Único Capítulo.

ADVERTENCIA.
→Tamaki muestra un cambio en su personalidad.
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—Mey, ¿estás escuchando? —interrogó Mary quien parecía tener un toque de indignación en su voz al estar siendo aparentemente ignorada por su amiga.

La muchacha que realmente sí había estado tan pérdida en sus propios pensamientos, no escuchó casi nada de lo que su amiga la había estado mencionando. Ante la mirada de reproche que la castaña le había dado, Mey rápidamente intentó buscar entre sus memorias algún fragmento que pudiera decirle para seguir con aquella conversación. Pero al no poder lograrlo, simplemente se rindió y mostrando una expresión de pena, decidió admitir su falta de atención.

—Lo siento, mi cabeza estaba en otro lugar —confesó en un suspiro—. ¿Qué decías?

Aunque la castaña ya lo sospechaba, no pudo evitar sentirse algo frustrada al no conseguir que la azabache se mantuviera al tanto de su alrededor. No obstante, reunió toda la paciencia que pudo para contestarle, mas eso no impidió que la regañara un poco por eso.

—Siempre es lo mismo contigo, recuerda lo que te había dicho la psicóloga, tú...

—Debes identificar los momentos en donde te desconectas e intentar enfocar tú atención en algo que no tenga que ver con eso —interrumpió completando la frase de forma monótona y cansada—. Lo sé, pero no es fácil.

—Seguramente no lo es, pero llevas así más de un año y... —dijo soltando un ligero suspiro de resignación—. Debes avanzar ya... Poner de tu parte.

—Lo hago, voy a terapia.

—¿Ah, sí? —cuestionó con cierto enfado, haciendo que el andar de ambas se detuviera en medio de su caminata a lo que sería el regreso a sus casas luego de una larga jornada laboral— ¿Hasta cuándo piensas mentirme?

—¿Qué dices?

—Sé que ya no vas a la terapia.

—¡¿Cómo?.. —soltó entre enfadada y sorprendida al ser descubierta por la contraria. Es verdad que desde hace un tiempo dejó de asistir a sus citas, porque realmente no sentía que estaba siendo realmente ayudada—. Eso no te incumbe...

—Claro que sí, eres mi amiga —contestó con insistencia—. No quiero perderte... Y me preocupa el camino en el que te estás metiendo. Sé que eres fuerte y estoy segura de que podrás salir de esta con un poco más de esfuerzo.

La azabache simplemente desvió la mirada intentando contener el fastidio que se juntaba en su interior. Desde hace un tiempo se había cansado de esa frase; "eres fuerte". No le gustaba que se lo repitieran con tanta insistencia porque quién eran ellos para determinar sus fortalezas y la verdad, con todo eso, solo la hacían sentir incomprendida. Su dolor, lo hacían parecer como algo pequeño y más aún valiéndose con el tiempo que había pasado desde aquel día.

¿Había un tiempo límite para dejar de sufrir por aquellas personas que perdiste en la vida?

Ya había pasado un año; pero parecía que el tiempo se detuvo desde entonces.

—Déjame ayudarte —pidió en un tono más suave—. Necesitas salir más, quizás... Si le das una oportunidad a alguien más... —sugirió haciendo que la mirada de la contraria volviera a ella—. Esta noche haré una fiesta en mi casa y sería genial que vengas también. Ahí podrías distraerte un poco.

—Sí, sí. Ya entendí —bufó en un suspiro. Parpadeó varias veces mientas meditaba aquella idea en su cabeza. En realidad no tenía planes que pudiera usar como excusa para no ir, era verdad que podría inventarse una e incluso decir directamente que no; nunca le fue difícil decir las cosas de frente. Pero si lo pensaba mejor, entre quedarse en casa para hundirse en su miseria o ir a una fiesta en donde quizás conseguiría mantener sus pensamiento a raya, la segunda idea sonaba más tentadora.

—¿Y?

—Posiblemente vaya.

—Eso no me sirve de mucho.

—No me pidas más —reprochó con fastidio mientras volvía a retomar su camino—. Sabes que no soy fan de las multitudes.

—Pero si de la cerveza fría —tentó siguiéndola.

—Pero de las multitudes no —repitió formando una mueca—. Pero me tienta mucho la cerveza.

—Tendré especiales para ti —canturreó alegre sosteniendo el brazo de la azabache quien negó ligeramente con la cabeza a la par que sonreía al no poder negarse más a las insistencias de su amiga—. Pero te estaré vigilando para que no te pases.

(...)

Se plantó frente a la puerta por varios minutos mientras escuchaba la música retumbar por detrás de la puerta mezcladas con las risas y bullicio de los otros invitados.

Como si se tratara de un ritual, volvió a palpar sus prendas por quinta vez desde que llegó y se aseguró de que estuviera mínimamente decente. Según ella estaba bien, es decir, hace un tiempo que ya no retomaba este tipo de actividades pero juraba que aún sabía cómo vestirse para una ocasión como esa. Incluso se había maquillado un poco, aunque fue más por el hecho de ocultar sus notorias ojeras.

Suspiró con cansancio y entre regaños internos finalmente se animó a tocar el timbre, además de que también, le envió un mensaje a la castaña para que esta le abriera más rápido, lo cual, no tardó en suceder.

—¡Viniste! —exclamó con una radiante sonrisa. Rápidamente se acercó a la azabache para abrazarla con fuerza a lo que la contrario no le quedó de otra más que corresponder y dejarse llevar; literalmente. Porque la mujer, luego de eso, la tomó del brazo para adentrarla en el lugar sin siquiera darle tiempo de protestar—. Pensé que no llegarías.

—Sí, yo igual —contestó tratando de seguirle el paso entre tanta gente. En su camino de esquivar personas, se tomó el tiempo de apreciar las luces especiales que se habían colocado para darle un ambiente más animado al lugar. Vio distintas caras las que algunas sí logró identificar al ser otros compañeros del trabajo, mientras que a otras simplemente no los conocía. Detuvo bruscamente sus pasos cuando chocó contra el cuerpo de su amiga que repentinamente también había frenado, miró en su dirección para toparse con que llegaron a la cocina y fue cuando eso que Mary la soltó.

—Tengo tu cerveza —dijo con ánimo, yendo con prisa hacia el refrigerador donde parecían haber más bebidas alcohólicas que otros alimentos básicos.

—Aleluya —soltó formando una pequeña sonrisa, quiso agarrar aquella lata que se veía tan apetitosa para su gusto, mas la castaña estiró la mano antes de que pudiera realizar su cometido. Mey de forma inconsciente arqueó la ceja con confusión—. ¿Qué?

—Recuerda, toma responsablemente.

—Sí, como digas —bufó estirando la lata que su amiga le había arrebatado. Mary hizo una mueca de descontento al captar que la azabache no había hecho mucho caso de su pedido, pero por el momento lo dejó pasar. Ella estaba ahí para vigilarla y ya consiguió sacarla de su casa; sumándole a todo, la chica realmente no era una mala bebedora. Mey cuando se ponía ebria, incluso podría ser más simpática de lo normal pero obviamente debía controlar que ésta no se pasara de tragos.

—¿Qué tal si vamos a saludar a la gente? —sugirió chocando sus palmas entre sí, formando un aplauso que volvió a captar la atención de la contraria—. Quizás encuentres algo o alguien interesante —soltó en un tono algo pícaro.

—Lo dudo, pero ya qué —dijo con cierto cansancio. Ya que estaba ahí, al menos podría intentar socializar con alguien. Si bien no estaba interesada en encontrar algo en ese lugar, al menos se dejaría manejar por la menor solo en esta ocasión. Le urgía cambiar de aires.

(...)

Fracaso.

Esa era la palabra más acertada al resultado que obtuvo cuando intentaba socializar con otras personas. Si bien los demás se prestaron a entablar conversación con ella, era la fémina quien no ponía demasiado de su parte para seguirla.

No se sentía cómoda en lo absoluto hablando con esa gente y la verdad era que sus temas de conversación le aburrieron a muerte. En especial, la de los chicos que intentaron coquetear con ella.

Por alguna razón los veía a todos iguales; simples básicos que usaban casi la misma "estrategia" para "seducir" a las chicas que se presentaban solas en lugares así. Si bien, la azabache debería de estar acompañada de su amiga, esta le dio su espacio para que se pudiera desenvolver sola.

Grave error.

Eso solo le dio chance para huir lo más rápido posible de ese caos y para en esos instantes, ya estaba encerrada nuevamente en su solitaria casa. A pasos despreocupados se fue adentrando a la misma sin tomarse la molestia de prender las luces y era más porque no tenía ganas de ver el posible desastre que se repartía en el lugar; eso solo la deprimiría más.

Fue sin dar más vueltas a su habitación ya que sabía perfectamente que en su refrigerador no había nada que pudiera usar para prepararse algo de comer. Eso ya lo había corroborado en la mañana antes de salir, siendo que por supuesto, había olvidado el detalle de ir a comprar algo para remediar ese problema.

—De todas formas, no tengo más dinero —bufó tumbándose de lleno en su cama.

Desde entonces, se mantuvo quieta mientras miraba fijamente el techo de su habitación. No supo exactamente cuanto tiempo pasó ahí, pero en esos instantes no tenía nada mejor que hacer. Realmente ya no conseguía ánimos para hacer nada y de un momento a otro no pudo evitar comenzar a reflexionar sobre su vida; de como había llegado hasta ese punto.

Se sentía miserable y lo peor de todo era que no pretendía hacer nada para cambiarlo. Porque si lo hacía, sentía como si eso fuera a hacer que lo olvide para siempre.

No quería olvidarlo, no quería dejarlo atrás.

Un sabor amargo se formó en su boca cuando sintió que sus ojos comenzaban a picarle por las lágrimas que querían hacerse paso por sus mejillas. El dolor que crecía en su pecho era la fiel prueba de que aún no estaba lista para seguir, aunque también no estaba segura de cuando lo haría. En realidad, ni siquiera estaba segura de querer hacerlo.

Cerró sus ojos para dejar escapar un suspiro entrecortado que pasó entre el nudo que se formó en su garganta. La ansiedad nuevamente le estaba ganando y solo una idea se hacía sentir más en su mente.

Ya no podía soportarlo.

Necesitaba verlo.

Abrió sus ojos de golpe y con prisa logró sentarse en la cama para dirigir sus ojos hacia la mesita de noche que tenía a un lado. Abrió una de las cajas sin rodeos y con su visión que ya estaba acostumbrada a la oscuridad; encontró lo que estaba buscando.

Sacó con cautela aquella pequeña bolsita de plástico mientras analizaba su contenido; la razón del por qué ya no tenía el dinero suficiente para comprar las cosas básicas para sobrevivir.

Cerró de nuevo la caja con torpeza, no sin antes sacar otro par de cosas de la misma. Abrió la bolsita y con cuidado fue vertiendo el polvo blanco sobre la superficie de su mesita de noche.

Con su antigua tarjeta de crédito, separó en líneas medio prolijas las cuales intentó calcular para cuidar de no pasarse con su consumo. Una vez lo hizo, usó aquel tubito de papel que ya había hecho con anterioridad para ese tipo de ocasiones.

Llevó aquello en su nariz y se acercó con él a las filas de cocaína que había preparado. Mas justo cuando iba a hacerlo, un fugaz pensamiento pasó por su mente que la detuvo por momentos.

Ella había prometido que iba a dejar de hacerlo y sin duda hasta ahora, había logrado un buen tiempo sin recurrir a aquel método. No quería fallarle a sus seres cercanos quienes aún se preocupaban por su bienestar, pero aunque no quisiera que fuera así, ya era muy tarde para ella.

Esa era la única manera.

(...)

Estaba algo encorvada al sentarse sobre el colchón de su cama, quizás ya habían pasado horas, pero no se movió de ahí. Sus ojos se encontraban somnolientos y casi ya ni sentía su cuerpo al igual que perdió desde hacer rato la noción de lo que sucedía a su alrededor.

Pero muy a pesar de todo eso, se mantuvo expectante a que algo ocurriera. No obstante lo único que tuvo fue el abrumador silencio de su cuarto.

Gruñó de forma torpe al no conseguir lo que quería, así que solo fue a la pequeña bolsita para tirar otra dosis de aquella droga. Esta vez simplemente no le prestó atención a la cantidad que iba a usar, estaba tan desesperada en su calma haciendo que por ese motivo no pensara con cuidado.

Hizo el mismo proceso para el preparado y llevó su mano para agarrar el tubo que la haría consumir de ese estimulante polvo; pero algo hizo que se detuviera en eso. Una mano había sostenido su muñeca con firmeza; pero no con tanta fuerza para lastimarla. Era un tacto seguro pero gentil y eso la hizo estremecer.

Alzó la mirada con una genuina expresión de desconcierto pero más que nada, con una gran aflicción.

Por fin lo había conseguido.

Mey no se había dado cuenta antes, pero en esa noche, la luna brillaba con una intensidad suficiente como para iluminar perfectamente gran parte de la habitación, gracias a la luz que se filtraba por una de sus ventanas. Y para su suerte, aquel satélite natural, llegó a permitirle apreciar con nitidez el bello rostro de su amado.

Tamaki estaba frente a ella, aún sosteniendo su brazo que ya había soltado el tubo por la impresión. El rostro del chico era algo que entristeció gran parte del pecho de la fémina. Él parecía triste.

Su mirada melancólica se centraba en ella y a la vez, sus ojos estaban llenos de un cariño que le resultó realmente doloroso. La azabache luchaba para no romper en llanto y vaya que le costaba un montón, pero oír la voz del contrario hizo que toda la fuerza de voluntad que había reunido se fuera directo al caño.

—Mey —murmulló con su voz profunda que acorde con su expresión, denotaba tristeza.

Solo escuchar su nombre ser pronunciado por sus finos labios bastó para que algo en ella comenzara a quebrarse. Esa voz que tanto anhelaba escuchar había resonado nuevamente para solo decir su nombre. Soltó un pequeño quejido lastimero que la obligó a ocultar su rostro con una de sus manos libres, pues a parte de su gran alegría mezclada con su dolor, se sentía patética.

Porque se mostraba en ese estado frente a quien menos quería que la viera así, en lo que terminó, en lo que se convirtió. Aquello solo la hizo pensar que una vez más había decepcionado al chico y que el mismo estaba en todo su derecho de ya no amarla, ya que después de todo, no era la misma chica del cual él se había enamorado.

—Tamaki... —susurró con dificultad.

Este sin mediar palabras, y con bastante cuidado, estiró del brazo de la contraria para atraerla hacia él. Mey al principio se había resistido, pero finalmente decidió pararse entre pequeños tambaleos para poder ponerse frente al chico.

—Mírame, Mey —pidió en un tono suave que hizo temblar el corazón de la menor—. Hazlo.

—No... —contestó entre leves llantos—. No puedo, no así... Yo lo siento, no podía evitarlo.

—Mírame, por favor.

Ella mordió ligeramente su labio inferior por el extremo nerviosismo que invadió sus sentidos. Aprovechando que una de sus manos estaba cerca de su rostro, se limpió como pudo las lágrimas que ya habían empapado gran parte de sus mejillas y rápidamente intentó verse lo mejor posible antes de finalmente posar sus ojos en él.

Tamaki tenía un rostro serio que incluso en esa situación se veía hermoso. Sus cabellos azulados oscuros hacían resaltar su pálida piel y sumado con la luz que la luna les regalaba en esa noche, hicieron el honor de iluminar sus profundos ojos.

Su embeleso no duró mucho ya que un dulce tacto la sacó de sus pensamientos y fue que el muchacho había colocado una de sus amplias manos en su mejilla para luego acariciarla con anhelo gracias a su pulgar. Mey no pudo evitar soltar un suspiro por ello.

—No puedo seguir viéndote así —dijo aún con su voz serena—, te estás haciendo demasiado daño.

—Es la única manera de poder verte otra vez —contestó en un hilo de voz.

Y todo eso radicaba en que la menor había caído en lo más profundo de una depresión de la cual no podía salir. Sucumbió a su tristeza desde el día en que el muchacho el cual se desempeñaba como héroe, muriera en servicio.

Incluso si ya pasó un año de ese fatal incidente, ella no podía seguir y parecía ser la única en ese estado. Ya que cuando miraba a los demás, estos parecían ya haberlo superado o al menos, eso aparentaban.

Había un motivo por el cual ella había recurrido a las drogas y esa razón era que solo de esa manera, podía verlo. En su mente y quizás como una simple alucinación; pero ahí estaba y se le hacia tan malditamente real hasta el punto de dolerle en lo más profundo del alma.

Drogarse era la forma de traerlo de nuevo a su mente y verlo a los ojos cual fantasía, solamente para repetirle una y otra vez lo que sentía desde el día en que se fue.

—No puedes seguir con esto.

—Claro que puedo, Tamaki —respondió frunciendo ligeramente el ceño. Aún así, se mantuvo quieta para no perder el contacto con el mayor—. No puedo dejarte atrás, lo intenté, pero no puedo.

—Pero...

—No —interrumpió haciendo que el contrario se sobresaltara levemente por ese acto—. Sé que piensas que soy fuerte, todos lo piensan. Pero ya no soy la misma chica de la cual te enamoraste. Soy miserable en estos momentos y prefiero quedarme así si con ello tengo la oportunidad de verte. Yo no soy fuerte, ya no.

—Yo me enamoré de Mey —dijo mostrando una pequeña sonrisa, logrando que la fémina volviera a mirarlo con el corazón latiéndole a mil. Sus ojos, inevitablemente se volvieron a llenar de lágrimas—. Sin importar lo que suceda, yo te amo. Eres y siempre serás la luz que ilumina mi alma.

El cuerpo de la azabache había comenzado a temblar producto de los sollozos que intentaba reprimir, pero aún tratando, se podían escuchar de ella varios gemidos dolorosos. Era un sentimiento tan lastimero pero a la vez dulce que la envolvía por completo.

—Tú también... eras mi luz —respondió a lo bajo. Tamaki se había estado encargando de limpiar las lágrimas que salían de sus ojos mientras la miraba con un sentir de anhelo—. Pero te fuiste y con ello, perdí el camino. Ahora ya no veo ninguna salida de este túnel.

—Yo nunca me fuí, siempre estoy contigo aunque no puedas verme.

Mey negó con la cabeza.

—No lo entiendes —soltó intentando regular su respiración—, te extraño.

—Y yo a ti.

—Quiero abrazarte...

—Yo también.

—... Quiero besarte —confesó afligida, evitando fijar su mirada al contrario.

Tamaki no había respondido a lo último y mas que nada porque había dirigido sus dos manos a las mejillas de la azabache para, con delicadeza, hacer que la vea directamente a los ojos. Este admiró los brillantes ojos oscuros de su amada que estaban aguados por sus lágrimas, sus hermosos labios que temblaban ligeramente por no poder contener sus emociones y sus mejillas sonrojadas que la hacían ver de lo más hermoso que el joven había visto en su existencia.

El chico no había contestado a la confesión de la chica por el simple hecho de que no sentía que sus palabras fueran suficientes para hacerle entender que ambos compartían el mismo sentimiento. Por eso, fue acercándose a ella de forma cautelosa, admirando como la fémina iba cerrando sus ojos ansiosa de lo que podría ocurrir a continuación. No la hizo esperar más cuando presionó sus labios contra los de ella.

Mey sintió como todo el pesar que estaba en su cuerpo desaparecía al instante en que el cálido contacto de los labios de Tamaki tomaban los suyos con cariño. Esa gentileza, cuidado y amor que solo él le expresaba con cada una de sus acciones. Él, el único hombre que la hacía sentir tan amada en ese mundo que solo la había hecho sentir odiada.

Él, que siempre vio perfección en sus defectos.

La chica, con temor, llevó sus manos para tomar las prendas del mayor con necesidad. Quería aferrarse a él con todas sus fuerzas pensando que solo eso sería suficiente para evitar que el mundo se lo llevara de su lado de nuevo. Y era que ese dulce beso se le hacía tan real que deseó detener el tiempo por siempre con tal de que nunca acabara.

Siguieron meciendo sus labios con calma, incluso si sentían sus corazones ansiosos al tener el calor del otro, se tomaron su tiempo para disfrutar de la agradable sensación que se transmitían. Tamaki dejó caer sus manos hasta que se instalaron en la cintura ajena e hizo que con eso la fémina se apegara más a él y sin duda, por primera vez en mucho tiempo, Mey realmente se sintió segura y protegida entre los brazos del mayor.

Luego de unos segundos más, ambos tuvieron que separarse por la falta de aire.

—No quiero irme de tu lado —susurró la azabache, ocultando su rostro en el cuello ajeno.

—Está bien, puedes quedarte conmigo —soltó el chico haciendo que la menor se separara repentinamente de él para verlo con una expresión de sorpresa y expectación ante su repentino cambio de opinión—. Podemos estar juntos.

Una chispa se produjo en el pecho de la joven y una emocionada sonrisa se formó en ella. Incluso si le parecía algo extraño el cambio que Tamaki había tenido en su forma de pensar, eso no pareció importarle mucho. Estaba demasiado feliz por conseguir que el contrario aceptara y al ser lo único que deseaba en este mundo, ignoró totalmente los motivos. Simplemente se aferró más a él en un tierno abrazo que Tamaki correspondió gustoso.

—Te amo, Tamaki —susurró la fémina.

—Yo te amo a ti.

(...)

Mary dejó su asiento con rapidez cuando visualizó al hombre que se encaminaba por uno de los pasillo en su dirección. La ansiedad no la dejó esperar a que este llegue y solo por eso, dio pasos apresurados con tal de acelerar las cosas.

No perdió más tiempo.

—Doctor, ella...

—Lo siento mucho —habló este en un tono apenado, pero serio—. No pudimos hacer nada por ella. La señorita Mey murió por sobredosis.

...........

hEY HEY HEY HEY, NO ESTOY MUERTA. Bueno, aquí les traigo un shot del buen Tamaki djdnsis espero que les guste aber si no perdí el toque.

Y bueno, para quienes les interesa, si desean saber el motivo por el cual no he estado actualizando mis libros (para aquellos que lo siguen) fue más que nada porque me obsesioné por algo. Pos sí, me puse pendeja por algo y como que he dejado de lado esto de escribir ¿meperdonas?

No sé que me dio por escribir algo y surgió esto. La verdad me agrada hacer historias, leer comentarios, compartir y tal, tengo muchas otras historias que desearía publicar alguna vez, pero no puedo prometer que estaré actualizando seguido nuevamente ni nada. Aunque desde ahora haré el intento.

Sí me esperan, iré publicando poco a poco. Ahq

Y bueno, sin más, me despido. Se me cuidan. Les debo la portada para más tarde.

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