El pueblo Dramothia
Acabé de leer en la biblioteca, el libro de Acustic, uno de los mejores escritores que pudo existir. Salí de allí y empecé a caminar por la zona pesquera. Vivo en Dramothia, el máximo exportador de pescado y marisco de toda la zona, es un lugar espléndido: el suelo era de roca y todos teníamos vistas del mar. Era algo hermoso pero a la vez tenía su lado malo, ya que no podíamos cultivar nada. Los hombres trabajan como pescadores o de importadores.
Las mujeres en cambio, se dedicaban a la venta de pescado y los productos importados: hortalizas, carnes, especias....
Soy Erick, tengo dieciocho años y con mi hermana Amaya vivimos en una de las casas abandonadas que hay en el pueblo. Nuestros padres nos abandonaron en el bosque cercano a Dramothia: Bromión, es por eso que no tenemos apellido.
Mi trabajo es en reparar maquinas que no funcionan en los barcos pesqueros, no es tan buen trabajo, pero prefiero eso que ser pesquero. En mi tiempo libre siempre voy a la biblioteca a leer un nuevo libro. La bibliotecaria ya no sabía que recomendarme, habían pocos libros y ya me los había leído.
Mi hermana es todo lo contrario a mi, trabajaba de ayudante en una pequeña tienda y a diferencia de las demás, le gustaba su trabajo. Es demasiado optimista y a pesar de sus diecisiete años, sigue siendo muy infantil. En su tiempo libre, se ponía a limpiar y ordenar la casa. Pero esto no era tan importante como lo que iba a pasar aquel día.
Como os contaba, iba caminando por la zona pesquera, el olor a pescado me repugnaba bastante pero era el único camino de volver a casa, debía aguantar. Salí de aquella zona, tomé aire, casi mareado, y me senté en el suelo. Observé el cielo anaranjado y cerré los ojos, inhalando el olor a sal del mar. Minutos después, me levanté y seguí mi camino.
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-Oh, has vuelto Erick- dijo Amaya mientras se quitaba el delantal y se acercaba para darme un abrazo. La abracé y le di un beso en la frente.
-Perdona Amaya, me quede hasta tarde leyendo un nuevo libro de Acustic ¿Tuviste que esperarme mucho?- dije mientras le miraba con cariño.
-No, tranquilo yo acabo de llegar y estaba empezando a hacer la cena- Dijo con orgullo, lo que me hizo entrar escalofríos.
Cada vez que Amaya entra en la cocina acabo yendo a la cocina con dolor de estómago. No digo que sea mala cocinera, pero admito que le pone tanto entusiasmo que se pasa con las especias.
-Te echaré una mano- dije mientras caminaba rápido hacia la cocina.
-Esta bien ¡pero yo le echo las especias!- Chillo alegre Amaya mientras corría detrás de mí y se agarraba a mi espalda con brazos y piernas.
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Salí del baño a duras penas y me dirigí a mi habitación, demonios nunca había probado el pescado con tanto jengibre y pimienta, si sigo dejando que Amaya cocine, tendré de ir a la casa de Yunah, una muchacha rubia, con la piel blanca y de ojos verdes; que se leyó todos los libros de curas y remedios para trabajar un diferente oficio; aunque reconozco que es bastante "pegajosa".
Recuerdo que hubo un tiempo en que yo me estaba acabando el último libro de "Mezclas sanadoras. Nivel avanzado". Llevaba una semana con ese libro desde que Yunah empezó a pasarse por la biblioteca y veía como cada día se llevaba un libro, su capacidad de concentración y retención me pareció admirable, bueno, era lo único admirable en su personalidad.
-Hola Erick- Dijo alegremente Yunah mientras se sentaba a mi lado.
-Hola- Fue lo único que dije mientras ella me hablaba de manera enérgica y nerviosa. Lo admito, sé que Yunah llevaba un tiempo fijándose en mí, pero eso no significaba que yo fuera cambiar para que ella simpatizara.
El ruido de una silla arrastrándose hizo que volviera a la vida real; Yunah se alejaba cabizbaja con el libro "Remedios caseros. Nivel medio" y yo me quedé mirándola, un poco pensativo.
"¿Lo que hice estuvo mal? Yo solamente quería que me dejara de molestar"
Suspire mosqueado y me dirigí a la entrada con el libro que me estaba leyendo, dónde me despedí de la bibliotecaria y le señalé el libro, ella me conoce y sabe que Yunah y yo devolvemos los libros. Al salir de la biblioteca paré justo antes de pasar fuera del porche y miré a Yunah, que miraba la lluvia seria.
Me puse a su lado y observé la lluvia con una mirada despreocuda mientras abría el paraguas.
-¿Quieres que te acompañe a casa?- dije al poner el paraguas sobre su cabeza.
Ella me miraba con un leve sonrojo en sus mejillas, haciendo destacar el verdor de sus ojos.
-Si no es molestia- dijo ella avergonzada.
Caminamos por el ruta hacia su casa en silencio, ella iba con la cabeza gacha mientras que yo miraba el recorrido, con mi rostro serio.
Al llegar a su casa, me invitó a entrar pero se lo rechacé de manera educada.
-Lo siento, si no llego ahora mi hermana se preocupará, y no creo que a tus padres les guste que entres con un chico en casa- Dije arqueando una ceja, Yunah afirmó mientras bajaba la cabeza apenada. Sus padres eran estrictos y en su familia era tradición tener pareja con veinte años. Al verla en ese estado me acorde de mi hermana, sin duda perdí la batalla contra mis sentimientos.- Pero podemos vernos en la biblioteca, estoy casi siempre allí.
Al escuchar eso, Yunah me miró a lis ojos y me regaló una de sus encantadoras sonrisas, a pesar de ser mayor, todavía tiene esa inocencia de niña. Después de despedirme, me dirigí a mi casa, donde salía humo por una de las ventanas de la cocina.
-Cena de Amaya....- Dije mientras me daba un escalofrío y entraba a casa.
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Era por la mañana y Amaya se fue ya a trabajar, era muy madrugadora a pesar de que siempre dormía muy tarde. Yo me dirigía hacia la zona pesquera para arreglar un barco de allí, cuando de repente apareció en mi camino un extraño zorro de color canela, me miraba con su mirada tan oscura y penetrable; el zorro llevaba en el cuello un pergamino con el sello de una ala, parecida a la de un cuervo. El zorro solo se limitó a observarme y yo, con sigilo empecé a caminar de nuevo hacia mi trabajo.
-Se habrá perdido- pensé para mis adentros.
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Estuve todo el día en tensión, el zorro a pesar de todas las veces que lo intenté echar, volvía y me seguía a todos los sitios por donde iba.
Frustrado y casi llegando a casa acabé girandome y mirando a zorro le empecé a espantar tirándole piedras, una impacto sobre su cabeza y asustado me acerqué a ayudarlo, pero el zorro por arte de magia se esfumó, dejando en el suelo el pergamino. Cogí el pergamino y intrigado por el símbolo mientras caminaba hacia casa.
Al llegar a casa, Amaya salió del comedor con un pergamino diferente: la ala del otro lado del cuervo; Amaya vio mi pergamino y me miro con un rostro seria.
-Hoy antes de entrar a la panadería apareció de la nada una ardilla con un pergamino- Empezó a explicar Amaya -Intenté cogerla pero cuando la acorrale se esfumó, ha sido muy raro- pensó en voz alta
-A ti por lo menos no te ha estado acosando un zorro- Dije molesto, acto que hizo reír a Amaya -¿Leíste el pergamino?- pregunté arqueando una ceja.
-No, estaba esperando a leerla contigo- Dijo con una voz dulce mientras caminaba al salón, la seguí agarrando fuerte mi pergamino. Nos sentamos en el sofá y miré decidido el pergamino, con un movimiento rápido abrí el pergamino.
-¿Pero que esto?- dije impactado
-Esto es imposible....- Susurró Amaya con la voz entrecortada.
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