1: Bienvenue à la maison
El atardecer reflejando en las tranquilas aguas del Sena era lo único que Aiden LeClair podía admirar después de abandonar el aeropuerto de París. Haber pasado un año entero en Nueva York lo había calmado un poco, pero no lo suficiente para recordar que su reputación estaba en juego.
Aun sentía las miradas de las personas que parecían reconocerle al cruzar el Alexander III, envuelto en un brillante blazer de lentejuelas negro mientras la brisa desordenaba su cabello castaño.
Parsons había sido una pérdida de tiempo, Manhattan y su fascinante vida nocturna fueron la dopamina perfecta para alejarse de las pasarelas, hasta el momento en el que se vio obligado a volver. En ese momento únicamente quería ver a Bianca, su hermana. La novia más hermosa de la capital francesa según los diarios que inundaban la ciudad, una boda que también lo uniría con el joven más atractivo y despilfarrador de toda Francia. Baptiste Jouvet.
Sin embargo, otro de sus deseos más grandes era hablar con su mejor amiga. Genevieve, con la que había perdido el contacto desde su partida a Manhattan, y a la que ahora estaba dudando en llamar. Su familia podía esperar por recibir las buenas noticias, y soportar a los Jouvet.
Una familia acomodada y reconocida por sus obras benéficas alrededor del mundo. Un acto altruista para personas poco empáticas y amistosas.
Era sábado por la tarde, y el olor a peonias y champagne impregnaba la estancia en la ostentosa casa de las Gallagher. Donde Clarice, la madre de Genevieve había invitado a los LeClair para celebrar el éxito de su nueva línea de maquillaje, y todo parecía ir excelente de no ser por un pequeño contratiempo. Su hija. — ¡Genevieve! — Tocó la puerta un par de veces antes de girar el picaporte dorado de su puerta y encontrar su reflejo en el espejo de cuerpo completo. Su cabello rubio se alzaba en un rodete, y sus ojos verdes sobresalían con el vestido rosado de satín, que a su vez resaltaba su pequeña cintura. — Te vez hermosa. — Susurró Clarice mirándola de reojo. — ahora baja, que todos están preguntado por ti.
—¡Que sorpresa! — Respondió su hija con sarcasmo, forzando una sonrisa que ponía en evidencia su incomodidad. — Deberías regresar antes de que noten tu ausencia. — Genevieve dió media vuelta para encontrarse cara a cara con su madre. — Luces radiante desde que recuperaste tu nombre de soltera.
—Gen, no ahora por favor. — Clarice pasó una mano por su cabello suspirando y conteniendo la paciencia. — si no quieres bajar no lo hagas, pero Bianca me ha dicho personalmente que Aiden regresa hoy a París. — Se encogió de hombros antes de caminar hacia la puerta. — Espero que hablar con él te siente mejor, últimamente eres insoportable.
Genevieve frunció ligeramente el ceño. No esperaba que Aiden estuviese de vuelta ahora que su vida había dado un giro tan drástico desde que se marchó, y Saint-Clare perdiera todo prestigio tras el repentino divorcio entre Clarice y Stephano Lombardo. El empresario más poderoso de toda Francia.
Puso la mirada en blanco cuando escucho que su madre abandonó la estancia dando un portazo. Se giró nuevamente en dirección al espejo de cuerpo completo, alisó la falda de su vestido y después de ponerse perfume tomo su teléfono que se encontraba entre las sabanas de la cama. Ahí seguía la foto que Aiden y ella se habían tomado un fin de semana antes de que se marchara al otro lado del mundo. Suspiró apagando su teléfono y se apresuró para bajar.
Deseaba confrontarlo.
La estancia principal estaba repleta de completos desconocidos, exceptuando a los LeClair, y Baptiste, el mismo que divisó a Genevieve a penas terminó de bajar los escalones. Le dedicó una sonrisa y Bianca parecía notarlo intentando ocultar una punzada de celos. Volteo a su dirección e imitó el gesto de su prometido, pero no puedo evitar fruncir el ceño en menos de un parpadeo cuando un chico alto y castaño entró por la puerta principal, con ojos turquesa, inexpresivo, pero con un semblante elegante. — ¿Qué sucede?— Baptiste miró confundido en dirección a su prometida provocando que Genevieve volteara de inmediato. Los tres habían presenciado la repentina llegada de Aiden a París. En la casa Gallagher, donde la ex esposa de Lombardo, el hombre que lo echo de Saint-Clare había logrado hacerse de fama. Una familia inglesa conquistando la elite parisina.
—Creía que tu hermano decidió mudarse a Nueva York. — Susurró Baptiste al mismo tiempo que Bianca tensaba la mandíbula. —No, solo fue para terminar la universidad. — La joven respondió con el mismo tono sin quitar la mirada de encima al otro extremo de la estancia. —hubiese preferido que llegara después de la boda, pero esto complica las cosas.
Aiden divisó a su hermana entre la multitud, al caminar a su dirección no dudó en tomar una copa de refrescante y burbujeante champagne. Casi habían olvidado la elegancia de su andar cuando de entradas triunfales se trataba. Pero algo, o alguien se interpuso en su camino. Genevieve se abrió paso chocando hombro con hombro, logrando que su copa se derramara sobre las brillantes lentejuelas de su blazer.
— Pero que...— Aiden se detuvo para verse escurrir, mientras Bap caminaba a su dirección.
— Vaya sorpresa, es un gusto tenerte de regreso. — Esbozó una ligera sonrisa que asomaba una brillante dentadura, mientras sus ojos avellana le dedicaban una mirada indiferente de pies a cabeza. —Por lo que Bianca me ha contado sobre ti, seguro te veremos en la próxima semana de la moda.
—No actúes como si no me conocieras Bap. — Aiden devolvió la copa a uno de los meseros que se paseaban con bandejas de plata por toda la casa. — Al menos mi camisa sigue seca. — Susurró mientras se retiraba el blazer. — ¿Qué le sucede? — Volteó de reojo sin poder divisar a su mejor amiga entre la multitud. — ¿Has visto a mi padre?
—No ha podido acompañarnos. — Intervino Bianca acercándose para tomar el brazo de Baptiste. — Está arreglando unos asuntos legales con Lombardo. — Se apartó un mechón de cabello platinado tras la oreja. —Al parecer su agencia de modelaje quedara en banca rota si no acepta la ayuda que le estamos ofreciendo.
—Clarice debe estar destrozada. — Aiden se llevó una mano al pecho buscando a la anfitriona de la casa. A penas había puesto un pie en la capital francesa, donde el drama era el pan de cada día. Y en efecto, había problemas.
— ¿No vez las noticias? — Baptiste frunció el ceño con un aire de confusión latente en su semblante. — Stephano y Clarice se han divorciado. Muchos dicen que ha logrado quitarle la mitad de todos sus bienes. — se encogió de un hombro. — y mientras "Gallagher cosmetics" se vuelve la nueva tendencia, el desprestigio de Saint-Clair tras su divorcio ha dado la vuelta por todo Europa.
—Tú lo has dicho, en Norteamérica esta noticia no es nada más que un encabezado en Vanity Fair. — Aiden arqueó una ceja.
Baptiste suspiró ironico.<<Que irritante>>.
Bianca solo había sentido la tensión de sus miradas. — Ahora vuelvo.
— ¡Aiden!— la voz de Clarice se hizo presente al mismo tiempo que el castaño el diviso caminando de brazos abiertos a su dirección, pero no fue hasta que sintió sus húmedos y fríos labios en sus mejillas que esbozo una ligera mueca. — Tu padre acaba de marcharse, pero está ansioso por verte, igual que Gen.
Baptiste reprimió una carcajada provocando que ambos voltearan a su dirección. — Lo lamento, creo que el champagne estaba muy frío. — Apretó sus labios antes de alejarse a cualquier otra parte.
—Quizá deba ir a casa para esperar a mi padre, estoy cansado. — Aiden le dedicó una suave sonrisa que apenas dejaba asomar sus hoyuelos en ambas mejillas. —Suerte con tu línea de maquillaje Clarice. — el castaño caminó hacia la puerta nuevamente, haber ido en un intento por arreglar las cosas con Genevieve no había sido la mejor opción. Tenía que soportar la idea de que Baptiste pronto seria parte de la familia, y que su padre lograra rescatar la agencia de modelaje, misma que Stephano se rehusaría a perder a manos de Clarice.
Todos los presentes observaron a Aiden LeClair abandonar la fiesta en la mansión Gallagher destilando un delicado olor a champagne, con el rostro cubierto de labial rojo Valentino. Francia había extrañado al nuevo enfant terrible, pero sus conocidos parecían tomar su regreso como algo poco memorable.
¿Será que no recuerda porque decidió terminar la universidad en Manhattan?
https://youtu.be/WvJWyOEQNQI
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