Capítulo 4
—¿Tiene cabello blanco?
—No te creo.
—Matt miente.
—No, es verdad. —Él señala la hoja en donde ha hecho el dibujo del extraño pálido—. Papá dijo que no acepte dulces de él.
—Es verdad, todos los papás dicen eso.
—Da miedo —susurra su amiga Luz mientras observa el dibujo.
En ese momento Kaneís suelta un sonoro estornudo que hace eco en la casa. Andreu cree haber escuchado algo, pero regresa al trabajo luego de dar una rápida vista a la sala. Su escritorio se encuentra allí.
—Ese niño —susurra tocando su nariz, es imposible que esté resfriado, él no puede enfermarse, al menos no como los humanos. En ese momento pasa frente al espejo del pasillo y escucha unos golpes provenientes de este, su reflejo lo saluda, dándole además una sonrisa. Kaneís lo ignora, continúa con su camino hasta que sus propios pies lo obligan a regresar. Una vez ante el espejo sus ojos amarillos quedan fijos en los oscuros del reflejo.
—Estoy comenzando a enojarme un poco contigo —dice, manteniendo la sonrisa—. No olvido lo que siempre intentas hacer, ¿por qué no puedes dejarte llevar como al principio? Nuestra época dorada donde-
—Déjalo en paz, haz lo que quieras conmigo —interrumpe dando un golpe suave al cristal.
—Siempre lo hice, ¿o no? —responde elevando una ceja en forma de interrogación—. Sólo relájate, además ese niño es insoportable, con el tiempo hasta tú mismo querrás eliminarlo.
—No, no quiero.
—¿Estás haciendo un berrinche? Sabes que puedo castigarte. —Kaneís se apoya en su antebrazo derecho, quedando aún más cerca de su reflejo.
—No me importa, nada puede ser peor que esto —sus palabras son firmes y utilizó un tono grave que paralizaría a cualquiera que la escuche. Sin embargo el reflejo suelta una risa mientras niega suavemente.
—Kaneís. Siempre, siempre puede ser peor.
Él lo supo cuando Matt regresó a casa, no fue capaz de saludar al niño ya que su garganta y labios están sellados. Además camina de forma encorvada, casi llegando a parecer un animal que se mueve en cuatro patas. Es humillante, sin mencionar que debe cumplir con los caprichos del pequeño.
—¿Hasta cuando te quedas? —le pregunta una vez que está en su habitación. Matt comienza a quitarse el uniforme del jardín ante la atenta mirada de Kaneís—. ¿Mis papis pueden verte? —Esta vez niega con la cabeza simplemente. Su mirada vieja al cuerpo del pequeño, quien se encuentra con el torso descubierto, su piel es suave y sonrosada. Frágil.
El pequeño hace una mueca, incómodo por como es observado, pero se concentra en buscar ropa limpia, la otra tiene manchas de pintura. En eso ve a la criatura pálida sosteniendo una muda de ropa, unos pantalones cortos y su camiseta favorita.
—Gracias, también necesito unos calzoncillos —indica luego de haber arrojado su ropa interior lejos. Kaneís asiente y se mueve en busca de la prenda. Camina hacia los cajones, apoyando sus manos en el suelo y abre los mismos con dificultad. Sus pulgares opuestos ahora son inútiles, hasta se ve obligado de tomar la ropa interior con su boca. Al menos está limpia y huele a lavanda.
—Pareces un perrito —comenta Matt luego de tomar su calzoncillo de los minions de la boca del otro. Se los coloca con un poco de dificultad, tal y como le enseñó su mami. Luego mira su nuevo compañero de cuarto.
Kaneís ladea la cabeza al ver que el niño toma una cuerda de saltar para intentar atarla alrededor de su cuello, diciendo que van a jugar y que ahora esa su mascota.
—Dame la patita —le pide sonriendo mientras su mano está frente al pálido hombre de cabello blanco. El espectro suelta un suspiro y levanta su mano para tocar la de Matt. Este lo felicita, entonces le ordena recoger la pelota que él lanzara. El pequeño arroja la pelota mediana y roja hacia el pasillo, entonces Kaneís sale disparado hacia el juguete, cosa que divierte al niño.
—Que humillante, esto es ridículo —piensa, haciendo un esfuerzo por ponerse de pie. Toma la pelota con su mano e intenta caminar así de regreso a la habitación. Sin embargo sus pies tropiezan y sus rodillas se golpean con fuerza contra el suelo.
—Ka, trae la pelota. ¡Ahora!
—¿Matt? —Kaneís se hace a un lado al ver que Andreu camina hacia la habitación de su hijo. Al encontrarlo gritando y solo en ropa interior, rápidamente se cruza de brazos.
—¡La pelot-!
—Deja de gritar. —Comienza el regaño. Haciendo que el niño lo mire entre confundido y molesto—. ¿Por qué estás así? Ponte algo de ropa.
—Juego con Ka, él es el perrito y yo su dueño —comenta cuando su padre comienza a colocarle la camiseta. Una vez vestido, Andreu le pide que le hable un poco más sobre su amigo imaginario.
—Entonces se llama Ka y es un cachorro.
—No, es... como tú pero más grande, camina en cuatro patas —responde, aunque, por la mirada de desconcierto de su padre, cree que ha dicho algo malo.
Kaneís agradece que el hombre tome al niño y se lo lleve a su escritorio. Podrá descansar un momento del maldito castigo. Sin embargo, tal vez tenga otras cosas más importantes de las cuales debería preocuparse. Andreu le pide a Matt que dibuje a su amigo con muchos detalles si es posible. Pero, a pesar de su paciencia y de ofrecerle sus lápices de colores y de dibujo, Matt termina haciendo lo que vendría a ser una mesa con peluca a su parecer.
—Su cabello es blanco, ¿tienes color blanco? —El hombre le pasa dicho color y ve como el pequeño pinta la hija blanca—. Terminé. Esto de su cuello es la correa que le hice.
Andreu reconoce la cuerda y además recuerda haberla visto en el pasillo. Aunque, dando una vista rápida hacia el mismo pasillo, ya no alcanza a ver la cuerda, sin mencionar que Matt no pudo moverla de su lugar y él tampoco lo hizo.
—¿Puedo volver a jugar? —La pregunta de Matt lo sacan de sus pensamientos.
—Aun no. Quiero dibujar a tu amigo, dime como es exactamente —le pide mientras tiene su lápiz en la mano. Matt hace una mueca y se cruza de brazos—. Te daré papas fritas si lo haces y no le diré a mamá.
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