate caliente bajo las luces de la ciudad que brillan titilantes junto a las estrellas en la oscuridad, Sin embargo, Julian Hawke tuvo que conformarse con un Starbucks antes de conducir a la gran mansión de la familia LeClair.
La humeante bebida le provocó una sensación de calor recorriendo su cuerpo bajo la gabardina negra que lo cubría aquella ocasión.
Esa misma noche se cumplía un año desde la muerte de Gia Lombardo, y un año esperando por Aiden, el único chico que no había podido dar sus declaraciones tras su exitoso desfile en la semana de la moda.
El miembro más joven de la familia LeClair era un prodigio para algunos, un peligro para otros y un fugitivo para el oficial Hawke. El nuevo "enfant terrible" según las revistas de moda. Un diseñador joven que había alcanzado la fama gracias a la exorbitante fortuna de su padre, mismo que vendió su colección entera a los padres de su exnovio. Wesley Goldman, el supermodelo neoyorkino que rompió el corazón de todas las chicas parisinas al salir en primer plano de la mano de Aiden en el MET, días antes de encontrar el cuerpo de Gia.
Era una locura pensar que un joven de veintiún años tuviese una vida más emocionante que él en sus años de becario antes de finalizar sus estudios en criminalística. Aiden casi parecía un miembro de la realeza, literalmente.
Julian suspiro. Odiaba este caso, odiaba sentirse como una adolescente siguiendo la pista a un gurú de la moda francesa, su vida perfecta y su quiebre amoroso con un top model que podría ser el novio ideal de cualquier chica. Casi sintió la falta de testosterona en su persona.
Al llegar a su destino, aparco el auto en alguna esquina de los campos elíseos. Frente a la mansión LeClair, una hermosa casa para una familia que se encontraba bajo el ojo de la policía. Dio un sorbo más a su chocolate, cerró los ojos momentáneamente para tomar un respiro antes de hacer su guardia habitual toda la noche, como siempre, sin una novedad aparente.
Aun pensativo, no tardo en bostezar de aburrimiento. Por suerte no olvido comprar el número más reciente de Vogue, su fuente más confiable después de Vanity Fair para ponerse al día, sin contar Facebook o Instagram, donde el deslizar de sus dedos lo llevo a encontrarse con un encabezado de interés.
"Aiden LeClair ha vuelto a París ¿Regresará a las pasarelas o huirá de los críticos como un príncipe en apuros?"
Julian frunció el ceño. Era quizá el peor encabezado que habría leído jamás, pero observar la fotografía de Aiden caminando por el Sena le provoco una sensación casi satisfactoria, hasta que las luces de otro auto llamaron su atención. Un taxi que aparco sobre la acera de la mansión, dejando que los faroles iluminaran un rostro con ojos turquesa brillante. El oficial Hawke podía divisar al chico de sus pesadillas, el enfant terrible causante de cada migraña al despertar. Aiden LeClair se encontraba a pocos pasos para haber sido esposado e ir a declarar frente al juez. Era imposible ser tan inalcanzable incluso para la justicia.
Sin embargo Julian había sido paciente. Ahora podía ser más sencillo hundir a los LeClair, sin embargo, Alfred no estaría dispuesto a bajar la guardia en momentos como este que su reputación colgaba de un hilo. Conociéndolo bien, no dejaría a Bianca o a Aiden sin alguien que les cuidase las espaldas.
Tensó la mandíbula, sintiendo que un calor acedia hasta sus mejillas estaba decidido a hundirlo en prisión.
El timbre sonó provocando un eco en el profundo silencio mientras Alfred LeClair se encontraba pensativo en la sala principal de su casa en un vano intento por mantener la calma, una demanda impuesta por Stephano Lombardo era lo último que necesitaba. Acusar de asesinato a su hijo era un asunto peligroso para alguien de su posición.
Marie, la casera, había abierto la puerta para recibir a un chico delgado y alto, con una mirada cansada y una sonrisa sincera. Era Aiden sin lugar a dudas. Mismo que entró lo más rápido que le permitieron sus pies dirigiéndose a la alargada escalera de caracol para encerrarse a modo definitivo en su habitación.
— ¿Aiden? — la voz de Alfred resonó en la estancia algo autoritaria y nostálgica provocando que el chico se volteara casi de inmediato.
— Papá. — susurro antes de pensar siquiera en regresarse para darle la cara. Sintió un escalofrió que le recorrió la nuca, estar en casa después de un largo tiempo parecía tan extraño como el hecho de que su padre lo espere en la sala igual que en la preparatoria después de llegar ebrio.
— ¿No vas a saludar? — Alfred elevó una ceja cuando Aiden se mantuvo quieto desde su posición. Quería verlo a los ojos.
— Lo siento, no esperaba verte en casa. — Observó a su hijo bajar los escalones con rapidez y en un movimiento veloz el castaño se abalanzó sobre su padre. Necesitaba un abrazo. — Te extrañe mucho. — Susurró casi para sí mismo mientras Alfred correspondía con una media sonrisa. No podía evitarlo, la llegada de Aiden no era algo que todos hubiesen querido presenciar, pero se trataba de su hijo, y tenerlo de vuelta aquella noche era reconfortante.
—Una parte de mi hubiese deseado que siguieras en Nueva York.—Respondió Alfred manteniendo el tono bajo. Quizá pensando que aquella frase había quedado solo en su mente.
Aiden decidió guardar distancia para mirarlo con el ceño fruncido, incapaz de comprender sus últimas palabras. — ¿Qué?
Alfred titubeó en cuanto su hijo retrocedió, pero sabía que la situación no era más que una bomba de tiempo. — Las cosas empeoraron cuando te marchaste de París. — torció ligeramente los labios. — encontraron el cuerpo de Gia Lombardo unos días después del cierre de tu pasarela, y la agencia de modelos Saint-Clare esta por quebrar. — suspiro cansado.
— ¿La agencia de modelaje? — Aiden lo interrumpió incrédulo apartando la mirada pensativo. Como si Bianca no se lo hubiese mencionado con anterioridad— ¿Es por eso que me quieres lejos?
—No. — Alfred lo tomó por los hombros para encararlo. — Se trata de algo más grave, desde la muerte de Gia han interrogado a todos nosotros, a Clarice, a Genevieve, incluso a Bianca y a Bap. — Apretó los labios como si quisiera omitir algunos detalles en la conversación. — Aunque dadas las circunstancias, todo apunta a un solo sospechoso y Stephano insiste en que posiblemente tu eres el autor del crimen.
— ¡Eso es una infamia! — Aiden apartó las manos de su padre antes de retroceder. — Gia era mi amiga, y Stephano sabía lo buena que era nuestra relación.
—Eso terminó en cuanto descubrieron tu última conversación con ella.—Sentenció Alfred con un tono un poco más severo. — Prácticamente la policía te está declarado culpable, pero Stephano no desea presentar cargos hasta que des tu declaración.
Aiden agrandó la mirada. No podía quedar tras las rejas usando un overol de un solo color por el resto de sus días. — Yo no asesine a Gia.
—Y te creo. — insistió Alfred. — Pero no podemos arriesgarnos, conseguiré un guardaespaldas que este contigo mientras la situación baja de tono. — se llevó una mano hacia la nuca. — Sería mejor si te quedaras aquí viendo "Breakfast at Tiffany's".
Aiden sintió que se le formaba un nudo en la garganta. Su padre era pésimo cuando se trataba de "mejorar" la situación ¿Cómo podría siquiera pensar que podría ver películas todo el día sabiendo que la situación iba de mal en peor? Sin pensarlo corrió escalera arriba hasta llegar al fondo del corredor para azotar la puerta de su habitación , y sin importarle nada, el único consuelo lo encontró en la almohada de su cama, donde llorar era el mejor desahogo hasta ese momento.
Volver a París para alguien como Aiden era como haber viuelto al infierno. Su mejor amiga lo detestaba, su familia le daba la peor de las bienvenidas. Había olvidado muchas cosas cuando decidió cruzar el océano sin saber lo que se vería obligado a confrontar.
Recuerdos que su subconsciente había intentado reprimir sin éxito.
Incluyendo el cuerpo de Gia cubierto de sangre.
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